Zobeida "Mimí" Rodríguez Ferreiro

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Sobeida Rodríguez
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Sobeida Mimí Rodríguez y Camilo Cienfuegos en Ciudad Libertad (La Habana), el 3 de enero de 1959. Fotografía de Perfecto Romero.
Nacimiento1929 o 1930[1]
poblado de Manacas,
municipio de Guane,
provincia de Las Villas,
República de Cuba Bandera de Cuba
ResidenciaLa Habana
Nacionalidadcubana
Otros nombresMimí
Ciudadaníacubana
Partido políticoPCC
CónyugeIsrael Chávez Lima

Zobeida Mimí Rodríguez Ferreiro (Manacas, 1929) es una combatiente revolucionaria cubana, que participó en la Guerra de Liberación (1956-1958) en la tropa de Víctor Bordón en la región de Las Villas.

Síntesis biográfica

Nacida en el poblado de Manacas (provincia de Las Villas), en el seno de una humilde familia. La inscribieron como Zobeida Rodríguez Ferreiro, y por las perretas que daba, en los primeros meses de nacida, le pusieron Mimí, en honor de una gatita que había en la casa y que maullaba pidiendo la leche igual que ella

A los 11 años limpiaba pisos y cocinaba para ayudar a sus padres, en el poblado conoció a Kid Relámpago (Israel Chávez), el mejor boxeador de la zona. Le gustaban las peleas y lo seguía adonde quiera que se presentara. Le pareció que lo inspirabam y empezó a enamorarse de él. Se casó a los 16 años y se fueron a vivir a un cuartucho donde tuvieron dos hijos, una hembra y un varón, los cuales mantuvo lavando para afuera, pues Chávez trabajaba en una bodega con el padrastro y lo que le daba no alcanzaba ni para vestir a los muchachos.

Los ataques de la dictadura batistiana arreciaron, y Chávez, que ya era del Movimiento 26 de Julio, cogió el monte y al poco tiempo también ella tuvo que alzarse también. Se hizo pasar por una prostituta nombrada Caridad, en Zaza del Medio.[1]

Su arribo al lomerío no fue de color de rosa. Ni el propio Chávez la recibió con alegría. Mimí tuvo que explicarle detalladamente que no le había quedado otro remedio, para que entendiera. La tropa se reunió y se habló claro: Mimí era la única mujer y era la esposa de un combatiente en el grupo, y había que respetarla.[2]

Cuando conoció al Che

Mimí sintió alegría por dentro al conocer la noticia de la llegada del Che al Escambray. Se dijo: «Ahora sí esto se puso bueno», porque él venía en una invasión: no podía venir desarmado.

Ordenaron que fuéramos a su encuentro en un lugar conocido como Las Piñas. Al llegar allí sintieron un dolor en el alma cuando vieron, en un secadero de café, a aquellos invasores todos ripiados, con sus partes afuera, destrozados. Todo el mundo pensaba que Mimí era un hombre, pues estaba extremadamente delgada y se recogía el pelo para atrás. El Che les habló a los combatientes y de ahí se fueron hacia Gavilanes. Estando allí es cuando el Che se entera de que en la tropa de Bordón había una mujer. Mandó buscar a Israel Chávez y le preguntó:
—¿Esa compañera está con usted?
—¡Sí, es mi esposa!
—Ella no puede estar en la tropa.
—Como usted diga.
—Bueno, o mejor vamos a pasarla para la enfermería.
—¡Lo que usted diga, Comandante!

Mimí jamás había curado a ningún enfermo. Con el negrito Ramón aprendió a inyectar y por poco pierde las nalgas. Había muchos combatientes con paludismo y otras enfermedades. Oscar Fernández Mel (1931-2019) y La O eran los médicos. En los combates de Sopimpa y en otros, se situaban en lugares estratégicos y brindaban todo tipo de auxilio.[2]

Encuentro con Camilo

En la ofensiva de El Pedrero, Fernández Mel le indicó que, con dos arrieros y varios mulos, fuera a la bodega y trajera todas las provisiones, y por orden del Che, rompiera las botellas de bebida. Mientras echaba en un saco todo el laterío, un rebelde, acompañado de dos más, se interesó por lo que hacía. Cuando le respondió, le dijo que necesitaba que lo llevara hasta donde estaba el argentino. Lo montó al anca de la bestia, Cuando iban por la mitad del camino se apareció una avioneta, a la que llamaban La Puta, y el rebelde le empezó a disparar. Entonces dijo:
—¿Tú tienes miedo?
—Si tuviera miedo, no estaría alzada...
—¿Cómo «alzada»?
—Claro, compadre, usted no se ha dado cuenta de que yo soy una mujer.
El rebelde se quedó sorprendido, pero más se quedó ella cuando, a unos pasos más, y ya entrando al campamento, el rebelde le pidió:
—Grita que Camilo viene herido.
—¿Y usted es Camilo?
La miró sonriente y con una cara de muchacho travieso le volvió a pedir:
—Anda, grita que Camilo viene herido.
Lo hacía para joder al Che, pero este no estaba en ese momento en el campamento, pero el que cogió tremendo berro fue Oscar Fernández Mel; pero Camilo le repuso:
—Déjala tranquila que yo fui el que la mandó, para asustar al argentino.[2]

Cómo se ganó su primer fusil

El Che siempre repetía que el fusil había que ganárselo. Y Mimí se preguntaba:
—¿Y cómo me lo voy a ganar si estoy siempre inyectando, curando heridos y bañando a los enfermos?
Al comenzar la ofensiva la dejaron en la Piedra Gorda, con seis hombres, cuidando unas mochilas y otras provisiones. Pasaban las horas y le propuse a los muchachos irse para Fomento a ganarse los fusiles, y todos la siguieron.

A los tres días tomaron el cuartel, y mientras los guardias se rendían, cogió un Garand y se lo puse al lado. El Che venía revisando todo el armamento, pero no se había fijado en ella todavía. Tan pronto la vio exclamó:
—¿Vos qué hacés aquí?
—¡Usted dijo que había que ganarse el fusil, vine a ganármelo, y aquí lo tengo!
—¿Y los hombres que estaban con vos?
—Bueno, si no los han matado, también están ganándose un fusil por ahí.
—¿Sabés que eso es un libretazo y una gran indisciplina tuya?
Empezó a llorar por el bochorno que sintió cuando le dijo aquello. Las lágrimas le caían en los pies como chorros de agua.
Él la cogió por el rabo de mula y le calmó:
—Levantá la cabeza, media naranja, que ese fusil es tuyo, pues te lo ganaste.

Desde la liberación de Fomento paso a la línea de combate permanentemente y formo parte del pelotón de su marido,Israel Chávez, manejando una 30. Combatió en Guayos y Placetas, y cuando hirieron a su esposo se mantuvo en el combate con esa arma. No participó en la zona de Santa Clara, porque a las tropas de Víctor Bordón se les ordenó que debían evitar que llegaran los refuerzos enemigos de La Habana y continuar tomando otros pueblos.[3]

Veces en que estuvo coqueteando con la muerte

En Mordazo, si no es por un horno de carbón la matan. Estaba en esos momentos de ayudante de la ametralladora 30 que tenía su esposo. El convoy venía desde occidente y estaban atrincherados, detrás de una mata de cedro. Decía muchas malas palabras en los combates. Les gritaba hijos de puta y otras palabrotas, y al escuchar la voz fina ellos contestaban: «¡Ah!, pero si la tropa tiene pajaritos también.» Ese día por donde salió la voz lanzaron un bazucazo que dio en la tierra del horno y la dejó aturdida. Los compañeros la sacaron para un naranjal y volví en sí. Enseguida retorno a su puesto y siguió combatiendo.

En Manacas también se la vio fea. Fue contra el mismo convoy que, pese a la resistencia a lo largo de la Carretera Central, continuaba avanzando. Era tanto el volumen de fuego que retrocedieron hasta una alcantarilla. Estando allí, Israel se percató de que en el otro punto habían dejado las cajas de balas. No lo pensó e hizo por el lado de una trinchera, debajo de la balacera, y con los B-26 por encima, cogió las cajas de balas y regreso. Dicen que se salvó en tablitas.[2]

Combates en los que participó

Peleo en Guayos, Placetas, Santo Domingo, Mordazo, Manacas y en el Puente Río Sagua-Carretera Central

En la alborada de enero de 1959 partió con su columna hacia La Habana y se instaló en La Cabaña.[2]

En Sipiabo

El Che prometió a los pobladores de Sipiabo, caserío que el ejército batistano había destruido hasta los cimientos, que se les construiría 22 nuevas viviendas que hasta hoy se conocen como «las casas del Che», bajo supervisión de la combatiente Sobeida Rodríguez, conocida como Mimí.[4]

Fuentes