Colonialismo

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Colonialismo
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Concepto:Política de adquisición de territorios para explotar sus recursos económicos en beneficio de la metrópoli. Es la doctrina que tiende a legitimar la dominación política y económica de un territorio o de una nación por el gobierno de un estado extranjero.

Colonialismo. Término que viene de su raíz colonia y ésta del latín coloniam. Es la doctrina que tiende a legitimar la dominación política y económica de un territorio o de una nación por el gobierno de un estado extranjero. Suele llamarse así al proceso iniciado en el siglo XV con la conquista, asentamiento y explotación, por parte de Europa, de territorios en América, Asia y África.

Historia

Aunque este término existe desde la época de la Antigua Grecia, hay variantes en su significado, pues en el caso de las antiguas colonias griegas o en el de América se usaba más bien la palabra “colonización” en vez de colonialismo, ya que en estos casos los territorios colonizados no estaban subordinados a la metrópoli, y a todos los habitantes de estos primeros se les consideraba como otros ciudadanos más de la potencia europea.

En la edad contemporánea se identifica más con la dominación política de gentes de otra raza que habitan en un territorio separado por el mar de la potencia colonial, que generalmente suele ser un país europeo.

Puede hablarse de colonialismo cuando un pueblo o gobierno extiende su soberanía y establece un control político sobre otro territorio o pueblo extranjero como fuente de riqueza y de poder. Esta relación concluye cuando el pueblo subyugado alcanza su soberanía o cuando se incorpora a la estructura política de la potencia colonial en igualdad de condiciones.

El colonialismo es un tema que ha llegado a suscitar un intenso debate moral y político en nuestra época, especialmente a partir de la II Guerra Mundial. Pese a que algunos estados han intentado justificar la creación de imperios coloniales en el pasado, muchas antiguas colonias han definido el colonialismo como un sistema de explotación que las potencias más fuertes imponían a las más débiles y que ocasionaba una situación de atraso económico, y conflictos raciales y culturales en las zonas colonizadas.

Las relaciones coloniales han cambiado considerablemente a lo largo de la historia. Algunas colonias han recibido la afluencia de numerosos habitantes del país colonizador, mientras que apenas ha llegado población nueva a otras. Las hay que han sido sometidas a un control riguroso por parte de sus colonizadores; sin embargo, en otras sólo se ha realizado un control somero y extraoficial. Unas se han fundado en ultramar, y otras se han establecido en un territorio adyacente al de la nación colonizadora.

Edad antigua y edad media

El colonialismo ha existido desde la antigüedad. Egipto, Babilonia y Persia son algunos de los imperios más importantes del mundo antiguo. Fenicia, pueblo de exploradores y mercaderes, es considerada generalmente como la primera nación colonizadora; los fenicios establecieron sus asentamientos a lo largo de la costa del Mediterráneo en el 1100 a.n.e. Su espíritu colonizador estaba guiado principalmente por su deseo de expandirse y controlar el comercio.

Hacia el siglo VIII a.n.e. muchas de las ciudades-estado griegas estaban iniciando rápidamente su expansión por las costas del norte del Egeo, el mar Negro y el sur de Italia. Les movía la necesidad de encontrar suelo cultivable para sustentar a una población en aumento y el afán por mejorar el comercio. Las dos ciudades-estado más famosas de Grecia, Esparta y Atenas, fueron potencias coloniales hacia los siglos VI y V a.n.e.; la primera se expandió por la zona continental de Grecia; la segunda por ultramar.

La ciudad de Cartago (actualmente en Túnez) fue en un principio una colonia fundada por los fenicios, pero acabó convirtiéndose en una importante potencia colonial. Los cartagineses también tenían interés en controlar el comercio en el Mediterráneo y, de este modo, establecer un imperio marítimo que comprendiera las colonias de Hispania y el oeste de Sicilia. Roma desafió al Imperio cartaginés y, finalmente, lo derrotó en las Guerras Púnicas (siglos III-II a.n.e.); los romanos, a su vez, gobernaron en la mayor parte de Europa y Oriente Próximo.

El período de la Edad Media que siguió a la caída del Imperio romano, ocurrida en el siglo V, no fue una época de importantes colonizaciones en ultramar. No obstante, los vikingos escandinavos ampliaron sus dominios considerablemente a lo largo de los siglos IX y X; controlaron grandes áreas de las Islas Británicas y fundaron colonias en Islandia y Groenlandia.

Primera fase del colonialismo moderno

El colonialismo de la Europa moderna comenzó en el siglo XV y puede dividirse en dos fases que coinciden parcialmente en el tiempo: la primera, desde 1415 hasta 1800 aproximadamente y la segunda, casi desde 1800 hasta la II Guerra Mundial. En la primera etapa, Europa occidental, encabezada por España y Portugal, se expandieron por las Indias orientales y América; en la segunda, Gran Bretaña tomó la iniciativa en la expansión de Europa hacia Asia, África y el Pacífico.

Los portugueses, que disfrutaban de estabilidad política, poseían experiencia marítima y contaban con una posición geográfica favorable, fueron los primeros europeos que doblaron el cabo de la costa surafricana para llegar hasta el sur y este de Asia en el siglo XV. Portugal, interesada principalmente en dominar el comercio de especias, estableció factorías y fuertes a lo largo de la costa en lugar de colonias. El monopolio comercial portugués en Oriente se vio seriamente amenazado por los ingleses y holandeses a finales del siglo XVI. Los holandeses se instalaron en el Cabo de Buena Esperanza y, tras expulsar a los portugueses hacia 1800, obtuvieron el control de Java y Ceilán (actualmente Sri Lanka). La Compañía de las Indias Orientales se fundó en la India durante esta época e inició oficialmente la conquista del continente en 1757.

Fueron numerosos los motivos que llevaron a Europa a comenzar la colonización del continente americano. Entre ellos, se encuentran la búsqueda de metales preciosos, la necesidad de encontrar nuevas tierras para la agricultura, la huida de persecuciones derivadas de motivos religiosos y el deseo de ganar a los pueblos indígenas para la causa de la cristiandad. Era más habitual la creación de colonias que de factorías, aunque aquéllas, una vez establecidas, mantenían relaciones comerciales frecuentes y de carácter exclusivo con las respectivas metrópolis. El imperio de España era el más importante del Nuevo Mundo y se extendía a través de gran parte de México, Centroamérica y Suramérica (véase Indias). Los portugueses se establecieron principalmente en Brasil. Mientras que los españoles y los portugueses tuvieron tendencia a crear asentamientos mixtos que absorbieran a las poblaciones indígenas de sus territorios, los colonizadores británicos y franceses se inclinaron por la fundación de colonias puras, eliminando y desplazando a sus anteriores habitantes.

Los más antiguos imperios coloniales europeos habían entrado en declive a comienzos del siglo XVIII. La mayoría de las colonias españolas, portuguesas y francesas en América consiguieron la independencia durante las Guerras Napoleónicas o en el período inmediatamente posterior.

Por otro lado, los holandeses perdieron una gran parte de su modesto imperio en el Nuevo Mundo y tuvieron que conformarse con comerciar ilícitamente con las colonias de otras potencias. Los ingleses perdieron buena parte de sus antiguas posesiones en Estados Unidos, las cuales consiguieron su soberanía en 1776 tras la guerra de Independencia estadounidense; a pesar de esto, Gran Bretaña continuó siendo una importante potencia colonial. Además de controlar la India, conservaba por razones estratégicas algunas de las colonias que había ocupado durante las guerras europeas, tales como Canadá, el cabo de Buena Esperanza y Ceilán.

Segunda fase del colonialismo moderno

La segunda etapa colonial puede dividirse en dos períodos: el primero abarca desde 1815 hasta 1880 aproximadamente; y el segundo, desde 1880 hasta 1914. La colonización llevada a cabo en el período anterior no había seguido un patrón lógico desde un punto de vista geográfico y no parecía ser, en general, el resultado de un deseo consciente de adquirir nuevos territorios por parte de las metrópolis. Lo cierto es que el ímpetu expansionista se derivaba a menudo de intereses europeos firmemente establecidos ya en el exterior. Por ejemplo, los colonizadores británicos de Australia se aventuraron aún más en territorio extranjero en busca de tierras y recursos; los franceses se vieron forzados a colonizar toda Argelia cuando la inestabilidad política en la zona supuso una amenaza para su primer y modesto asentamiento; y la conquista de Asia Central emprendida por los rusos estaba motivada en gran medida por el deseo de ofrecer una seguridad a los comerciantes, colonizadores y administradores establecidos en estas zonas.

Las potencias coloniales actuaron más resueltamente en el periodo de 1880-1914, durante el cual se llevó a cabo la colonización de África (salvo en el caso de Etiopía, que opuso resistencia a los intentos de conquista de Italia) y de diversas regiones de Asia y del Pacífico; hacia 1914 la red colonial mundial se había cerrado en torno al planeta. El Imperio Británico era, con mucho, el más amplio y con más diversidad geográfica, aunque Francia, Bélgica, Alemania, Portugal, Estados Unidos y Japón eran también importantes potencias coloniales.

El móvil que guiaba la formación de esta amalgama de colonias es un tema que sigue debatiéndose. Algunos escritores, por ejemplo Lenin, lo atribuyen a la dinámica del capitalismo moderno, en la que se subraya la necesidad europea de encontrar materias primas y salidas comerciales para su excedente de capital. Otros autores han destacado como objetivo los intereses estratégicos e internacionales y han hecho notar la tendencia de los dirigentes europeos a utilizar las colonias como fichas en un tablero mundial de ajedrez. Con todo, algunos analistas aprecian una continuidad entre la primera y segunda época de expansión del siglo XIX y no admiten la necesidad de ninguna otra explicación.

El fin del equilibrio de poder en Europa y las guerras mundiales del siglo XX marcaron el ocaso del colonialismo moderno. El desarrollo de la conciencia nacional en las colonias, el declive de la influencia política y militar del viejo continente y el agotamiento de la justificación moral de los imperios contribuyeron a una rápida descolonización a partir de 1945. Los imperios coloniales, creados a lo largo de siglos, fueron desmantelados casi en su totalidad en tres décadas.

Causas

Las causas que explican este proceso histórico son muchas y de muy diferente índole, aunque unas más decisivas que otras. Existen causas sociales, económicas e ideológicas, que son las siguientes:

La revolución demográfica había conducido a los países europeos a un estado de superpoblación (450 millones de habitantes en 1914) que amenazaba el nivel de vida de la burguesía por las crecientes exigencias de las masas y provocaba una tasa de paro muy alta que causó un malestar generalizado en la sociedad. La solución era emigrar a las colonias, y así lo hicieron gran cantidad de europeos en estos años de expansión, aunque con muy distintos objetivos: la clase obrera buscaba trabajo y mejores condiciones de vida; los nuevos funcionarios pretendían subir un escalafón en la sociedad; la burguesía industrial iba en busca de terrenos para desarrollar sus industrias, y el clero viajó a las nuevas tierras con la misión de evangelizar a la población nativa (misión civilizadora).

No obstante, la presión demográfica es una de las muchas razones que resultaron no ser certeras, pues la mayoría de los inmigrantes del viejo continente encontraban los climas de las colonias demasiado opresivos, y gran parte de ellos prefería ir a países independientes como Estados Unidos o Argentina, que finalmente fueron los que más europeos acogieron.

Tras la segunda revolución industrial y con la expansión del capitalismo aumentó la productividad de los trabajadores, por lo que la producción también se acrecentó. De hecho, en la Europa de esta época se producía más de lo que se podía consumir dentro de un mismo país, y debido a las políticas proteccionistas que habían impuesto la mayoría de los gobiernos, los excedentes tampoco podían ser vendidos en el resto de Europa. Pero era necesario dar salida a estos productos y la única solución posible fue buscar mercados fuera del continente; las colonias parecían el lugar idóneo para encontrarlos. Aunque países como Gran Bretaña mantenían una política librecambista, tenían todos los mercados europeos cerrados a sus productos, por lo que se vieron en la misma situación, y también tuvieron que recurrir a las colonias.

Así es como la Europa industrializada contribuyó a la división internacional del trabajo, exportando productos industriales e importando materias primas y alimentos, que era lo que se necesitaba en los estados industriales en aquellos momentos.

Sin embargo, aunque en un principio este fue un factor importante en la expansión colonial, la mayoría de los intercambios acabaron realizándose con Estados Unidos y dentro de la propia Europa, ya que en las colonias no se encontraron mercados que pudieran satisfacer las necesidades europeas del momento, pues la mayor parte de las colonias tenían poblaciones pobres y poco pobladas, por lo que al final no jugaron un papel muy importante en este aspecto. Asimismo, existía capital sobrante cuyo mejor uso sería exportarlo para mantener un alto grado de rentabilidad, pues la mano de obra en las colonias era muy barata.

Además en las colonias se daban todas las condiciones para invertir en plantaciones, minas y comunicaciones, que reportarían un gran beneficio para los inversores. Sin embargo esta teoría también resultó errónea, como se demostró pasado el tiempo: exceptuando las minas, el capital no rendía más en los nuevos territorios, ya que, aunque la mano de obra era más barata que en las metrópolis, también era menos productiva, debido a su bajo grado de formación, y se carecía de paz y orden social, de redes de transporte y comunicación, de sistemas legales eficaces, etc. Por eso la mayor parte del capital acabó invertido también en Estados Unidos.

La obtención de materias primas es un factor que, aunque en general fue secundario, tuvo su importancia en la expansión territorial de ciertos países; estos encontraban territorios muy ricos de donde podían sacar gratuitamente ciertos materiales que en otro caso hubieran tenido que comprar a precio de monopolio. Un ejemplo es el caso de Inglaterra, que encontró en la India y en Egipto lugares idóneos para abastecerse de algodón; Bélgica invirtió en minas en El Congo, y Francia, por su parte, se proveyó de seda que había en sus colonias de Oriente.

Pero aunque las colonias no fueran a resultar beneficiosas económicamente para Europa, sin duda algunos capitalistas, (como los que invirtieron en minas, o simplemente los que sí creían en los beneficios que podrían aportar) diplomáticos, políticos y militares instaron a los gobiernos continuar con su expansión territorial.

En realidad, la causa principal y verdaderamente importante fue el nacionalismo, que condujo a una política de prestigio en la que todos los países competían por el reparto del mundo. Los éxitos obtenidos por la política de fuerza en la consolidación de nuevos estados hizo popular la creencia de que sólo los pueblos con “voluntad de poder” podrían ejercer el dominio sobre los “pueblos inferiores”. Conseguir y mantener un imperio daba poder político y reputación, que aparte de todo, era lo que mantenía contentas a las masas populares. Por eso, aunque las colonias no hayan cumplido la función económica que en un principio se preveía, parece que si cumplieron la función político-militar que se les había confiado, pues los imperios británico y francés tuvieron un papel decisivo en la victoria de los aliados en la I y en la II Guerra Mundial.

A partir del nacionalismo surgió “la conciencia de la misión”, según la cual una raza a pueblo tiene la obligación de “civilizar” a otros pueblos inferiores a él, cambiando su sistema político y económico, desarrollando las estructuras de acuerdo a sus intereses, y propagando sus costumbres, concepciones filosóficas y religiosas, modas, etc., pensando en capacitarlos para “valerse por sí mismos en las circunstancias del mundo moderno”. Esto ocurría cuando se pensaba en el bien de las gentes colonizadas, pero cuando no, el colonialismo se basaba en los derechos del colonizador y en su supuesta superioridad racial. De ahí es de donde nace el racismo, pues incluso antropólogos y científicos de la época consideraban intelectualmente inferiores a la suya razas como la negra, y hasta creían poder demostrarlo empíricamente. Aunque menos importante, el espíritu de aventura que impulsaron ciertas obras de literatura desde mediados de siglo (como las de Julio Verne) en el viejo continente también es destacable. África comenzó a ser explorada a partir de los grandes ríos, y también de los desiertos. Dos grandes exploradores de este continente fueron Livingstone y Stanley. En Asia se penetró a través de Siberia; en 1909 se exploró por primera vez el Polo Norte y en 1911 el Polo Sur.

Otra causa es que todos los países buscaban puntos estratégicos, bien comerciales o bien políticos, como es el caso de Gibraltar y Suez, puntos marítimos muy importantes que fueron colonizados por Inglaterra, y que incluso hoy en día conservan el valor que tuvieron en esta época.

Consecuencias

Con la colonización, los países europeos aumentaron su riqueza, extrajeron gran cantidad de recursos naturales y de materias primas para sus industrias, pero pagaron sueldos muy bajos a los trabajadores.

Otra consecuencia de la colonización fue la discriminación racial. Cuando los europeos descubrieron África, se acostumbraron a adquirir esclavos baratos que luego vendían a precios altos, especialmente en América, además de que éstos eran tratados como objetos. Por carecer de armas de la calidad de las europeas, los nativos no pudieron defenderse; entonces los europeos pensaron que, por ser físicamente diferentes a ellos y tener una cultura y forma de vida distintas, eran inferiores. Sin embargo, no existen hombres superiores ni inferiores; todos tienen la misma inteligencia y capacidades, pero éstas se desarrollan de acuerdo con el medio y los recursos económicos que se tengan para vivir.

Con el paso del tiempo, las ideas de libertad surgidas de la Revolución Francesa llegaron al continente americano; así se abolió en América la esclavitud y el comercio de esclavos. Gracias a sus luchas, los pueblos africanos han logrado independizarse pero la discriminación racial, no obstante sus absurdos argumentos, aún no termina. Algunos grupos humanos siguen despreciando y explotando a otros con este pretexto, por lo que la lucha antirracista continúa en todo el mundo.

Colonialismo en América

Historia de la colonización americana

Colonialismo en América

La mayoría de los colonizadores que llegaron a América del Norte en el siglo XVII eran ingleses, pero también se asentaron holandeses, suecos y alemanes en la región media; unos cuantos hugonotes franceses en Carolina del Sur y otros lugares; esclavos de África, sobre todo en el sur; y grupos dispersos de españoles, italianos y portugueses en todas las colonias.

A partir de 1680, Inglaterra dejó de ser la fuente principal de la inmigración. Miles de refugiados salieron de la Europa continental a fin de escapar de la senda de la guerra. Muchos dejaron su hogar con tal de poder sustraerse de la pobreza que les había sido impuesta por la opresión del gobierno, por los caciques y por los patrones ausentes.

Ya en 1690, la población de la Unión Americana había llegado a un cuarto de millón de habitantes. A partir de entonces, dicha población se duplicaría cada 25 años, hasta que en 1775 llegó a totalizar más de 2,5 millones.

Aun cuando las familias se podían mudar de Massachusetts a Virginia, o de Carolina del Sur a Pennsylvania sin necesidad de hacer reajustes, las diferencias entre las colonias eran marcadas, y lo eran aún más entre los tres distintos grupos regionales de colonias.

Colonias de la Región Media

La sociedad de las colonias de la región media era mucho más variada, cosmopolita y tolerante que la de Nueva Inglaterra. En muchos aspectos, Pennsylvania y Delaware le debieron su éxito inicial a William Penn.

Bajo la guía de Penn, Pennsylvania funcionó muy bien y creció con rapidez. En 1685 su población ya era de casi 9.000 habitantes. El corazón de la colonia era Filadelfia, una ciudad que pronto sería conocida por sus amplias calles arboladas, sus sólidas casas de piedra y ladrillo, y la intensa actividad de sus muelles. Al final de la época colonial, casi un siglo después, las 30.000 personas que vivían allí tenían muchos idiomas, credos y oficios. El talento de la población para el éxito en el comercio hizo de la ciudad uno de los centros más prósperos de la Unión Americana colonial.

Si bien es cierto que los cuáqueros predominaban en Filadelfia, en el resto de Pennsylvania estaban bien representadas otras religiones. Los alemanes llegaron a ser los granjeros más hábiles de la colonia. También fueron importantes las industrias familiares, como las de tejidos, calzado, fabricación de muebles y otros oficios.

Pennsylvania fue también la puerta principal del Nuevo Mundo para los escoceses e irlandeses, que llegaron a la colonia a principios del siglo XVIII. Aquellos "forasteros audaces e indigentes", como los llamó un funcionario de Pennsylvania, odiaban a los ingleses y se mostraban suspicaces ante cualquier tipo de gobierno. Los escoceses y los irlandeses tendían a asentarse en la espesura del bosque, donde desmontaban la tierra y vivían de la caza y de la agricultura de subsistencia.

Aun cuando la población de Pennsylvania era muy heterogénea, Nueva York fue la mejor ilustración del carácter políglota de Norteamérica. En 1646, la población asentada en las riberas del río Hudson incluía holandeses, franceses, daneses, noruegos, suizos, ingleses, escoceses, irlandeses, alemanes, polacos, bohemios, portugueses e italianos, es decir, los precursores de muchos otros millones de personas que llegarían después.

Los holandeses siguieron teniendo una importante influencia económica y social en la región de Nueva York, mucho después de la caída de New Netherland y de su integración al sistema colonial británico. Las casas con agudos techos de dos aguas llegaron a ser un rasgo permanente de la arquitectura de la ciudad, y los mercaderes le dieron a Manhattan gran parte de su bulliciosa atmósfera comercial.

Colonias del Sur

A diferencia de Nueva Inglaterra y las colonias de la región media, los asentamientos del sur eran predominantemente rurales: Virginia, Maryland, Carolina del Norte y del Sur, y Georgia.

A fines del siglo XVII, la estructura económica y social de Virginia y Maryland se basaba en los grandes hacendados y los pequeños terratenientes. Los hacendados asentados en la región de las aguas de marea, con el apoyo del trabajo de esclavos, detentaban casi todo el poder político y las mejores tierras. Ellos erigieron grandes mansiones, adoptaron una forma aristocrática de vida y se mantuvieron lo más posible en contacto con el mundo de la cultura en el extranjero.

Al mismo tiempo, los pequeños terratenientes granjeros, que trabajaban sus minúsculas parcelas, se organizaron en asambleas populares y hallaron la forma de llegar a ocupar cargos políticos. Su franca actitud de independencia era una continua admonición para que la oligarquía de los dueños de plantaciones no usurpara demasiado los derechos de los hombres libres.

Charleston, en Carolina del Sur, llegó a ser el principal puerto y centro comercial del sur. Allí los colonizadores pronto aprendieron a combinar la agricultura y el comercio, y el mercado llegó a ser una fuente importante de prosperidad. Los densos bosques también produjeron réditos: la madera, el alquitrán y la resina de los pinos de hoja larga proveyeron algunos de los mejores materiales del mundo para la fabricación de barcos. Sin estar atadas a un solo cultivo, como en el caso de Virginia, Carolina del Norte y del Sur produjeron e importaron también arroz e índigo, un tinte azul que se extraía de plantas nativas y se usaba para el teñido de telas. Hacia 1750, más de 100.000 personas vivían en las dos colonias de Carolina, la del Norte y la del Sur.

En las colonias más australes, como en todas las demás, el crecimiento de la población en las comarcas apartadas tuvo especial importancia. Los inmigrantes alemanes y los escoceses e irlandeses, que no deseaban vivir en los asentamientos originales de mareas donde la influencia inglesa era fuerte, se internaron más en el país. Los que no lograron hallar tierra fértil junto a la costa, o los que ya habían agotado sus tierras originales, encontraron un pródigo refugio en las colinas ubicadas más al oeste. A pesar de que sus penurias eran enormes, los infatigables colonizadores siguieron llegando, y en la década de 1730 se concentraron en el valle Shenandoah de Virginia. Muy pronto el interior quedó salpicado de granjas.

Aun viviendo en el borde del territorio indio, las familias de la frontera construyeron cabañas, desmontaron algunos sectores del bosque y cultivaron trigo y maíz. Los hombres usaban ropa de cuero, hecha con la piel de venados y ovejas, conocida como ante; las mujeres usaban prendas que ellas mismas tejían en su casa. Su alimentación consistía en venado, pavo salvaje y pescado. También tenían sus propias diversiones: grandes banquetes con "barbacoa", festejos en honor de las parejas recién casadas, competiciones de tiro al blanco y concursos en el arte de tejer edredones. Los cobertores de ese tipo siguen siendo hoy una tradición en los Estados Unidos.

Sociedad, escuelas y cultura

Un factor importante por el cual no surgió una aristocracia o clase alta poderosa en las colonias, fue el hecho de que todos los pobladores de éstas podían ir a establecerse en otras tierras, allá en la frontera. De este modo los personajes dominantes en las regiones de mayor auge, ante la amenaza de un éxodo masivo hacia la frontera, se sentían obligados, una y otra vez, a liberalizar sus políticas, sus requisitos para la concesión de tierras y todo lo referente a las prácticas religiosas. El movimiento hacia las faldas de las montañas fue de enorme importancia para el futuro de los EUA.

Otro hecho de igual significado para el futuro fue que en el periodo colonial se sentaron los cimientos de la educación y la cultura en los Estados Unidos. La Escuela Superior Harvard fue fundada en 1636 en Cambridge, Massachusetts. Hacia el final del siglo se estableció en Virginia la Escuela Superior de William and Mary. Unos cuantos años más tarde, la Escuela Colegiada de Connecticut, que más tarde se convertiría en la Escuela Superior Yale, recibió su acta constitutiva. Sin embargo fue aún más notable el desarrollo de un sistema escolar sostenido por la autoridad del gobierno. El énfasis puritano en la lectura directa de la Sagrada Escritura subrayó la importancia de la alfabetización.

En 1647 la Colonia de la Bahía de Massachusetts promulgó el acta de "el viejo y engañoso Satanás", por la cual se exigió que toda ciudad donde vivieran más de 50 familias fundara una escuela de gramática (es decir, una escuela de latín en la cual se preparara a los estudiantes para la educación superior). Poco después, todas las demás colonias de Nueva Inglaterra siguieron el ejemplo, con excepción de Rhode Island.

Los primeros inmigrantes de Nueva Inglaterra trajeron consigo sus pequeñas bibliotecas y siguieron importando libros de Londres. Ya en la década de 1680, los libreros de Boston tenían un próspero negocio en la venta de obras de literatura clásica, historia, política, filosofía, ciencia, teología y "bellas letras". La primera prensa en las colonias inglesas, y la segunda en América del Norte, fue instalada en la Escuela Superior Harvard en 1639.

La construcción de la primera escuela de Pennsylvania se inició en 1683. En ella se enseñaba lectura, escritura y teneduría de libros. A partir de entonces todas las comunidades cuáqueras tomaron providencias, de algún modo, para impartir la enseñanza elemental a sus hijos. La educación más avanzada -en lenguas clásicas, historia y literatura- se ofrecía en la Escuela Pública Friends, que todavía hoy funciona en Filadelfia con el nombre de Escuela Constitutiva William Penn. La educación escolar era gratuita para los pobres, pero los padres que tenían recursos debían pagar una cuota.

En Filadelfia, muchas escuelas privadas sin filiación religiosa enseñaban idiomas, matemáticas y ciencias naturales; también había escuelas nocturnas para adultos. Las mujeres no estaban del todo excluidas, pero sus oportunidades educativas se limitaban a la capacitación en las actividades propias del hogar. Así pues, las hijas de los ciudadanos prósperos de Filadelfia tenían maestros particulares de francés, música, danza, pintura, canto, gramática y a veces incluso teneduría de libros.

En el siglo XVIII, el desarrollo intelectual y cultural de Pennsylvania reflejaba en gran medida la vigorosa personalidad de dos hombres: James Logan y Benjamín Franklin. Logan era el secretario de la colonia, y fue en su excelente biblioteca donde el joven Franklin conoció las obras científicas de más actualidad. En 1745, Logan construyó un edificio para alojar su colección y donó a la ciudad tanto el edificio como los libros.

Franklin contribuyó aún más a la actividad intelectual de Filadelfia. Él fundó un club de debates que llegó a ser el embrión de la American Philosophical Society. Sus actividades condujeron también a la fundación de una academia pública que más tarde llegaría a ser la Universidad de Pennsylvania. Franklin fue un factor esencial en la creación de una biblioteca por suscripción, que él mismo describió como "la madre de todas las bibliotecas de suscripción en América del Norte".

En las colonias del sur, los hacendados y los comerciantes ricos traían mentores particulares, de Irlanda o Escocia, para la educación de sus hijos. Otros enviaban a sus descendientes a hacer sus estudios en Inglaterra. Puesto que tenían a su alcance esas oportunidades adicionales, las clases altas de la región más próspera no tenía interés alguno en apoyar la educación pública. Además, la proliferación de granjas y plantaciones hizo que fuera muy difícil la creación de escuelas de la comunidad. Había unas cuantas escuelas gratuitas en Virginia; la Syms School fue fundada en 1647 y la Eaton School en 1659.

A pesar de todo, el deseo de aprender no se confinaba a los linderos de las comunidades establecidas. En la frontera, los escoceses e irlandeses que vivían en cabañas primitivas eran firmes partidarios de la educación, e hicieron grandes esfuerzos para llevar ministros ilustrados a sus asentamientos.

La producción literaria en las colonias se limitó en gran parte a Nueva Inglaterra. En esa región la atención se centraba en los temas religiosos; los sermones eran el material más común para la prensa. Un célebre ministro puritano, el reverendo Cotton Mather, escribió cerca de 400 libros. En su obra maestra, Magnalia Christi Americana, presentó el relato de la historia de Nueva Inglaterra. Sin embargo la obra más popular de la época fue el largo poema del reverendo Michael Wigglesworth titulado "El Día del Juicio", donde se describe el juicio final con tintes terroríficos.

En 1704 fue fundado el primer periódico colonial que tendría éxito, en Cambridge, Massachusetts. En 1745 ya se publicaban 22 periódicos en todas las colonias.

En Nueva York se dio un paso importante para establecer el principio de la libertad de prensa, a raíz del caso de Johann Peter Zenger, cuyo diario "New York Weekly Journal", fundado en 1733, era la voz de la oposición al gobierno. Al cabo de dos años de publicarse el periódico, el gobernador de la colonia ya no pudo tolerar los comentarios satíricos de Zenger, y lo envió a la cárcel bajo el cargo de publicar un libelo sedicioso. Zenger siguió editando su diario desde la cárcel durante los nueve meses de su juicio, el cual suscitó un gran interés en todas las colonias. Andrew Hamilton, el eminente abogado que defendió a Zenger, demostró que los cargos publicados por éste eran veraces, y por lo tanto no constituían una calumnia. El jurado dictó un veredicto de inocencia y Zenger quedó libre.

La prosperidad de las ciudades de la costa oriental -que suscitó el temor de que el demonio estuviera atrayendo a la sociedad hacia la búsqueda de ganancias mundanas- aunada a la influencia de la Ilustración, provocó una reacción religiosa en la década de 1730 que llegó a ser conocida como el "Gran Despertar".

Su inspiración provino de dos fuentes: George Whitefield, un cristiano renacido seguidor de Wesley, que llegó de Inglaterra en 1739, y Jonathan Edwards, quien al principio fue miembro de la Iglesia Congregacional de Northampton, Massachusetts.

Whitefield inició un renacimiento religioso en Filadelfia y más tarde se trasladó a Nueva Inglaterra. Con sus exhibiciones histriónicas, sus gestos y su emotiva oratoria, lograba reunir un público hasta de 20.000 personas en sus presentaciones. La inquietud religiosa se propagó por toda Nueva Inglaterra y en las colonias de la región media, cuando los ministros se separaron de las iglesias establecidas y predicaron la renovación espiritual.

Una de las personas en las que Whitefield influyó fue Edwards, y éste llevó al Gran Despertar a su culminación en 1741, cuando pronunció su sermón "Los pecadores en las manos de un Dios iracundo". Edwards no era afecto a lo teatral, y pronunciaba sus sermones en un tono tranquilo y reflexivo. Él hizo énfasis en que las iglesias establecidas trataban de privar al cristianismo de su contenido emocional. En su obra magna, Of Freedom of Will (Sobre el libre albedrío) de 1754, trató de reconciliar el Calvinismo y la Ilustración.

El Gran Despertar dio lugar a varias denominaciones evangélicas y al espíritu del movimiento renovador de la fe, que aún hoy tiene un papel significativo en la vida religiosa y cultural de los Estados Unidos. Con él se debilitó la posición del clero establecido y se indujo a los creyentes a confiar en su propia conciencia. Tal vez lo más importante fue que eso dio lugar a la proliferación de sectas y denominaciones, lo cual fomentó a su vez la aceptación general del principio de la tolerancia religiosa.

Colonialismo en África

Mientras los países americanos logran su independencia y Asia presenta colonias en zonas delimitadas (Rusia en el norte, Japón, China y Estados Unidos por el este, y Francia e Inglaterra por el sur), África es el continente que despierta las apetencias colonizadoras de las grandes potencias en el siglo XIX. En él confluyen ingleses y franceses; belgas, alemanes, italianos, españoles y portugueses. En 1880 era un continente desconocido; en 1914, estaba totalmente repartido entre las potencias europeas y sólo sobreviven dos países independientes: Libia y Etiopía. Algunos aspectos interesantes de destacar en el intrincado proceso de colonización son los que se mencionan a continuación.

  • Ocupación de la costa: Las ocupaciones se inician en la costa, para avanzar al interior con el objetivo final de llegar a la costa opuesta y fundar un territorio continuo, lo que no se cumplió en caso alguno (aunque Inglaterra casi lo logra de norte a sur y Francia y Portugal de este a oeste).
  • Aspecto legal: La conferencia de Berlín señala que es la ocupación efectiva del territorio, y no su descubrimiento lo que otorga el derecho de explotar el país ocupado. Se acelera entonces la colonización de otras potencias.
  • Penetración por los valles de los ríos: Con la ocupación del valle, se considera que se tiene derecho a ocupar la cuenca entera y a la formación de la colonia sobre ella. Tal caso se da en el Nilo, el Congo y el Níger. Se acelera entonces la colonización de otras potencias.
  • Ocupación paulatina y lenta: Al principio no se piensa en la colonización propiamente tal, sino en la formación de factorías costeras como bases de aprovechamiento. La doctrina imperialista se forma de manera tardía, cuando las colonias se han asentado.
  • Punto estratégico: La clave de la ocupación africana está en Egipto y en el Valle del Nilo; entre británicos que lo defienden y los franceses que quieren llegar a él.

La costa mediterránea es ocupada por Francia, a partir de 1830, bajo el reinado de Carlos X. En 1870, en Argelia había 250.000 franceses, mientras que en 1914, esa cifra había aumentado a 800.000. Sobre Túnez se volcaba el interés de Francia e Inglaterra; después de la construcción del canal, también el de los alemanes. Se establece el protectorado, en el Tratado de Bardo de 1881, lo que permite una ocupación militar temporal y la imposibilidad de autogobierno para el protegido, según la convención de La Marsa, en 1883.

En 1878, Egipto no puede pagar los intereses de las acciones inglesas y francesas del canal y se ve obligado a confiar su gestión financiera a las dos grandes potencias Un movimiento nacionalista provoca la matanza de europeos, lo que sirve a Inglaterra de excusa para desembarcar tropas y ocupar el país, aunque éste mantuviese la administración. Los ataques de los sudaneses obligaron a los ingleses a avanzar hacia el sur, a lo largo del valle del Nilo.

En las costas occidentales tres ríos señalan la penetración de tres países: por el Congo se expansionan los belgas, que heredan los derechos de la sociedad internacional, presidida por Leopoldo II. La complejidad de la colonización en esta zona provoca la convocatoria del Congreso de Berlín, en 1885, que determina la existencia de un Estado libre del Congo, aunque bajo tutela belga. Además, se delimita la zona francesa y se establece una zona internacional. Por otra parte, los franceses remontan el Senegal y los ingleses el Níger.

Salisbury y Bismarck se dividen en 1886 la tierra firme: el norte para los ingleses y el sur para los alemanes, acuerdo establecido en virtud del interés alemán en la zona y la necesidad de los ingleses de defender sus bases en Zanzíbar.

Los italianos, al mando de Francesco Crespi, desde el puerto de Massaua en el mar Rojo se expansionan hacia Eritrea y posteriormente hasta Etiopía. Se le reconoce el derecho sobre Somalia, como compensación.

Los últimos capítulos de la conquista africana se localizan en el Nilo, cuando los franceses, con apoyo ruso exigen la retirada de los ingleses, mientras penetran hacia Chad. En 1895, Inglaterra previene a Francia de un avance al Nilo. Todavía existe una zona sin ocupar, Sudán. Los ingleses la invaden para ayudar a los italianos derrotados en Eritrea. Francia avanza al Sudán desde el oeste, Inglaterra desde el norte y el sur, encontrándose en Fachoda. Entonces Francia se retira y deja el control en forma exclusiva del valle del Nilo a Inglaterra, quien logra un imperio casi continuo desde El Cairo a El Cabo, únicamente interrumpido por el África Oriental Alemana.

África ha sido repartida; Inglaterra ha controlado las zonas más preciadas, el Nilo y el Sur, Francia ha hecho lo mismo con la costa occidental. Portugal ha establecido dos colonias en ambos océanos (Angola y Mozambique), pero no los ha podido unir ya que los ingleses los frenan en Rodhesia, tal como a Francia en Fachoda. Son los cruces entre un imperio que va de norte a sur y otro que va de este a oeste.

África fue repartida, también, entre España, Bélgica, Alemania e Italia.

Al comenzar el siglo XX sólo quedaban dos naciones independientes: la pequeña república de negra de Liberia, en la costa noroeste, formada por ex esclavos liberados por la guerra de secesión de los Estados Unidos, y el imperio de Abisinia, en el noroeste. Debido a los movimientos de emancipación de los pueblos de África, la división política de este territorio varió fundamentalmente.

Colonialismo en Asia y África

Colonialismo en Asia

La historia de Asia en los siglos XIX y XX está marcada por dos acontecimientos fundamentales: la apertura de China y Japón a la vida internacional, y la penetración de Rusia, en el norte, de Inglaterra y Francia en el sur y de China y Japón en el oriente del continente.

El extremo Oriente, donde se aglomeran hormigueros humanos, constituía un excelente mercado y hacia mediados de siglo se hicieron las primeras tentativas para comerciar con sus habitantes. Pero en estos países, donde existía una civilización antigua, el contacto con los europeos produjo resultados muy distintos a los que hasta entonces se habían tenido en los países habitados por salvajes.

Inglaterra, alarmada ante la expansión de Rusia, firmó la Convención de 1907, por la que ambas potencias delimitaron sus respectivas zonas de influencia en Asia Central. La zona del norte del reino de Persia sería de influencia rusa, y la sur, inglesa; la central sería neutral, y ninguno de los dos países podría actuar en ella sin consentimiento del otro. Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, Persia pasó a ser, enteramente, zona de influencia inglesa. El reino de Afganistán también fue zona de influencia inglesa, pues dominaba los pasos que conducían a la India. Inglaterra se comprometió a no anexárselo. En el Tíbet se respetó la soberanía de China y su integridad territorial.

El sudeste de Asia se convirtió en zona de penetración de Inglaterra y Francia. Inglaterra adquirió Birmania y los establecimientos de los estrechos de Malasia, con el puerto de Singapur. Francia en tanto se adueñó de la Indochina francesa, territorios quitados al territorio chino. El reino de Siam quedó en situación análoga al de Persia, por la Convención anglo-francesa de 1896. Su parte oriental fue declarada zona de influencia francesa; la occidental, de influencia inglesa, y la central, neutral.

Así, Inglaterra logró formar una especie de barrera para la India, la más grande de sus posesiones asiáticas.

Colonialismo en Oceanía

En la segunda mitad del siglo XVIII se realizó la exploración del océano pacífico, hasta entonces poco conocido. En ella se distinguieron los franceses Bougainville y La Perouse, y, especialmente, el inglés Cook.

Cook, en sus tres viajes realizados entre los años 1768 y 1779, recorrió las regiones del Tahití, Australia, y Nueva Zelanda; así como también los grupos de islas de la Micronesia y Polinesia. El viajero inglés murió en un combate con los nativos de las islas Sandwich.

En el siglo XIX, los ingleses se instalaron firmemente en Australia, Tasmania y Nueva Zelanda. Compartieron el dominio de Melanesia, Polinesia y Micronesia con Alemania, Francia y Estados Unidos, firmando, en 1866, una convención de reparto.

Fuentes