Aborígenes en Isla de Pinos

Aborígenes en la Isla de Pinos
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Lugar:Isla de Pinos
País(es) involucrado(s)
Cuba
Ejecutores o responsables del hecho:
Aborígenes

Aborígenes en la Isla de Pinos. El bajo número de aborígenes o su ubicación en apartados lugares, probablemente sin una prolongada estancia, ha dado lugar a la falta de testimonios en este sentido, por parte de los diferentes cronistas. No obstante, se tiene bien identificada a la Cultura del Caracol, que se situó entre la tierra y el mar, apegados a las costas y a sus numerosos moluscos, crustáceos, quelonios y peces, estableciendo una relación con el medio natural.

Breve acercamiento

Las cuevas, enormes cofres pétreos, constituyeron el escenario inicial de la cultura pinera. En la transcripción que Fernando Colón hace del Diario de Navegación de su padre Cristóbal Colón, en lo relacionado con su estancia en este lugar al que bautizó como San Juan Evangelista, no hay mención alguna a los indios, apenas se habla de tomar agua, alimentos y otras tareas marineras así como lo relacionado con la salida de la carabela hacia La Española. 1.

Indopineros

El indopinero es enteramente arqueológico, como lo prueba su cronología, que los ubica entre 1 000 y 2 500 años antes del presente (A.P.) (2).Predominan con sus restos materiales y humanos, diseminados por toda la llanura cársica meridional, los indopineros de la llamada "Cultura del Caracol" , denominada por varios autores como ciboneyes aspecto Guayabo Blanco. Otro aspecto de la cultura ciboney, el Cayo Redondo, cuya cronología se desconoce aún en el caso pinero, dejó sus huellas en escasos sitios arqueológicos, identificados, principalmente por las dagas líticas ceremoniales y la significativa ausencia de artefactos de concha. Su paso se ha verificado en los cerros de Santa Isabel, al sudeste de la Isla y en otros puntos aislados del territorio pinero. Es el hombre de la Cultura del Caracol, aquel que vivió en Punta del Este, Carapachibey, Caleta Grande y Punta Francés, el pintor de los deslumbrantes círculos concéntricos, creador de un complejo culto a los muertos, el de mayor relevancia dentro de este período.

La existencia hace dos milenios de preagroalfareros en el occidente cubano es un hecho probado por la Arqueología; a través de un posible cruce del Golfo de Batabanó entre los 2 000 y los 1 500 años A.P., pues el mismo era menos profundo entonces habiendo zonas intermedias emergidas de mayor tamaño, frecuencia y variable ubicación. Sin embargo, no se debe descartar la posible ocupación desde al continente, tendiendo en cuenta la experiencia marina de estos hombres, lo que les posibilitaría desplazarse por el mar a lo largo de la costa, desde Venezuela hasta el Caribe medio y arribar, desde aquí a la Isla de Pinos. No obstante, llegados desde uno u otro sitio, por el norte o por el sudeste, o por ambos lados, los ocupantes indopineros fueron hasta el lugar idóneo a su economía apropiadora, convirtiéndose así el sur de la Isla en escenario privilegiado de sus vidas.

Cultura del Caracol

El Cobo caracol usado por los aborígenes

Se situó entre la tierra y el mar, apegados a las costas y a sus numerosos moluscos, crustáceos, quelonios y peces, estableciendo una relación con el medio natural en la que el mar, las conchas y toda la vida aquí encerrada, fueron esenciales. Las playas, arrecifes y manglares de la línea costera, constituyeron la base de un ecosistema donde los indopineros encontraron sus alimentos con facilidad, así como la materia prima para fabricar los instrumentos de trabajo. Entre los instrumentos localizados en los sitios que fueron su hábitat se destacan las gubias, picos enmamgables y de mano, cucharas, platos, puntas, percutores, cuchillos, raspadores y vasijas varias. Dado su gran tamaño y fortaleza, estos hombres prefirieron el Strombusgigas o Cobo, como principal suministrador de la concha, aunque sin desdeñar otros gasterópodos. Otro material que le sirvió para fabricar instrumentos fue la piedra, la que trabajaban de forma tosca, así fabricaron morteros con sus correspondientes martillos y percutores de rocas.

Los conchales forman parte abrumadora de cualquier sitio arqueológico de la llanura cársica pinera, junto a muestras abundantes de muelas de cangrejo, huesos de quelonios, vértebras de peces y otros vestigios vinculados al mar, sin obviar la parte que, en la dieta de este preagroalfarero, representaban algunos animales terrestres como lo fue la jutía, algunas aves, reptiles y frutas y raíces, aunque estas últimas se destruyen rápidamente, lo que impide determinar el peso exacto en la dieta del aborigen recolector, cazador, pescador. Según renombrados investigadores, el preagroalfarero del territorio es considerado como un hombre completamente formado, rudo, de estatura media y cráneo no deformado.

Estos hombres - que fabricaban sus instrumentos de trabajo con una técnica depurada, emplearon adecuadamente el fuego por ellos producido y desarrollaron formas muy interesantes de culto a sus muertos incluyendo los dibujos rupestres- se encontraban organizados para vivir, comunicándose a través del lenguaje articulado. Los hombres de la Cultura del Caracol fueron legítimamente fundadores de la cultura pinera.

Dado su nivel de desarrollo, los indopineros del Caracol debieron vivir en comunidades gentilicias constituidas por varias familias sin llegar a la tribu. Es evidente entre ellos la comunidad de bienes, la cooperación simple en las actividades cotidianas y la división natural del trabajo. Sangre, sol, luz, vida, rojo y negro, nacer y morir.

Aún cuando de forma general se acepta la idea de la cultura del Caracol como arqueológica, es decir, muy anterior a la llegada de Cristóbal Colón, no se puede declarar absolutamente que en la Isla de la Juventud, jamás vivieron aborígenes a la llegada de los europeos. Otros objetos de piedra, casi todos hachas petaloides pulimentadas, son hallazgos aislados, por lo que existen variados criterios en cuanto a este tipo de presencia. Hay recuerdos que deben tomarse en cuenta, entre varios topónimos de dudosa y variable explicación, persiste uno que siempre llama poderosamente la atención: los indios, repetido en distintos nombres geográficos de una misma zona.

Cuevas de Punta del Este

Los hombres del Caracol pintaban en las paredes y bajo el suelo encubridor de las cuevas. Se trata de una verdadera cosmogonía que tiene en Punta del Este su más acabada expresión gráfica, plástica y abstracta, como un reto de quienes, sin poseer escritura, se adelantaron en el tiempo y plasmaron su filosofía mediante círculos concéntricos y otros símbolos asociados, casi totalmente incomprensibles en la actualidad. El estudio de las pictografías descubiertas en las cavernas del sur pinero demuestra que el caso de la Isla de la Juventud es muy singular. Son los círculos concéntricos un motivo pictórico muy difundido por el planeta. En el caso de los indopineros se reitera hasta la saciedad de ese símbolo, usado con imaginación al pintar figuras lejanas del círculo en sí, como una cruz, un pez o humanoide, lo que lo hace casi único en el mundo. La Cueva No. 1 de Punta del Este fue calificada por Don Fernando Ortíz como "templo aborigen cubano". En la Isla de la Juventud, el destacado investigador Dr. Antonio Núñez Jiménez, ubicó 11 localidades pictográficas con un gran total de 261 dibujos y sólo la mencionada cueva concentra casi el 81% de todos los dibujos estudiados por él.

Sugestivas son las opiniones del eminente estudioso en cuanto a la relación de los más prominentes dibujos con el sol, los puntos cardinales, la coincidencia del mes lunar y otros detalles como la figura serpentiforme y la clara alusión a un falo en otro conjunto de círculos concéntricos. Este escenario pétreo es el mejor de cuantos puedan ubicarse en toda la región circundante al Caribe. Tanto en la bien nombrada "Capilla Sixtina de los aborígenes cubanos", como en las tres grutas que le siguen bordeando hacia el noroeste un acantilado fósil, se localizan dibujos de igual estilo, aunque en menor cantidad y tamaño, así como entierros humanos. Hacia Punta Francés las espeluncas son muy pequeñas, con pisos que no permiten conservar restos humanos, pero en las paredes los círculos concéntricos se reiteran como único adorno milenario. El culto de los muertos está demostrado por los numerosos entierros secundarios vinculados a las cuevas pictográficas.

Cueva del Indio

La Cueva del Indio, en lo alto de la Sierra de las Casas, a pesar de ser una espelunca pequeña, clasifica como la más importante de todas las cavernas funerarias de Cuba, en cuanto al número de restos exhumados que alcanzan la cifra de unos treinta. Las primeras noticias sobre esta gruta surgieron en el año 1792 y es, además, el más antiguo punto de referencia en la historia de la arqueología indocubana. Son varios los estudiosos que han visitado el lugar para estudiarlo. Entre ellos el antropólogo Manuel Rivero de la Calle, quién confirmó el carácter secundario de estos entierros con huesos pintados de rojo y aportar además el descubrimiento en 1961 de dos pictografías de color rojo al rosado ocre. Es posible que pudiera suceder lo mismo en la Cueva No. 1 de Punta del Este u otra cualquiera, pero condiciones adversas para preservar los huesos como son, en unos casos el escaso espesor del suelo cavernario y en otros, la acción del hombre moderno, los animales y otros factores externos que alteran el lugar, lo han impedido.

Culto a los muertos

La cosmogonía de los indopineros, desempeñó un papel central el culto a los muertos, caracterizado por la práctica mágica de pintar sus huesos de rojo, clara alusión a la sangre vivificadora. En el caso de los aborígenes de la Cultura del Caracol, aunque su producción de objetos artísticos es pobre, el afán por hacer ofrendas a los muertos queda probado en el descubrimiento en los entierros de cuentas de concha y la rara presencia de piedrecillas de cuarzo, imposibles de encontrar entre las calizas de la llanura sureña y por ello traídas para la ocasión desde las altas tierras septentrionales. Es muy difícil saber qué quiso decir el aborigen pinero, la cuestión no estriba sólo en su falta de escritura y el aislamiento de esos hombres respecto a los tiempos históricos, el problema es que, esencialmente, el mensaje plasmado fue hecho para ellos mismos. Sin embargo, el humano intento de explicar este eterno problema del ser, aún no resuelto en la sociedad contemporánea, queda imperecederamente en los pétreos cofres que son las antes mencionadas cuevas.

Ciboney aspecto Cayo Redondo

No se han hallado vestigios de artefactos conchíferos, tampoco círculos concéntricos en las cuevas y que los dibujos rupestres sean negros. Los hombres de las dagas líticas que dejaron sus huellas en Santa Isabel, pintaron varias paredes de una cueva con trazos negros bastante toscos que, en un caso singular para la zona, reproducen la figura claramente humana de uno de ellos que ostentaba la especial distinción de un tocado o adorno en la cabeza. En otra gruta de Santa Isabel se encontró la mayor y mejor elaborada daga de piedra de las muchas encontradas en Cuba. Allí aparecieron además dos raederas de sílex, únicas en el ajuar productivo de los indopineros, unas extrañas esferas brillantes de arcilla sin cocer y un majadero de basalto rojoSanta Isabel se ubica en un cerro marmóreo, a escasos kilómetros de Punta del Este, con vías de acceso a través de la Ciénaga de Lanier.

La diferencia respecto al menaje instrumental y los dibujos es completa. No hay entierros, a pesar de existir allí al menos cuatro cuevas espaciosas. Santa Isabel es, no obstante, un lugar óptimo de vida, con varios arroyos cercanos y una playa igualmente a poca distancia. Son escasos los hallazgos de esta cultura distinta a la del Caracol, pero la reciente localización de otras dos dagas lítica, una en Cayo Piedra (dentro de la Isla) y otra en Cayo Cantiles, confirman el paso por tierras de la Isla de la Juventud, de unos indopineros cuya filiación se acerca al Ciboney Cayo Redondo. No hay entierros como para probar una vida prolongada en el lugar.

Leyenda del Copao

Otro importante recuerdo, presente en la tradición oral pinera es la leyenda del Copao, un casi mítico lugar en el extremo sur occidental de la Isla, donde al decir de los viejos pineros, fueron copados y exterminados por los españoles los últimos indios que sobrevivieron a la conquista. En distintos lugares debieron vivir indios históricos, nunca agricultores, pues serían claramente notados por los españoles, “arrinconados" por los violentos cambios sociales que se desarrollaban entonces en el archipiélago cubano.

Fuentes