Ada Kourí

Ada Kourí
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Ada Kouri y Raul Roa en las escalinatas de la Universidad de La Habana (1934).jpg
La cardióloga cubana Ada Kourí con su esposo Raúl Roa en las escalinatas de la Universidad de La Habana, hacia 1940.
NombreAda Kourí Barreto
Nacimiento26 de mayo de 1917[1]
ciudad de La Habana,
República de Cuba Bandera de Cuba
Fallecimiento11 de julio de 2005 (88 años) 
ciudad de Roma,
Italia Bandera de Italia
Causa de la muerteataque cardíaco
Residenciaciudad de La Habana
Nacionalidadcubana
Ciudadaníacubana
Educaciónuniversitaria
Alma materUniversidad de La Habana
Ocupaciónmédica
Partido políticoPartido Comunista de Cuba
CónyugeRaúl Roa García (1907-1982) 
HijosRaúl Roa Kourí (n. 1936) 
PadresJosefina Barreto, y
Juan Bautista Kourí-Esmeja

Ada Kourí Barreto (La Habana, 26 de mayo de 1917 - Roma, 11 de julio de 2005) fue una cardióloga cubana.[1]

Fue la esposa del canciller (ministro de Relaciones Exteriores de Cuba) Raúl Roa García, y madre del diplomático cubano Raúl Roa Kourí (n. 1936).

Síntesis biográfica

Kourí fue la hija mayor de los siete hijos de la Dra. Josefina Barreto y del Dr. Juan Bautista Kourí Esmeja (famoso cirujano y profesor de medicina en la Universidad de La Habana).

Sus hermanos eran Josefina Kourí-Barreto, Marta Alicia Kourí-Barreto, Silvia Margarita Kourí-Barreto, Juan Kourí-Barreto, Julio Kourí-Barreto y Nejhie Kourí-Barreto.

Desde muy joven militó en las filas del Ala Izquierda Estudiantil,[2] y tras la huelga de marzo de 1935 tuvo que huir con su esposo al exilio en Nueva York.

Ada Kourí y Raúl Roa posiblemente en la época de su matrimonio, en Nueva York (1935).
La primera vez que viajé al extranjero fue a Nueva York. La feroz represión que ahogó en sangre a la huelga de marzo de 1935, obligó al exilio a muchos revolucionarios que combatían el triunvirato Mendieta-Batista-Caffery (este último, procónsul yanqui en Cuba).
Raúl y yo proyectábamos contraer matrimonio en breve. Aunque creíamos en el «amor libre», por consideración a nuestras respectivas familias y a los prejuicios sociales de la época, decidimos casarnos con todas las de la ley. Al tener que salir él del país, pensó que podríamos hacerlo por poder y reunirnos en Manhattan. En fin, nos casamos así, y yo fui a reunirme con mi esposo en Estados Unidos.
Llegué a Nueva York en junio de 1935. En el muelle me esperaban Pablo de la Torriente Brau y Raúl, que vivía en casa de su primo hermano Juan P. Bosch y su familia. Allí fui acogida con gran simpatía y finas atenciones.
Pasábamos la mayor parte del tiempo con los demás compañeros de exilio, bien en casa de Teté y Pablo, ora en grandes caminatas por Riverside Drive, Broadway, Times Square... Con Raúl visité frecuentemente la parte antigua de la ciudad, recorriendo lugares históricos en pos de la huella de José Martí, como Trinity Church y el parquecito aledaño, donde se sentaba el Apóstol.
Esa gran ciudad, con sus rascacielos, su subway y sus multitudes heterogéneas, que parecía que iban a arrollarlo a uno, era muy diferente de La Habana y todos se sorprendían de que yo no lo estuviera. Cuando me lo decían, yo respondía que ya había visto todo eso… ¡en las películas!
Dra. Ada Kourí[3]

Participó en la lucha antibatistiana después del 10 de marzo de 1952 como médico, atendiendo a combatientes clandestinos y en otras tareas de la Resistencia Cívica.

En 1953 tuvo que exiliarse nuevamente, esta vez a México:

Ada Kourí con su esposo Raúl Roa, y su hijo Raúl Roa Kourí, de visita en la ciudad de México, hacia 1949.
Habíamos visitado México «lindo y querido» en varias ocasiones: para participar en congresos; otras, invitados por universidades. [...] El 27 de noviembre de 1953 apareció en La Habana el cadáver de Mario Fortuny, gran amigo y compañero de luchas y prisiones de Raúl desde los años treinta. Estuvimos en el velorio y en el entierro, y nos percatamos de la vigilancia desatada.
Se decidió que Raúl se asilara y saliera un tiempo del país. Fuimos a la embajada de Uruguay, cuyo representante, el contralmirante Rivera Travieso y su esposa, con quienes manteníamos relaciones amistosas desde su llegada a Cuba, nos acogieron con gran afecto y alegría por vernos «a salvo». Tras algunas dificultades que puso el gobierno y que el embajador deshizo, pudimos salir hacia México, acompañados al aeropuerto por el propio contralmirante.
Llegamos a México en calidad de asilados políticos el 12 de diciembre de 1953.
Dra. Ada Kourí[3]

En la Ciudad de México, Ada Kourí trabajó y estudió en el Instituto de Cardiología, y se especializó en Cardiología (ella era médica clínica).

Adquirí magnífica preparación en el Instituto de Cardiología de México, dado el programa de estudio y trabajo, la calidad de los profesores, de los jefes de Servicios y de los Laboratorios donde realizábamos las prácticas.
Entré como «ayudante voluntaria»; el horario: de 8 a. m. a 8 p. m., de lunes a viernes, y los sábados hasta las 12 del mediodía.
Además del personal mexicano, el Instituto tenía becados provenientes de países latinoamericanos: brasileños, venezolanos, colombianos, chilenos, argentinos, peruanos; dos cubanos, un dominicano y un haitiano. También algunos canadienses, algún estadounidense, italianos, franceses, españoles, una doctora polaca y no recuerdo si un yugoslavo.
Un día, al llegar en la mañana, coincidí en el ascensor con un joven médico argentino. Ambos íbamos al tercer piso, donde trabajábamos. Él, en el Departamento de Inmunología y Alergia; yo, en el de Hemodinámica. Me preguntó si yo era la esposa de Raúl Roa, a quien conocía por sus escritos, o tal vez por amigos comunes. Averigüé que él había llegado de Guatemala hacía poco, tras el derrocamiento de Árbenz por la CIA. Le vi en otra ocasión y conocí a su esposa y a su hijita recién nacida. De regreso a Cuba volví a saber de él: era ya entonces nuestro inolvidable Che.
Dra. Ada Kourí[3]

En los primeros años después del triunfo de la Revolución cubana (1959) fue la directora del Instituto de Higiene de Cuba, donde desarrolló la primera casa de animales de experimento y la creación de vacunas contra el tifus y la viruela.[4] Además, figuró entre los fundadores de la rama de la cardiología, en la que laboró afanosamente hasta sus 75 años.

La Dra. Ada Kourí en su casa de La Habana, entrevista en 1999.
En 1960, acompañando a mi padre a una visita oficial a Venezuela, invitado por su colega, el canciller Ignacio Luis Arcaya, durante una cena que les brindó el presidente Rómulo Betancourt en el palacio de Miraflores, cuando conversaban sobre la situación en el vecino país sureño, Ada le espetó al líder adeco:[5] «Rómulo, si sigues como vas, te veremos persiguiendo, apaleando y asesinando a los estudiantes; y a ti, Carlos Andrés [Pérez], ¡ejecutando sus órdenes!». Betancourt se quedó lelo: «Ada, ¿cómo dices eso ―tartamudeó―, tú me conoces bien, conoces a Carlos Andrés: ¡nosotros no somos de esa calaña!». La historia evidenció que sí lo eran, y peor aún, pues entregaron el petróleo y el país a los monopolios yanquis.
Raúl Roa Kourí en su libro Roa que roe[6]

Tras la muerte de su esposo (6 de julio de 1982), pasó una temporada con su hijo, Raúl Roa Kourí (que ya estaba casado y con una hija) en la ciudad de Nueva York, durante los años en que este era embajador de Cuba ante la ONU.[6]

Fue miembro de la FMC (Federación de Mujeres Cubanas) y de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución).[7]

Se retiró en 1992, a los 75 años.[8]

En 2001, con su hermana Marta Kourí publicó un pequeño libro biográfico acerca de su padre, Semblanza de Juan B. Kourí.[3]}}

Fallecimiento

La Dra. Ada Kourí y su hijo Raulito Roa Kourí en su casa de La Habana, en 2003.
Cuando Ada estuvo con nosotros en Roma, en 2004, siendo yo embajador ante la Santa Sede, ya la dottoressa ―como la llamamos desde aquel primer viaje a Europa, cuando se enamoró de Italia―, no tenía su buena salud proverbial. Estaba afectada por una insuficiencia renal senil, que mantenía altísimos los niveles de creatinina en sangre, aparte de sufrir de una gran hernia hiatal que le producía fuertes dolores cuando se excedía en la manducatoria. (¡Le encantaban las pastas y el risotto!).
No pudo, pues, disfrutar de los paseos por la Città Eterna, ni de los cortos viajes a Calcata ―el maravilloso burgo medieval cercano a Roma―, a Asís, Orvieto y otros lugares de Umbría, aunque sí fuimos a Deruta a ver su afamada cerámica, a almorzar por allí cerca con amigos, a Genzano, a «La Casina delle Rose» (la casita de las rosas) de un combatiente antifascista amigo de Cuba, a Frascati y otros castelli romani, pero ella no podía ya caminar a sus anchas.
Requería hacerse diálisis, mas se negó rotundamente. La experiencia de su hermana Beba, igualmente afectada de insuficiencia renal, le bastó para decidir que no se la haría. No pudimos convencerla. Ni los médicos italianos, un joven y excelente nefrólogo ítalo-brasileño, que le mostró viejitas de 90 años que se dializaban tres veces por semana en su hospital; ni su colega cardiólogo, el Dr. Crispo, ni la afable dottoressa Francesca Gurnari, neumóloga y amiga del pintor Hugo de Soto, que la atendió más de una vez por problemas respiratorios.

Una tarde me dijo: «Ve haciéndote psicoterapia, porque yo no voy a vivir mucho más; pensaba morir a la edad de mamá, cerca de 96 años, pero como van las cosas... no lo creo. Yo ya me hecho mi psicoterapia: cuando regresemos a Cuba de vacaciones, me quedo. ¡De diálisis, nada!

El 11 de julio de 2005 debíamos partir hacia La Habana. Cerca de las 3 a. m. me llamaron a su habitación, donde aguardaba, y me comunicaron que no había respondido a las preguntas de las dos cardiólogas intensivistas que la atendían, que su corazón había dejado de latir.
Raúl Roa Kourí en su libro Roa que roe[6]

Fuentes

  • Archivos de Medicina Infantil del Hospital Universitario, vols. 28-29; 1959
  • Núñez Gudas, Mirta (2017): «Centenario del natalicio de la Dra. Ada Kourí Barreto (1917-2005)», artículo publicado el 27 de mayo de 2017 en el sitio web Infomed (Red de Salud de Cuba).
  • Roa García, Raúl: Presidio Modelo, retorno a la alborada (pág. 34). La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977.
  • Diego, Eliseo: En la Calzada de Jesús del Monte.
  • Kourí, Dra. Ada (1964): «Enrique Cabrera, una vida ejemplar».
Fue publicado también por el periodista Luis Gómez Wangüemert en la revista Paz y Soberanía (México), ya que Cabrera había sido miembro del Movimiento por la Paz y la Soberanía de los Pueblos, en México.