Albert Camus

Albert Camus
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Escritor y filósofo francés, fue uno de los paladines del existencialismo
Nombre completoAlbert Camus Sintes
Nacimiento7 de noviembre de 1913
ciudad de Mondovi, Argelia Francesa, Bandera de Francia Francia
Defunción4 de enero de 1960
ciudad de Villeblevin, Bandera de Francia Francia
Nacionalidadfrancesa
Obras notablesEl mito de Sísifo
La peste (libro)
El hombre rebelde
PremiosPremio NobelPremio Nobel de Literatura 1957

Albert Camus en Cubadebate

Albert Camus. Filósofo y escritor francés, representante del existencialismo ateo; dirigió el periódico Combat; laureado con el premio Nobel (1957). Obras principales: El mito de Sisifo (1942), La peste (1947), El hombre rebelde (1951). Las concepciones de Camus se formaron bajo el influjo de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán. Según Camus, el mundo exterior, el universo, es el estado del sujeto; el único problema filosófico es el del suicidio. Las ideas éticas de Camus se hallan saturadas de un pesimismo extremo: el hombre siempre se encuentra en una condición absurda, en situaciones absurdas (celos, ambición, egoísmo) y su destino es una actividad sin sentido y sin objetivo. Por sus concepciones políticas, se aproxima a los ideólogos del colonialismo y del anticomunismo.[1]

Síntesis biográfica

Camus creció en Argel, en el Distrito de Belcourt, como un pied-noir, término utilizado originalmente para referirse a los soldados argelinos que participaron de la Primera Guerra Mundial y retomado a mediados de los años 50 y a raíz de la lucha de la población árabe por la independencia de esta colonia francesa, para designar a los hijos de inmigrantes franceses nacidos y educados en suelo argelino. La abuela Sintés era quien hacía las veces de cabeza de la familia y habría preferido que sus dos nietos solo completasen la educación primaria y se integraran al mercado laboral.

Gracias a uno de los maestros de Camus, Louis Germain, quien fue su tutor para preparar el ingreso al lyceé, de este modo pudo el jóven Albert continuar con sus estudios hasta llegar a matricularse en la Universidad de Argel.

Actividades juveniles

El fútbol y la literatura fueron las dos grandes pasiones de la juventud de Camus. Entre 1928 y 1930 se desempeñó como arquero para el Racing Universitaire d’Algiers; años más tarde manifestaría, en una entrevista, con el innegable entusiasmo por la exageración de la sangre española en sus venas, que todo su sentido de la ética lo había aprendido en el campo de fútbol. Sus estudios se vieron interrumpidos por un brote de tuberculosis en 1930, que también echó por tierra sus anhelos deportivos y que se mantendría recidivando por el resto de sus días. Tras reponerse formó un Taller de Teatro para aficionados y se dedicó al periodismo, lo que le permitió viajar al continente.

Vida del filósofo

Más que un filósofo y literato, inclusive que un intelectual, es un hombre de su época, un humanista al estilo francés, comparable a Rousseau y a Voltaire y, sin embargo, mucho más cercano a los afectos por haber protagonizado como hombre los conflictos desgarradores de su tiempo, incluyendo su toma de posición, de incuestionable condena, respecto a las revelaciones sobre los crímenes del stalinismo y su casi profética visión del asunto de la independencia argelina, que como se constata, ha terminado en una forma incluso peor de colonialismo: la instauración de una sanguinaria plutocracia militar dependiente de Francia y la generación de movimientos fundamentalistas, en la dialéctica demencial que ha caracterizado el desarrollo de las sociedades del Cercano y Medio Oriente.

Albert Camus, uno de los espíritus más sensibles que ha conocido la Filosofía Moderna y, como tal, irreductible a categorías o corrientes de pensamiento que terminan manifestando pruritos ideologizantes o, aún peor, generando dogmatismos delirantes entre las mentalidades que necesitan de la segura comodidad del encierro carcelario que significa adoptar una determinada cosmovisión a intentar la peligrosa y vertiginosamente libre encomienda de construir su propia filosofía y vivir, como exigía Jaspers, de forma coherente con la misma.

A pesar de su amistad con Sartre y las harto célebre colaboraciones, y final debate entre ambos, en una entrevista para Les Temps Modernes, el propio Camus llegó a definirse a si mismo como absurdista y es precisamente en El mito de Sísifo donde desarrolla el tema del carácter absurdo de la existencia humana y define como hombre absurdo a aquel que se caracteriza por haberse percatado del el absurdo propio de la existencia humana y que vive de acuerdo con las exigencias de tal conciencia cuyo rasgo primario es la rebelión, expresión de la conciencia preclara del sujeto que ha constatado racionalmente la ruptura propia de la existencia humana. Podemos dividir su obra en dos grandes grupos: aquel de la ficción y el del ensayo, una de varias características que lo acercan al modus operandi de los existencialistas franceses.

Camus nunca quiso ser asociado con tal o cual corriente filosófica, específicamente se mostró especialmente reticente a ser catalogado como existencialista. Al referirse a su propia propuesta filosófica llegó a afirmar sobre sí mismo que era un absurdista, manifestando con esto precisamente el tener como tema primario de su obra uno de los elementos mas ampliamente tratados por el existencialismo.

Para el filósofo argelino el absurdo se halla en el núcleo mismo de la existencia subjetiva individual como corolario del nihilismo metafísico propio de la reflexión filosófica en la modernidad. Para Camus tal nihilismo es propio de las filosofías existenciales en general y se refiere críticamente a las mismas a propósito de lo que denomina suicidio filosófico, término que utiliza para referirse a la maniobra intelectual gracias a la cual el concepto inicialmente negado es tomado en un segundo momento como basamento y azotea del mismo enunciado que inicialmente le negaba, proceso que culmina en el llamado salto.

A pesar de su autoimpuesto distanciamiento del existencialismo filosófico su obra presenta una serie de rasgos comunes a la corriente de pensamiento de mayor arraigo y difusión durante el siglo XX. La cosmogonía camusiana es implícitamente atea, si bien en un momento dado y a propósito de la construcción de un códice absurdo utilizara a Dios como fuente exclusiva de la moralidad del hombre absurdo tan exclusiva como innecesaria pues si bien el carácter demostradamente absurdo de la vida humana éste no justifica, por ejemplo, el crimen, pues esto sería manifiestamente pueril tampoco posee tal capacidad justificadora pues siendo el hombre absurdo inocente a priori y, como tal virtuoso, no necesita de justificación ninguna. No hay culpables, pero sí hay responsables y la conciencia absurda reconoce el nivel de sus mores. Su elección de ciertos mores es secundaria a su libertad y a su inocencia, autoconciencia y al propio códex moral del hombre.

Desde luego, Camus no se halla dispuesto a sacrificar la libertad humana y especialmente la libertad absurda en aras de ninguna posición moral: puesto a elegir entre la libertad absurda y la moral absurda Camus se decide por la primera y aunque sostiene que justificar en tales términos el crimen no es válido por pueril el argumento más débil en toda la exposición de Camus afirma que se puede ser virtuoso por capricho.

La libertad absurda camusiana comparte con la libertad impuesta de Sartre un cierto carácter sofocante que traiciona, mediante la contradicción, la naturaleza originaria del concepto. El alcance e inevitabilidad de esta libertad es efectivamente amenazante para el hombre que la padece. En El mito de Sísifo, Camus recuerda al Dostoievsky de Los Hermanos Karamazov para subrayar el carácter amenazante, aterrador incluso, de la lucidez del hombre absurdo ante su inocencia y su libertad, las cuales le colocan en posición de vivir sin apelación de aquí la horrorosa constatación por parte de Iván Karamazov de que cualquier conducta es válida. El dilema planteado por este estado de cosas al hombre común es de fácil solución y de hecho tiende a elegir con presteza la superstición de lo irracional a afrontar la existencia en estos términos, tendencia que el filósofo argelino resume en su célebre frase:

La presencia de un Dios capaz de dar sentido a la vida es muchas veces preferible a la posibilidad de poder comportarse mal impunemente.

El hombre absurdo ha cerrado las puertas a tal posibilidad, aumentando efectivamente el alcance de su libertad y el rango de posibilidades de su conducta moral. Si efectivamente éste aceptase un código moral será únicamente aquel proveniente de la más alta instancia ética concebible, aquel cuyo diseñador y garante es la propia deidad vale decir, la moral adquirida como parte de la cultura religiosa del sujeto.

La libertad absurda se concretiza en la pura acumulación experiencial partiendo de que, desde el punto de vista axiológicoe, inclusive, teleológico, las experiencias son indiferentes. Sólo existen dos limitantes a la realización plena de la libertad absurda: la muerte prematura y los límites, no necesariamente de orden moral, impuestos primariamente por la razón del sujeto y por la única actitud pasible de ser coherente con la condición del hombre absurdo, la rebelión.

Obras

Novelas y relatos

Obras teatrales

  • Calígula
  • El malentendido
  • Estado de sitio
  • Los justos
  • Los posesos

Ensayos

  • Bodas
  • El mito de Sísifo
  • Cartas a un amigo alemán
  • El hombre rebelde
  • Reflexiones sobre la guillotina

Otras

  • El revés y el derecho
  • Bodas
  • El primer hombre

Referencias

Fuentes