Alejandro García Caturla

Alejandro García Caturla
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Compositor cubano de música contemporánea
NombreGarcía Caturla, Alejandro Evelio
Nacimiento7 de marzo de 1906
ciudad de Remedios,
provincia de Villa Clara,
Cuba Bandera de Cuba
Fallecimiento12 de noviembre de 1940 (34 años)
Remedios,
provincia de Villa Clara,
Cuba Bandera de Cuba
Causa de la muerteheridas de arma de fuego
ResidenciaRemedios
Nacionalidadcubana
Ciudadaníacubana
Alma materUniversidad de La Habana
Ocupaciónpianista, compositor y juez
Hijosonce[1]
PadresDiana Victoria Caturla y Silvino García
Obras destacadasDanza del tambor,
Motivos de danza,
La Berceuse

Alejandro Evelio García Caturla (Remedios, 7 de marzo de 1906 - Remedios, 12 de noviembre de 1940) fue un abogado y compositor cubano de música contemporánea. Cultivador de la música afrocubana en el género sinfónico. La obra de Alejandro García Caturla es reconocida tanto en Cuba como en el exterior.

Fue miembro de la Asociación Latinoamericana de Compositores y jefe de redacción de la revista Musicalia.

Síntesis biográfica

Nació en ciudad de Remedios (que en esa época pertenecía a la provincia de Las Villas, actual provincia de Villa Clara), el 7 de marzo de 1906, hijo de Diana Victoria y Silvino. Siendo aún muy pequeño y casi sin poder alcanzar el teclado, sentado en las piernas de su manejadora negra, reproducía en el piano las melodías que escuchaba. Luego se nutrió de conocimientos durante su juventud mientras participaba en fiestas rituales afrocubanas en su ciudad natal. Su pasión por la música se hizo evidente desde entonces, y por eso llegó a dominar fácilmente la técnica del violín.

Realizó los primeros estudios musicales con Fernando Estrems y posteriormente con María Montalván y Carmen Valdés.

Al mudarse a La Habana para cursar estudios de Derecho en la Universidad de La Habana, estudió en clases privadas de armonía, contrapunto y fuga con Pedro Sanjuán Nortes.

Incursión en la música

En 1923 Alejandro García Caturla comienza a estudiar la carrera de Derecho Civil en la Universidad de la Habana para complacer a su padre.

En 1924 funda, con sus condiscípulos de abogacía, una orquesta con formato de jazz-band nombrada Caribe.

En ese año (1924) también ingresa en la Orquesta Sinfónica de La Habana.

Prodigiosa facilidad tenía para aprenderlo todo con extraordinaria facilidad, entre esto los idiomas y la abogacía. A la vez continuaba realizando estudios de música, tratando de estar al día acerca de lo que en esos años 1925-1927 se hacía en Europa.

En 1925 se incorpora a la Orquesta Filarmónica de La Habana, y su director Pedro Sanjuán Nortes le impartía entonces clases de armonía, composición e instrumentación. Por esta época los maestros italianos Tina Farelli y Arturo Bovi guiaron su voz de barítono atenorado en la Academia de Canto de La Filarmónica Italiana. La Revista Social publicó la partitura de su Danza lucumí, que luego formó parte del tríptico orquestal, Tres danzas cubanas.

A Caturla le tocó vivir en una época marcada por la sociedad dividida en clases, a la cual se enfrentó todo el tiempo con singular pasión, la misma con que se enfrentó a las limitaciones reaccionarias, con gran coraje. Se manifestaba siempre muy independiente en todos los actos de la vida. Fue un hombre de un pensamiento muy avanzado, desafió los prejuicios burgueses de entonces y se casó con una mujer negra, a la cual profesó un amor muy especial. Caturla se nutrió desde edades tempranas de los variados componentes del espectro musical circundante. Óperas y bembés, arias, danzones y criollas, penetraron en su oído y fueron asimilados por el desprejuiciado talento artístico del niño y del adolescente, siempre abierto a las más inimaginables sonoridades.

En realidad, Caturla conjuga varias cosas: estudió Derecho en la Universidad de La Habana, dirigió una jazz band, profundizó sus conocimientos en la teoría musical, escribió críticas de arte, canta en ocasiones y comparte con los intelectuales del Grupo Minorista.

En 1927, al regresar a su ciudad natal tras graduarse de abogado en La Habana, se dio a la tarea de fundar, animado por los mismos empeños musicales que movían a Alejo Carpentier y a Amadeo Roldán, con quienes había trabado amistad durante su estancia en La Habana, una Orquesta de Cámara en Remedios, entregado de lleno a tratar de llevar adelante un nuevo modo de hacer música.

En abril de 1927, la Orquesta de Cámara que fundó estrenó su Obertura cubana, obra enraizada en lo más puro de la música cubana. Al calor del influjo que ejercían los minoristas con sus postulados renovadores, a algunos de cuyos miembros pudo conocer mientras estudiaba en La Habana.

En octubre de 1927 fundó en Remedios, un pequeño periódico, de vida efímera, titulado precisamente Los Minoristas. Solo apareció un número, en el cual vio la luz su primera crítica musical.

En junio de 1928 ―cuando contaba con 22 años y había ganado suficiente dinero gracias a su recién expedido título de abogado― partió hacia Europa con un buen número de obras en su equipaje: Obertura cubana, Tres danzas, Guajiras, Poema de verano y Poema de ambiente cubano. Este viaje fue consecuencia de su relación con Alejo Carpentier y otros miembros del Grupo Minorista. Pasó unas semanas en Madrid, luego en Sevilla y siguió hacia París (Francia), ahora acompañado del compositor mexicano Manuel Ponce.

En la Ciudad Luz, el músico llegado del trópico es torbellino de inquietudes, pero ante todo quiere estudiar. La profesora Nadia Boulanger (1887-1979) lo recibió en su casa como alumno, pero más que darle clases, ella prefería sostener con aquel aventajado discípulo un intercambio de criterios, lo orienta y estimula.

En París edita sus danzas Lucumí y Del tambor. El encuentro con el compositor Edgar Varese y con el escritor Louis Aragon, las funciones del ballet, los conciertos, son momentos inolvidables.

En la Sala Gaveau de París se estrenan en noviembre de 1928 Dos poemas afrocubanos. Al mes siguiente (diciembre de 1928), en función dirigida por el maestro Marius Francois Gaillard, se escucha su Bembé. Caturla no pudo presenciar tales funciones, porque desde el 25 de octubre de 1928 ya estaba de vuelta en Cuba.

A finales del año 1928 se le confiere en Remedios el título de «hijo ilustre de la ciudad». Para Caturla no es válido aquello de que «nadie es profeta en su tierra». A su regreso a Cuba continuó desarrollándose como compositor, compartiendo estas tareas con el ejercicio de su profesión.

Ese año (1929) publicó varios artículos en la revista Musicalia ―dirigida por María Muñoz y Antonio Quevedo. En el número correspondiente a julio-agosto de ese año (1929) ve la luz su análisis sobre las posibilidades de los ritmos afrocubanos de ser incorporados al pentagrama musical con el título «Posibilidades sinfónicas de la música afrocubana». Fue colaborador también de la Revista de Avance. Esta última representó las preocupaciones vanguardistas de la intelectualidad cubana en los años veinte del pasado siglo a la que Caturla estuvo unido al incorporar los ritmos e instrumentos afrocubanos a la orquesta sinfónica.

En septiembre de 1929 viajó de nuevo a Europa para representar a Cuba junto a Eduardo Sánchez de Fuentes en los Festivales Sinfónicos Iberoamericanos de la Exposición Internacional de Barcelona, donde se ejecutó Tres danzas cubanas para orquesta sinfónica.

En 1932 organizó en Caibarién ―con la colaboración de José María Montalván― una orquesta de conciertos para divulgar las obras sinfónicas de los clásicos y los contemporáneos y contribuir así a la educación del pueblo, de la cual fue director. En este mismo año fundó la Sociedad de Conciertos de Caibarién, de cuya orquesta fue director.

En 1932, el compositor y director de orquesta Leopold Stokowski estrenó en Nueva York las Danzas del tambor y la Danza lucumí. Nicolás Slonimsky dirigió audiciones de varias obras de Caturla, tanto en Cuba como en el exterior. Se cuentan entre ellas: Bembé, Tres danzas cubanas y la Primera suite cubana. Los maestros Pedro Sanjuán, Gonzalo Roig, Amadeo Roldán y José Ardévol dan a conocer, en el país, las partituras de Caturla.

Mientras, el remediano ilustre también hace lo suyo con la obra de clásicos y contemporáneos. Desde su cargo de director de la Orquesta de Conciertos de Caibarién divulga la música de Antonio Vivaldi, Wolfgang Amadeus Mozart, Manuel de Falla, Claude Debussy, Maurice Ravel, George Gershwin, Ígor Stravinski¸ Henry Cowell (1897-1965)... amén de la suya.

En julio de 1933 fundó la revista Atalaya.

Más allá del entorno de su natal Remedios, el hijo de Diana y Don Silvino ―como le identificaban los mayores― o el joven Dr. Caturla ―como le decía la gente del pueblo―, era ya para sorpresa de muchos de sus conciudadanos uno de los compositores sinfónicos cubanos de mayor relieve, insertado plenamente en el ámbito musical de España, Francia, Alemania, Estados Unidos y otras naciones.

En 1938, en el Concurso Nacional de Música convocado en 1937 por la Dirección de Cultura de la Secretaría de Educación, ganó el primer premio con Obertura cubana, y una mención honorífica por su Suite para orquesta.

Asesinato

De un primer atentado a tiros en Palma Soriano escapó ileso el probo juez Caturla. No así de un segundo, en suelo natal.

Alejandro García Caturla fue asesinado el 12 de noviembre de 1940, al ser baleado por un matón que lo había amenazado para que no lo acusara en un juicio ―que García dirigía como juez― a lo que el músico respondió que cumpliría con la justicia.[1]

El homicida (un custodio de la cárcel), seguramente inconsciente de la trascendencia de su acto brutal, ejecutaba un doble crimen: el del funcionario judicial intachable y el del músico que poseía el temperamento musical más rico y generoso aparecido en la isla, según la autorizada opinión de Alejo Carpentier; calificativos, ambos, a los que muy pocos pueden aspirar cuando se han vivido solo 34 años.

Aportes importantes

Cartel en homenaje al centenario de su nacimiento, en 2006.

Era compositor, director de orquesta, violinista, arreglista, también era juez. Hombre refinado, de semblante irlandés había sentido siempre una atracción poderosa por lo negro, lo cual le acarreó no pocas incomprensiones entre aquellos que abogaban por un folklore de sociedad.

Sobre su telúrica personalidad y su ingenio afirmó años atrás el conocido musicólogo Hilario González: únicamente un genio puede componer así. Fue uno de los compositores vitales en la esencia y expresión nacional durante el siglo XX, al dejar piezas sinfónicas que rastrean y enriquecen el lenguaje de las raíces negras, españolas, populares y folklóricas de Cuba.

Fue violinista de las Orquesta Sinfónica de La Habana y Filarmónica de La Habana, y en Caibarién fundó la Sociedad de Conciertos, desde donde divulgó la obra de músicos como Claude Debussý, Maurice Ravel y Manuel de Falla.

El catálogo de las composiciones de Caturla comprende piezas para piano, violín, órgano oriental, violonchelo, saxofón, conjuntos de cámara, formatos vocales, banda, música para el teatro y de manera ocasional en años de adolescencia para filmes silentes. Dinámico, liberal en sus concepciones sociales y políticas, artista de vanguardia e innovador auténticamente nacional, Caturla alternó su gran amor, la música, con el ejercicio de su trabajo como juez.

Legado

Su arte es una síntesis de nacionalidad y universalidad, de tradición y actualidad. Mezcló sabiamente los postulados de la vanguardia musical europea con los ritmos cubanos. Las obras sinfónicas de Caturla han sido ejecutadas por orquestas significativas de distintos países bajo la dirección de prestigiosos directores.

A través de su corta vida desarrolló múltiples actividades como violinista, ocupó atriles de segundo violín y viola en la Orquesta Sinfónica de La Habana y la Filarmónica.

Como pianista se inició tocando en una jazz band del cual fue director haciendo algunas presentaciones personales. Además podía tocar saxofón, clarinete y percusión. Su voz de barítono se escuchó en algunos conciertos organizados por [[Ankerman y Ernesto Lecuona.

Cultivó el periodismo como cronista social y crítico de arte, dejó trabajos sobre pedagogía musical y sobre la música nueva de su momento. Su preocupación por la justicia lo llevó a realizar importantes trabajos entre los que se encuentra un ensayo sobre la delincuencia juvenil. Ejerció jurídicamente en varios municipios, manteniendo una conducta intransigente en el ejercicio de su profesión. Su carácter, en permanente lucha con los convencionalismos sociales y artísticos lo llevó a la muerte.

Sus obras han sido interpretadas por los directores de orquesta Pedro Sanjuán, Gonzalo Roig, Agustín Jiménez Crespo, Ernesto Halffter, Anton von Webern, Carlos Chávez, Erich Kleiber, Leopold Stokowsky y Nicolás Slonimsky; el violinista Diego Bonilla, la soprano Doris Barr, la soprano Carmela Valdés Gayol, la contralto Radiana Pazmer, y los pianistas Paul Nordeoff y Héctor Ruiz Díaz.

Obras

  • Mi mamá no quiere que yo baile el son.
  • No quiero cuento con tu marido.
  • La viciosa.
  • La número tres.
  • Son en fa.
  • Danza del tambor.
  • 1924: No quiere juego con tu marido (Danza cubana n.º 1).
  • 1924: La viciosa (Danza cubana n.º 2).
  • 1924: La número tres (Danza cubana n.º 3).
  • 1925: Cuentos musicales. Escenas infantiles.
  • 1925: Tres preludios.
  • 1927: Tres danzas cubanas.
  • 1927: La rumba.
  • 1928: Obertura cubana.
  • 1930: Comparsa (a Fernando Ortiz).
  • 1936: Preludio homenaje a Changó.
  • 1937: Berceuse para dormir a un negrito.
  • 1938: Berceuse campesina.

Ópera

Referencias

Fuentes