Alfabeto ibérico

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Alfabeto Ibérico
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Concepto:Localización geográfica de las lenguas Hispano- prerromanas. Situación lingüística de la Hispania prerromana. Surgimiento y evolución: Escritura del sudoeste, Escritura meridional, Escritura greco-ibérica, Escritura ibérica. Origen de la lengua ibérica. Alfabeto ibérico del Norte en monedas. Clasificación de las lenguas prerromanas.

Alfabeto Ibérico. Se utilizaba en España antes de que la ocupasen los romanos entre los siglos IV y I a. C.. La escritura ibérica se suele entender referida al signario ibérico nororiental, ya que es con diferencia el más usado (95%).

Del signario ibérico nororiental se conocen dos variantes: la variante dual diferencia los silabogramas oclusivos dentales y velares sordos de los sonoros con un trazo añadido de forma que la forma simple representa la sonora y la forma compleja la sorda, mientras que la variante no-dual sólo presenta las formas simples de los silabogramas.

Antecedentes

El español, al igual que el francés o el italiano, es una lengua derivada del latín. (Lengua Romance). La conquista de la Península por los romanos y su posterior influencia determinó que durante mucho tiempo, en los lugares donde más adelante se habló español, el latín fue el idioma más utilizado. Pero cabría plantearse una cuestión, ¿y antes del latín, qué idiomas se hablaban?

Localización geográfica de las lenguas Hispania prerromana

Los romanos llegaron a la Península Ibérica en el año 218 a.C., y encontraron una región en la que se hablaban diversas lenguas. A estas lenguas las llamamos hoy prerromanas, entre las cuales tenemos: el celtíbero, el vasco, el ligur, el lusitano, el íbero y el tartesio. El mapa lingüístico de aquella época era sumamente diverso.

Mapa de lenguas pre romanas de la Península Ibérica

Al norte, a ambos lados de los Pirineos, estaban establecidos pueblos que hablaban una lengua común, la cual hoy subsiste (y es la única de estas lenguas prerromanas que lo ha conseguido), el vasco.

En la baja Andalucía y el sur de Portugal estaban asentados los pueblos turdetanos y tartesios, que se dedicaron muy activamente al comercio con fenicios y griegos. Los fenicios fundaron muchas ciudades en el litoral, como Gádir (Cádiz), Asido (Medinasidonia), o Málaka (Málaga). Los nombres por los que hoy las conocemos tienen un origen fenicio o, lo que es lo mismo, prerromano. Por el Levante se extendían los íberos, a quienes los griegos conocieron primero y le dieron a toda la Península su nombre: Iberia, otro término prerromano, como Lucentum (Alicante), Rhode (Rosas) y Emporion (Ampurias). El centro y el noroeste de la Península estaban ocupados por pueblos ligures, que tenían también su propia lengua, y que también nos dejaron diversos topónimos como Toledo, Langa, Berlanga, Barcelona o Tarazona. Los celtas, que procedían del norte de Europa, ocupaban Galicia, Portugal, y algunas regiones del centro peninsular y de Sierra Morena. Sus palabras compuestas con briga (que significaba fortaleza, o colina), y por sego (victoria) componen hoy muchos nombres de lugar en la geografía española: Mirobriga es Ciudad Rodrigo, Coninbriga es Coimbra, Brigantium es Betanzos, y Segontia es Sigüenza, por poner sólo algunos ejemplos. Con la llegada de los romanos y la latinización lingüística de toda la Península (excepto del norte, que siguió hablando vasco), todas estas lenguas dejaron de hablarse, pero se resistieron a abandonar el mundo sin dejar a la posteridad algunas muestras de su existencia. Haciendo un poco de arqueología lingüística, descubrimos que términos como vega, barro, carrasca, páramo, balsa, losa o arroyo, por ejemplo, tienen un origen previo a la llegada de los romanos.

Situación lingüística de la Hispania prerromana

Quizás el primer aspecto que debemos señalar sobre la situación lingüística de la Hispania prerromana es que, como señalaron las fuentes clásicas (Estrabón, Heródoto, Polibio, etc.), no se hablaba una única lengua sino varias. La forma más general de clasificar estas lenguas es establecer dos criterios básicos: de un lado, el origen de sus hablantes; de otro, la familia lingüística. Según el origen de sus hablantes, se diferencia entre lenguas autóctonas y lenguas de colonización; y según la familia, se habla de lenguas indoeuropeas y no indoeuropeas. El primer criterio separa, por ejemplo, las lenguas fenicia y griega de las lenguas celtibérica e ibérica; y el segundo criterio, la primera lengua autóctona de la segunda. En realidad, como indica de Hoz (1983: 353), la división entre lenguas autóctonas y de colonización es un poco artificial, pues, los fenicios llevaban en la Península. Ibérica desde el siglo IX antes de Cristo y los griegos desde el siglo VIII antes de Cristo., por lo tanto, en cierto modo, a la llegada de los romanos (siglo III antes de Cristo.), podrían considerarse tan autóctonos como los iberos, o al menos como los celtas, que llegan en oleadas sucesivas desde los siglos IX al V antes de Cristo. El segundo aspecto importante tiene que ver con la diferencia entre lenguas y escrituras. En realidad, el repaso de las lenguas prerromanas peninsulares es el estudio de los restos epigráficos (bronces, exvotos, monedas, plomos, vasijas, etc.) que se escriben en varios alfabetos durante un periodo dilatado en el tiempo y en el espacio. Por lo tanto, toda afirmación que hagamos sobre las lenguas realmente habladas es una hipótesis, más o menos cercana a la realidad, que se fundamenta en lo escrito, sea por los habitantes originarios de la Península Ibérica , sea por fenicios, griegos y romanos. Las escrituras autóctonas llegan en su origen del Mediterráneo, y si repasamos mentalmente el mapa que hemos trazado, es lógico que esto sea así, pues al oeste sólo estaban el mar y las Islas Británicas (en donde la escritura es muy posterior). Esto explica que sean los iberos los que trasmitan su escritura a los celtiberos, pueblo indoeuropeo fronterizo con su territorio; y que los lusitanos, pueblo también indoeuropeo pero pre-celta, sólo escriban su lengua en el siglo II antes de Cristo., y ya en caracteres latinos. Existen diversas teorías sobre el número de lenguas y escrituras prerromanas (véase de Tovar, 1980; de Hoz, 1983; Siles, 1976, 1985; etc.), y, hasta el momento, a pesar de los intentos de varios autores (véase Gómez-Moreno, 1949; Maluquer de Motes, 1968; de Hoz, 1983; Siles, 1985; Román del Cerro, 1990), no hemos podido traducir ninguna (a excepción de parte del celtibero). Podría decirse que en este sentido estamos todavía en una fase similar, salvando las distancias, a la del alumno de ruso que sabe leer el alfabeto cirílico pero no tiene idea de lo que significan las palabras. Es normal que esto sea así, porque los restos que poseemos son pocos y fragmentarios. El nacimiento de las escrituras peninsulares está estrechamente relacionado con importantes hechos históricos acontecidos en el mundo antiguo, por lo tanto, antes de seguir adelante, debemos detenernos brevemente en el contexto histórico de este periodo para describir más claramente las circunstancias que rodearon la llegada de la escritura a la Península. Las grandes potencias de la época (fenicios y griegos, primero; púnicos y romanos, después) arribaron a las costas de la Península para obtener materias primas (principalmente oro y plata) y mercenarios para sus contiendas. Este hecho determinó que los primeros documentos hispánicos que se conservan fueran en realidad inscripciones foráneas escritas en babilónico y egipcio (jeroglíficos) en objetos traídos por los fenicios. La inscripción más antigua señalada por Estrabón en el Templo de Melkart en Gadir (Cádiz) se remontaría nada menos al siglo XI antes de Cristo. (véase Guadán, 1985: 27). Que la escritura hispánica fue importada por estos colonos parece estar fuera de toda duda. Un dato importante, como indica Guadán (1985: 27), es que no hemos hallado en la Península Ibérica (al menos hasta la fecha) las etapas primitivas de la escritura que se encuentran en otros lugares, como un estadio pictográfico primitivo o una escritura jeroglífica propia (véase Goldwasser, 2005). La escritura nace, pues, como consecuencia del contacto entre los nativos y los comerciantes. Las tribus pre- indoeuropeas peninsulares debieron de aprender los primeros signos en estos intercambios, y, pronto, los utilizaron de forma generalizada, como muestran los documentos encontrados. El propósito de esta primera escritura pudo ser anotar albaranes derivados de las transacciones comerciales, pero es posible proponer también que su origen -complementario del anterior- fuera mágico o religioso.

Surgimiento y evolución

Del contacto entre comerciantes y nativos surgió, pues, un alfabeto que se adaptó a las lenguas de los pueblos prehispánicos. Aunque las muestras de escritura peninsular son de fecha muy temprana, no debemos pensar, sin embargo, que es un único alfabeto común y normalizado, sino en fases sucesivas -a veces simultáneas- que muestran una importante evolución. Partiendo de los trabajos de Hoz (1983), Guadán (1985), Siles (1976, 1985), etc., podemos señalar cuatro escrituras que, dependiendo del investigador, reciben nombres diferentes:

  •  Escritura del sudoeste,
  • Escritura meridional (o del sureste o tartésica o bastulo-turdetana),
  • Escritura greco-ibérica (o jónica),
  • Escritura ibérica (o nororiental o ibérica valenciana o ibérica propiamente dicha).

Escritura del sudoeste

Ocupa el territorio que va desde la cuenca baja del Guadalquivir a la desembocadura del río Sado (Huelva, Medellín, el Algarve portugués, etc.). Esta región, por su gran riqueza minera, fue uno de los primeros focos de atención para los fenicios, por lo tanto, es lógico pensar que en esta zona se produjeran las primeras muestras Escritas peninsulares. La nueva escritura está atestiguada, según de Hoz (1983: 359), en los siglos VIII o VII a. C., sin embargo, los documentos epigráficos son bastante pobres.

Escritura meridional

La Escritura meridional es retrógrada (se escribe de derecha a izquierda) y no sabemos exactamente qué lengua anota. La zona corresponde en parte con la famosa Tartessos del rey Argantonio (véase Libro de los Reyes I, 10, 21-23; Crónicas II, 20: 36-37; o Ezequiel 27:12 y 38:13). Su antigüedad explica la utilización de formas arcaicas del alfabeto fenicio que más tarde desaparecen. Este signario lo encontramos, principalmente, en estelas funerarias.

Escritura greco-ibérica

La Escritura greco-ibérica se escribe de izquierda a derecha. Surge de las relaciones de los pobladores indígenas con los comerciantes griegos. Su cronología es del siglo IV a. C. Se trata de un alfabeto creado para escribir textos ibéricos partiendo de una alfabeto greco-jónico. El primer hallazgo se produjo en un plomo de Alcoi (Alicante). Transcribe la lengua ibérica (o al menos, un dialecto de ella).

Escritura ibérica

La Escritura ibérica se escribe también de izquierda a derecha y anota la lengua ibérica (probablemente, la misma que la anterior) o sus diferentes dialectos. Según Siles (1976, 1985), la escritura ibérica clásica (o nororiental) surge, básicamente, de la fusión de la escritura meridional y la escritura greco-ibérica. El alfabeto ibérico utiliza 28 signos de los cuales son silábicos tres grupos (las consonantes oclusivas sonoras y sordas). Por las fechas que manejamos (siglo VI o V a. C.) sería un anacronismo pensar que este alfabeto es un semisilabario (mezcla de alfabeto y silabario) propiamente dicho, es más adecuado considerar que era una adaptación artificial (véase Guadán, 1985: 27), creada para ahorrar trabajo al artesano (algo parecido a lo que sucede hoy con el lenguaje de los móviles, en el que usamos «bs» por «besos»). Aunque este alfabeto toma los signos de los alfabetos púnico y griego, su valor en el alfabeto ibero es muy distinto (véase de Hoz, 1983: 372). La lengua que transcribe se extiende desde Andalucía oriental hasta la Galia narbonense (desde la cuenca mediterránea hasta el río Herault en el Languedoc). Esta escritura se utilizó también para anotar las lenguas celtibera, gala y ligur.

Origen de la lengua ibérica

Estrabón (XI, 2, 19) llamó a toda la Península 'Ibhria (Hiberia) porque sus habitantes (en este caso los pueblos de la zona mediterránea) tenían una cierta semejanza con los habitantes de una zona del Cáucaso (actual Georgia) del mismo nombre. Todo ello, como ha demostrado brillantemente Domínguez Monedero (1983), es un error en el que convergen los mitos y los conocimientos geográficos que los griegos tenían en ese momento del mundo conocido. Independientemente de lo anterior, esta conexión casual o anecdótica ha dado pie a relacionar el ibero con las lenguas caucásicas y más tarde con las lenguas camíticas (como el bereber actual) o con la lengua vasca. Más allá de los datos que nos proporcionan las fuentes clásicas o de la misma leyenda, lo que sí está claro es que de momento los textos notados en escritura ibérica no pueden traducirse utilizando ninguna lengua actual.

Plomo de Alcoi (s. VI a. C.) según la lectura de Gómez-Moreno (1925) (en Sanchis Guarner, 1985)


La tesis más polémica de todas las que se manejan sobre la filiación del ibero es la que lo emparenta con el Vasco. Según Tovar (1980), la palabra ibero procede del hidrónimo iberus flumen (río ibero > río Ebro) que se explica, como veíamos antes, a partir del vasco ibar (ría, estuario) o ibai (río). El apelativo ibar en boca de los marineros y comerciantes jonios pudo convertirse en iberus (> ibero, río) y los habitantes de la zona en iberos, que podríamos traducir algo así como «los del río». Hoy en día existe el apellido vasco Ibarra o Iborra con idéntico significado.

No faltan tampoco los autores que consideran que el ibérico no es una lengua en el sentido estricto del término, sino una koiné (oral o escrita) utilizada por los comerciantes (no sólo iberos sino también fenicios y griegos) como forma de intercambio en una zona muy rica en materias primas y un fuerte crecimiento político-cultural (véase Guadán, 1985). Esta interpretación en realidad no invalida las anteriores, pues, no habla de la filiación lingüística sino del uso real. El ibero, o el conjunto de dialectos a los que llamamos ibero, sería una especie de lengua franca que, manteniendo su carácter independiente, bebería de varias fuentes, especialmente, en el léxico

Alfabeto ibérico del Norte en monedas

Los denarios ibéricos se caracterizan por tener sus inscripciones en escritura íbera levantina, a excepción de la ceca de IKaLKuSKeN que emplea escritura meridional. Ambas escrituras de origen paleo hispánico, próximas geográficamente y parecidas gráficamente, están presumiblemente emparentadas. La opinión generalizada es que la escritura levantina es una adaptación de la meridional. La escritura ibérica fue utilizada desde la desembocadura del Ródano hasta la Contestania, y por el valle del Ebro se extendió hacia el interior siendo empleada por pueblos de distinta etnia, cultura y lengua como vascones y celtíberos. La escritura ibérica levantina es un semisilabario, es decir, algunos de sus signos son alfabéticos, mono-fonemáticos, mientras que otros son silábicos, concretamente di-fonemáticos. Entre los alfabéticos encontramos las vocales y consonantes no oclusivas: a, e, i, o, u, l, m, m', n, r, r', s y s'. Los signos silábicos son formados por fonemas oclusivos a los que se le acompaña una vocal: labiales; pa/ba, pe/be, pi/bi, po/bo, pu/bu ; guturales ka/ga, ke/ge, ki/gi, ko/go, ku/gu y dentales te/de, ti/di, to/do, tu/du. Las lecturas de las monedas permitieron a Gómez Moreno descifrar el valor de los signos de la escritura ibérica levantina en 1922. Solo quedaba un signo indeterminado, el que tiene forma de Y, que todavía es actualmente problemático (m - n). En numismática se reconocen variantes menores de algunos signos que obedecen a factores cronológicos y geográficos. Valga de ejemplo el carácter silábico "Ke", que lo hallamos en las variantes: Ke arcaica, Ke antigua y Ke moderna, también la "L" tiene una variante antigua y otra moderna... Su conocimiento nos ayuda a seriar las emisones monetales de algunas cecas (Ejm. En ILTiRTaSALIRBaN el denario con L moderna debe ser la última emisión). Recientes estudios epigráficos proponen una nueva lectura para el signo "Ka" de SeKaISA y BoLSKaN, debiéndose leer y considerarlo entonces una variante geográfica del signo "Ke". Encontramos también signos nexados, que suelen coincidir con leyendas largas en espacios reducidos (AREKoRATaS, SEKoBiRIKeS), posible influencia de los romanos. A pesar de ser adoptada la escritura ibérica levantina por los pueblos celtíberos resulta claramente insuficiente para la representación gráfica de su lengua, como son los sonidos trabados, los fonemas oclusivos sin vocal final de la unidad lingüística, y otros. Por ejemplo, las leyendas monetales en caracteres ibéricos S-E-Ko-Bi-R-I-Ke-S cuando su nombre sería SEGOBRIX. El Alfabeto latino, mas completo, permite la representación de más sonidos, siendo más fiel a la lengua hablada. La escritura meridional es menos conocida ya que se dispone de muchas menos inscripciones. Estructuralmente es similar a la levantina siendo también semisilábica. Muchos signos son parecidos a los de la escritura levantina, pero en algún caso siendo gráficamente iguales tienen significados distintos. Esto ocurre con el signo "U" del ibérico levantino que en el meridional es con seguridad "Bi". En la leyenda I-Ka-L-Ku-S-Ke-N también se discute el significado del cuarto caracter en el que Jürgen Untermann, máxima autoridad en la materia, transcribe "E" y Leandre Villaronga en base a criterios numismáticos la lee "Ku". Son frecuentes los signos nexados, compuestos de la unión de dos signos individuales.

Clasificación de las lenguas prerromanas

Las Lenguas prerromanas de la Península Ibérica pueden clasificarse según Jesús Rodríguez Ramos en dos grupos de acuerdo con sus relaciones culturales externas Lenguas nativas: pueden clasificarse según sus relaciones genéticas de familia en tres grupos: indoeuropeo y, por lo tanto, probablemente no celta; Íbero, una lengua (¿o lenguas?) claramente distinguible e identificable con facilidad, pero muy mal conocida, probablemente relacionada con el vasco y el aquitano; lenguas no clasificadas: Tartesia o Sudlusitana :Entre éstas , ésta es la única suficientemente atestiguada como para permitir su identificación (presuponiendo una no demostrada relación con la cultura tartesia pese a que no se documenta en los yacimientos tartesios) pero más correctamente llamada sudlusitana. Muy probablemente el tartesio no es ni una lengua íbera ni indoeuropea. Pese a que es habitual que se especule con su pertenencia a la familia celta o a la anatolia, Rodríguez argumenta contundentemente en contra.

Fuentes

  • Dra. Ana Maria Vázquez Hoys: Tablas sistemas de escritura prerromanas Península Ibérica. (TARTESSOS_Cuadro_escrituras_lengua_prerromanas.htm)