Alfredo "Sirique" González Suazo

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Sirique
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Sirique (Alfredo Gonzalez Suazo, 1895-1980), cantante y compositor cubano.jpg
El músico y compositor cubano Sirique, a los 71 años, en su taller de herrería.
NombreGonzález Suazo, Alfredo
Nacimiento29 de septiembre de 1895
barriada de Carraguao,
municipio de El Cerro,
provincia de La Habana,
Capitanía General de Cuba,
Reino de España Bandera de España
Fallecimiento18 de febrero de 1980 (84 años)
ciudad de La Habana,
República de Cuba Bandera de Cuba
ResidenciaLa Habana
Nacionalidadcubana
Otros nombresSirique
Ciudadaníacubana
Ocupaciónherrero, músico y compositor

Alfredo Sirique González Suazo (La Habana, 29 de septiembre de 1895 - La Habana, 18 de febrero de 1980) fue un músico, cantante y compositor cubano, promotor de la trova. Animador de peñas musicales y cantante de canciones trovadorescas.

Síntesis biográfica

Nació en una casa de la calle Trinidad entre Consejero Arango y Carvajal, en la barriada de Carraguao, municipio de El Cerro ―a unos 3,3 km al sur de La Habana Vieja―, donde prácticamente desarrolló toda su vida.[1]

A los diez años de edad comenzó a aprender el oficio de herrero, en la fundición de León Leoni, donde tuvo por maestro al experto fundidor Jaime El Catalán. En 1912 ya era mecánico en los talleres ferroviarios de Ciénaga, donde llegó a ser jefe del Departamento de Maquinarias.

Con sus compañeros de trabajo formó un equipo de baseball, ahí nació el apodo de Sirique, herencia de su padre: Valentín Sirique González, reconocido jugador y árbitro, miembro del Salón de la Fama de este deporte, y uno de los principales umpires de Regla. Chofer de alquiler, en 1927 Sirique instaló su propio taller de herrería en Infanta y Santa Rosa, a 400 metros al este del actual Estadio Latinoamericano, y a 2,4 km al suroeste del Capitolio (en La Habana Vieja).

Sirique era un gran aficionado de la música. Y era un promotor nato, dueño de un carisma que le facilitaba la relación con todo cuanto brillaba en el universo musical cubano de aquellos años. Llegó incluso a contar con un espacio en la radioemisora CMCQ, adonde convocaba a sus amigos, es decir, los músicos. En 1935 formó parte del cuarteto Vueltabajero.

Luego del triunfo de la Revolución (1 de enero de 1959), Sirique tuvo la idea de organizar todos los domingos una peña de música tradicional, y la herrería de Santa Rosa e Infanta fue la sede escogida por él para esta nueva aventura. Hasta allá podía llegar todo amante de la música cubana, y disfrutar de ella gratuitamente. Solo estaba prohibida la ingestión de bebidas alcohólicas. Es decir, los asistentes solo acudían por el «plaisir de la musique».

Fundador y organizador de la Peña de Sirique en el taller de mecánica de Santa Rosa e Infanta, del cual era propietario. El lugar se convirtió en uno de los puntos de reunión y tertulia más importantes de la trova tradicional. Todos los domingos, a partir de la una de la tarde, congregó durante años a los más famosos trovadores cubanos, entre ellos: Trío Matamoros, Sindo Garay, María Teresa Vera, Odilio Urfé, y otros populares músicos cubanos.

Fue la Peña de Sirique, a la que se dedicaron no pocos reportajes y artículos e incluso un documental cinematográfico de José Massip.

Como complemento a la peña, Sirique decidió formar en 1962 un conjunto integrado por viejos soneros jubilados, que en otros tiempos fueron verdaderas estrellas. No sin ironía lo nombró Los Tutankamen, cuyo lema era: un maestro en cada instrumento y en conjunto un hogar de ancianos. Los Tutankamen constituyeron una suerte de antecedente del Buena Vista Social Club. Entre sus miembros se encontraban músicos de calibre como el tresero mayor Isaac Oviedo, Luis Peña el Albino y el famoso timbalero Chori (que tocaba percusión con botellas de ron: pero no se debe no olvidar que en la herrería de Sirique estaba prohibida la ingestión de bebidas alcohólicas.[1]

La peña creció. Hasta el punto de que la televisión y el cine se hicieron eco de ella. Esther Borja, la gran dama de la canción cubana, realizó uno de sus programas Álbum de Cuba desde la popular herrería; y el Instituto Cubano del Cine filmó en 1966 un documental dirigido por Héctor Veitía, La herrería de Sirique, con fotografía de Mario García Joya y Marucha. La edición estuvo a cargo de Roberto Bravo y el sonido de Germinal Hernández., sin duda un valioso testimonio por las actuaciones que el realizador recogió para la historia.[2]

Fue así que la peña de Sirique se convirtió en una de las más famosas que hayan existido en Cuba. Durante años congregó todos los domingos a los más célebres trovadores cubanos, entre ellos: el Trío Matamoros, Sindo Garay, María Teresa Vera, Odilio Urfé, los boleristas Bienvenido Julián Gutiérrez y Juan Pablo Miranda, entre otros. Notable participación también tuvieron los rumberos Agustín Pina, Flor de Amor, Mario Dreke y Osotolongo. Por si fuera poco, allí se celebraron homenajes a Sindo Garay en su centenario, al trío Matamoros, a Blanquita Becerra (popular vedette del Alhambra), a los destacados compositores Graciano Gómez, Oscar Hernández, Gonzalo Roig.[1]

Una noche de enero de 1967, el joven escritor español Juan Marsé, miembro del jurado del Premio Casa de las Américas, invitó a la peña de Sirique a otro joven, el fotógrafo cubano Ernesto Fernández. La invitación se extendía a los demás integrantes del jurado. Ernesto Fernández, aunque conocía de Sirique y sus peñas, nunca había estado allí:

El lugar impresionaba muchísimo. Y no lo digo solo con el ojo entrenado en buscar imágenes, sino por el contexto. Se trataba de un lugar propio de obreros, en realidad un taller, y sin embargo todos estaban muy bien vestidos. Daba una atmósfera parecida a la del Bronx, como me comentó un amigo estadounidense que viera las fotografías recientemente. La música, las luces, el humo creaban un ambiente extraordinario. Por casualidad, y por fortuna para mí, aquella noche homenajeaban a uno de los grandes de la música cubana de todos los tiempos, el maestro Gonzalo Roig, quien dicho sea de paso no solo era un gran músico sino también muy fotogénico. Es algo que, al ver las imágenes, le agradeceré eternamente a Marsé. Ni recuerdo con qué cámara hice las fotos. Sé que no era de mis favoritas, pues estas quedaron destruidas durante la batalla de Playa Girón, y tardé años en encontrar otras que me complacieran. Los negativos indican que era de 35 mm, y lo más seguro es que la estuviera probando esa noche. Pienso que en verdad se trata, más que de un trabajo, de un sentido homenaje a Sirique y a todos aquellos que tanto amor dieron a la música cubana. Todas las fotos las tomé en una sola sesión. Y nunca las toqué, ni siquiera las vi entonces. Casi cincuenta años después, cuando mi hijo Ernesto Javier se dio a la tarea de restaurar (gracias a las nuevas tecnologías) todas mis imágenes, fue que las vine a ver y quedé muy sorprendido. Eran unas tiras de negativos que había encontrado en la casa de mi madre, tras su fallecimiento. Es como un milagro de Dios.
Ernesto Fernández, fotógrafo cubano[1]

La peña de Sirique fue cerrada en 1968, luego de la llamada Ofensiva Revolucionaria, cuando el taller fue nacionalizado. Al administrador que la Revolución colocó allí no se le ocurrió continuar, o permitir que continuara aquella maravilla.

Sirique falleció a los 84 años el 18 de febrero de 1980, el mismo día en que comenzó ―en Lajas (Cienfuegos)― el Primer Festival de Música Popular Benny Moré.[3]

Fuentes