Alfredo Quíspez Asín

Alfredo
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Poeta y pintor surrealista
Nombre completoAlfredo Quíspez Asín
Nacimiento19 de agosto de 1903
Lima, Bandera de Perú Perú
Defunción10 de enero de 1956
Lima, Bandera de Perú Perú
SeudónimoCésar Moro.
OcupaciónPoeta y pintor
NacionalidadPeruana
Obras notablesLe Château du grisou (1939-1841), Lettre d’amour (1942), Pierre des soleis (1944-1946), Amour à mort (1949-1956), Trafalgar Square (1953), Derniers poèmes (1953-1955)

César Moro (Seudónimo de Alfredo Quíspez Asín) . Lima, Perú: (1903 a 1956). Poeta y pintor de la corriente surrealista. Considerado por la crítica como el vocero más relevante del surrealismo hispanoamericano.

Síntesis biográfica

Algunos poetas mueren y entonces sus libros comienzan a venderse por montones. Con César Moro ocurre lo contrario. Sus libros no se encuentran por ninguna parte, a pesar de que él ha muerto hace más de medio siglo y las reseñas de los eruditos dicen que podría ser, junto con César Vallejo, el poeta peruano más importante del siglo pasado.

César Moro escribía en francés, y fue el poeta surrealista más exótico de París, a donde llegó en 1925, a los veintitrés años, cuando los surrealistas —André Breton, Paul Éluard y Louis Aragon — eran una guerrilla que se enfrentaba a la religión, al arte y a la política y agitaban la ciudad con sus versos de escritura automática, exposiciones escandalosas y panfletos agresivos. París era la capital del mundo para los poetas, y varios países de Latinoamérica tuvieron al menos un poeta exiliado allí entre ellos, el chileno Vicente Huidobro y el ecuatoriano Alfredo Gangotena. César Moro, el primer poeta latinoamericano que formó parte del grupo surrealista, vivió ocho años en Francia, y cuando regresó al Perú, en 1933, llevó consigo la ola de esa revolución. Luego, en 1938, se mudó a México y ayudó a sembrar el surrealismo en ese país. Sus versos hacían añicos al lector. Más que lectores —explica el crítico peruano José Miguel Oviedo—, tenía víctimas.

Moro publicaba poemas y artículos en Francia, Perú, México. Traducía al español los textos de sus colegas franceses e ingleses. Era el gran agitador surrealista. Pero él, que había logrado un enorme prestigio en México, volvió al Perú un día de 1948 como quien busca un último refugio, llevando consigo una maleta, un perro y una rara enfermedad. Pesaba menos de cincuenta kilos. No tenía dinero y debió sobrevivir como profesor de escuela. Algunos alumnos se burlaban de él porque era delicado y homosexual, Le escupían en la espalda.

César Moro era virgo. Era tímido. Delicado. Pero una ironía violenta lo volvía temible a la hora de escribir. …Huidobro de mierda, truquero, poeta al escape —le dijo al poeta chileno Vicente Huidobro, que se burlaba de los surrealistas—. Lima la horrible, charco natal —escribió sobre esa ciudad, donde nació el 19 de agosto de 1903—. Era apasionado. Odiaba y amaba con intensidad. Le gustaba imponer sus ideas. Lo expulsaron del colegio siendo adolescente y nunca terminó sus estudios. No trabajaba. Detestaba tener que hacerlo para ganar dinero. Su padre, que era un médico reconocido, murió cuando él tenía cuatro años y le dejó a su esposa algunas propiedades. Su madre, María Elvira Más, era una viuda muy católica (recibía misa en casa todos los días) que fomentaba el espíritu artístico de sus cuatro hijos. César tomó clases de pintura y aprendió a bailar siendo adolescente. Quería ser bailarín clásico. También quería ser pintor. Escribía poemas. Era esbelto, bajito, de frente amplia y cabello crespo. Siempre iba bien peinado. Tenía el rostro anguloso, los ojos azules algo hundidos y una mirada que parecía burlarse permanentemente de todo. Le gustaba poner apodos. Adoraba broncearse en la playa. En las fotos aparece de traje y corbata, o en traje de baño con el torso desnudo. Siempre tenía novios. Le gustaban los hombres sencillos; los militares, por ejemplo. Pero lo asfixiaba la Lima de los años veinte, una sociedad religiosa que vivía en la calma vigilada de una dictadura. Moro, que leía mucho en francés, quería irse del país. Su madre tenía amigos importantes. Uno de ellos era el dictador Augusto Leguía, presidente por entonces, un déspota generoso. Él le ofreció a esa amiga becas para sus hijos. Carlos, el mayor, se fue a España a estudiar pintura. Moro se marchó a París. Llevaba varias pinturas suyas en la maleta. Quería ser pintor. Quería ser bailarín clásico. Quería ser poeta. Tenía veintitrés años y muchas ideas para su futuro. Faltaban trein ta años para que los muchachos de un colegio de Lima le escupieran en la espalda y le gritaran homosexual (en el original la palabra utilizada tiene un marcado carácter soez).

César Moro se llamaba Alfredo Quíspez Asín Más hasta que decidió cambiarse de nombre. Lo hizo en el Registro Civil de Lima, cuando tenía unos veinte años. El sobrino recuerda que en su familia solían contarse durante la sobremesa algunas historias sobre ese hermano de su padre que vivía en el extranjero. Decían que siempre le había molestado su nombre verdadero porque le parecía de indio.

Tenía el carácter furioso y rebelde de los surrealistas. Quienes estudian su obra dicen que habría sido surrealista, aun si el surrealismo no hubiera existido. A Breton, que era el cabecilla del grupo, le disgustaban los homosexuales, pero Moro mantenía discreción sobre sus aventuras en los bares de París. (Por entonces, tenía un novio ruso llamado Lev, cuya fotografía conservaría por el resto de su vida). A veces dejaba de asistir a las reuniones y entonces Breton le escribía notas preguntándole por su paradero. Hablaba poco de sí mismo. Su mejor amigo en Lima, el poeta peruano Emilio Adolfo Westphalen, escribió una semblanza en la que decía que Moro fue uno de los pocos o más bien el único con quien no necesitaba canjear palabras para ponernos de acuerdo —la armonía era tácita—. Curiosamente esa confianza mutua excluía la confidencia. Durante los años en que lo frecuenté —casi a diario en Lima— nunca intercambiamos ninguna.

En París, Moro consiguió empleo como pintor de brocha gorda en la remodelación de un teatro. Fue jardinero. Profesor de idiomas. Niñero. Pareja de baile. Era propenso a la indisciplina y a la vida nocturna. Detestaba trabajar y en 1928 escribió un poema para explicarlo.Abajo el trabajo. Pecho de bisonte / el pantalón y la chaqueta / hacen el trabajo / pero tu corazón tiene un panorama / Y el jugo de tu chaleco […] Pero vosotros todos / Invitación a no trabajar .

Tenía una vida oscilante. Vivía en casa de amigos. En talleres. A veces se quejaba con su hermano Carlos porque no tenía dinero para comprarse materiales de dibujo. Del teatro donde lo contrataron como pintor, lo expulsaron por hacer dibujos pornográficos en las paredes. Eso lo recordaría años después Francisco Avril de Vivero, un niño al que Moro cuidaba y contaba cuentos a cambio de alojamiento en la casa familiar.

Moro y Westphalen lanzaron juntos un boletín político en apoyo a los republicanos españoles, pero el gobierno militar confiscó la publicación y detuvo a Westphalen. Moro, que temía lo mismo, se fue del país. Así fue como llegó, en 1938, a México, ese país que iba a convertirse en una enorme sede surrealista donde se asilaron muchos de quienes huían de la Europa en guerra. Vivió en México durante una década. Fueron sus mejores años como poeta y también los peores para su salud.

En México escribió mucho. Publicó sus primeros libros, Le château de grisou y Lettre d'amour, en pequeñas ediciones artesanales. Organizó una gran exposición surrealista con André Breton, quien pasaba un temporada allí, en 1940. Publicó poemas y artículos en revistas. En uno de ellos criticó las ideas de Breton sobre la homosexualidad, y en 1944 se volvió un disidente del movimiento, como otros surrealistas que también se habían peleado con el supremo líder. Pero mientras ocurrían todas esas aventuras públicas, Moro se enfermó, se empobreció y sufrió en secreto el desamor de un hombre: A. A. era Antonio Acosta Martínez. Un joven cadete al que había conocido a fines de 1938 y a quien dedicó cinco cartas de amor —Cartas a Antonio—. Antonio también inspiró el único conjunto de poemas que Moro escribió en español, La tortuga ecuestre, y que no pudo publicar por falta de dinero. Ese libro, escrito en 1939, mientras se deshacía en sufrimiento, es su obra más bella, visceral, apasionada.

Moro regresó a Lima en avión el 16 de abril de 1948. Tenía cuarenta y cinco años y toda su obra en una maleta de mano. Había enviado parte de su equipaje por barco, en tres cajas. Una contenía los cuadros que había pintado durante los diez años que había pasado en México. Otra tenía ropa y libros. Esas dos cajas nunca llegaron, se perdieron. ¿Qué y cuánto desapareció allí? Si en la historia de Moro hay agujeros negros, éste es uno de los más importantes.

En sus últimos años, Moro empezó a explorar en el lenguaje, en los sonidos, en las reiteraciones. Pero ésta es su etapa menos valorada. La angustia de sus años anteriores parece haber desgastado su drama vital, ha dicho el crítico peruano Ricardo Silva-Santisteban. ¿México lo había consumido? En todos los temas de su obra —escribió Mirko Lauer, otro crítico peruano—, Moro parece al borde del crimen pasional. En México, en medio del amor y el desamor de Antonio, Moro escribía: Te veo en una selva fragorosa y yo cerniéndome sobre ti / Con una fatalidad de bomba de dinamita / Repartiéndome tus venas y bebiendo tu sangre. Pero el hombre que llegó a Lima ya no tenía esa fuerza. O, en todo caso, ya no se sentía así. Bebé beso / Bebé tírame / Bebé / Bebé para mí.

Moro publicó, en vida, sólo tres libros: Le château de grisou, Lettre d'amour y Trafalgar Square. Coyné se encargó de encontrar al menos una decena de inéditos más. Si yo no hubiera estado ahí en su muerte —dijo en una entrevista que le hicieron en 2003—, Moro sería un nombre dentro de la literatura peruana pero un poeta casi sin poemas. Tengo a veces la sensación de haberlo inventado.

A mediados de 1955, Moro estaba grave. El diagnóstico es impreciso, pero es probable que tuviera leucemia u otro tipo de cáncer. He estado un mes enfermo, preso de dolores, probablemente histéricos, que han desaparecido hace tres días, le escribió a un amigo el nueve de septiembre de ese año. Para entonces vivía retraído,aparte de André y Margot, con nadie hablo. Su mala salud y la necesidad de pagar los tratamientos lo obligaron a trabajar mucho, acaso por única vez en su vida. Enseñaba francés en cuatro lugares diferentes, entre ellos la Universidad Agraria, la Escuela de Oficiales de Chorrillos y el Colegio Militar Leoncio Prado. Los edificios estaban en extremos opuestos de Lima. Él iba a cenar todos los días a casa de su madre. Las distancias lo fatigaban. En el colegio militar Leoncio Prado tenía algunos problemas.

Muerte

Moro falleció el 10 de enero de 1956, en el Instituto del Cáncer, y al velorio acudieron su madre, algunos familiares, varios amigos y una representación de oficiales militares de la Escuela de Chorrillos, uno de los lugares donde enseñaba francés. Szyszlo recuerda que ellos cargaron el ataúd.

Un obituario publicado el 12 de enero, en el diario El Comercio, informaba de la muerte con algunos errores. Decía que las numerosas ediciones de sus libros poéticos fueron y son cotizados en los círculos literarios y que vivió muchos años en Estados Unidos. Ojalá que la obra de este insigne poeta peruano no se pierda, finalizaba el artículo.

El surrealismo francés en Perú: César Moro.

El surrealismo ha ejercido una gran influencia en la literatura peruana de vanguardia. Hay algunas manifestaciones de la recepción del surrealismo en el Perú. Xavier Abril, José Carlos Mariátegui y César Vallejo han sometido a crítica los principios fundamentales del movimiento surrealista. Además, César Moro, en Lettre d’amour, revela la poética de los cuatro elementos ,la vigilia como fenómeno de interferencia y la simbología cromática para llegar al nombre sagrado que produce un sentimiento de profunda religiosidad en el yo poético.

Hay un río que viene de Mallarmé y llega al surrealismo sobre la base de la crítica de la racionalidad positivista. Debemos escuchar los ecos del deseo y abandonar la dictadura del pensamiento cartesiano. En L’amoureuse, Éluard afirma: Elle a la forme de mes mains/ La couleur de mes yeux . Es decir, los límites entre el cuerpo del yo poético y la esfera corporal de la amada no quedan claros. ¿Cómo explicar el sentido de estos versos a partir del pensamiento de Comte, quien negaba al poeta la posibilidad de producir conocimiento?.

Que este breve introito sirva para abordar la recepción del surrealismo francés en el Perú y cómo ello se hace palpable en Lettre d’amour , de CésarMoro (1903-1956), el más importante poeta surrealista peruano. Un árbol se pierde si no se ve al interior de un bosque o de una pradera. El artista no es nada sin la tradición que se construye día a día. Quisiera referirme a cómo llegaron las primeras resonancias de la escuela de Breton al Perú y quiénes fueron los que sometieron a crítica los aportes de esta última porque ello permitirá situar la poesía de Moro en el ámbito de la tradición cultural.

Hay tres autores muy ligados a la recepción del surrealismo francés en el Perú: Xavier Abril (1905-1990), José Carlos Mariátegui (1894-1930) y César Vallejo (1892-1938) . El primero difundió, en América Latina, los aportes de la escuela de Breton y abordó la inserción de ésta en el ámbito de la cultura occidental; el segundo abrió las páginas de la revista Amauta y puso de relieve la crisis de la civilización capitalista a través del análisis de las propuestas de algunas escuelas vanguardistas que cuestionaron el paradigma del realismo decimonónico; el tercero sometió a crítica las propuestas surrealistas manifestando una conciencia crítica respecto de las contribuciones de la literatura europea después de la Primera Guerra Mundial.

Por su parte, César Moro empleó, con mayor asiduidad, una praxis surrealista eligiendo, de manera muy creativa, el francés como lengua poética y buscando la metáfora vanguardista de términos alejados y la enumeración caótica como recursos para cuestionar la primacía de la racionalidad occidental. Así, daba primacía al eje del deseo que se evidenciaba a través de una verdadera cadena de tropos interminables y de una apología del exceso y del paroxismo verbal.

César Moro escribió gran parte de su obra poética en francés. Concibió, en español La tortuga ecuestre (1938-1939) , en cuyo título el autor textual pone en relación dos órdenes: lo animal, lo acuático, terrestre y lo construido(en tanto connota estatua) y aéreo, lo que plantea una zona de indeterminación, de entrecruzamiento de elementos que alteran lo real.Sin embargo, fue en la lengua de Baudelaire donde Moro produjo sus textos más significativos, razón por la cual se trata de un fenómeno de bilingüismo: un hispanohablante que emplea creativamente el francés con fines literarios y para internacionalizar la literatura peruana porque este idioma poseía un enorme prestigio en el contexto vanguardista. Recordemos que Vicente Huidobro, uno de los representantes del creacionismo, también empleó el francés y escribió buena parte de su poesía en dicha lengua. Como Moro, Huidobro concibió la posibilidad de un nuevo público lector y la posibilidad de insertarse en la discusión sobre la vanguardia artística como fenómeno internacional. Por su parte, César Vallejo escribió algunas obras de teatro y textos de crítica teatral en la lengua de Rimbaud ; así, pudo polemizar con los adalides de la dramaturgia contemporánea.

Moro escribió Le Château du grisou (1939-1841), Lettre d’amour (1942), Pierre des soleis (1944-1946), Amour à mort (1949-1956), Trafalgar Square (1953), Derniers poèmes (1953-1955), entre otros. Su poesía se nutrió de la imaginación onírica y manifestó la idea de que la vigilia era un fenómeno de interferencia, poniendo de relieve la predilección por el mundo de los sueños a través de una serie interminable de imágenes, donde es posible observar un fragmentarismo vanguardismo y un cuestionamiento del paradigma modernista. Ello implicó la asunción de una modernidad periférica a través de una crítica de la racionalidad instrumental y de un paroxismo verbal, donde el exceso sea visto como la posibilidad de un diálogo entre el hombre y la naturaleza sobre la base de un uso lúdico del lenguaje.

El fuego se asocia fuertemente con una representación teatral, sin embargo, la sala yace vacía en el momento del espectáculo del amor: Un fil d’eau dansant devant le rideau de velours rouge/ aux flammesde la rampe. En la metáfora nominal flammes de la rampe se observa un lazo muy profundo entre la línea de luces en el proscenio del teatro y las llamas. Es como si el acto erótico implicara la materialización del espectáculo de un paroxismo corporal indescriptible, donde la danza del hilo del agua posibilitara la cabal fusión de los amantes en el espacio privilegiado del deseo.

El agua cobra primacía en el poema de Moro y se materializa en las imágenes de la humedad y del agitado mar. Las olas representan la violencia del acto erótico; en cambio, la lluvia encarna la mesura:Cher décor où jevoyais s’équilibrer une pluie fine. Además, la lluvia genera la comunicación entre la esfera de lo alto (el cielo) y la esfera de lo bajo (el lecho de los amantes). No hay que olvidar que en la segunda estrofa se dice que el cuerpo del ser amado casi convertía el lecho en el cielo y, por lo tanto, la experiencia erótica involucraba una vivencia algo religiosa., donde la fusión corporal configuraba un rito de redención y una apología del exceso.

El aire aparece en la imagen del viento y de la tempestad. Veamos esta metáfora nominal: Raidi sous l’effroi de rêves successifs et agité dans levent/ d’années de songe , donde se observa el funcionamiento de tres dominios semánticos: el aire, el tiempo y la ilusión . El yo poético, inmóvil, percibe el terror de la cadena interminable de los sueños ante la presencia del viento que se enlaza fuertemente con la posibilidad de sumergirse en el universo de la ilusión y en el discurrir temporal como una especie de liberación interior.

La tierra, en el poema de Moro, se manifiesta en la idea del bosque resonante de la infancia, en los valles y el rumor vegetal. El poeta alude a plaines fertiles du paroxysme, donde la noción de fertilidad y de exceso se unen en el tejido metafórico. Aquí observamos el funcionamiento de dos dominios semánticos: el de la naturaleza y el del deseo. El primero se asocia con la fertilidad; y el último, con el hecho de sobrepasar los límites para la materialización plena del acto erótico. Pero hay una confluencia entre ambos dominios semánticos de manera que las llanuras tienen una fuerte connotación erótica en el poema; y el paroxismo, por su parte, está naturalizado porque se vincula sólidamente al mundo de los espacios donde prepondera solamente la música de los árboles.

Muestra de la poesía de Moro en: Le château de grisou

A vista perdida

Batalla al borde de una catarata

Carta a Antonio

Carta de amor

Como un piano de cola

El agua lenta el camino lento

El domingo encantado

El fuego y la poesía

El humo se disipa

El mundo ilustrado

El olor y la mirada

Hay que llevar los vicios…

La leve pisada del demonio nocturno

La nieve es blanca

Oh furor el alba se desprende de tus labios

Prestigio del amor

Un camino de tierra en medio de la tierra

Viaje hacia la noche

Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera

Visión de pianos apolillados cayendo en ruinas


Abeja negra

Más bien buscar hacia el cisne

Y los blasones cruzados son espadas

Un puñal como almohada

Una lágrima eterna sobre la frente

Bajo el alto tocado

El silencio entre las flores que hacen signos

A la puesta del sol

Una golondrina cayendo verticalmente en un lago

La torre y las cortes de amor

El mar que irrumpe con espuma en los labios

El horizonte regular de una vida bajo la lámpara

Apagadas todas las luces es posible

Escuchar gemir el ave nocturna

En su oído


Muestra de la poesía de Moro en: La tortuga ecuestre

Batalla al borde de una catarata

Tener entre las manos largamente una sombra
De cara al sol
Tu recuerdo me persiga o me arrastre sin remedio
Sin salida sin freno sin refugio sin habla sin aire
El tiempo se transforma en casa de abandono
En cortes longitudinales de árboles donde tu imagen se disuelve en
humo
El sabor más amargo que la historia del hombre conozca
El mortecino fulgor y la sombra
El abrir y cerrarse de puertas que conducen al dominio encantado de
tu nombre
Donde todo perece
Un inmenso campo baldío de hierbas y de pedruscos interpretables
Una mano sobre una cabeza decapitada
Los pies
Tu frente
Tu espalda de diluvio
Tu vientre de aluvión un muslo de centellas
Una piedra que gira otra que se levanta y duerme en pie
Un caballo encantado un arbusto de piedra un lecho de piedra
Una boca de piedra y ese brillo que a veces me rodea
Para explicarme en letra muerta las prolongaciones misteriosas
de tus manos que vuelven con el aspecto amenazante de un
cuarto modesto con una cortina roja que se abre ante el infierno
Las sábanas el cielo de la noche
El sol el aire la lluvia el viento
Sólo el viento que trae tu nombre.


El olor y la mirada

El olor fino solitario de tus axilas

Un hacinamiento de coronas de paja y heno fresco cortado con
dedos y asfódelos y piel fresca y galopes lejanos como perlas

Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas de
mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable de tu mirada

Tu mirada de holoturia de ballena de pedernal de lluvia de diarios de
suicidas húmedos los ojos de tu mirada de pie de madrépora

Esponja diurna a medida que el mar escupe ballenas enfermas y cada
escalera rechaza a su viandante como la bestia apestada que
puebla los sueños del viajero

Y golpes centelleantes sobre las sienes y la ola que borra las centellas
para dejar sobre el tapiz la eterna cuestión de tu mirada de objeto
muerto tu mirada podrida de flor


Bibliografía

  • COYNÉ, André. César Moro . Lima, Imprenta Torre Aguirre, 1956.
  • COYNÉ, André . César Moro. En: Cultura , N° 1. Lima, enero, febrero y marzo de 1956, pp. 58-60.
  • COYNÉ, André. “Sobre la personalidad de César Moro”. En: El Comercio .Lima, 7 de septiembre de 1956, p. 2
  • COYNÉ, André. “No en vano he nacido”: César Moro”. En: Eco , N°. 243.Bogotá, enero 1982, pp. 287-306.
  • COYNÉ, André. “César Moro: surrealismo y poesía”. En: Avatares del surrealismo en el Perú y América Latina . Lima, IFEA y PUCP,1982, pp. 189-202.

Fuentes