Anexo:Serafín Sánchez, Inspector General

Serafín Sánchez, Inspector General
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Serafín Sánchez Valdivia, paladín de la independencia
NombreSerafín Gualberto Sánchez Valdivia
Nacimiento2 de julio de 1846
Sancti Spíritus, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento18 de noviembre de 1896
Paso de Las Damas, Sancti Spíritus, Bandera de Cuba
Causa de la muerteCaída en combate
NacionalidadCubana
TítuloMayor General del Ejército Libertador

Serafín Sánchez, Inspector General. El 21 de febrero de 1896 Máximo Gómez y Antonio Maceo decidieron crear el cargo de Inspector General del Ejército Libertador y nombrar para ejercerlo al espirituano Serafín Sánchez Valdivia. Se requería un prestigio muy elevado para acceder a ese cargo y una honradez a toda prueba. En realidad, no había ningún hombre como Serafín para eliminar las dificultades y poner fin a la falta de disciplina y organización que existía en las tropas cubanas.


Una decisión del alto mando

El 21 de febrero de 1896 una orden del Lugarteniente General Antonio Maceo y refrendada por el General en Jefe Máximo Gómez Báez, disponía la sustitución del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia en su cargo de jefe del Cuarto Cuerpo de Ejército, por el también Mayor General Francisco Carillo, recién llegado en una expedición por tierras camagüeyanas; deciden también crear el cargo de Inspector General del Ejército Libertador y nombrar para ejercerlo a Serafín.

Esta decisión del alto mando insurrecto asignaba a Serafín dos misiones fundamentales: en primer lugar, poner orden y disciplina en las fuerzas mambisas, que en Oriente y Camagüey se oponían a ojos vista, y en segundo término, reunir cuantos elementos de guerra fuera posible, y enviarlos a Occidente como refuerzo.[1]

Comunicación oficial

La comunicación oficial del cese de su jefatura y su nombramiento como inspector general, que le envía Antonio Maceo, junto con la credencial que acreditaba su nueva responsabilidad, la recibe Serafín el 18 de marzo en su campamento de Las Delicias, y dejaron en él el sabor agridulce de quien no sabe si lo que recibía era un honor o un menosprecio.

De inicio, Serafín dudaba acerca de la real necesidad de un inspector de las fuerzas mambisas, montaraces y nómadas, en aquellos precisos instantes en que llegaba Francisco Carrillo, un Mayor General con más antigüedad en el grado.

De otro lado, estaba consciente que al principio de la guerra, las dilaciones de Carrillo permitieron su apresamiento por las autoridades españolas, y ahora regresaba, vía del exilio, en una expedición, cuando ya Serafín llevaba casi un año de constantes acciones militares, incluida la Invasión a Occidente.

En su carta de respuesta, fechada el 19 de marzo, el héroe espirituano agradece a Maceo y a Gómez “por haberme liberado de una pesada carga, a cuya labor penosa y responsabilidad no había podido aún sustraerme por obediencia militar y patriotismo”, pero al mismo tiempo Serafín califica de “honorífico” su nuevo cargo. En el propio texto le refiere a Maceo que por ausencia de los jefes de las dos divisiones villareñas, él se mantedrá al frente del Cuarto Cuerpo en interinidad, hasta tanto llegue Carrillo.[2]

Esa circunstancia propicia que reciba en su campamento, casi juntas, sendas comunicaciones de Maceo y Gómez. La primera recriminándolo por la supuesta poca actividad militar en su jurisdicción, y la otra, atribuyéndole responsabilidad por el desorden en que el General en Jefe encontró a la Brigada de Sagua.[3]

Explica Serafín el 4 de abril a Gómez, en una larga carta, todo lo que ha hecho por restablecer la capacidad combativa villareña, muy afectada por la incorporación a la columna invasora, de sus mejores jefes y unos dos mil hombres, y señala que ese factor y la enfermedad de su comandante, se debe el precario estado de las fuerzas sagüeras.

Herido en su amor propio, Serafín escribe: “Así, cuando la conciencia de haber cumplido mis deberes entre tantas adversidades me daba la esperanza de tener satisfecha a la superioridad, recibí primero la traslación de mis servicios y luego la penosa comunicación de usted”.

Toma de posesión del cargo

El cargo de Inspector General que estrenaba Serafín era, como lo calificara él mismo, una posición “honorífica” dada la peculiar contextura del Ejército Libertador y la posición personal del hombre señalado siempre por el propio General Gómez como “uno de los tremendos de la guerra”. El ejército cubano, integrado por una masa de pueblo improvisado en función militar; sin arsenales ni fábricas de municiones; sin cuarteles, artillería, ni fortalezas; sin dinero con que pagar a los espontáneos soldados de la independencia, no requería el cargo específico de inspector a no ser por la urgencia de yugular en determinados momentos el descontento y las posibles dilaciones de sus jefes. Ciertamente no fue esta última razón la que inspirara la designación de Serafín, pero bien pronto se percataría el propio Máximo Gómez de la precisión con que el General Sánchez encajaba en esa misión específica.

El 12 de abril de 1896, en el campamento La Campana, toma Serafín posesión del cargo de Inspector General del Ejército Libertador, ante el General en Jefe, y cinco días después, se separan en El Saltadero.

Gómez escribe al secretario de la Guerra, General Carlos Roloff, informándole que ha dado órdenes a Serafín de conferenciar larga y detenidamente sobre asuntos importantísimos del servicio, de cuya índole va perfectamente instruido.

Desempeño como Inspector General

El General Gómez dispuso que Serafín saliera rumbo a Oriente con la finalidad principal de castigar e impedir las deserciones numerosas producidas en ese departamento. Le confía instrucciones concretas encaminadas a eliminar las desobediencias y la indisciplina por medio de sanciones rigurosas, con el objeto de hacer comprender a todos que el ejército cubano era solo uno.

Comenzaba Serafín a ejercer a plenitud su cargo de Inspector General del Ejército, y el 24 de abril se dirige junto con sus ayudantes y escoltas a cumplir su misión; cruza la trocha entre Júcaro y Morón y al día siguiente se encuentra en Cupeyes Arriba con su viejo compañero Carrillo, que conduce a Las Villas 200 hombres, armas y 80 mil cápsulas.

El contacto con el Consejo de Gobierno lo sostiene Serafín el 11 de mayo en El Naranjo, y durante varios días en que marchan juntos, se entrevista especialmente con el General Calixto García y con Roloff, quien le comunica que el 29 de abril, Gómez ha nombrado a Calixto García, jefe del departamento militar de Oriente.

Esta decisión, y la forma incorrecta en que el Gobierno maneja el asunto y se lo comunica, sublevan el espíritu del General José Maceo, quien venía mandando el Primer Cuerpo del Departamento Oriental y ejercía interinamente la jefatura del segundo, por lo que consideraba que él debía comandar todo el Departamento.

La indignación de José, quien se sentía discriminado y el arraigo que tenía en parte importante de las fuerzas indómitas, presagiaban una crisis de consecuencias funestas para la Revolución.

Es aquí donde el poder de convencimiento de Serafín resulta providencial, porque el 17 de junio se encuentra con José Maceo en Ti Arriba, cuando conducía con sus tres mil hombres las armas y pertrechos que trajo la expedición de Rafael Portuondo, y logra con él, pleno entendimiento.

Aunque no se conocen precisiones acerca de si finalmente José aceptó que la jefatura oriental pasara a Calixto, estuvo de acuerdo con Serafín en entregar las armas al General Jesús Rabí, para que el General en Jefe, que venía en camino, dispusiera de ellas en la organización de los contingentes de refuerzos que se enviarían al Titán de Bronce.

El “León de Oriente” también coincidió con el Inspector General en su criterio de cómo actuar en el problema de los desertores. En este asunto, el Mayor General procedió a su manera. Los mandó a capturar y cuando los tuvo delante y todos esperaban la peor, -dadas las leyes de la guerra y las instrucciones de Gómez- limitose Serafín a reprocharles la falta de lesa patria cometida, haciéndoles conciencia de su gravedad.

Les habló con el corazón, más que como jefe, como padre o hermano, reclamando de ellos que cumplieran su deber para con la Revolución reintegrándose a filas y asumiendo allí su responsabilidad. La respuesta positiva no se hizo esperar.

El primero de julio emite Serafín una circular dirigida a los jefes de brigadas del ejército, destinada a poner orden en las unidades, sistematizar la instrucción militar, redoblar las acciones contra el enemigo, crear reservas de pertrechos y caballos, y reprimir a delincuentes.[4]

Cita a los jefes a su campamento o los visita en el suyo, habla extensamente con ellos, verifica cómo se cumplen sus instrucciones y los reglamentos militares, se preocupa especialmente porque sean reunidos los hombres y recursos que irán como refuerzo a Occidente.

Regreso a Las Villas

A mediados de julio, inicia el regreso. Va hacia el Camagüey henchido de esperanzas en el triunfo, con la certeza de que la unidad gana terreno y el ejército se consolida.[5]

Todavía prestará un servicio inestimable a la causa, cuando, moviéndose entre los hombres del Gobierno, prepara el terreno para la reconciliación de éste con Gómez, quien se siente agraviado porque aquél impidió la partida de Mayía y de José Maceo con refuerzos hacia La Habana, y adoptó otras decisiones que lesionaban la autoridad del General en Jefe.

El primero de septiembre de 1896 tuvo lugar en el campamento de La Yaya, el encuentro del Consejo de Gobierno con Máximo Gómez.

Conscientes todos, el Generalísimo y el Gobierno, de la gravedad de un rompimiento entre ellos, y mediante los excelentes oficios de Serafín Sánchez la crisis fue conjurada con derroche de tacto y flexibilidad por ambas partes.

Marchó después Serafín hacia Las Villas. El 10 de octubre cruzó la trocha y el 26 impidió que se mataran entre sí el Coronel Alfredo Rego y el General Quintín Banderas, a propósito de una discusión en torno a la responsabilidad por la pérdida de parte de la expedición que Miguel Betancourt trajo por Cienfuegos.

De hecho, el Mayor General asumía de nuevo el cargo de jefe del Cuarto Cuerpo, con la satisfacción del deber cumplido.

De Serafín podrá decirse que alguien combatió tanto o más que él, pero nadie podrá negar, sin faltar a la verdad, que fue el que más hizo por la unidad de los hombres que lucharon y murieron en la guerra organizada por José Martí.

Referencias

  1. 1
  2. 2
  3. 3
  4. 4
  5. 5
  1. Entre las motivaciones fundamentales que tuvieron Gómez y Maceo para nombrar a Serafín, Inspector General, figuran éstas, pero se insinúa como factor decisivo, la llegada de Francisco Carrillo y la necesidad del mando de ubicar a este Mayor General en un cargo apropiado. (Castellanos, Gerardo: Un paladín: Serafín Sánchez, pp. 293-294). Menciona además como posible factor a tener en cuenta, un supuesto incidente entre Serafín y Maceo durante la invasión.
  2. Apuntes biográficos del Mayor General Serafín Sánchez, pp. 131-132.
  3. En Crónicas de la Guerra, aparece en abril de 1896 -sin especificar día- la breve nota de Antonio Maceo. La carta de Gómez tiene fecha de marzo 29 de 1896. Ver Apuntes biográficos del Mayor General Serafín Sánchez. pp 133-136, y Del Moral Nogueras: Serafín Sánchez. Un carácter al servicio de Cuba, p. 302.
  4. Apuntes biográficos… pp. 146-148.
  5. Este estado de ánimo figura en al menos dos cartas consecutivas a su esposa, del 20 de septiembre.

Fuentes

  • Revista Siga la Marcha No. 8, Sancti Spíritus, Cuba, 1996.
  • Del Moral Nogueras, Luis F. Serafín Sánchez. Un carácter al servicio de Cuba. Ediciones Verde Olivos, La Habana, 2001.