Antonio González Balcarce

Antonio González Balcarce
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5.° Director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata
16 de abril de 1816 - 9 de julio de 1816
PredecesorIgnacio Álvarez Thomas
SucesorJuan Martín de Pueyrredón
2.º Gobernador intendente de Buenos Aires
14 de febrero de 1813 - 16 de abril de 1815
PresidenteIgnacio Álvarez Thomas
PredecesorMiguel de Azcuénaga
SucesorManuel Luis de Oliden
Datos Personales
Nacimiento24 de junio de 1774
Buenos Aires
Fallecimiento5 de agosto de 1819
Buenos Aires
OcupaciónMilitar
CónyugeDominga Francisca Buchardo
PadreFrancisco Balcarce
MadreMaría Victoria Martínez Fontes

Antonio González Balcarce. Militar y político argentino. Durante la guerra de Independencia obtuvo la primera gran victoria sobre los españoles (Suipacha, 1810). Fue gobernador de Buenos Aires (1814) y director provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816).

Síntesis de biografía

Nació en Buenos Aires, el 13 de junio de 1774; sus padres fueron el teniente coronel Francisco Balcarce, natural de Barcelona, y María Victoria Martínez Fontes, porteña.

Matrimonio

Había formado su hogar con Dominga Francisca Buchardo, matrimonio que se realizó en Buenos Aires el 21 de enero de 1807. La esposa del general Balcarce nació en la misma ciudad el 4 de agosto de 1778. Falleció el 1 de enero de 1853; fue hija de José Buchardo y Lavagi, natural de Génova y de Jerónima de San Martín y Cevallos, porteña.

Trayectoria militar

Inicios

Siendo muy niño, se incorporó al cuerpo de Blandengues que mandaba su padre, en calidad de cadete, el 24 de febrero de 1788. El 30 de mayo de 1790 se le expedían los despachos de alférez de aquel cuerpo y en los años siguientes fue promovido a teniente, el 1 de agosto de 1796, y a capitán el 25 de noviembre de 1801, siempre en el cuerpo de Blandengues de Buenos Aires. Prestó todo este tiempo servicio de guarnición y de fronteras, hasta que en 1807 asistió a la defensa de Montevideo, atacada por los ingleses y tomada por asalto el 3 de febrero de aquel año, acción en la cual su hermano, el capitán José y el propio Antonio González, cayó prisionero, siendo conducido a Inglaterra, donde permaneció hasta que fue celebrada la paz entre este país y España. En este último país combatió contra las huestes de Napoleón y el gobierno real le había acreditado los despachos de teniente coronel graduado de caballería, con fecha 24 de febrero de 1807, por su comportamiento en la defensa de Montevideo.

Cargos

En 1810 volvió a Buenos Aires y la Junta de Gobierno le reconoció el empleo de comandante del 3er Escuadrón del Regimiento de Caballería de la Patria con fecha 11 de agosto de 1810 y una semana después, el 18 del mismo mes, lo elevaba al cargo de coronel graduado, jefe del precitado regimiento, nombrándolo mayor general de las fuerzas independientes que comandaba el coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo. Llegada la expedición a Córdoba, allí el propio coronel Balcarce se puso a la cabeza de 300 hombres, con los cuales se internó en los extensos bosques que cubren el camino de aquella ciudad a la de Santiago del Estero, con el fin de dar alcance al general Santiago de Liniers y a los demás contrarrevolucionarios que se habían alzado en armas contra el gobierno emanado del movimiento del 25 de mayo. Balcarce logra apresarlos y en cumplimiento de las disposiciones gubernamentales, los fusila en la mañana del 26 de agosto en el Monte de los Papagayos, a dos leguas de Cabeza de Tigre.

Primer triunfo argentino

Después de este suceso, Balcarce se ocupó de fomentar y promover los pronunciamientos que se hicieron a favor de la revolución por la mayor parte de las provincias, auxiliado poderosamente por el vocal de la Junta, Juan José Castelli en la difícil tarea de remontar el ejército que debía operar en el Alto Perú. Reorganizadas las fuerzas, éstas se pusieron en marcha hasta la parte norte de la Patria, bajo las órdenes del coronel Balcarce, quien condujo el primer encuentro que sostuvieron las armas argentinas en su vida de nación independiente, el 27 de octubre de 1810, en Cotagaita, en el cual los independientes obtuvieron algunas ventajas iniciales, pero no pudo tener todas las consecuencias de una victoria, pues la falta de municiones los obligó a replegarse, hasta el día siguiente que se le incorporaron refuerzos de Nazareno.

Reforzado el ejército y bien municionado, Balcarce no pensó sino en completar la victoria que un accidente imprevisto le había impedido lograr y el 7 de noviembre obtenía en Suipacha el primer triunfo alcanzado por fuerzas argentinas. El ejército enemigo se puso en vergonzosa fuga y en completa dispersión, dejando en poder de las tropas de Balcarce, cañones, fusiles, municiones, mulas, dinero y alhajas, así como 180 prisioneros entre ellos algunos oficiales y dos banderas. Las fuerzas de Balcarce sólo tuvieron que lamentar la muerte de un soldado y 12 heridos. Corresponde señalar para evidenciar de una manera incontestable los resultados de esta acción de guerra que el General enemigo, en oficio dirigido a Balcarce al día siguiente de la batalla, le confiesa que su derrota “es tal que excede en mucho lo que le pareció en un principio”. Balcarce había sido reconocido en la efectividad de Coronel cuatro días antes de su victoria y la Junta, al tener conocimiento del resultado de la batalla de Suipacha, le confirió el cargo de Brigadier de Ejército, con fecha 14 de enero de 1811, concediéndole además, un escudo de oro y el título de “benemérito de la Patria”. Balcarce, prosiguiendo sus operaciones y explotando su victoria, ocupó la ciudad de Potosí, donde aprehendió a la mayor parte de los jefes de la oposición.

Los sucesos que acaecieron en Buenos Aires, el 5 y 6 de abril de 1811 contristaron profundamente el alma del brigadier Balcarce. Obligado por el gobierno de Buenos Aires a no presentar batalla a los realistas hasta no tener la certeza de un éxito seguro, se limitó por un tiempo a remontar y reorganizar sus fuerzas, hasta que en mayo de aquel año, a solicitud del General enemigo, acordó el armisticio de 40 días y bajo la fe de este acuerdo, celebrado por Castelli, el ejército patriota descansaba de sus fatigas en las márgenes del Desaguadero, cuando el general enemigo Goyeneche lo atacó inopinadamente en la jornada del 20 de junio de 1811, no respondiendo esta vez los resultados a los esfuerzos del brigadier Balcarce, quien se vio obligado a abandonar el campo de batalla. La alarma que produjo en Buenos Aires la noticia del desastre, decidieron a Balcarce a bajar a la capital y solicitar la formación de un consejo de guerra que juzgase su conducta, cuya resolución definitiva le fue favorable, absolviéndolo de todo cargo.

El 3 de febrero de 1814 fue designado Gobernador Intendente de Buenos Aires. El 9 de noviembre de 1815 fue nombrado Inspector del Ejército, después de haber desempeñado en el Ejército del Alto Perú una comisión que lo encomendase al director Alvear. La inspección fue retenida por Balcarce poco tiempo, renunciando a ella por razones políticas.

La traición a Artigas

Mientras tanto sectores de Buenos Aires no podían creer lo que estaba sucediendo en la Banda Oriental, ellos que dominaban todo, ahora estaban sujetos a los “anarquistas artiguistas”, el aumento de la figura y preponderancia de Artigas, y el “desprestigio de la clase gobernante de la ciudad”, con el terror diario que los caudillos se adueñaran de las calles. Para aguantar los ánimos, designan el 18 de abril de 1816 como Director Delegado, al brigadier general Antonio González Balcarce. Ante la sucesión de conflictos, acentuado dominio de Artigas, en Santa Fe, el Congreso Nacional que estaba en funciones en Tucumán, en sesión del 13 de abril de 1816, designa al diputado cordobés Miguel del Corro, para acordar tratativas de paz. Los acuerdos y conversaciones no satisfacen a José Artigas.

Siempre acontecerá que al ganador, alguno le saldrá al paso para derrotarlo, máxime si su presencia y accionar crea innumerables problemas, que trastocan intereses y círculos de poder.

La presencia de Artigas, su accionar, su influencia cada vez más extendida por las provincias, sus ideas federales y republicanas, cuando en el Congreso de Tucumán se discutían la nacionalidad del Monarca a instituir en el gobierno de las Provincias Unidas, representaba una permanente preocupación en las Autoridades de Buenos Aires y por consiguiente del Congreso Nacional.

En carta al delegado en Brasil, Dr. Manuel José García, el Director Balcarce le dice: “Si son practicables nuestros convenios, es oportuno que algunas tropas se acerquen a la frontera, para llamar la atención de los orientales e imponerles respeto”. Esta comunicación del 7 de mayo de 1816, ratifica continuar con el plan de interesar a Portugal para intervenir al vecino, “Peligroso, sin fe y sin más responsabilidad política, un bandolero”, además que por ser una provincia independiente, los lusitanos pueden “cascar al soberano Artigas… sin reñir por eso con el gobierno de Buenos Aires”.

Entrega de la Banda Oriental

Al impulso de tales circunstancias Río de Janeiro se convirtió en un foco anti-artiguista. En realidad siempre lo fue. Los españoles trataban de recuperar las colonias perdidas, mediante la ayuda de Portugal; los porteños intentaban terminar con Artigas, aunque fuera a costa de la segregación de la Provincia Oriental a favor de Portugal, o buscando la coronación de un Príncipe de Braganza.

En resumidas cuentas, Buenos Aires mira para otro lado al tiempo que los portugueses, aliados de Inglaterra, invadían la provincia argentina de la Banda Oriental en 1816; y lo que es peor, ningún congresal pareció reparar en esta abominable violación de la soberanía de la Patria, pese a que, supuestamente, estaban empeñados en declarar la Independencia en Tucumán.

Los rumores sobre la entrega de la Banda Oriental, materializados por Manuel José García y Antonio González Balcarce, no pareció limitarse únicamente a las tierras de Artigas, ya que, incluso, aquéllos dos estaban de acuerdo con que la corona de Portugal domine también al resto de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Al respecto existen diversas cartas que el ministro inglés Henry Chamberlain escribe desde Río de Janeiro a su superior, el vizconde de Castlereagh, en la que le informa que la división portuguesa que manda el general lusitano Lecor tiene por objeto apropiarse de todas las provincias del antiguo Virreinato de Buenos Aires para anexarlo al Reino del Brasil con el título de “Imperio de la América del Sur”. El mismo 9 de julio de 1816, y ante el grotesco escándalo que suponía la entrega total de las Provincias Unidas del Río de la Plata a los portugueses, se le pide la renuncia a Antonio González Balcarce.

Finalmente fue derrocado de su puesto el 20 de julio de 1816 por la Junta de Observación (1) por su deplorable actitud ante la invasión portuguesa, facilitada entre otros por San Martín, Alvarez Thomas, Pueyrredón, Rondeau y la Logia Lautaro. Dicha Junta de Observación no estaba en el secreto de la negociación.

Sin embargo, y a pesar de todo, el 1 de agosto de 1817 Barcarce fue designado Jefe del Estado Mayor General y por ausencia del general San Martín, fundada en mal estado de salud, el 16 de septiembre de aquel año, se le designó al ejército de los Andes, a cargo interinamente del comando en jefe. Balcarce se presentó a San Martín apenas llegó, ofreciéndose a servir bajo sus órdenes, destinándosele en consecuencia a mandar la caballería del ejército, al frente de la cual dirigió las guerrillas de Quechereguas o Cerrillo Verde, y más tarde las de Cancha Rayada. Después del suceso desgraciado de este nombre, en la triste noche del 19 de marzo de 1818, se incorporó en San Fernando con las fuerzas de Las Heras, y reuniendo antes todos los dispersos se reunió enseguida al general San Martín. En los campos de Maipú, Balcarce desempeñó las funciones de segundo Jefe del Ejército Unido y por su actuación en esta batalla se hizo acreedor a todos los premios establecidos por el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a sus vencedores. El gobierno de Chile, a su vez, le otorgó la banda de la “Legión del Mérito”.

Después de aquella gloriosa batalla, San Martín se vio precisado a abandonar el comando del Ejército para trasladarse a Buenos Aires, para ponerse de acuerdo con el Gobierno, a fin de ultimar los preparativos de la proyectada empresa libertadora al Perú. González Balcarce asumió el mando en jefe del Ejército, el cual, en los seis meses que duró la ausencia del titular, se ocupó de remontar los batallones, disciplinarlos y organizar nuevos cuerpos. Al regresar San Martín a Chile, Balcarce fue designado en noviembre de 1818 para comandar el ejército argentino-chileno destinado a luchar contra los enemigos que asolaban la provincia de Concepción. Balcarce al frente de 3.000 hombres marcha contra el general Sánchez, a quien obliga a desalojar la isla de Laja y el fuerte Nacimiento, en enero de 1819, tomándole prisioneros, víveres y bagajes, así como gran cantidad de armamento. Continuó persiguiéndolo tenazmente hasta que alcanzó a Sánchez en el momento en que se alistaba para cruzar el Bío-Bío, obligándolo a empeñar un combate, el 19 de enero, en el cual los realistas perdieron 600 hombres y el resto de sus fuerzas se vieron precisadas a emprender la fuga.

Pero esta campaña, colmada de penurias, resintió la salud del general Balcarce, que se vio obligado a retirarse a Santiago, entregando al coronel Ramón Freire el mando militar y político de la provincia de Concepción, lo que efectuó a fines de febrero. Cuando sus males se lo permitieron se trasladó a Buenos Aires, donde fue nombrado Jefe del Estado Mayor General el 19 de julio de 1819.

Muerte

En el ejercicio de sus tareas, la muerte lo sorprendió, el 5 de agosto de 1819, a la edad de 45 años. La ceremonia de la inhumación de sus restos se llevó a cabo en el templo de Santo Domingo, pronunciando la oración fúnebre el sacerdote Pantaleón García.

Fuentes