Atal Bihari Vajpayee

(Redirigido desde «Atal Bijari Vaspayí»)
Atal Bihari Vajpayee
Información sobre la plantilla
Atal-bihari-vajpay.jpeg
Primer Ministro de la India
NombreAtal Bihari Vajpayee
Nacimiento25 de diciembre de 1924
en Gwalior, estado de Madhya Pradesh
Alma materVictoria College de Gwalio
OcupaciónPeriodista
TítuloPrimer ministro de la India
Término19 de marzo de 199821 de mayo de 2004
Partido políticoBJP

' Atal Bihari Vajpayee. Fue Primer Ministro de la India (desde el 19 de marzo de 199821 de mayo de 2004).

Biografía

Atal Bihari Vajpayee nació el 25 de diciembre de 1924 Gwalior, estado de Madhya Pradesh. Uno de los siete hijos de un maestro de escuela provincial y perteneciente a una familia de religión hindú, estudió en el Victoria (hoy Laximbai) College de Gwalior, en su Madhya Pradesh natal, y el DAV College de Kanpur, en el estado norteño de Uttar Pradesh. Desde temprana edad se ganó la vida como periodista y trabajador social, y políticamente comenzó su activismo en las filas el Rashtriya Swayamsewak Sangh (RSS, Unión de Voluntarios de la Nación), un movimiento de masas nacionalista, conservador y sectario hindú fundado en 1925 y opuesto triplemente al colonialismo británico, al laicismo socializante que preconizaba el Partido del Congreso (también llamado Congreso Nacional Indio, INC) del futuro primer ministro Jawaharlal Nehru y a las proclamas del Mahatma Gandhi sobre la necesidad de integrar a los musulmanes en el futuro Estado indio. En 1942 Vajpayee fue detenido y brevemente encarcelado por tomar parte en una protesta antibritánica organizada por el INC, el partido hegemónico entre los hindúes antes y después de la independencia ganada en agosto de 1947.

Tras graduarse en Ciencias Políticas se incorporó a la política de partidos del flamante Estado, sin dejar de practicar el periodismo. En octubre de 1951 estuvo entre los fundadores en Delhi del Bharatiya Jana Sangh (BJS, Unión Popular India), fuerza nacida a partir de la militancia de la RSS y con la vocación de oponer una contestación parlamentaria al todopoderoso INC, siendo su primer líder Syama Prasad Mookerjee. Esa pretensión tomó cuerpo en las elecciones de 1957, cuando Vajpayee ganó su primer escaño de diputado en el Lok Sabha o Asamblea del Pueblo, la cámara baja del Sansad o Parlamento federal y se convirtió en el líder de la sección parlamentaria del partido, labor que iba a desempeñar durante 20 años. En 1962 se presentó a la cámara alta, el Rajya Sabha o Asamblea de los Estados, y ganó la representación hasta 1967, cuando retornó a la bancada del Lok Sabha.

Carrera política

Desde el principio, y pese a su juventud, Vajpayee ejerció el liderazgo de la BJS en el Sansad, donde el INC fue renovando su mayoría absoluta en las sucesivas consultas electorales. En sus largos años de diputado adquirió una sólida experiencia internacional como miembro de delegaciones parlamentarias enviadas para representar a India en reuniones y conferencias celebradas en el extranjero. En 1968 se convirtió en el presidente del partido y afirmó su condición de uno de los más importantes líderes opositores a los gobiernos de Indira Gandhi, hija de Nehru y continuadora de la dinastía política.

El 24 de marzo de 1977 tomó posesión el Gobierno del JP. Su presidencia le fue conferida al Morarji Desai, un octogenario tradicionalista y ultraconservador que había roto con el INC unos meses atrás. Vajpayee, reelegido en el Lok Sabha en representación de Nueva Delhi, fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores y Advani tomó la cartera de Información y Radiodifusión, un puesto que le venía como anillo al dedo, dado su perfil de propagandista doctrinario. En mayo siguiente, Vajpayee y Advani procedieron a fusionar formalmente la BJS con sus socios de coalición, dando lugar a un partido inestable condenado a hacer implosión antes de terminar la legislatura.

Como responsable de la diplomacia india, Vajpayee, dentro de su derechismo nacionalista, se acreditó como uno de los pragmáticos liberales con que contaba el Ejecutivo de Desai, aunque sólo fuera por contraste con la actitud de los elementos ultras del JP, tachados frecuentemente de antimusulmanes y antipakistaníes (sin ir más lejos, Advani fue objeto de este tipo de imputaciones). En los dos años en que Vajpayee estuvo al frente del Ministerio, la política exterior de India, sin abandonar los principios cardinales del no alineamiento y el neutralismo activo entre los bloques occidental y oriental, mutó del acusado prosovietismo que había caracterizado los años del INC al entendimiento con Estados Unidos, visto como un contrapeso más eficaz de las principales amenazas exteriores, las representadas por los vecinos China y Pakistán.

El 9 de mayo de 1986 Vajpayee cedió la presidencia del partido a Advani y poco después se hizo con el escaño en el Rajya Sabha, recobrando la condición de líder del partido parlamentario. Como senador, encajó la nueva decepción que supusieron las elecciones generales de noviembre de 1989, cuando el BJP ascendió un poco en cuota de sufragios, al 11,4%, y rebotó hasta a los 30 escaños (luego convertidos en 86 a fuer de una serie de transacciones con el bloque gubernamental a cambio de apoyo parlamentario), pero vio birlada la primacía opositora por el centroizquierdista Janata Dal (JD, Partido Popular), la otra formación mayor surgida de las cenizas del JP. Por segunda vez desde la independencia, el INC perdió la mayoría absoluta y la alternativa de gobierno la brindó el JD, cuyo jefe, Vishwanath Pratap Singh, formó un precario Ejecutivo de coalición junto con sus socios progresistas del Frente Nacional.

En unos años en que las tensiones interconfesionales, degeneradas a menudo en terribles pogromos, se multiplicaban en un país superpoblado donde confluía un universo de lenguas, religiones, etnias y culturas, el BJP planteó un nacionalismo militante que, a los ojos de muchos observadores, ponía en tela de juicio las mismas bases que sostenían la democracia más grande del mundo, a saber: la aconfesionalidad del Estado, el tratamiento secularizado de los problemas nacionales y la concesión de medidas compensatorias a los musulmanes (una absoluta minoría frente al 82% de hindúes, pero aun así 120 millones de ciudadanos) y el resto de minorías étnico-religiosas, a modo de discriminación positiva.

Aunque consideraban al Mahatma Gandhi el artífice de la independencia y un maestro moral, el BJP y la añeja organización socio-religiosa afín, la RSS, contradecían su mensaje ecuménico de tolerancia al equiparar hinduidad (localmente, se acuñó un neologismo para expresar este concepto, Hindutva) e indianidad, esto es, al concebir la identidad nacional india como el reflejo de las especificidades culturales y sociales de la religión mayoritaria. Vajpayee siempre osciló entre la ambigüedad y el distanciamiento frente a las situaciones más explosivas que provocaban las agitaciones populistas en el campo nacionalista.

Como dirigente

Así, en diciembre de 1992 Vajpayee fue el único dirigente del partido -desde 1991 presidido por Murli Manohar Joshi- que lamentó, aunque con sordina, el asalto y la destrucción, el día 6, de la mezquita Babri de Ayodhya, en Uttar Pradesh, por una turba de fanáticos perteneciente a la Vishva Hindu Parishad (VHP, Asamblea Hindú Universal), una asociación religiosa estrechamente relacionada con el BJP y la RSS. De hecho, todos ellos se hermanaban bajo la sigla del Sangh Parivar (SP), una federación político-religiosa cuya principal bandera era la promoción del concepto nacionalista del Hindutva. Este incidente, que se venía fraguando desde hacía tiempo e inauguró una década de violencias esporádicas entre musulmanes e hindúes a nivel nacional, a la vez que servía permanentemente de arma arrojadiza en las trifulcas de los partidos representados en el Parlamento federal, involucró a sectarios de las dos confesiones, si bien la agresión partió de la parte hindú.

Uno de los dirigentes nacionalistas menos refractarios a la iniciativa del efímero primer Gobierno del Frente Nacional habría sido Vajpayee, cuya agenda pública incluía actividades en el Hindu Sangathan, una organización comprometida con causas sociales como la erradicación de la intocabilidad de los miembros de las castas más bajas y la emancipación de la mujer. Pero en torno a la cuestión de Ayodhya su posibilismo resultó ser mucho menos explícito. En realidad, Vajpayee guardó silencio antes, durante e inmediatamente después de la destrucción de la mezquita Babri. Sólo tras constatar las trágicas secuelas, una espiral de enfrentamientos interconfesionales que dejó entre 2.000 y 3.000 muertos en los estados de Uttar Pradesh, Madhya Pradesh, Rajasthán y Gujarat (así como la megalópolis de Mumbai –Bombay- en Maharashtra, capital económica del país y hasta entonces un modelo de convivencia religiosa), cuatro feudos tradicionales del BJP, salió el ex ministro a manifestar su repudio a los excesos cometidos por el radicalismo hindú.

La fórmula, con Vajpayee candidateando de nuevo a primer ministro, recibió el nombre de Alianza Democrática Nacional (NDA) y resultó un éxito total: el bloque opositor capturó 253 escaños con el 37% de los votos, superando ampliamente al INC y sus aliados (166) y al Frente Unido de las izquierdas (98), y asomándose a la mayoría absoluta. A título individual, el BJP conquistó 182 diputados y agrandó la distancia con el INC, donde la conmoción y la turbamulta catapultaron al liderazgo a la viuda de Rajiv, Sonia Gandhi, la continuadora de la mítica saga familiar. En cuanto al porcentaje de voto, los nacionalistas empataron técnicamente en el 25% con sus inveterados adversarios, que retuvieron la condición de fuerza más votada por sólo dos décimas.

Como Primer Ministro

El 19 de marzo de 1998 Vajpayee juró como primer ministro –y, como había hecho en 1996, se reservó también la cartera de Exteriores, con carácter temporal- y el día 28 superó la preceptiva votación de confianza en el Lok Sabha gracias a los votos del Telugu Desam Party (TDP, fuerza progresista asentada en Andra Pradesh que había concurrido a las elecciones en el Frente Unido) y otros partidos regionalistas menores, todos los cuales accedieron a sostener el heterogéneo Ejecutivo para el resto de la legislatura. En la investidura, Vajpayee anunció que su gobierno no vacilaría en dotar al país de una capacidad nuclear militar "para garantizar su seguridad e integridad territoriales". En otras palabras, el flamante ejecutivo nacionalista se disponía a oficializar una realidad no declarada desde la prueba nuclear secreta de 1974.

En efecto, el 11 de mayo, India, que dos años atrás había sido el único país junto con Libia y Bután en votar contra el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBT) en la Asamblea General de la ONU, informó de la detonación ese día de tres ingenios, uno de ellos una bomba H con una potencia de ignición de 45 kilotones (extremo éste acogido con escepticismo por los expertos de defensa de Estados Unidos), en el subsuelo de Pokhrán, en el desierto de Rajasthán, a un centenar de kilómetros de la frontera con Pakistán. Dos días después, el Departamento de Energía Atómica (DEA) del Gobierno notificó que acababa de explosionar otros dos artefactos. Las noticias provocaron la consternación internacional, alarmaron a China y desataron la represalia del vecino país musulmán, que realizó sus propios tests atómicos subterráneos a finales de mes, haciendo oficial también su estatus nuclear de facto.

El 17 de mayo, después de advertir que India estaba en condiciones de reproducir en serie su prototipo de misil balístico Agni, con un alcance de 2.500 km y susceptible de albergar una cabeza nuclear, Vajpayee declaró que su país nunca usaría el arma nuclear con carácter ofensivo y condicionó el final de la escalada, solicitada por Pakistán, al inicio de negociaciones sobre Cachemira, "causa de todas nuestras diferencias". La expresión aludía a las tres guerras, las de 1947-1948, 1965 y 1971, a que había conducido (la última contienda tuvo como desencadenante la secesión de Pakistán Oriental, la actual Bangladesh, si bien también registró combates en Cachemira) la disputa por la soberanía del otrora principado autónomo, hoy dividido entre India, Pakistán y China.

En los meses posteriores, Vajpayee, tachado de temerario e irresponsable de puertas afuera, intentó reconducir la peligrosa situación que habían abierto las pruebas nucleares de mayo con su homólogo pakistaní, M. M. Nawaz Sharif, otro dirigente nacionalista y conservador proclive a los gestos de destemplanza. El 11 de junio, sin embargo, Sharif, muy preocupado por las represalias y el aislamiento internacionales –de los que Pakistán, con una economía mucho menos fuerte y diversificada, y con menos recursos propios, tenía bastante más que temer que India- anunció una moratoria nuclear unilateral e invitó a Vajpayee a que le secundara. El indio respondió que estaba dispuesto a dialogar, pero se resistió a anunciar también la suspensión de las pruebas nucleares –que tampoco se repitieron, por otra parte, ya que la demostración de fuerza ya estaba hecha-.

En 1999 el Gobierno de Vajpayee fue doblemente puesto a prueba por sendas crisis, una interna y la otra externa. El 14 de abril el AIADMK de Jayaram Jayalalitha abandonó la coalición, dejándola en minoría parlamentaria, en desacuerdo con los programas de desarrollo presupuestados para Tamil Nadu. El 17 de abril Vajpayee perdió por un voto, 269 contra 270, la votación de confianza a que se sometió en el Lok Sabha, viéndose obligado a presentar la dimisión. Como el INC fracasó a su vez en el intento de articular una mayoría alternativa de Gobierno, Vajpayee se mantuvo en el cargo en funciones, hasta la celebración al final del verano de las enésimas elecciones anticipadas.

El 29 de mayo Vajpayee ordenó una ofensiva militar a gran escala, la Operación Vijay, obligando a Pakistán a aceptar la retirada de los subversivos al oeste de la Línea de Control a partir del 12 de julio. El 10 de agosto, el derribo de un avión de reconocimiento de la Armada pakistaníes con 16 hombres a bordo, ninguno de los cuales sobrevivió, volvió a agitar los tambores de guerra, produciéndose represalias artilleras y declaraciones altisonantes más agresivas de lo habitual. Por fortuna, las aguas volvieron a su cauce, aunque el riesgo de desbordamientos siguió siendo muy alto.

El 13 de octubre de 1999, Vajpayee, recién elegido como número uno de la ejecutiva del BJP (la presidencia nominal recaía esta vez en Kushabhau Thakre) y líder del grupo parlamentario, y confortado por unas razonables perspectivas de estabilidad que, salvo una defección sonada o cualquier otro accidente, permitían concebir la terminación natural de la legislatura al cabo de cinco años, prestó juramento de su tercer mandato al frente de un Gobierno en el que recibieron carteras representantes de 10 partidos.

A lo largo de 2000 Vajpayee continuó asentado en el poder con aparente solidez, pese a que algunos miembros de la coalición (en particular el TDP, que, pese a ser el segundo partido de la NDA en número de escaños, renunció a tener una cuota ministerial en el Ejecutivo) expresaron sus reservas respecto a los pruritos del BJP de llevar adelante un programa hinduista excluyente.

En política exterior, Vajpayee se encontró con que la nueva administración republicana de George W. Bush en Estados Unidos mutaba el matiz proindio del Gobierno de Clinton por otro propakistaní. Pero la condescendencia –o, más bien, el desinterés- de Washington con las actividades de los rebeldes musulmanes en Cachemira iba a volatilizarse después de los catastróficos atentados perpetrados el 11 de septiembre contra Nueva York y el Pentágono por la organización terrorista Al Qaeda que lideraba el integrista saudí Osama bin Laden.

Días después del 11-S, el primer ministro ofreció gustoso la inclusión de India en la coalición global contra el terrorismo, puso a disposición de Estados Unidos bases militares y otras facilidades logísticas para la operación bélica Libertad Duradera, cuya primera batalla empezó a librarse en Afganistán el 7 de octubre, y no se privó de meter el dedo en la llaga de Cachemira, insistiendo en que India también era víctima del terrorismo de matriz fundamentalista y propósitos puramente desestabilizadores. Así parecía indicarlo el ataque lanzado el 1 de octubre por militantes musulmanes contra la Asamblea Legislativa estatal de Srinagar, capital de Jammu y Cachemira, que dejó 38 víctimas mortales. Por otra parte, aunque su efecto venía siendo más bien escaso, el último paquete de las sanciones económicas impuestas en mayo de 1998 fue levantado (al igual que a Pakistán) por Washington el 23 de septiembre.

El primer ministro advirtió que la “paciencia de India” se estaba “agotando”, e hizo directamente responsable al Gobierno de Islamabad del terrorismo en el estado de las estribaciones del Himalaya. El retorno a su antiguo puesto gubernamental, el 15 de octubre, del socialista Fernandes, partidario de la firmeza con Pakistán, se enmarcó en la postura general de reafirmación nacional. De todas maneras, saltaba a la vista que Estados Unidos no quería que India intentara romper el statu quo a su favor ahora que el adversario sufría fortísimas presiones desde fuera y desde dentro (el grito de rebelión de los partidos protalibán, que situaba a Musharraf contra las cuerdas), y que prefería la continuidad del equilibrio del terror basado en las armas nucleares, hasta que los dos países se avinieran a negociar en serio.

Vajpayee, encolerizado por este nuevo baño de sangre y en el mismo corazón de la democracia india, imputó el atentado al Ejército de Mahoma (Jaish-e-Mohammad, JeM) y a otro grupo paramilitar que combatía en Cachemira y que había tenido campamentos de instrucción en Afganistán, el Ejército de los Puros (Lashkar e-Taiba, LeT), especializado en actos de tipo terrorista. Los dos eran más que sospechosos de contar con el patrocinio del Servicio de Inteligencia militar pakistaní, el ISI.

A Vajpayee todo esto no le pareció suficiente y el 27 de diciembre el Gabinete decidió adoptar contra Pakistán una serie de medidas punitivas que afectaban a las comunicaciones aéreas y terrestres, y al ámbito diplomático. En un claro mensaje de apoyo a las exigencias indias, la Secretaría de Estado notificó la inclusión del LeT y el JeM en su lista negra de organizaciones terroristas. Ahora que los talibán y las huestes de Al Qaeda habían sido barridos (aunque no eliminados por completo) en Afganistán y el país centroasiático estaba ocupado por su Ejército, Estados Unidos tenía menos necesidad del soporte logístico de Pakistán y podía permitirse ser más vehemente con Musharraf. De ello tomaba Vajpayee debida nota.

La demostración de fuerza india, la conclusión de los combates de envergadura en Afganistán y la actitud prudente de Musharraf dieron paso a un relajamiento de la crisis, justo después de haber alcanzado ésta su clímax. Así, el 1 de enero de 2002 los ministerios de Exteriores informaron de la renovación del pacto bilateral vigente desde 1991 que prohibía, en caso de guerra, atacar las respectivas instalaciones nucleares para usos militares. Mucha más expectación despertó la coincidencia de Vajpayee y Musharraf en Katmandú el 5 de enero para tomar parte en la XI Cumbre de la SAARC. Los líderes leyeron sendos discursos antiterroristas y no desaprovecharon la ocasión para estrecharse la mano. El gesto partió del presidente pakistaní y mereció la ovación de los presentes.

Durante la crisis de Gujarat, Vajpayee menudeó los llamamientos a la calma e, in extremis, consiguió convencer a la VHP para que pospusiera sus planes de levantar el templo de Rama sobre las ruinas de la mezquita Babri de Ayodhya. Aunque existía una sentencia judicial contraria a la construcción, la VHP había convocado a sus fieles a reunirse en la ciudad de Uttar Pradesh para iniciar las obras el 15 de marzo. El Gobierno federal de Nueva Delhi, aun simpatizando varios de sus miembros –Advani, el primero- con las pretensiones de los grupos religiosos, bajo ningún concepto quería dar pábulo a ceremonias de exaltación comunitarista en tan dramáticas circunstancias.

Sin embargo, cuando las violencias remitieron, Vajpayee, en parte, se dejó arrastrar por el endurecimiento del discurso impuesto por numerosos responsables del BJP. Instigado por el ala radical, el primer ministro solicitó al Tribunal Supremo federal que levantara la prohibición que pesaba sobre las actividades religiosas en Ayodhya. Por lo demás, a pesar de las denuncias por partidos musulmanes y de izquierda, y por diversas ONG, de que las más altas instancias del BJP y el poder ejecutivo de Gujarat habían estado implicadas en la organización de los pogromos antimusulmanes, el partido gobernante ganó con autoridad en las legislativas estatales de diciembre. El ministro principal, Narendra Modi, que en julio había disuelto su gobierno y adelantado los comicios para salir al paso de las críticas que le llovían, tuvo, por tanto, una confirmación triunfal.

De todas maneras, Vajpayee no dejó de ejercer de estadista. Su preocupación por atenuar la imagen de sectarismo que volvía a apoderarse del partido gobernante se apreció en la promoción de la candidatura del eminente ingeniero de cohetes A. P. J. Abdul Kalam, de confesión musulmana, al puesto de presidente de la República, que el 25 de julio desocupaba Kocheril Raman Narayanan al expirar su mandato quinquenal. Además, tratándose Kalam del padre de los programas astronáutico y de misiles para usos militares, su elección para la jefatura del Estado, oficina de atribuciones meramente simbólicas y ceremoniales, permitía las asociaciones con la afirmación de India en el escenario internacional.

Vajpayee, próximo a entrar en su octava década de vida y mermado de salud, explicó ante el Lok Sabha que quería dejar un “legado de paz” entre India y Pakistán. La verdad fue que, hasta el final de la legislatura, el primer ministro se apuntó un rosario de éxitos bastante impresionante, en todos los terrenos, dando alas a las perspectivas de victoria del oficialismo en las generales de 2004, en las que el veterano político ya no sería candidato a primer ministro. En el BJP no se veía a otro líder con el talento de Vajpayee para lidiar con múltiples problemas y forjar pactos, alianzas y consensos en el atomizado sistema de partidos indio, pero el candidato in péctore era Advani, la personalidad política más fuerte que tenía el partido y el incontestable número dos del Ejecutivo, como ministro del Interior y, últimamente también, viceprimer ministro.

También en 2003, Vajpayee tomó parte en la cumbre del llamado “diálogo alargado” entre los líderes del G-8 y los de 11 países en desarrollo, en Evian el 1 de junio. De la cita en la localidad francesa surgió, a iniciativa de la diplomacia de Brasil, una “nueva alianza estratégica” triangular a la que se incorporó Sudáfrica. El 6 de junio Brasilia fue el escenario de la primera reunión de cancilleres de los tres países que saludó el nacimiento de este “bloque del sur”, en la expresión usada por los protagonistas, y que adoptó una Declaración centrada en los aspectos desarrollistas, comerciales, medioambientales y sanitarios. El Foro de Diálogo India-Brasil-Sudáfrica (IBSA) fue lanzado formalmente en la Asamblea General de la ONU en septiembre. Poco después de la cumbre de Evian, del 22 al 27 de junio, Vajpayee estuvo en China, en el primer viaje de estas características desde 1993, para cobrarse los frutos de unos años de diálogo bilateral centrado en la superación de las diferencias fronterizas y las cuestiones de seguridad.

A principios de enero de 2004 Vajpayee acudió puntualmente a la XII Cumbre de la SAARC, en Islamabad. La cita multilateral se convirtió en un viaje de Estado y el primer ministro fue recibido por su equivalente pakistaní, el civil Mir Zafarullah Khan Jamali, el día 4, y por el propio Musharraf el 5. Todo sonrisas y efusividad, Vajpayee le estrechó la mano a Jamali, quien le piropeó llamándole “poeta” y “visionario”. Un poco más sobrio fue el encuentro con Musharraf, que era el que contaba. A la salida, los dignatarios anunciaron un acuerdo para iniciar, por fin y a la mayor brevedad, conversaciones formales al nivel de ministros de Exteriores sobre Cachemira, el enfrentamiento nuclear y el resto de cuestiones bilaterales. El proceso de diálogo iba a estar orientado “hacia el objetivo común de la paz, la seguridad y el desarrollo económico para nuestros pueblos y para las generaciones futuras", rezaba el comunicado conjunto. Contento, el general-presidente alabó a su huésped por su “visión”, “flexibilidad” y “categoría de estadista”.

El país exportaba más que nunca, y lo hacía de una manera cada vez más diversificada y competitiva: a los textiles y manufacturas tradicionales se les venían sumando una amplísima gama de productos farmacéuticos, químicos, biotecnológicos y de automoción, sectores todos ellos abiertos, aunque de manera controlada, y al igual que la banca y el sector energético, al capital foráneo y los procesos de privatización. Pero el ramo industrial de más rápido crecimiento, con mayor potencial (advertido por las principales empresas occidentales) y que mejor servicio hacía a la publicidad positiva del país era el de los componentes informáticos, tanto de hardware como de software. Sólo las exportaciones de programas para ordenadores generaron 10.000 millones de dólares en 2002-2003, sin perder de vista los cuantiosos ingresos por la prestación de servicios anexos. El Gobierno aspiraba también a convertir a India en un puntal de las telecomunicaciones de Asia.

Finalmente, el sector agrícola, que seguía empleando al 60% de la fuerza laboral, producía de tal manera que se garantizaba el autoabastecimiento –teórico- de los 1.065 millones de indios y quedaba para vender al exterior, arroz en particular. De hecho, India era uno de los más importantes productores de alimentos del mundo. El país exudaba dinamismo y ofrecía el cuadro macroeconómico más lustroso de su historia, impeliendo a Vajpayee y sus colegas a acuñar los eslóganes electorales triunfalistas India Shining (La India que brilla) y Feel-Good Factor (Sentimiento de bienestar, una expresión tomada prestada de la jerga económica).

Con ser correctos todos esos datos, los partidos de la oposición, las ONG y analistas locales y extranjeros se encargaron de matizarlos a conciencia, sacando a la luz fuertes desequilibrios. Si bien era cierto que la estructura económica crecía rápidamente en cantidad y diversificación, también lo era que la tendencia descansaba casi exclusivamente en el sector servicios, que aportaba ya un 50% del PIB, y en los citados subsectores informático, telemático y farmacéutico. En realidad, buena parte del agro y otro tanto de la industria experimentaban unos ritmos de crecimiento mucho más modestos, estaban estancados o incluso acusaban un retroceso.

A medida que se acercaba la cita con las urnas, el partido del Gobierno fue confirmando su liberalismo con una serie de medidas que pasaron por alto las problemáticas del campesinado y buscaron contentar a las clases urbanas medias, como la disminución de los tipos de interés (los más bajos en tres décadas) para estimular el consumo, el levantamiento de los controles a los flujos de capital y el abaratamiento de las tasas de aduana de productos con fuerte demanda interna, como los vehículos utilitarios, los teléfonos móviles, los ordenadores personales y los lectores de DVD.

Sumido en la autocomplacencia y convencido de que las elecciones generales iban a ser una marcha triunfal para el BJP –casi todas las encuestas vaticinaban una victoria por goleada de la NDA, aunque no la mayoría absoluta de su principal integrante en solitario-, el equipo dirigente pareció no darse cuenta de que en las áreas rurales, escenario de gravísimas situaciones de abuso e injusticia social que resistían cualquier intento de desarraigo, cundía el malestar por la percepción de que los beneficios del boom estaban yendo a una minoría de privilegiados. Vajpayee insistía en que había conseguido una disminución real de la pobreza, pero esta afirmación era tachada de demagógica por el INC y las izquierdas. Muchas decenas de millones de ciudadanos, de la ciudad, pero sobre todo del campo, que subsistían con un nivel de ingresos inferior al dólar diario, luego pobres de solemnidad, no veían ni brillo ni bienestar por ningún lado, dando lugar a un sentimiento de frustración que terminaría expresándose con un fuerte voto de castigo al poder.

Vida privada

Solterón empedernido y personaje multifacético.

Ediciones de Vajpayee

En sus años en que simultaneó la política con el periodismo Vajpayee editó los diarios Swadesh y Veer Arjun, el semanario Panchjanya y la revista mensual Rashtradharma. Ha publicado varios volúmenes de discursos y algunas antologías de poemas que redactó en prisión cuando el período de emergencia en los años setenta. Estos escritos están impregnados de sentimiento patriótico y su calidad artística ha sido destacada por los críticos literarios. De acuerdo con su currículum oficial, El ex primer ministro está en posesión de los galardones indios Padma Vibhushan (1992), Lokmanya Tilak Puruskar (1994) y Bharat Ratna Pt. Govind Ballabh Pant al mejor parlamentario (1994). En 1993 su antigua universidad de Kanpur le otorgó un doctorado honorífico en Filosofía. Además de las filiaciones arriba comentadas, ha pertenecido al Consejo Nacional de Integración (desde 1961), al Pandit Deendayal Upadhyay Smarak Samiti (1968-1984) y al Janmabhomi Smarak Samiti, entre otras organizaciones sociales y culturales.

Fuentes