Batalla del bosque de Teutoburgo (Alemania, año 9)

Batalla de Teutoburgo
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Fecha 9 del año 9 d. C
Lugar Condado de Osnabrück, en Baja Sajonia (Alemania)
Resultado Victoria germana y fin de la expansión romana más allá del Rin
Beligerantes
Tribus germanas (queruscos, marsios, chatti, brúcteros, usípetes y angrivaros)
Imperio Romano
Comandantes
Arminio
Publio Quintilio Varo †
Fuerzas en combate
Desconocidas. Probablemente entre 15.000 y 25.000 combatientes. Tres legiones, tres alas de caballería y 6 cohortes auxiliares. Probablemente unos 20.000 hombres

La batlla de Teutoburgo También conocida por el desastre de Varo o la selva de Teutoburgo, fue una de las mayores derrotas del ejército romano en toda su historia militar. La pérdida de tres legiones enteras, en septiembre del año 9 d.C., bajo el mando de Publius Quintilius Varus. Durante cuatro días de septiembre de 9 d. C. se produjo una de las pérdidas más trascendentales de Roma. Entre 15.000 y 25.000 hombres de la XVII legión, la XVIII y quizá la XIX con sus cohortes auxiliares, se enfrentaron a unos 20.000 germanos de tres o más tribus. Los romanas fueron aniquilados. Solo algunos consiguieron volver a las fronteras del Rhin al cabo de meses o años.

El Imperio Romano sufrió muchas derrotas a lo largo de sus cinco siglos de historia, pero dos de ellas lo marcaría profundamente hasta el final de sus días.

Quizá la primera sería la Batalla de Alia, cuando Roma pugnaba por ser potencia regional y fue saqueada por los galos y finalizada con un humillante tratado de paz. Dicha derrota siguió siendo recordada con terror e indignación por los romanos, incluso siendo ya los dueños del mundo. La segunda fue la Batalla del bosque Teoutoburgo, también llamada Batalla de la selva de Teoutoburgo o Matanza de Varo, pues supondría la pérdida de una frontera por la que entrarían infinidad de problemas y finalmente los pueblos invasores que contribuirían al fin del Imperio Romano de Occidente.


La detención de la expansión del Imperio Romano

Octavio Augusto consideraba importante conquistar Germania, pese a detener la expansión de Roma. Cuando Octavio Augusto tomó el poder de Roma, en el 43 a.C., se convirtió en el dirigente de un imperio que había crecido vertiginosamente.

El camino seguido por Roma desde ser la unión de dos aldeas hasta convertirse en una potencia regional fue muy lento, más doscientos años en dominar a todos los pueblos de la Península Itálica. Sin embargo el paso a dominar la mayor parte del mundo conocido fue rapidísimo, tanto que una persona longeva podía haber asistido u oído las conquistas de Ponto siendo niño o adolescente; para conocer las incorporaciones de la Galia o Egipto más adelante y el sometimiento de toda Hipania ya en su vejez.

Sin embargo, esta expansión desmesurada reclamaría muchos cambios, tanto para Roma y su ejército como para los pueblos conquistados.

Augusto había heredado, tras la guerra contra Marco Antonio, entre 60 y 80 legiones de unos 2.500 hombres cada una. Estas legiones contaban con un buen número de tropas profesionales; además hacia tiempo que el estado se ocupaba de suministrar las armas, indumentaria y la paga suficiente para mostrar atractivo el servicio en filas durante años, sino décadas. Un servicio que cada vez se realizaba más apartado de las tierras natales de los legionarios.

El ejército había sido reformado en distintas ocasiones y a Octavio Augusto le tocaba la tarea de disminuir su volumen para hacerlo viable económicamente, sin perder su eficiencia. De esta manera redujo el número de legiones a 28, eso sí, de más de 4.000 efectivos cada una, en su mayoría profesionales, equipadas pesadamente y con posibilidad de viajar con comerciantes, esclavos, meretrices.... Las tropas más ligeras, por ir menos armadas, se redujeron mucho con la reforma de Mario y serían en su mayoría cohortes auxiliares, no romanas, así como buena parte de la caballería, entre 120 y 200 jinetes, también podía estar integrada por tropas auxiliares.

El peso principal de la legión descansaba sobre los infantes, bien armados, pesadamente protegidos y que debían cumplir 25 años de servicio militar. Esto convertía al romano en una fuerza de duros veteranos, integrados en legiones con una sólida historia, dotados de un fuerte espíritu de cuerpo y mandados por centuriones y tribunos de gran experiencia, no tanto los legados y generales.

Pero con todo, el primer emperador era consciente las muchas dificultades para seguir expandiendo los dominios romanos. Ya lo había percibido muy oportunamente Julio Cesar al enviar únicamente operaciones de castigo contra Britania y Germania; pues sabía que no podía retener esas tierras. Octavio no demostró ser ni mucho menos tan buen militar como Julio Cesar, era sobre todo un político de gran talla. Como tal conocía el considerable gasto de las 28 legiones y también que ese gasto podía multiplicarse varias veces con cada nuevo territorio conquistado. Constituye casi un axioma histórico la utilización que hizo Roma de la fuerza para dominar el mundo; así Vegecio había escrito:

El pueblo romano no sometió al mundo con ninguna otra cosa a excepción del ejercicio de las armas, la disciplina del cuartel y la práctica militar.

Es decir, la ferocidad de las legiones romanas podía someter las voluntades momentáneamente, pero serían las ventajas aportadas por Roma lo que traería la Pax romana; el disfrutar del Derecho, el agua corriente, las termas, las calzadas, el vino, los juegos circenses... Toda esta serie de actuaciones conllevaban unos gastos enormes que se multiplicaban con cada nueva incorporación. Por mucho que las nuevas provincias pagaran impuestos y las obras públicas fuese sufragadas en parte por mecenas, los gastos de cualquier imperio no son despreciables. Por esta razón la expansión que la República había realizado era necesario detenerla.

No obstante, existía una excepción y esa era la provincias de Germania. La frontera del Elba permitía disponer de un territorio colchón entre Italia y la frontera, además de acortarla sustancialmente. Fuente Quesada

Por tres motivos Augusto consideraba que debía cruzar el Rhin y llevar el incipiente imperio hasta el río Elba:

Una frontera delimitada por el cauce del Elba y el Danubio posee una longitud de 1.200 Km, mientras que la formada por el Rhin y el Danubio añadía alrededor de mil kilómetros más. Unos mil kilómetros que debían ser defendidos de los únicos pueblos que, según Tácito, estaban en guerra con Roma. Los germanos eran pueblos nómadas y belicosos que en más de una ocasión había atacado a los romanos o sus aliados. Julio Cesar ya los percibía como diferentes a los galos, además de unos enemigos poderosos. No solo en el campo de batalla, Ariovisto le demostró que también podían ser un contrincantes de altura en la mesa de negociaciones, no solo por su firmeza sino también por sus argumentos. Además de constituir un duro oponente estaba separado de la península Itálica únicamente por la cordillera de los Alpes, en el vértice Rhin Danubi, sin existir ningún territorio de separación entre medias.

Augusto era consciente de no poder conquistar a todos los germanos, dichos pueblos llegaban hasta Escandinabia; pero debía intentar tomar parte de ella para conseguir una seguridad añadida y un ahorro sustancial para las arcas públicas.

Campaña de Germania

En el año 11 a.C. comienzan las penetraciones en Germania desde los campamentos y ciudades en la orilla oeste del Rhin. Según Fernando Quesada Sanz hacia el año 9 d.C. los emplazamientos y las legiones acuartelados en ellas eran, de norte a sur[8]:

  • Nimega cuartel de la legion XVII Classica
  • Xanten-Castra Vetera con la legión XVIII Libyca.
  • Novaesiun, actual Neuss, cuartel de la V Alaudae.
  • Colonia Agripinensi, actual Colonia, la XIX Paterna.
  • Maguncia albergaba la I Germanica.
  • Más al sur y fuera de la ribera del Rhin en Ambrugo-Oberhausen estaba la XVI Gallica y la XXI Rapax.

En total siete legiones para proteger el entrante del Danubio y el que después sería el limes del Rhin.

Las operaciones llevadas a cabo por los romanos a las órdenes de generales como Tiberio eran de dos tipos:

Terrestres: empleando como vía de penetración los grandes ríos de la actual Alemania, como el Lippe, en los que iba construyendo una serie de grandes fuertes con empalizadas, herrerías y de más utilidades necesarias para campamentos semi-permanentes. En la ribera del Lippe se levantaron Halter, Aliso (de ubicación incierta por el momento), Oberaden, Anreppen y Minden.

Anfíbias: desde el mar del Norte penetrando en Germania por ríos como el Wesser.

Augusto encomendó el mando a su hijo Tiberio que ya había demostrado su saber hacer en Dalmacia y poseía gran prestigio entre sus soldados. Sería en Germania donde forjaría gran parte de su carrera militar, lo mismo que otro gran general: Germánico, el padre de Calígula.

Fueron desbaratados los longobardos, gente más feroz aún que la fiereza alamana. Finalmente llegó con sus estandarte el ejército romano cuatrocientas millas más allá del Rinh hasta el río Albis, que parte los términos de los Senones y los Hermunduros; cosa que jamás se pensó o intentó.

Una deficiente romanización

Como se ha comentado antes, la romanización se hacía primero por la espada; pero no únicamente así. Tras las victorias llegaba el levantamiente de grandes campamentos permanentes que después se convertían en ciudades (Colonia, León), la construcción de carreteras y puentes, el saneamiento de las ciudades, y también la asimilación cultura de las élites. Los romanos exigían a los caudillos derrotados la entrega de sus hijos para ser educados y entrenados en Roma, con el fin de devolver después unas élites muy romanizadas. Uno de estos muchachos llevados al Imperio fue Hermann, más conocido por el nombre latino de Arminio, quien llegaría a ser ciudadano romano, miembro de la clase ecuestre y, como tal, con capacidad de mandar unidades dentro de una legión.

Aunque los datos sobre la personalidad de Arminio no son excesivos y en ocasiones discutibles, es posible que fuese un hombre ambicioso o al menos de elevadas pretensiones. Deseaba desposarse con la hija de su tío Seginio, quien no lo quería como yerno. Al tiempo que este sí deseaba luchar al lado de los romanos. Para empeorar las cosas, cabe la posibilidad de que Arminio guardara un gran resentimiento, odio o sentimientos similares hacia los que habían sido sus captores y al tiempo educadores.

En esta situación de romanización limitada es nombrado en el 6 d.C. Publio Quintilio Varo como gobernador de la nueva provincia de Germania. Como se ha dicho, la importancia de esta provincia era de carácter estratégicos, no económicos, y no merecía la dirección directa de Augusto, por lo que dejaba su gobierno en manos de un subaleterno.

Varo había sido proconsul y consul en África y Siria, dos tierras acostumbradas a vivir y a contribuir con imperios y estados poderosos, al tiempo que acaparadores. Patérculo cuenta de él:

No despreciaba el dinero en el gobierno de Syria, donde entró pobre siendo ella rica, y volvió rico dejándola pobre.

Al llegar a Germania siguió la misma política, aumentando los impuestos y guardando para su fortuna personal parte de dichos tributos, sin tener en cuenta que las ventajas de Roma antes citadas no habían llegado aún a los germanos o estaban en ciernes. Las fuentes clásicas romanas se muestran muy críticas con Varo, calificándolo de poco trabajador y cobarde. Es posible que Varo fuese así; pero también es posible que las fuentes estén influidas por los testimonios de los pocos supervivientes y el desastroso resultado de la que fue su última campaña.

De alguna manera Arminio supo esconder sus sentimiento hacia los romanos en presencia de Varo, quien no sospechó estar frente a una conspiración. De este modo el caudillo querusco contaba con dos ventajas hacia el año 9 d.C: por una parte su entrenamiento y conocimiento del ejército romanos, por otra la confianza de Varo. A esto se unía la ferocidad e individualismo de los pueblos germanos, característica esta muy común en sociedades arcaicas; ferocidad e individualismo acrecentados si cabe por la política del Gobernador.

Planes para el aniquilamiento de los romanos

Pese a no disponer de muchos datos sobre las acciones de Arminio, lo que sí es seguro es que el líder germano necesitó tiempo para reunir unos 20.000 guerreros. Eso significaba citas con los jefes de las distintas tribus y clanes, mensajes, visitas, etc; lo que conllevaba tiempo, ausencias de los campamentos, reuniones... en definitiva, datos de que algo se estaba tramando.

En septiembre Varo había llevado con sus tropas hasta el interior de Germania por el Lippe y había permanecido allí varios meses sin demasiadas novedades, por lo cual ya planea la vuelta a sus cuarteles de invierno. En ese momento Arminio lo informó de la existencia de una supuesta sublevación algo más al norte.

Varo mandaba tres legiones, tres alas y seis cohortes auxiliares además de numerosos carros, mujeres, comerciantes, sirvientes y un largo tren logístico. Un ejército enorme al que habría que sumarle otras fuerzas esperando en los campamentos de verano. En ese momento dos decisiones tuvo que tomar Varo: una era si acudir a sofocar la revuelta o regresar para invernar en un lugar más confortable que los campamentos del Lippe. En segundo lugar creer a Arminio y la presunta rebelión o al tío de Arminio, quien lo alertaba sobre la trama del querusco.

Ante la primera disyuntiva Varo optó por cambiar el rumbo de su ejército y dirigirse hacia el lugar de la supuesta rebelión, quizá Varo no era tan indolente como lo describen las fuentes. Respecto a la segunda creyó al equite. Es posible que la incompetencia de Varo no le hiciera captar la advertencia de Seginio; pero también es posible que tuviese en cuenta la enemistad entre tío y sobrino, como un intento de desprestigiar al joven Arminio.

Las dos fuerzas que iban a enfrentarse resultaban muy diferentes:

Los romanos constituían un ejército profesional, con pocas tropas ligeras, basando el peso de su fuerza en las legiones y por tanto en la infantería. Esta era en su mayoría pesada y muy bien protegida. Quizá carente del arrojo inicial germano, pero sí con una enorme disciplina. No solían existir lazos de parentesco entre ellos, aunque los años y el estar muy lejos de su tierra natal los otorgaba una gran cohesión.

Mientras tanto los germanos más bien constituían una milicia de guerreros, muy fieros al principio, pero carentes de orden, disciplina, constancia y sin una cadena de mando que reemplace a los jefes si estos caían. No obstante se les reconoce el esfuerzo de recoger a sus muertos en combate, en lugar de abandonar el campo de batalla cuando la situación se volvía peligrosa. Llevaban poca ropa o incluso iban desnudos. Portaban arcos, lanzas, venablos y otras armas arrojadizas ligeras. Las lanzas en punta de metal eran escasas, mucho más las espadas y corazas. Solían pertenecer a la misma tribu y les unía el parentesco.

No sabemos con exactitud el orden de marcha ordenado por Varo, lo que sí nos dicen las fuentes es que fue el propio de unas tierras pacificadas y no unas en rebelión como en realidad estaba esa parte de Germania. Muy probablemente Varo optó, en el mejor de los casos, por el clásico orden del Ejército en aquella época, Flavio Josefo lo describe en la marcha de Vespasiano sobre Judea, especialmente apropiada resulta esta descripción porque Vespasiano también debió atravesar bosques y Josefo afirma describir el orden de marcha tradicional romano.

Primero iría la caballería auxiliar germana y tras ella los arqueros, ambos con la misión de reconocer el terreno y evitar cualquier emboscada. En esto estuvo el primer error táctico de Varo o la primera victoria de Arminio. Esas fuerzas, que debían ser los ojos del general y la protección contra posibles espías, desaparecieron enseguida, unas tal vez por eliminación pero muchas otras probablemente por deserción.

Detrás iría un destacamento de infantería y caballería romana que llegado el caso podría advertir del panorama observado. Pero los germanos, quienes ya conocían esto, los fueron atacando y aniquilando.

Después caminaban los zapadores quienes se ocuparían de delimitar y comenzar a levantar el siguiente campamento. Estas fuerzas salían varias horas antes que el grueso de las tropas. Quizá por esa razón, cuando Varo se dio cuenta de que algo estaba yendo mal el grueso de su ejército ya habría penetrado en el bosque de Teutoburgo y la trampa estaba a punto de cerrarse.

Ya en el Bosque

El bosque de Teutoburgo, cuenta Dión Casio, resultó ser un terreno muy abrupto, lleno de grandes raíces y árboles muy anchos que hacía difícil el avance y obligaban a los legionarios a caminar casi en línea, por unos senderos estrechos. Esto ya suponía un dificultad para un ejército que carecía de arqueros y tropas ligeras, pasadas al bando germano o eliminadas.

Marchando confiado y probablemente en cuarta o quinta línea, Varo no debió presentir el peligro y quizá no era consciente de que, una vez dentro del bosque, salir de aquella selva sería difícil, cualquiera que fuese la dirección tomada. Pero este exceso de confianza puede ser normal en una provincia considerada parte del imperio romano desde hacía unos 20 años.

Actualmente la mayoría de los especialistas dan por buen la versión de Dion Casio y es la que aquí se detalla; sin embargo la postura de Peter Wells es también seguida incluso en documentales de gran presupuesto caso de El bosque de la muerte

Primer día

La jornada comenzó con una fuerte tormenta. El viento llegó a tronchar algunas copas de los árboles, las cuales cayeron sobre los legionarios, creando confusión y rompiendo las líneas aún más. El agua debió ser copiosa, como no es extraño en los climas atlánticos, haciendo más lenta la marcha, más cansado el caminar y aumentando el peso de toda la panoplia que comenzaban a empaparse.

Una vez dentro del Bosque los germanos lanzan un ataque tras otro. Flechas, venablos y algún que otro choque cuerpo a cuerpo rápido para aprovechar su mayor movilidad. Después se retiran y los romanos no pueden perseguirlos. Durante todo el día el acoso fue constantes y las bajas comenzaban a crecer, pese a no saberse en la actualidad con certeza el número. Los escudos, empapados de agua, resultaban casi imposibles de mantener altos, por lo que la única defensa la proporcionaban las lórigas. La carabana era demasiado larga para defenderla toda, las pesadas lanzas romanas no alcanzaban a los germanos. Toda una retaíla de esfuerzos y frustraciones.

La jornada debió ser durísima, tanto física como moralmente, al darse cuenta de que luchaban contra un enemigo inatrapable por la diferencia de peso que además los iba desangrando poco a poco. Pero de parte romana estaba su entrenamiento y sobre todo su veteranía, algunos llevaban 20 años en el ejército o incluso más como se ha indicado. Por eso al final de la jornada el primer grupo y los zapadores localizaron y acotaron el terreno para fortificarlo, marcaron los perímetros y después el grueso del ejército que iba llegando comenzaría con las tareas de fortificación: cavar el foso, levantar el muro, clavar las estacas para las empaliziadas, montar las tiendas...

La noche no resultaría muy reparadora por varios factores como el miedo a saberse dentro de una ratonera, la humedad y posibles ataques.

Segundo día

A la mañana siguiente Varo cambió por completo el orden de marcha para ir más agrupados y darse cobertura mutua. Así mismo sus hombres quemaron y destruyeron todo lo que les enlenteciera e incluso cubrieron los cencerros de los animales con vegetación para no ser delatados, como ha demostrado la arqueología. Lo que indica un cambio de actitud en aquellos soldados; de ser un ejército eminéntemente ofensivo, virtud tenida en alta estima por los propios romanos, habían pasado a evitar los ataques en la medida de lo posible

Las fuentes no aclaran donde acamparon ni que ruta tomaron después, por eso la Batalla estuvo siempre sumida en un mar de posibles emplazamientos, lo que sí nos cuentan es que los cambios en el orden de marcha no debieron de servir de mucho y los ataques, las bajas y la desmoralización volvieron a hacer acto de presencia con más fuerza si cabe.

Los ataques siguieron produciéndose. Ese día la caballería romana trató de huir por su cuenta, lo que dejaba a los infantes aún más en desventaja. Con esa huida habían perdido ya cualquier capacidad de perseguir a sus atacantes. El propio Varo fue herido y murió a lo largo del día por dichas heridas o se suicidó sabiendo las torturas que le aguardaban si era capturado, las fuentes no se ponen de acuerdo. En cualquier caso la muerte del gobernador debió ser otro golpe duro para los soldados, viéndose privados de su general, mucho más si este realmente se suicidó, demostrando que no veía salida.

Pese a todo siguieron avanzando por el bosque y al final del día, probablemente extenuados por la marcha, los ataques, el tener que cargar con los heridos, comenzaron a montar el campamento. Que levantasen un segundo asentamiento y no volvieran al primero, mejor fortificado, quizá indica que al principio no veían un peligro de ataque masivo y avanzaron hasta no merecer la pena volver atrás.

No se sabe con certeza el número de bajas infligidas hasta ese momento, del mismo modo que no se conoce la magnitud exacta de las fuerzas romanas (entre 15.000 y 25.000 hombres); pero siguiendo los datos ofrecidos por Clunn, debieron estar entre los 7.000, tomando las cifras más bajas, y los 18.000, en el caso más extremo.

Tercer día y emboscada final

Para la tercera jornada Arminio había preparado y camuflado una línea de fortificaciones cerca de Karkriese, donde unas colinas cerraban el camino por un lado y un pantano lo hacía por el otro. Probablemente con las técnicas aprendidas de los romanos, los queruscos y las otras tribus, cavaron fosos, levantaron empalizadas desde las que pudieran disparar los arqueros y dejaron huecos para permitir a la infantería germana salir, atacar y volver a cubierto.

En ese angosto paso el ataque debió ser terrible y los romanos perdieron del todo la formación. Según los historiadores la mayoría se dejaron matar porque debían estar sin aliento y sobre todo sin esperanza.

Sin embargo la arqueología indica que las reacciones fueron variadas. Muchos trataron de huir por el pantano en varias direcciones, pues se han encontrado varias monedas y bolas de plomo de la época esparcidas por el lugar. Por su parte, en varios tramos de las colinas han aparecido gran cantidad de clavos utilizados en las suelas de las caliguae romanos. Lo que indica que un grupo al menos realizó un último intento de trepar por el montículo y atacar a los germanos que los mataban desde allí.

Clunn calcula que debieron caer en aquel lugar entre 6.000 y 7.000 legionarios.

No obstante, no todos los historiadores están de acuerdo con que sea Kakriese el cementerio del ejército de Varo. No discuten estar ante el escenario de una batalla; pero no la de Varo, al tener todas las características de una construcción romana y hallarse allí monedas posteriores al malogrado general. Autores como Quesada mantienen que eso no demuestra nada: pues la forma de construir romana era la conocida por Arminio y lo normal cuando levantas una fortificación es hacerlo de la forma que se conoce. Así mismo debe tenerse en cuenta, siguiendo al arqueólogo de la Universidad Autónoma, que posteriormente Germánico estuvo allí enterrando a los muertos, por lo que las monedas posteriores a la matanza pueden ser de esa campaña.

Tras el desastre

Según Suetonio, tras los sucesos acaecidos en Germania se vivieron en Roma momentos de auténtico pánico. Augusto, ya septuagenario, vagabundeaba por el palacio, murmurando contra Varo, lamentando la pérdida de unas unidades ya irrecuperables. El fantasma de Alia volvía otra vez a la mente de los romanos y el peligro de una invasión y la destrucción de Roma se hizo real. A esto se unió el miedo del Emperador por su propia seguridad ante un posible levantamiento de la tropa germana.

La primera reacción de Augusto fue licenciar a todo el cuerpo de los germanos (Suetonio, Libro XLIX, [13]) y también a los galos de su guardia personal.

En segundo lugar ordenó el reclutamiento de levas; pues solo podía oponer a los germanos la guardia pretoriana, fuerza integrada quizá por los mejores soldados, pero insuficiente (unos 4.500 hombres[14]) para detener a unos 20.000 germanos, incluso más si la rebelión se extendía.

Se dictaron todo tipo de medidas para incrementar el reclutamiento como confiscar tierras o practicar algunas ejecuciones, pero no sirvió para mucho. Por eso Augusto tomó la decisión de aumentar el periodo de servicio en las legiones varios años más, lo que terminaría causando importantes problemas. Autores como Antonio Diego Duarte opina que si Augusto hubiese tenido el ímpetu de Julio Cesar hubiese vuelto a formar las tres legiones aniquiladas. Otros, como Fernando Quesada, mantienen que la poca entidad de las posibles nuevas legiones unido a la falta de legionarios veteranos para integrarlas las convertía en irrecuperable.

Finalmente los marcómanos no se unieron a la causa de Arminio, conocían bien las consecuencias de oponerse a Roma. Poco después las tribus germanas volvieron a sus rivalidades internas e incluso, bastante más tarde, el propio Arminio murió o fue asesinado por su propio pueblo. De este modo el terror a la invasión fue pasando, pero no la humillación.

Una vez demostrada la incapacidad interna de los germanos para seguir avanzando, Augusto movilizó ocho legiones[12], el 30% de todo el ejército, hacia la frontera del Rhin para vengar la derrota de Varo.

A la muerte de Augusto toma las riendas del Imperio Tiberio. Pero antes de poder emprender acciones contra los germanos debió aplacar dos motivos, uno en Panonia y el otro en la frontera del Rhin, tareas confiadas a Germánico. Tácito nos describe la llegada del General a los campamentos del Rhin con las siguientes frases:comenzó a oír mil confusas quejas, y algunos, tomándole la mano como para besársela, se metían en la boca los dedos para hacerle tocar con ellos las encías limpias de dientes; otros mostraban los cuerpos, brazos y piernas corvos por la vejez.

Estos problemas ya comenzaban a indicar que la provincia secesionista de Germania se había perdido para siempre.

Tanto Tiberio desde Roma como Germánico sobre el terreno volvieron a demostrar ser grandes militares. El segundo tuvo probablemente que hacer uso de todos los recursos a su alcance e incluso llevó a su mujer preñada y a su hijo de dos años con él. Este niño llegaría a ser muy popular entre los soldados, su madre fomentaba esta popularidad vistiéndolo de legionario e incluso lo calzaba con unas pequeñas sandalias, de ahí nació el sobrenombre con el que después fue conocido: Calígula. Todo encaminado a incrementar el cariño de los soldados hacia su marido y también hacia su hijo, cariño que más adelante este explotaría al máximo.

Tras conseguir apaciguar a los legionarios Germánico volvió a entrar en Germania. Tácito nos cuenta que pasó a cuchillo a la tribu de los catos entera, encontró los restos de los dos campamentos levantados por las legiones aniquiladas y finalmente llegó a lo que actualmente se cree que es Karkriese. Halló allí un espectáculo dantesto de mutilaciones, torturas e incluso sacrificios humanos practicado con los legados y tribunos, su texto es muy citado por descriptivo. Enterró a los muertos y prosiguió la campaña; pero volver a conquistar esa parte de la Germania no resultó tan fácil. El desastre de Teutoburgo a punto estuvo de volver a producirse cuando parte del ejército regresaba al Rhin bajo las órdenes de Cecina[12].

Germánico no se daría por vencido. Construye una armada de unas mil naves y penetró en Germania por el río Ammisia donde derrota a Arminio dos veces, nos cuenta Tácito. Pero nuevamente no resulta suficiente para recuperar la provincia y las revueltas en Oriente demandaban la presencia de hombres y armas. Un enemigos como los partos requería la máxima preocupación; pues, no hacía tanto, habían derrotado y matado al triumbiro Craso.

La derrota de Varo y la recuperación de Germania se convirtieron en casi una obsesión para Roma. Como demuestra una excavación realizada en 2008, aún durante la crisis del siglo III fuerzas romanas habían vuelto a penetrar en la región y librado una batalla cerca del actual Berlín.

Del mismo modo esta derrota, si bien no supuso la pérdida del Imperio como se pensó en un principio, lo marcó para siempre y se convirtió en un problema constante, de mayor o menor tamaño, pero constante. El emperador Marco Aurelio tuvo que luchar contra los germanos, más desesparada aún fue la situación de Galieno cuando los derrotó ya dentro de Italia, posteriormente Juliano el Apóstata también combatió contra los alamanes y, al final, aquella región que no se pudo recuperar fue la frontera por la que penetrarían visigodos, vándalos, longobardos, suevos y otros pueblos asiáticos como los alanos, hunos e incluso los húngaros.

Existen dos teorías para explicar la Caída del Imperio Romano de Occidente. Según la primera fueron las invasiones bárbaras las causantes principales de dicha caída, la segunda apunta a una autodestrucción del Imperio por su propia incapacidad para mantenerse. De ser cierta la segunda el gran coste de la frontera Rinh-Danubio tuvo mucha repercusión es ella y ya esbozaría una de las causas para el principio del fin de Roma.

Fuentes