Cáncer cerebral

Cáncer cerebral
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Clasificación:Crónica no transmisible
Agente transmisor:Crecimiento anormal de las células


Cáncer cerebral o tumor cerebral. Es una masa formada por el crecimiento de células anormales o proliferación incontrolada de células en el cerebro. Los tumores comienzan a crecer y diseminarse hasta que el cáncer se esparce por todo el cerebro.

Causas

Los tumores aparecen cuando se lesionan los genes que regulan el crecimiento celular o los que reparan las lesiones de los genes de la célula. Algunas personas pueden nacer con defectos parciales en uno o más de estos genes. En algunos casos estos defectos genéticos son hereditarios y están presentes en más de un miembro de la familia.

Las células tumorales segregan unas substancias que provocan aumento de la permeabilidad de los capilares y con ello provocan edema cerebral. Es una forma de conseguir más nutrientes. Este edema cerebral aumentará el efecto de masa y la presión del tumor sobre el tejido nervioso. Para reducir los síntomas la primera forma de tratamiento será combatir el edema cerebral. Otra forma de mejorar el aporte de sangre al tumor es mediante la secreción de factores angiogénicos, que promueven el crecimiento de los vasos sanguíneos. Los vasos neoformados aumentan el suministro de nutrientes al tumor, facilitando su crecimiento. Las substancias que bloquean la acción de los factores angiogénicos van a dificultar el crecimiento del tumor.

Los tumores del cerebro también segregan substancias que impiden al sistema inmunológico reconocer las células tumorales y con ello que pueda destruirlas. Se han intentado formas de aumentar las defensas contra los tumores, pero en el caso de los tumores cerebrales no ha sido de gran utilidad.

Síntomas

Los síntomas de los tumores intracraneales aparecen cuando el tejido cerebral ha sido destruido o cuando aumenta la presión en el cerebro . Esto puede suceder tanto en tumores malignos como en benignos.

Los síntomas generales empiezan por la alteración de algunas funciones mentales, sobre todo enlentecimiento y apatía, cefalea, vómitos, náuseas, inestabilidad, crisis epilépticas generalizadas y edema de papila (hinchazón del nervio ocular a causa de la presión en el cerebro); la mayoría de estos síntomas están causados por la presencia de hipertensión intracraneal.

Existen síntomas más graves que produce el propio crecimiento del tumor y dependen de la localización topográfica de la lesión.

Los más comunes son:

  • Paresias (parálisis transitorias o incompletas).
  • Crisis motoras parciales
  • Afasias (problemas para utilizar el lenguaje)
  • Apraxias (problemas para realizar ciertas secuencias de movimientos, por ejemplo, abrocharse un botón)
  • Agnosias (la persona puede percibir los objetos pero no asociarlos con el papel que habitualmente desempeñan)
  • Alteraciones campimétricas (de la visión) Existen otros síntomas localizados en zonas alejadas del cerebro: se llaman síntomas de falsa localización y se deben a la misma hipertensión intracraneal o al desarrollo de un síndrome de herniamiento cerebral (un desplazamiento del tronco encefálico a causa de la presión).

Tipología

Existen dos tipos principales de cáncer cerebral. El cáncer cerebral primario comienza en el cerebro. El cáncer cerebral metastásico comienza en otra parte del cuerpo y después pasa al cerebro. Los tumores cerebrales pueden ser benignos, sin células cancerosas o malignos, con células cancerosas que crecen rápidamente.

Algunos de los más frecuentes son:

  • Meningioma: Más común de los no cancerosos, es el que se contrae en las meninges, membranas que cubre el cerebro y la médula espinal.
  • Gliomas: Rara vez se diseminan y que comienzan a desarrollarse en las células gliares, que son el tejido que sostiene al encéfalo, entre ellos, destacan:
    • Astrocitomas: Son los más frecuentes en niños. Los hay de alto y bajo grado y los de alto grado son malignos. Se ubican en el cerebelo y los enfermos suelen padecer dolores de cabeza, náuseas y vómitos frecuentes, visión doble y dificultades en la marcha y coordinación.
    • Gliomas del tronco del encéfalo: Generalmente no se pueden extraer quirúrgicamente por su delicada ubicación. Afectan principalmente en la infancia y los niños que los padecen tienen visión doble, dificultad para mover la cara o un lado del cuerpo y dificultades en la marcha y coordinación.
    • Ependimomas: Afectan también las células gliales y se desarrollan en el revestimiento de los ventrículos o en la médula espinal, pueden crecer lentamente y reaparecer o ser resistentes al tratamiento. Afectan a niños menores de 10 años.
    • Gliomas del nervio óptico: Se localizan en la zona que envía mensajes desde los ojos hasta el enféfalo. Afectan principalmente a personas que padecen neurofibromatosis y que suelen perder la visión y tener problemas hormonales. Son muy difíciles de tratar.
    • Tumores neuroectodérmicos primitivos: Afectan principalmente a los niños. Reciben el nombre de meduloblastomas, cuando se ubican en la parte posterior del encéfalo, cerca del cerebelo y crecen rápidamente invadiendo todo el encéfalo o la médula espinal. Crecen rápidamente obstruyendo el drenaje del líquido cefalorraquídeo, lo que ocasiona aumento de la presión craneal y provocan su diseminación al sistema nervioso central.
    • Craneofaringioma: Son tumores benignos que aparecen en la base del encéfalo. Afectan a menores de 20 años y provocan dolores de cabeza y problemas de visión además de desequilibrios hormonales, por lo que los enfermos no crecen adecuadamente y tienen baja estatura. Son difíciles de eliminar porque están rodeados de estructuras muy sensibles.
    • Tumores de la región pineal: Son diversos y afectan el sueño y la vigilia. Afectan a niños y adultos. Con frecuencia se tiene que realizar una biopsia para determinar si son malignos o benignos y producen fuertes dolores de cabeza y presión intracraneal.

Diagnóstico

La evaluación incluirá historia clínica, examen físico, examen neurológico y pruebas de neuroimagen (TAC y RM). De las dos, la RM o resonancia magnética es la que proporciona las mejores imágenes, a excepción de las lesiones del hueso. Con ella se puede saber el tamaño y la localización exacta de la lesión, pudiendo sugerir la naturaleza del tumor, pero nunca proporcionar la certeza absoluta sobre la misma.

Otras pruebas diagnósticas son:

Angiografía: sirve para ver los vasos sanguíneos que irrigan el tumor cerebral. Hoy en día se pide raramente y se ha visto desplazada por la angio-resonancia, que es una imagen de los vasos sanguíneos conseguida mediante la resonancia magnética. Tomografía de emisión de positrones: permite analizar el metabolismo de los tumores, y con ello ver si son benignos y malignos o poner de relieve tumores difíciles de localizar por su reducido tamaño. Espectroscopia. Es un estudio del metabolismo del tumor que se practica mediante resonancia magnética y que permite conocer más detalles sobre la naturaleza del tumor en cuestión.

Tratamiento

Las opciones de tratamiento dependen principalmente del tamaño, tipo y situación del tumor, así como de la edad y del estado general del paciente. Las opciones de tratamiento son la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia, que pueden aplicarse solas o en combinación según el caso.

Cirugía

En la actualidad, los cirujanos tienen cada vez más éxito en la extirpación de tumores cerebrales. Esto se debe, en parte, a las nuevas tecnologías de las que se dispone en los quirófanos, especialmente las que permiten generar imágenes del cerebro en tiempo real, que guían al cirujano durante la operación.

Ejemplos de estas tecnologías son los siguientes:

Dispositivos estereotácticos:Ayudan en la localización exacta de los tumores al proveer imágenes tridimensionales del cerebro.
Tomografía axial computarizada intraoperativa: Guía a los médicos para ver más de lo que queda expuesto durante la cirugía y les permite distinguir con claridad el tejido sano del tejido del tumor.

Las cirugías en etapas también se están utilizando con más frecuencia. Esto significa que en vez de extirpar un tumor grande de una vez, los cirujanos extraen una pequeña parte y después tratan de reducir el tumor por medio de quimioterapia y/o radioterapia. Después de varios meses de tratamiento, el cirujano vuelve por segunda vez, y hasta por tercera vez, a realizar una operación para extirpar el resto del tumor.

Radioterapia

La radioterapia (el uso de radiaciones de alta energía para matar las células que se reproducen rápidamente) es muy efectiva en el tratamiento de tumores cerebrales en niños. Sin embargo, la radioterapia puede tener consecuencias negativas serias a largo plazo dado que el cerebro en desarrollo de los niños menores de 10 años (y especialmente los menores de 5 años) es muy sensible a los efectos de la radiación. Entre las consecuencias se encuentran las siguientes: convulsiones, derrames cerebrales, retraso en el desarrollo, problemas de aprendizaje, problemas de crecimiento y problemas hormonales.

Al igual que la cirugía, la radioterapia ha cambiado considerablemente durante la última década. La existencia de tecnologías asistidas por computadoras ha permitido a los médicos la construcción de campos de radiación tridimensionales que atacan el tejido del tumor pero, al mismo tiempo, eluden las estructuras críticas del cerebro, como los centros de la audición. De todos modos, las ventajas y las desventajas de utilizar radioterapia deben discutirse con su médico.

Quimioterapia

La quimioterapia es el uso de drogas para eliminar las células cancerosas. Por lo general, la quimioterapia se administra a través de un catéter intravenoso para uso prolongado llamado "línea central" y es posible que el paciente deba permanecer en el hospital. Si bien la quimioterapia genera varios efectos secundarios a corto plazo (cansancio, náuseas, vómitos, caída del cabello), produce menos efectos secundarios a largo plazo que la radioterapia. Muchos niños con tumores cerebrales son tratados con quimioterapia para evitar o posponer el tratamiento con rayos.

A diferencia de los tumores cerebrales de los adultos, los tumores en los niños son muy sensibles a los efectos de la quimioterapia y responden bien a dosis elevadas de este tratamiento. Sin embargo, es posible que cuando un niño recibe una dosis elevada de quimioterapia se produzca un serio daño en la médula ósea (una especie de gelatina espesa y esponjosa que se encuentra dentro de los huesos y que produce los glóbulos rojos).

Para evitar que el daño de la médula ósea sea permanente, se suele realizar un procedimiento denominado "rescate de célula madre". Se obtiene una muestra de médula ósea o las células madre de la sangre del paciente y se conservan hasta que finaliza la quimioterapia de dosis elevadas. Después, la médula o las células madre de la sangre, se inyectan en el paciente para permitir la recuperación de la médula dañada.

Posibles riesgos y complicaciones

La radiación es una poderosa arma contra las células cancerosas, pero a veces mata células sanas del cerebro también; esto es un efecto secundario grave y se llama necrosis. La necrosis (un efecto tardío por las altas dosis de radiación) puede causar dolor de cabeza, convulsiones o incluso la muerte en unos pocos casos. Esto puede ocurrir dentro de un periodo de seis meses a unos cuantos años después de finalizado el tratamiento. No obstante, el riesgo de necrosis ha bajado en los últimos años gracias al desarrollo de nuevas técnicas de radioterapia más enfocadas descritas arriba y a poderosas tecnologías de producción de imágenes, mapeo cerebral, y de información.

Efectos tardíos

Los "efectos tardíos" son problemas que el paciente puede desarrollar una vez que termina el tratamiento contra el cáncer. Para los niños que logran sobrevivir a los tumores cerebrales, los efectos tardíos incluyen: retraso cognitivo, convulsiones, anormalidades en el crecimiento, deficiencias hormonales, problemas de visión y auditivos, como también la posibilidad de desarrollar un nuevo cáncer y hasta un segundo tumor cerebral. Dado que, a veces, estos problemas no se advierten hasta unos años después del tratamiento, es necesario realizar controles y observaciones cuidadosas para identificarlos lo antes posible.

En ciertos casos, los efectos a corto plazo pueden mejorar con la ayuda de un terapeuta ocupacional, un fisioterapeuta o un terapeuta del habla. Estos efectos pueden continuar mejorando a medida que el cerebro se recupera. En otros casos, los niños pueden sufrir efectos secundarios a largo plazo, como problemas de aprendizaje; problemas clínicos, como la diabetes, el retraso del crecimiento o la pubertad tardía o temprana; discapacidad física relacionada con el movimiento, el habla o la dificultad para tragar y problemas emocionales ligados al estrés del diagnóstico y el tratamiento.

Fuentes