Calles de La Habana

Calles de La Habana
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Calle de Cuba
EntidadCalle
 • PaísBandera de Cuba Cuba
 • ProvinciaLa Habana
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Las Calles de La Habana. Poseen el doble aspecto de una ciudad antigua y moderna. La llegada de los colonizadores españoles al continente americano enriquece la historia del urbanismo con la fundación de la nueva ciudad. La necesidad de poblar no surge por un hecho fortuito, pues la empresa tuvo un carácter planificador desde su génesis. En todo momento se vinculan los intereses económico, político-jurídico, militar y religioso de la metrópoli y las características particulares de la colonia.

Historia

Primeras poblaciones

Las primeras poblaciones no tenían un trazado intencional que marcara, por regla, la forma de las calles, los diferentes espacios y edificios públicos; estos se iban ubicando de acuerdo a las necesidades de los vecinos en el sentido que buscaban la cercanía al puerto, a las instituciones más importantes y para el aprovechamiento de los mejores terrenos, por lo que la ubicación caprichosa de las calles resultaba ser también una necesidad.

Prueba de la inexistencia de caminos en el siglo XVI, es lo que recogen las actas del Cabildo celebrado en La Habana el 14 de febrero de 1575, cuando se dio cuenta que el gobernador don Gabriel Montalvo tenía que trasladarse acampo traviesa, no obstante en otros cabildos ya se había ordenado construir caminos. Por esto se acuerda construir caminos hasta un lugar llamado la Ceiba, en la entrada de la Habana; la mano de obra para este trabajo estaría dada por doce negros esclavos de Guanabacoa, auxiliados de hachas y machetes, y de otros doce negros jorros, todos los cuales estarían dirigidos por un obrero español al que se le pagaría por el tiempo en que fuera ocupado.

La necesidad de comunicación del vecindario con lugares donde obtener materiales de construcción, o agua, propicia que se fueran abriendo trillos que con el tiempo se convirtieron en caminos.

Un ejemplo de esto se puede ver en la Habana, que para ir a buscar agua al río la Chorrera (Almendares), se hicieron dos caminos: uno llamado Camino de San Antonio, que seguía el curso de las actuales calles Reina, Carlos III, Zapata y bordeaba el Cementerio de Colón hasta llegar al río, y que se llamó así por pasar cerca de la Ermita de San Antonio Chiquito, que dio nombre a un ingenio y al camino; y el otro, llamado de la Playa o de la Caleta que salía cerca de La Punta, pasaba por la Caleta de Juan Guillén, -donde se construye después el parque Maceo- y pasaba junto a los riscos de Oliver, -elevación donde hoy está el Hotel Nacional- seguía la costa del Monte Vedado hasta alcanzar el Pueblo Viejo en la desembocadura del río Casiguaguas (Almendares).

Además existían tres caminos: uno a occidente o Vuelta Abajo; otro a oriente o Vuelta Arriba y un tercero a Batabanó, llamado también Camino del Sur.

En diciembre de 1557 hubo una tormenta que cerró y tapó los caminos y el Cabildo acordó hacer una colecta entre los vecinos para que se reparasen antes del inmediato día de Reyes.

La preocupación por el mantenimiento de los caminos, se desprende del acuerdo tomado por el Cabildo del 3 de enero de 1566, cuando acordaba emplear la tercera parte de las multas de Ordenanza para costear las obras públicas de la villa, dando otra tercera parte al denunciador y la restante al juez sentenciador, conforme al derecho y las leyes de los reinos de España y las costumbres de las ciudades y villas.

El primer intento urbanístico de La Habana lo acometió Hernando de Orellana, procurador general de la Villa, quien en el Cabildo del 17 de enero de 1578 trató acerca de los inconvenientes ocasionados por los vecinos que al cercar sus terrenos, cierran los caminos y hacen torcer sus direcciones, por lo que se crea un grupo de inspectores que detecten esos casos y hagan derribar los obstáculos para enderezar las calles.

Trazado

Trazado de La Habana

La reconstrucción de la ciudad por los propios vecinos ante los estragos dejados por la piratería y el corso en 1538 y 1555, permitió la rectificación de las irregularidades del trazado, pero esto sólo puede ser un elemento coadyuvante, ya que posteriormente se convertirá en reglamento al orientarse la medida y orden del trazado urbano. La planificación del trazado de La Habana, aunque con cierta flexibilidad, corresponde al típico de las ciudades hispanoamericanas: trama cuadricular en forma de damero, cuyas manzanas de configuración cuadrada o rectangular y las calles relativamente orientadas respondían a un trazado casi rectangular que permitía a la ciudad una mejor adaptación a su medio.

Código Indiano

La principal característica de estas primeras calles es su estrechez. Con ella se cumplía la ley del Código Indiano de que: “En lugares fríos sean las calles anchas, y en las calientes angostas (…) cuidando… que no lleguen á dar en algún inconveniente que sea causa de afear lo reedificado, y perjudiquen a su defensa y comodidad”. La Habana, además de regirse por lo establecido, burlaba con ello los inconvenientes que el trópico le deparaba, de manera que sus moradores pudieran gozar de la sombra proporcionada por las calles estrechas de allí que “con todo y mal trazadas como pudieran estar, brindan una impresión de paz y frescor que difícilmente hallaríamos en donde los urbanistas conscientes ejercieran su ciencia”.

Desde una Plaza Mayor

Plano de la Plaza de La Habana

El damero fue una constante en las Ordenanzas de las nuevas poblaciones, el elemento central del urbanismo hispanoamericano sería la plaza mayor. Desde el punto de vista estructural la repartición del lugar se hacía como lo ordenaban las Leyes de Indias “…comenzando desde la Plaza Mayor, y sacando desde ellas las calles á las puertas y caminos principales…”, pero esta conformación de la estructura urbana respondía a un interés de carácter ideológico: concentrar las funciones públicas, administrativas y religiosas como símbolos de la ciudad y el poder cívico. La Plaza Mayor donde se ha de comenzar la población siendo de costa de mar, se debe hacer el desembarcadero del puerto, y si fuera el lugar en cuadro prolongado, que por lo menos tenga de largo una vez y media de su ancho porque será más a propósito para las fiestas de a caballo y otras: su grandeza proporcionada al número de vecinos, y teniendo consideración a que las poblaciones pueden ir en aumento (…) de la plaza salgan cuatro calles principales, una por medio de cada costado y de más de estas, dos por cada esquina.

Policentrismo

Es innegable que la Plaza Mayor era el núcleo alrededor del cual giraba la ciudad hispanoamericana, el centro principal estatuido por las Leyes de Indias, que La Habana infringiera con un desarrollo urbano descentralizado originando el policentrismo. Si La Habana cumplía con el trazado de las calles ordenado por la Corona, esta vez se animaba en torno a los centros de sus cinco plazas principales: Plaza de Armas, Plaza Nueva, luego llamada Plaza Vieja, Plaza de San Francisco, Plaza del Santo Cristo del Buen Viaje y Plaza de la Catedral. Las cuales marcarían, desde mediados del siglo XVI hasta finales del XVIII, la fisonomía de la ciudad, compartiendo entre ellas las funciones sociales, militares, religiosas, administrativas, comerciales y habitacionales.

Tarjas identificativas

Tarjeta colocada en la esquina de San Ignacio y Amargura (Año 1836)

No fue hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, por el 1862, que La Habana conoció de una numeración de casas y rotulación de calles más racional y científica.

Muchas son las calles de la Habana Vieja cuyas tarjas identificativas tienen los nuevos nombres, como el Prado, llamado Paseo de Martí, Zulueta, hoy Agramonte o Galiano, ahora Avenida de Italia.

En 1935, cuando Emilio Roig de Leuchsering fue nombrado Historiador de la ciudad, uno de sus primeros trabajos fue el reordenamiento de los nombres de 104 calles del término municipal de La Habana. Roig abogó por la restitución de los nombres antiguos, tradicionales y populares, siempre y cuando no hirieran la sensibilidad o el patriotismo del pueblo, como los casos de Vives o Tacón gobernantes déspotas.

Con los años, nacieron otras zonas, otros barrios, otras avenidas, que le arrebataron el protagonismo a la parte más antigua de la villa.

Roig, inquieto por las calles del Vedado y sus ampliaciones, aconsejó que mantuvieran sus arterias denominadas por números y letras, por ser práctico.

Entregado el informe del Historiador al alcalde de La Habana, fue aprobado y enviado al Consejo de Secretarios (ministros), y con fuerza de decreto ley se publicó en la Gaceta Oficial de la República el 13 de enero de 1936.

Algunas calles habaneras

Fuentes