Camino a la perdición (Película)

Camino a la perdición
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Cine negro, Crimen | Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
119 min
Otro(s) nombre(s)Road to Perdition
Estreno2002
GuiónDavid Self
DirectorSam Mendes
Dirección de FotografíaConrad L. Hall
PaisBandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos

Camino a la perdición (Filme). es una película dirigida por Sam Mendes en el 2002. Interpretadas entre otros, Tom Hanks, Paul Newman, Jude Law y Jennifer Jason Leigh.

Sinopsis

Michael Sullivan Jr. (Tyler Hoechlin) es un niño de 12 años que vive en Illlinois junto a su hermano, su madre (Jennifer Jason Leigh) y su admirado padre, Michael Sullivan (Tom Hanks). Michael Jr. ignora la ocupación de su padre, así que un día decide esconderse bajo los asientos traseros del coche de su progenitor en una de sus misteriosas salidas nocturnas. Desde las sombras, descubre como su padre y el hijo del jefe de éste (Daniel Craig) acribillan a varios sujetos a balazos en un local abandonado. El curioso niño es descubierto y el jefe, John Rooney (Paul Newman), ganster irlandés que emplea a Michael Sullivan como instrumento para llevar a cabo sus "negocios", advierte al chico que no se vaya de lengua. Aunque el problema parece zanjado, Connor Rooney, receloso del cariño y respeto que su padre profesa hacia Michael Sullivan, posible sucesor de su imperio mafioso, aprovecha la ocasión para asesinar a la familia de Sullivan, a excepción de Michael Sr. y Michael Jr. que en ese momento no se encuentran en la casa familiar. Ambos, padre e hijo, emprenderán una huida hacia la perdición.

Reparto

Premios

  • 2002: Oscar: Mejor fotografía. 6 nominaciones, incluyendo actor secundario (Newman)
  • 2002: Nominada al Globo de Oro: Mejor actor secundario (Paul Newman)
  • 2002: 2 premios BAFTA: Mejor fotografía y diseño de producción. 3 nominaciones
  • 2002: Festival de Venecia: Mejor director (Sam Mendes). Nominada al León de Oro

Críticas

Cuando el silencio lo es todo

Silencio, eso es lo que oiríamos en la enorme "Camino a la perdición" de no ser por la colosal y reiterativa (debido al excesivo uso que se hace de ella) banda sonora de Thomas Newman. El silencio que hay entre un padre y un hijo, el primero, uno de esos que llevan el sentimiento por dentro, que se nos advierte como alguien parco en palabras pero no corto en gestos de agradecimiento, y el segundo con la desazón que podría producir el llegar a creer que su padre nunca le dio un trato equitativo junto a su otro hermano. Y ese es el silencio que desentraña una relación dolorosa, emotiva y franca hasta el último segundo, una relación que, de vez en cuando, se va abriendo paso en base a cortos diálogos o cuestiones que surgen de la cabeza de los protagonistas y nos empapan con sus dudas, pensamientos e intenciones, haciendo que al final, uno llegue a comprender que había tras todos esos silencios, esos tiempos muertos de viaje hacía un nuevo destino, de escape, pero de reencuentro con el ser querido, con el único que en ese preciso instante podría insuflarte un poco de vida y desvelarte con un sincero gesto.

Mendes construye así un relato de auténticas emociones donde la venganza sólo está en un primer plano, y se muestra como un mero trámite para alentarnos con esa emotiva relación padre-hijo. La ambientación y todos los exquisitos aspectos técnicos sólo contribuyen a que creamos que podemos volver a esa era donde los trajes de punta en blanco, los sucios disparos en el más recóndito rincón de Little Italy y los más inesperados sucesos se podían cerner sobre nosotros, sólo que retratado aquí con un sosiego muy distinto, pero con una sobriedad y un estilo patentes que impregnan cada edificio, cada gota de lluvia y cada minuto de modo impecable.

La destreza del director norteamericano contribuye a hacer de "Camino a la perdición" una sublime delicia para todo aquel que se quiera dejar llevar de nuevo por cine negro soberbiamente culminado, alcanzando su cúspide en un par de secuencias durante su tramo final y dejando al espectador en un halo de magnificencia y sorpresa por ver tales momentos perpetrados con ese monumental pulso.

Apariciones en el elenco como la de Newman y su increíble presencia, Baker o Craig son sólo una nota más para que la segunda cinta de Mendes se erija como un auténtico ejemplo de cine ejecutado con tacto, instinto y talento, mucho talento.

Observar las contadas pero secas y cortantes apariciones de un Jude Law en estado de gracia, la pertinente forma de Hanks para palpar cada gesto y cada palabra, traduciéndolos en su personaje con mesura, pero gran intencionalidad y las abarrotadas calles de la gran ciudad en pleno hervor supone otro de los tantos alicientes para no perderse esta grandiosa joya del cine de gángsters. A la altura de pocos.

Mi perdición

Quizás le falte un pelín para estar al nivel de “Uno de los nuestros”, “Muerte entre las flores” o cualquiera de los tres padrinos, pero “Camino a la perdición” es, incuestionablemente, una de las mejores pelis de cine negro en color. Y eso ya es mucho. Suficiente, al menos, para concederle y ratificarle esas ocho estrellitas que, hoy por hoy, resplandecen en su marcador filmafinitero.

Cualquier amante del género que se precie, así pues, disfrutará como un niño con la peli de Mendes. Una peli de gángsters como Dios manda, con tipos que fuman y beben whisky sin inmutarse. Con la misma naturalidad con la que vaciarían su cargador a costa de cualquier listillo que quisiera pasarse de la raya. Tipos con sombreros, trajes y zapatos de charol impolutos. Tipos sin escrúpulos que se mueven como peces en el agua en clubes de alterne, en lúgubres y enmohecidos almacenes, en fastuosos salones con muebles de marquetería, chimenea y piano de cola. Tipos de gatillo fácil, habituados a las gabardinas y a la lluvia sobre el asfalto. A berlinas negros y maletines repletos de billetes. Al jazz, a la nocturnidad y a la alevosía.

Pero entre todo esto “Camino a la perdición” ofrece algo más. Una hermosa historia de amor paternofilial, por ejemplo. Seca, áspera y austera, tal vez. Pero hermosa. Una historia magníficamente fotografiada y extraordinariamente interpretada. Narrada sin prisa, pero sin pausa. Con una sangre fría encomiable. Un verdadero festín, en suma, para todos aquellos a los que este género nos pierde. Para todos aquellos a los que la simple mención de Al Capone, la ley seca o la matanza del día de San Valentín nos pone el vello como escarpias.

Ah, se me olvidaba. Por si fuera poco, en “Camino a la perdición” interviene Paul Newman. Solo añadiré que no os perdáis por nada del mundo su último encuentro con Tom Hanks. Disfrutar de esa secuencia constituye motivo más que suficiente como para tragarse todo lo demás.

¿Alguien necesita más razones?

Correcta hasta decir basta

Ó lo que es lo mismo, correcta en exceso. Todo en ella es tan pero tan correcto, que transmite la misma carga emocional que un vegetal. Un vegetal bien definido, estilizado, visualmente agradable. Un vegetal correcto, sin perder por ello su esencia de vegetal.

Le falta alma, pasión, emoción. Tanta contención resulta contraproducente en una cinta con un argumento que habría de transmitir mucho, muchísimo más. No hay nada malo en ella, pero tampoco se puede destacar nada extraordinario.

Correcto guión, correctas interpretaciones, correcta fotografía...y tanta corrección, puede llegar a aburrir.

Majestuosa

Bellísimo poema sobre la venganza, la redención, la pérdida de la inocencia y el honor, contado con elegancia visual, con unas actuaciones de auténtico lujo, y con una banda sonora maravillosa, del siempre genial Thomas Newman. Sin alterar la tensión ni los códigos propios del género, Mendes aplica el tono melancólico y triste de “American Beauty”, lo que otorga una fuerza dramática pocas veces vista en una película de “Gangsters”.

Una de las mejores películas sobre la mafia de la historia, confirmación del talento supremo de uno de los directores con más futuro del mundo.

Demasiadas alforjas para tan corto viaje

La estética está cuidada al detalle, con decorados, vestuario, atrezzo y fotografía sencillamente perfectas. Pero el desarrollo de los personajes es pobre, el ritmo demasiado lento, Tom Hanks no es para nada creíble como asesino, y todo se nos muestra de una manera demasiado fría y distante. No es, ni de casualidad, el peliculón que uno espera tras leer tan buenas críticas, sino tan sólo una preciosa caja de regalo que contiene una baratija de todo a cien.

Del todo previsible, y con un primer tercio del más hondo sopor, sólo la recomiendo como entretenimiento (en sus dos últimos tercios, pese al final penoso), y por la belleza que poseen todos sus planos.

Fuentes