Carlos II de España

Este artículo trata sobre Carlos II de España. Para Carlos V (desambiguación), véase Carlos II (desambiguación).
Carlos II de España
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Rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Milán, soberano de los Países Bajos y conde de Borgoña
Carlos II, por Juan Carreño de Miranda (c. 1685). Óleo sobre lienzo, 145 x 105 cm Kunsthistorisches Museum (Viena).
Reinado 17 de septiembre de 16651 de noviembre de 1700
Nacimiento 6 de noviembre de 1661
Madrid, Bandera de España España
Fallecimiento 1 de noviembre de 1700
Madrid, Bandera de España España
Entierro Cripta Real del Monasterio de El Escorial
Predecesor Felipe IV
Regente Mariana de Austria (16651675)
Sucesor Felipe V
Cónyuge/s María Luisa de Orleans (1679-1689)
Mariana de Neoburgo (1689-1700)
Casa Real Casa de Austria
Padre Felipe IV
Madre Mariana de Austria

Escudo de Carlos II de España

Carlos II de Austria (o Habsburgo), (El Hechizado). Fue el rey de España entre 1665 y 1700. Hijo de Felipe IV y de su segunda mujer (a la vez sobrina) Mariana de Austria morirá sin descendencia. Es el final de la Casa de Austria. El próximo monarca, Felipe V, pertenece a la Casa de Borbón.

Llegada al mundo

Cuentan las crónicas de la época que la habitación de la reina en el momento de dar a luz parecía una sacristía. Había reliquias llegadas de las iglesias de toda España esparcidas por toda la estancia y por el lecho. Entre otras, allí se encontraban tres espinas de la corona de Cristo, un diente de San Pedro, un trozo del manto de la Magdalena y una pluma de un ala del arcángel Gabriel.

Tales eran las creencias y la afición que tuvieron siempre los monarcas de la casa de Austria. Por otra parte, no cesaron hasta el momento del nacimiento, las oraciones en común, y el rezo del rosario una y otra vez.

Al fin llegó al mundo el príncipe que sería el heredero de la Corona de España. Antes de su nacimiento, el rey había consultado a los astrólogos el horóscopo de la criatura y éstos aseguraron con el mayor aplomo que iba a vivir largos años en medio de la mayor felicidad y de prósperos sucesos de sus Estados, toda vez que, al venir al mundo, se daba una situación especial entre los planetas.

Saturno se hallaba libre de malignos aspectos, en el signo de Escorpión, en conjugación con Mercurio, de quien se iba separando, y del Sol, a quien se acercaba. Parece ser que el rey Felipe IV puso muy en duda tales auspicios pues tenía la sospecha de que este hijo no iba a ser ni muy afortunado ni muy saludable.

Efectivamente nació con una serie de taras y malformaciones. Tenía costras en su cabeza que era demasiado abultada; tenía flemones y heridas en la boca; supuraciones y llagas en el cuello, y un color verdoso que no denotaba mucha salud. El rey ordenó que cuando fuera necesario mostrarle ante el público por que así lo mandaba el protocolo, fuera bien arropado con sedas y encajes y telas de alta calidad que le taparan enteramente sin dejar al descubierto más que la cara y eso lo menos posible.

Tuvo el príncipe un aya llamada María Engracia de Toledo y veinticuatro nodrizas que le fueron alimentando hasta bien cumplidos los cuatro años. A lo largo de este tiempo demostró una salud endeble que no progresaba ni con los múltiples cuidados ni con la medicina que se le aplicaba. No fue capaz de ponerse en pie hasta esa edad; durante esos cuatro años no hizo otra cosa que gatear y se entretenía con sus juguetes recostado sobre almohadones bien mullidos, siempre rodeado de los enanos de la Corte y de los bufones.

Cuando llegó a la edad de nueve años todavía no había aprendido a leer y escribir. Las intentonas que se hicieron a este respecto le cansaban demasiado y su madre la reina optó por mimarle y no obligarle a nada. La vida entera de este, primero príncipe y después rey, estuvo dominada por su madre, sus dos esposas, su confesor y su hermanastro don Juan José de Austria (hijo de Felipe IV y de María Inés Calderón, una actriz que llamaban la Calderona). Cuatro años tenía el príncipe cuando murió su padre el rey.

Regencia y mayoría de edad

Se constituyó una regencia formada por la reina viuda asistida y asesorada por una Junta General de Gobierno sin la cual no se podía tomar ninguna resolución. La reina doña Mariana de Austria no tenía dotes para gobernar pero sí mucha afición y no quiso de ninguna manera dejar el mando a manos de la Junta. Por otra parte necesitaba consejo y lo buscó en la persona del abate Everardo Nithard, hombre inteligente y equilibrado pero carente también de dotes políticas. Pronto se desencadenó la enemistad y el enfrentamiento entre don Juan José de Austria y el abate, y como consecuencia, las maquinaciones.

El gobierno no andaba bien en España, así es que las otras potencias empezaron a buscar el medio de aprovecharse de ello. Hubo un pacto secreto en 1668 entre el rey de Francia Luis XIV y Leopoldo I de Alemania, en que se repartían las posesiones de la Corona de España, en previsión de una muerte inminente del heredero Carlos.

El descontento entre los regentes y don Juan José fue en aumento a medida que el abate iba teniendo más influencia en las cosas del reino y el de Austria decidió con la ayuda de los disidentes iniciar una rebelión. No se llevó a cabo porque la reina, asustada ante el cariz que tomaban los acontecimientos, decidió prescindir del jesuita Nithard, que fue nombrado embajador de Roma, donde pasó el resto de sus días.

Mientras tanto la educación de Carlos seguía siendo muy deficiente. Llegó a los 20 años sin demostrar ninguna clase de inteligencia, débil de salud y con muy escasos conocimientos. Una de las pocas obligaciones intelectuales que se le impusieron fue la lectura de algún libro durante una hora diaria y aún eso lo soportaba mal y con cansancio. En el estudio de la religión, su madre (que era bastante religiosa) consiguió tan sólo que aprendiera de memoria unas cuantas oraciones y algunos pasajes de la Biblia. Ni siquiera fue capaz de aprenderse y conocer sus propios reinos. Pero sí destacó en la caza con halcón y en correr al venado, entretenimientos a los que era muy aficionado además de diestro.

A los 14 años fue la ceremonia de la mayoría de edad. Carlos quiso en su presencia a su hermanastro Juan José de Austria y cuentan los historiadores que los dos hermanos se abrazaron efusivamente y que a continuación el rey le pidió que asumiera las tareas de gobierno. Pero el Consejo de Estado y el de Castilla estipularon que debía seguir en funciones durante dos años más la Junta de Gobierno establecida, ayudando al rey.

Pero cada vez había más descontentos y más disturbios entre los posibles candidatos a un único gobierno (entre ellos la propia reina regente) y en un arranque de desesperación, el duque de Medinaceli y el conde de Aranda, en una noche del mes de diciembre de 1676, sacaron al rey del Alcázar de Madrid, le llevaron a las dependencias del Buen Retiro y allí le hicieron firmar una orden para:

  • Que su madre quedara confinada en sus habitaciones sin intervenir en las cosas de Estado.
  • Que mandara regresar a su hermanastro.

Y así se cumplió.

Don Juan José regresó y recluyó a doña Mariana en Toledo, fuera de toda influencia hacia su hijo y comenzó con buena voluntad un mandato que, al decir de los historiadores, habría sido bueno si hubiera tenido un plan bien meditado de gobierno, cosa de la que carecía. En realidad se le fue todo el tiempo en preparar al rey para un buen reinado, empezando por lo más obvio como fue el obligarle a dejarse peinar, costumbre que no había adquirido por pereza. Cuentan que a este respecto, don Carlos observó: Hasta los piojos no están seguros con don Juan. También reintegró la etiqueta cortesana con el fin de que su hermanastro fuera respetado como un verdadero rey, y además intentó todo lo que pudo mejorar su educación y sus conocimientos, empezando por la caligrafía.

Política exterior

Entre la regencia por minoría de edad de Carlos, sus pocas o nulas aptitudes para el gobierno, las discrepancias entre la reina madre, don Juan José de Austria, el abate Nithard, etc., el reino iba a la deriva sus ministros poca cosa podían hacer. La política exterior estuvo durante un tiempo dirigida por el conde de Peñaranda y no fue una buena labor. En ese espacio de tiempo se perdió en beneficio de Francia el Franco Condado más ocho plazas fuertes de Flandes.

En 1699, Francia, Inglaterra y Holanda firmaron en Londres un nuevo reparto de los reinos españoles, en vista de su debilidad, pero la conjura fue rechazada por el emperador Leopoldo I, alegando traición. En 1684, España se vio obligada a firmar la tregua de Ratisbona a consecuencia de la cual se entregaba a Francia Luxemburgo.

Sólo cambiaron un poco las cosas a partir de la boda del rey con Mª Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV de Francia. Este rey dejó de hostigar y de aprovecharse de la situación débil de España al considerar que con esa boda este reino pasaba a ser parte de su familia.

Las bodas del rey

Le prometieron con la joven francesa María Luisa de Orleans que era sobrina del rey de Francia Luis XIV. El enlace tuvo lugar de la manera más simple y extraña. Los contrayentes se encontraron en un pueblecito pobre y destartalado, llamado Quintanapalla (Burgos), y allí tuvo lugar la ceremonia, sin pompa religiosa, sólo con una misa de velaciones y en la modesta vivienda de un labrador que quizás sería el más rico del lugar.

Tuvo que servir de intérprete entre los novios el embajador francés Villars. Después tuvo lugar la recepción oficial en la ciudad de Burgos. La diferencia de educación entre los esposos era patente, diferencia de gustos, de salud, de apetencias y de todo. Y sin embargo y a pesar de la excelente salud de la nueva reina, el 12 de febrero de 1689, Mª Luisa murió de cólera morbo, y el rey la sobrevivió, débil, enclenque, y psicológicamente enfermo. Volvieron a prometerle, esta vez con doña Mariana de Neoburgo. Tampoco con esta mujer tuvo descendencia; el rey era incapaz de engendrar, según testimonio de las crónicas.

España a la deriva

Bajo el reinado de Carlos II bajó considerablemente la población. Los 16 millones de habitantes se quedaron en 6 millones. El ejército quedó reducido a 25.000 soldados, todos ellos descontentos, hambrientos y mal pagados. La Hacienda y el Comercio estaban en manos extranjeras. Por todo el país se desarrollaba el hambre y la holgazanería y mientras tanto, la reina y su camarilla disponían con ventaja de la voluntad del rey y sacaban provecho enriqueciéndose.

El pueblo sentía una especie de ternura por ese rey enfermizo y al mismo tiempo majestuoso y distinguido pese a su físico, pero no perdonaba a los gobernantes ni a los extranjeros que abusaban del estado del país. La única salida era la protesta, pero una protesta anónima por medio de letreros y papeles pegados en las paredes y edificios, que solían estar escritos en verso y con cierta gracia. Eran los famosos pasquines, única manera de desahogarse sin ir a la cárcel. (Ver explicación en "anécdotas").

Salud y muerte

Se dice que sus convulsiones eran provocadas por un trauma infantil generado al ver la momia de su padre. A los 8 años sufrió un catarro que se siguió con orinas ensagrentadas(seguramente por alguna afectación renal). Carlos era estéril, condición provocada por una enfermedad genital, que radicaba principalmente en un hipogenitalismo, ya que el rey solo tenía un testiculo y era atrófico. Maria Luisa de Orleans afirmó que el rey padedía de eyaculación precoz por lo que nunca pudo consumar sus relaciones sexuales, tras un año de matrimonio, ésta seguía siendo virgen.

Su 2ª esposa fue Mariana de Neoburgo, pero con ella tampoco culminó sus relaciones sexuales ya que aparte de padecer eyaculación precoz, era impotente. Carlos II se caracterizó por su poca capacidad intelectual y por su falta de higiene (posible motivo de tantas infecciones y enfermedades).

Después de la muerte de su primera esposa, el estado mental y físico del rey fue agudizándose malamente. A los 30 años parecía un anciano de 80, con los tobillos y las rodillas siempre hinchados, casi calvo (tuvieron que ponerle peluca), el color cada vez más amarillento o verdoso, los párpados siempre enrojecidos y el prognatismo de la mandíbula cada vez más acentuado. Además empezó a torturarse con la idea de que estaba hechizado o endemoniado, tenía alucinaciones y su vida se convirtió en un tormento.

La gente de su tiempo empezó también a pensar si no sería verdad lo del hechizo. Su muerte fue lenta y dolorosa y llegó a su fin el 1 de noviembre de 1700, a los 39 años. Había firmado el testamento en favor del Príncipe Elector de Baviera, pero éste murió antes que Carlos. Después firmó en favor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, según las presiones recibidas en su lecho de muerte.

Su autopsia diagnosticó que el cadáver no tenía ni gota de sangre, su corazón era de un tamaño extremadamente pequeño(afirman que era del tamaño de un grano de pimienta), sus pulmones estaban corroídos y su intestino engangrenado y putrefacto. Contaba con un sólo testiculo, negro, y su cabeza estaba llena de agua.

Con este rey termina en España el reinado de la Casa de Austria y comienza la Casa de Borbón con su heredero. Este testamento y su cumplimiento trajeron al país una desastrosa guerra civil, conocida como la Guerra de Sucesión de España

Anécdotas

La Historia cuenta, a propósito de la vida libertina que llevaba Felipe IV que este rey Carlos II, su hijo, fue engendrado en la última cópula lograda con la reina y que uno de sus médicos le dijo una vez al rey: Su Majestad deja para la reina sólo las escurriduras.

Cuando le dieron a Carlos el retrato de su prometida Mª Luisa de Orleans se quedó verdaderamente prendado de su belleza. Se cuenta que no quiso deshacerse de él, que lo apretaba contre su pecho y se paseaba por Palacio diciendo: ¡Mi reina!, ¡Mi reina! ¡Mi reina!

Hay cambios en las vestimentas durante este reinado, así la golilla desaparece para la dar paso a la nueva moda que era la valona, cuello grande y vuelto hacia abajo sobre la espalda y los hombros). También desaparece el tahalí (tira de cuero cruzada por el pecho hasta la cintura, donde se pendía la espada).

Pasquín es una palabra italiana. El señor Pasquino era un sastre que vivía cerca de la plaza Navona de Roma y era famoso por su mala lengua y sus críticas mordaces. Después de su muerte se encontró cerca de su domicilio un busto romano y la gente empezó a decir que se parecía a él. Tomaron la costumbre de pegar en él unos carteles con versos satíricos que leían y repetían los romanos con mucha guasa. A esos carteles se le llamaron pasquines en recuerdo de aquel hombre.

Véase también

Fuentes