Capitanía del Horcón

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Horcón o Carraguao
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Localidad de Cuba
Horcón o Caraguao.jpg
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EntidadLocalidad
 • PaísBandera de Cuba Cuba
 • ProvinciaLa Habana
 • MunicipioCerro

Capitanía del Horcón posteriormente Horcón o Carraguao es una comunidad del Cerro cuyo barrio se fue conformando a partir de la parcelación de las estancias limítrofes al eje vial de la vieja calzada real, llamada Calzada del Horcón, o del Monte, que comunicaba a la ciudad intramuro con los arrabales. En la actualidad conforma el consejo popular Pilar-Atarés

Datos

Por el este, se fragmentan las antiguas estancias de Manuel González del Castillo y Pedro García Menocal; mientras, por el oeste, las fincas de Doña Rosalía Córdova de Sierra, y Doña Ana Josefa Urra.

Ya hacia 1774, se hallaban censados medio millar de habitantes, con aproximadamente, un centenar de viviendas. Los propietarios y esclavos, estos últimos, destinados principalmente a labores agrícolas; pero, se excluía a los negros curros y gran parte de los asalariados, quienes improvisaban sus casuchas en los montes y manglares, para nutrir talleres y comercios que se gestaban en el barrio. A partir de 1797, con la creación del Matadero de ganado mayor, la localidad se define más nítidamente como industrial y mercantil. El Gobierno crea allí la Administración de Rentas Reales, con una sub colecturía de billetes y particulares crean infinidad de almacenes y comercios, como el Jardín de Sierra. El primer barrio del Cerro fue el Horcón o Carraguao. Se refleja desde la segunda mitad del siglo XVIII en los planos extramuros de la ciudad, luego del puente de Chávez.]]

Población

A finales de la tercera década del siglo XIX, el Horcón registra el siguiente cuadro poblacional:

  • blancos 2 171
  • mulatos libres 485
  • negros libres 422
  • mulatos esclavos 22
  • negros esclavos 609
  • total 3 709

Los Curros de Carraguao

Los Curros de Carraguao o del Horcón, formaron gran parte de la comunidad de negros libres que se conocían, desde el siglo XVIII, como los "Curros del Manglar". Comenzaron a hacerse notar, al sur del barrio de Jesús María, por toda la zona pantanosa en torno al Arroyo de Chavez, desde el puente, por el Matadero, hasta casi las faldas de la Loma de la Ánimas. Vivían -valoró el costumbrista José Victoriano Betancourt - en "mezquinas casuchas" o "asquerosas pocilgas". Definió que eran el "refugio de malvados" y el "Hampa de La Habana". Eran los "guapos, famosos por sus costumbres relajadas y por sus asesinatos que - escribió- han hecho temblar más de una vez a los pacíficos moradores de los barrios extramuros”. De su capacidad de resistencia a las fuerzas de orden público y a las autoridades, da fe su trascendencia en el orden cultural.

Se les reconocía inmediatamente por su apariencia exterior. Analizó Fernando Ortiz que el negro curro no quería parecerse al negro horro, ladino y liberto. "El negro curro, sólo quería ser curro", escribió Ortíz. Usaban argollas de oro en las orejas, dientes cortados a la manera de los carabalí, el pelo se lo trenzaban, formando numerosos y largos mechones, el vestuario era chillón, y su caminar, alardoso. Explicaba Betancourt en el Faro Industrial de La Habana, que en su andar se contoneaban, "como si fueran gonces y meneando los brazos adelante y atrás”.... Por supuesto, tenían una jerga especial, y se observó que hacían singular inflexión en la voz, con una locución viciosa, y un idioma tan particular, "físico y disparatado, que a veces, no se les entiende", Fernando Ortiz precisó que numerosos vocablos de la jerga curra, pasaron al vocabulario criollo cubano, tales como: "apencarse","jalarse","jelengue" y "chévere".

Durante el año 1802 hubo un incendio que destruyó gran parte de sus viviendas, y desde entonces, aunque con cierta dispersión entre el manglar, Jesús María, Los Sitios y Carraguao, lograron mantener la unidad étnica que generó una cultura con incidencia en la música popular habanera. Ignacio Piñeyro, por ejemplo, siempre reconoció en su formación musical, desde la niñez, el legado de los negros curros de Carraguao.

Esta impronta quedó igualmente en los sectores más humilde de la localidad; al punto, que cuando se fundó la comparsa los Marqueses de Atarés, hubo un espacio, donde se recordaba a los negros curros. Incluso, en el barrio del Cerro, cuando El Alacrán salió en los carnavales de 1951, significativamente tuvo el nombre: “Los Negros Curros”.

Las Ferias del Pilar

Las Ferias del Pilar o Carraguao pudieran definirse como la más antigua de las tradiciones culturales y turísticas, de las que se tengan noticias, existió en la localidad. Se celebraban con motivo de la novena religiosa y dedicada a la Virgen del Pilar, durante el mes de octubre. La torre de la iglesia se engalanaba con banderas de todos los países. Desde las 5 de la tarde, hasta las 11 de la noche, reinaba una fiesta, genuinamente popular, que se iniciaba con el repique de las campanas, cohetes, y voladores al aire, con la comunidad local en pleno, mas visitantes extranjeros y de toda la ciudad.

La plaza y las bocacalles en el entorno a la iglesia, se llenaban de comercios ambulantes, hechos con toldos y mesas de tijeras, donde se vendían las más diversas mercancías, destacándose las comidas criollas, con dulcerías, pilares de maní, ponche de leche, además de quesos, avellanas, aves y jamones. Se permitía todo tipo de juegos de azar, siendo los preferidos, la lotería y los cubiletes.

El historiador colonial Francisco Cartas, legó una imagen muy objetiva de los que allí ocurría. Aseguraba que, apenas llegaba la noche, comenzaban a arder millares de luces: "unas de guardabrisas, otras de bombas y otras en farolas de vidrio y de papel, en candilejas y en fridieras. Y comenzaban asimismo a entrar en la plaza, bulliciosas cuadrillas de hombres y mujeres, pelotones confusos y atropellados del pueblo, unos y otros cantando y bailando, al son de la música que no cesaba de tocar", Y ciertamente, uno de los valores culturales más populares era la alianza de la música y la danza. Gustadas orquestas “interpretaban voluptuosas contradanzas y valses del país", Las crónicas refieren que la música criolla producía tal exaltación, que en la medida del avance de la noche, el deseo de baile y diversión aumentaban, en especial, entre la masa de mujeres y hombres jóvenes que se "apiñaban" en espacios "harto estrechos", para entregarse libremente al baile.

Se afirma que la gente, durante aquellos nueve días, no reparaba en clases sociales, compartiendo fraternal y desprejuiciadamente, esta fiesta pública, sin las grandes discriminaciones de entonces. Pero, a pesar de que todo, aquel bullicio concluía disciplinadamente, a las 11 de la noche, hubo siempre quien pensó que aquello no contribuía al fomento de las mejores virtudes sociales y ciudadanas. Por tanto, una de las primeras medidas moralizadoras y de control, que ordenó a su llegada a La Habana, el Capitán General Miguel Tacón, fue la supresión, en 1835, de las Ferias del Pilar.

Artículo rfelacionado

Otras Bibliografias

  • Bleydis Aldama Castellano./ Bibliotecaria Domingo del Monte./ Integrante de la UNIC

Fuentes

  • Carlos Bartolomé Barguez;"Historia del Cerro" en Biblioteca Pública Domingo del Monte del Municipio Cerro.