Castillo de San Servando

Castillo de San Servando
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Obra Arquitectónica  |  (Cultural)
Castillo san servando.jpg
Descripción
Tipo:Cultural
Localización:Toledo, España
Datos de su construcción
Inauguración:11 de marzo de 1088

Castillo de San Servando.Ubicado en la ciudad de Toledo, España, junto a la ribera del río Tajo y la Academia de Infantería.

Historia

Su procedencia se remonta a época árabe, hecho supuesto y probado pero del que no existe constancia documental. Tenemos que remontarnos a los años posteriores a la Reconquista para tener datos puntuales sobre la fortaleza. El 11 de marzo de 1088 el monarca Alfonso VI fundó en este lugar un monasterio dedicado a los santos Servando y Germano, dotándolo de importantes donaciones y privilegios.

Los monjes se vieron obligados a abandonar el monasterio entre el 1099 y el 1010, debido a los constantes ataques musulmanes facilitados por su situación extramuros. La reina doña Urraca cedió el edificio en 1113 al arzobispo don Bernardo, perteneciendo a la Catedral como mínimo hasta principios del siglo XIII. Desde esta época hasta fines del siglo XIV no sabemos los avatares sufridos por el monasterio, hasta que entre 1380 y 1389, tras las intestinas guerras entre Pedro I y su hermano ilegítimo Enrique de Trastámara, fue reconstruido por el arzobispo Pedro Tenorio.

No permaneció en buen estado mucho tiempo, ya que en el siglo XVI parece ser que volvió a presentar estado de ruina, no siendo restaurado pero sí utilizado para distintas funciones, como consta la de polvorón en 1857. En 1873, a causa de su deplorable estado, salió a subasta por precio inferior a 3.500 ₧ (21 €), lo que originó que interviniera en 1874 la Comisión Provincial de Monumentos declarando al castillo Monumento Nacional, siendo el primer castillo en la península en recibir tal denominación. Distintos trabajos arqueológicos realizados en 1920 descubrieron varias tumbas medievales.

Leyenda

EL FANTASMA DE SAN SERVANDO

(Sobre relato de Leopoldo Aguilar de Mera)

Numerosos son los avatares que ha sufrido el Castillo de San Servando desde su remota construcción, allá en época árabe. Alfonso VI, tras la reconquista de Toledo, considerando su importancia estratégica, lo restauró cediendo su custodia a Rodrigo Díaz de Vivar el Cid, siendo destinado años más tarde al cobijo de los Caballeros Templarios. La historia que sigue a continuación ocurrió precisamente en esta etapa, cuando la fortaleza estaba custodiada por dichos caballeros.

Era una gélida noche de noviembre marcada por la ventisca y la lluvia, que no había cesado desde el amanecer. En los campanarios de la ciudad retumbaron diez campanadas, y el silencio de la noche sólo era roto por los súbitos y violentos golpes de viento. Todos los inquilinos de la fortaleza yacían en profundo sueño, a excepción de los vigías y de don Nuño Alvear, el viejo caballero al que tocaba hacer guardia esa madrugada. El centinela pasaba la vigilia en su angosta habitación, calentada por una débil hoguera en la chimenea, en espera de caminantes que al llegar tarde a la ciudad encontraran sus puertas cerradas y necesitaran albergue donde pernoctar.

Se hallaba don Nuño Alvear inmerso en sus pensamientos, medio adormecido por el monótono chisporroteo de la chimenea, cuando unida al soplo del viento creyó escuchar una tenebrosa y estremecedora voz. El viejo hidalgo no distinguió palabras, pero sí un susurro que le llenó de terror.

Poco tiempo después oyó al pie de la torre la caracola de los peregrinos, seguida de dos fuertes aldabonazos en la puerta que le hicieron sobresaltarse y dirigir una asustada mirada hacia el lugar donde se encontraba el vigía. Lo más seguro es que se tratara de algún necesitado, pero no había que confiar en los que andaban errantes a tan altas horas.

Don Nuño, intranquilo, escuchaba tras la puerta al recién llegado, que dialogaba con los soldados de la entrada suplicando albergue. Su voz tenía un acento cascado, que se confundía con el fuerte azote del viento.

Pocos minutos después se presentó en la cámara del Templario un viejo canoso de larga y blanca barba. Sus manos sarmentosas sostenían a duras penas el báculo de peregrino, y sus pies descalzos se arrastraban penosamente por las losas del pavimento. Don Nuño, sobrecogido, se levantó de su asiento dirigiendo su temerosa mirada al anciano, que le dijo:

– Por fin me presento ante vos.

- ¿De dónde venís y a dónde os dirigís? –preguntó el anfitrión con voz temblorosa-.

- De dónde vengo es un enigma, pero allí he de regresar de nuevo.

El centinela del castillo no acertaba a comprender las palabras del visitante. Se encontraba aturdido a causa del miedo, hasta el punto que llegó a frotarse los ojos creyendo que soñaba. Viendo que no era sí, preguntó de nuevo al anciano:

- Decidme, ¿quién sois y a qué habéis venido?.

- A por vos. O mejor aún, a por vuestra alma, que escapa de vuestro pecho como el humo escapa de la llama. Ahora estáis en mis manos. ¡Soy vuestra muerte!.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del Templario, que aterrorizado cogió una trompa para llamar a sus guardias.

- Es inútil –le advirtió el anciano-. En vuestro pecho no queda fuerza para el más leve soplo. Debéis afrontar vuestro destino.

- ¡Os lo ruego –suplicaba don Nuño-, dejadme!.

- De nada sirven vuestros ruegos ante los testimonios de los que os acusan ante Dios. ¡Mirad, mirad!.

Entonces, entre las llamas de la chimenea, comenzaron a reflejarse multitud de rostros marcados por el dolor que le hacían muecas de trágica burla. Don Nuño reconoció todos y cada uno de ellos. Se trataba de los numerosos desdichados que habían sufrido a manos del cruel Templario. Entre ellos se encontraban los innumerables musulmanes que había hecho crucificar por leves delitos, las jóvenes doncellas que fueron arrojadas por un precipicio al negarse a satisfacer sus sucios deseos, los pacíficos peregrinos que huían humeando en carne viva al serle derramado aceite hirviendo desde lo alto de las torres del castillo. Todas las escenas fueron revividas por don Nuño, que cayó al suelo echándose las manos a los ojos sintiendo que le ardían las entrañas. Todo esto ocurría bajo la atenta mirada del anciano peregrino, que permanecía imperturbable ante el horrible sufrimiento del Templario. Poco después se le nubló la vista, el corazón comenzó a agitársele bruscamente y un zumbido atronó en su cerebro.

Al despuntar el alba uno de los soldados se dirigió a la cámara de don Nuño, comprobando con espanto que éste se hallaba muerto en el suelo, con el pelo más blanco, y con abundante sangre manando de su nariz, boca y ojos.

Del misterioso peregrino no supieron nada.

Actualidad

El edificio fue cedido en 1945 a la Delegación de Juventudes, quien restauró el castillo para fines propios. En la actualidad es utilizado como albergue y residencia universitaria.

Fuentes