Cimarrones urbanos

Cimarrones urbanos
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Concepto:Esclavo fugitivo, pertenecientes a las grandes familias adineradas de la época.

Cimarrones urbanos. Esclavo fugitivo, pertenecientes a las grandes familias adineradas de la época y que se refugiaban en los barrios intramuros de la ciudad o en los caseríos de extramuros en busca de su libertad.

Historia

La fuga significó para el esclavo el primer paso para su liberación. Escritores e historiadores, como Cirilo Villaverde, Rufino Pérez Landa, José Luciano Franco, Miguel Barnet y otros, han descrito en sus obras la fuga del esclavo, su cimarronaje y finalmente el palenque, como símbolo de rebeldía colectiva.

El esclavo, bien en el barco o en el barracón, era registrado con número y nombre.[1] Ambos nombres, el nativo y el cristiano, formaban parte de la ficha descriptiva del cimarrón urbano, principalmente de los esclavos clasificados como emancipados.

Aunque en la ciudad el mayoral y el látigo no tenían cabida, el esclavo urbano no estaba exento de castigo. Para reprimir su rebeldía, los amos contaban con establecimientos e individuos dedicados a la corrección de los insumisos. En el Diario de la Habana se publicaban los avisos para trabajos correccionales.

Fuga y refugio

La dura faena en las canteras o en los fosos, no aquietaban la rebeldía de los esclavos, que escapaban de los denominados trabajos de corrección y por supuesto, del dominio de sus amos. La prensa insertaba frecuentemente avisos para informar de la fuga de los esclavos.

A fin de evadir los castigos y lograr su liberación, aunque fuese temporal, el esclavo doméstico apelaba a la fuga y se refugiaban en los barrios intramuros de la ciudad o en los caseríos de extramuros, deviniendo cimarrón urbano, siempre tratando de esquivar a los comisarios de barrios y capitanes pedáneos[2]

Diversos medios eran utilizados por el esclavo prófugo para burlar la persecución de las autoridades, desde la licencia falsa hasta el ocultamiento en la casa de un compatriota libre. La existencia de los batallones de Pardos y Morenos[3] ofrecía al esclavo habilidoso, la oportunidad de conservar y aun asegurar la libertad lograda por la fuga, mediante el alistamiento.

Depósitos de cimarrones

La existencia de un número elevado de esclavos prófugos refugiados en el barrio de San Lázaro, amparándose en autorizaciones de sus amos o previstos de licencias falsas, motivó una disposición firmada por el Capitán General Tacón el 17 de marzo de 1835 y publicado tres días después en Diario de la Habana, determinando que dichas licencias fueran entregadas por los comisarios de barrios y capitanes de extramuros para evitar que continuaran las fugas por esta causa.

Frecuentemente, en los avisos oficiales publicados en la prensa diaria las autoridades daban a conocer la existencia de los depósitos de cimarrones. El tiempo que mediaba entre uno y otro aviso demostraba la persistencia de los esclavos de conseguir su libertad.

Para facilitar la detención de los esclavos, de cuya captura se encargaban tanto los comisarios y capitanes pedáneos como los particulares dispuestos a cobrar la recompensa ofrecida. Los amos detallaban en el anuncio de su fuga las características de su esclavo. Sin embargo, a pesar de la minuciosa descripción y los reiterados anuncios en el Diario de la Habana o en el Noticioso Mercantil, el cimarrón urbano escapaba frecuentemente, logrando permanecer oculto, en algunos casos, hasta más de un año.

Marcas tribales

En la descripción física del esclavo prófugo, el amo agrega las marcas características de cada tribu. Era común encontrar en una descripción: tenía la cara rayada como lucumí o sus dientes están limados como carabalí, sin embargo, cada grupo lucumí tenía sus rayas propias y las características de los carabalís no sólo se limitaba a la dentadura.

Las marcas posibilitaban la identificación del esclavo africano, pues el criollo no adoptaba la marca tribal de su progenitor y sólo por simple imitación había incorporado a sus hábitos las dos características antes mencionados en la descripción.

Marcas tribales:

  • Lucumí
  • Mandinga
  • Mina
  • Gangá
  • Congo
  • Carabalí
  • Criollo

Vestuario

La descripción del vestuario habitual del esclavo, mostraba cierta uniformidad por el empleo de una tela determinada, que establecía una bien visible diferencia en el vestir de amos y siervos, diferencia acentuada entre los esclavos dedicados a las labores domésticas y los que en poseción de un arte u oficio, percibían ingresos que les posibilitaban la adquisición de ropa por cuenta propia.

Mujeres cimarronas

Las mujeres destinadas a las tareas domésticas en el sector urbano, apelaban también a la fuga aunque en menor número. El Diario de la Habana, recogió en sus páginas numerosos avisos dando a conocer las fugas donde se describían minuciosamente desde la criolla de color achinada y alta hasta la de nación carabalí envuelta en carnes y muy nalguda en extremo.

Meses o años de libertad temporal, no restaban efectividad al derecho del amo de recuperar su propiedad, lo que se refleja en un aviso de un amo reclamando la posesión de una esclava trece años después de su fuga.[4] Las mujeres vestían sayas de rusia, de percal o de alguna otra tela de rayas finas, denominadas comúnmente de listado.

Notas y referencias

  1. Cualquier nombre del vasto santoral cristiano, impuesto por los traficantes de mercancía humana, en sustitución del tribal y además las marcas faciales o no, propia de cada nacionalidad africana.
  2. Pedáneo: adj. For. Decíase del juez subalterno que juzgaba de pie, sin tribunal, las causas leves. (Pequeño Larousse Ilustrado. pag.708.)
  3. Batallones que el gobierno colonial sostenía para mantener dividida a la población de origen africano.
  4. Diario de la Habana, 25 de enero de 1834.

Bibliografía

  • Franco, José Luciano. La presencia negra en el Nuevo Mundo. La Habana, 1968.
  • Le Riverend, Julio. La Habana, biografías de una provincia. La Habana, 1960.
  • Ejemplares de la Gaceta de la Habana
  • Ejemplares del Diario de la Habana
  • Ejemplares de El Triunfo
  • Ejemplares del Noticioso Mercantil

Fuente

  • Deschamps Chapeaux, Pedro; Pérez de la Riva, Juan. Contribución a la historia de la gente sin historia. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 1974, pags. 29-53.