Cines Móviles en Jagüey Grande

Cines móviles en Jagüey Grande
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 Cines móviles en Jagüey Grande. Proyecto encargado de llevar el séptimo arte a lugares de difíciles acceso. Camiones, lanchas y barcos, llevaron el cine a los trabajadores del mar, mientras las arrias de mulas lo condujeron por las montañas con películas de 16 mm, para llevar, por primera vez, esta expresión artística a millares de hombres y mujeres, niños y ancianos hasta las más alejadas zonas del archipiélago cubano.

Historia

A inicios de la década de los cincuenta, por iniciativa de Raúl Roa, entonces a cargo de la dirección de cultura del Ministerio de Educación, se crea un proyecto denominado Misiones culturales bajo la égida de un joven de apenas veinte años, llamado Julio García Espinosa, consistía en un camión rastra que se movía por los pueblos de todo el país llevando diferentes manifestaciones artísticas, incluyendo el Cine.

En el año 1960, Héctor García fue designado para fundar y dirigir la Cinemateca de Cuba. Al año siguiente creó la sección de Cine Club. La aspiración de estos nuevos apóstoles del Séptimo arte, era la de transformar los cánones de apreciación del público en general, y sobre todo de su exclusión clasista, que segregaba a millones de campesinos de todas las edades que no habían visto nunca cine, ni sabían que existía algo así. A partir de estas ideas, por iniciativa del propio Héctor, se crea el primer camión de Cine Móvil, en los últimos meses del mismo año 1961.Este vehículo piloto, a pesar de enfrentarse a las dificultades lógicas de un proyecto novedoso y sui géneris; en pocos meses sobrepasó las expectativas de sus creadores, para convertirse en un elemento de extraordinaria demanda.

En marzo de 1962, se crea el Departamento de Divulgación Cinematográfica del ICAIC, a la vez que se decide captar cuarenta jóvenes de las antiguas seis provincias para impartirles un curso intensivo que incluía aprender a conducir el camión, operar los equipos de proyección y sus aditamentos, así como una preparación liminar para presentar los materiales y películas en escuelas, comunidades, campamentos y demás lugares a donde arribaran. Matanzas, se incorpora en el mes de abril y después comienza a extenderse el programa al resto del país.

Para tener una idea más cercana a las dimensiones del alcance de esta noble intención, es imprescindible recordar que en el año 1962, la población cubana era de poco más de seis millones y medio de habitantes, con un por ciento mayoritario en zonas rurales de los cuales más del 90% nunca habían visto una película. Razón suprema para que el proyecto de los cines móviles, no sólo constituyera esa extraordinaria hazaña de llevar el cine hasta el último rincón de la nación; sino que devino indiscutiblemente en la segunda revolución cultural llevada a cabo en menos de dos años, alzándose como la fiel continuadora, de la recién concluida Campaña de alfabetización.

Al finalizar 1962, los primeros treinta y dos cines móviles habían realizado más de cuatro mil proyecciones, con una participación de un millón 239 528 espectadores, cifra que continuó creciendo, y ya para 1968 ascendía a 74 220 funciones y siete millones 582 494 espectadores.

Jagüey Grande no estuvo ajeno a los esfuerzos realizados por la Revolución desde sus primeros años por llevar la cultura y recreación a los rincones más recónditos de la geografía cubana, a los siempre olvidados cenagueros y campesinos y la abnegación y heroicidad de sus protagonistas.

Cines móviles en Jagüey Grande

Los cines móviles entran a Jagüey Grande de manera eventual, rotándose los chóferes radicados en Matanzas se destinaban a Jagüey durante el año 1962 y es cuando el 30 de noviembre de ese año, ocurre el atentado en ocasión de encontrarse el móvil M 2 en este territorio, en el año 1963 se le asigna un cine móvil conduciéndolo Ángel Urra González y en 1964 se le asigna otro al territorio Ciénaga de Zapata, conducido por Leandro Gómez Lobato con posterioridad al atentado se intensificó el trabajo.

Sistema de trabajo de los choferes proyeccionista.

Se trabajaban 24 días interrumpidamente, desde la mañana hasta tarde en la noche, porque cuando existían dos bateyes cercanos se proyectaba en los dos. También por las noches además de a los campesinos se les proyectaba a macheteros en albergues y por el día se visitaban las escuelas primarias, era un trabajo muy contínuo. Los 6 días de descanso eran empleados para el mantenimiento de los camiones y de los equipos, así como en la recogida de nuevos filmes y reuniones.

Víctimas de la contrarrevolución por frenar este proyecto cultural.

El cobarde atentado del 30 de noviembre de 1962 en el que perdiera la vida Lázaro González Fagundo, lo que originó fue la intensificación de la proyección fílmica en el territorio, ocupando Matanzas el primer lugar Nacional. A pocas horas de despedir el duelo el Comandante del Ejército Rebelde Jorge Serguera primer Secretario de la Organización revolucionaria integrada (ORI), ya estaba dispuesto a continuar la obra los choferes proyeccionistas José Mora Cantón (bigote) y Andrés Casallas Pereira (niquita). Aunque no nativos de Jagüey Grande y perteneciente a la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR), estuvieron presentes en los campos de Jagüey con su trabajo, le rindieron tributo a Lázaro, 44 días después de caído Lázaro caían también ellos asesinados en la zona de Sabanilla, cuando regresaban de haber proyectado una película en el lugar conocido por “Monserrante”. Nada ni nadie pudo detener esta labor cultural y humana, que puede catalogarse como un logro de la Revolución, nunca antes existió Gobierno alguno que se hubiese ocupado de llevarle el cine a quienes en muchos casos siendo niños, adolescentes, y hasta adultos nunca antes habían visto una proyección fílmica.

Fin de los cines móviles.

Pasaron los años y la electrificación fue alcanzando buena parte de la campiña cubana. Los diferentes programas sociales llevados a cabo por la Revolución estimulan un éxodo paulatino de campesinos hacia pueblos y ciudades. Durante la década del ochenta los televisores invaden la mayoría de los hogares cubanos, los adelantos tecnológicos fueron perfeccionando los reproductores electromagnéticos de imagen y sonido, y el video comienza a señorear como el soporte por excelencia para multiplicar las obras audiovisuales; cada uno de estos pasos era como una herida de muerte para los vetustos equipos de 16 mm.

En 1988 se reciben las últimas copias de películas en este formato, y para 1991, debido a las restricciones del Período Especial, se ve afectado el combustible para los cines móviles.

Los filmes de 16 mm, pasarán a engrosar los fondos del museo del cine, en el caso de los más románticos. Pero lo que sí quedará para siempre, será la impronta de los miles de hombres y mujeres que durante más de treinta años lo dieron todo para llevar las imágenes en movimiento hasta la retina del último cubano.

Fuentes