Breda

(Redirigido desde «Ciudad de Breda»)
Ciudad de Breda
Información sobre la plantilla
Ciudad de Holanda
Bandera de Breda
Bandera

Escudo de Breda
Escudo

Mapa de breda
Mapa de breda
EntidadCiudad
 • PaísBandera de los Países Bajos Países Bajos
 • ProvinciaBrabante Septentrional
Población 
 • Total176,507 Habitantes - 1,366 7 /km² hab.

Breda es una ciudad situada en la campiña del Brabante septentrional, y hoy, una de las 13 provincias que configuran los Países Bajos u Holanda, cuya denominación original hace casi cinco siglos era la de las llamadas Provincias Unidas, un conjunto de pequeños condados y ducados que reclamaban a España más autonomía y respeto por su credo religioso.

Historia

Situada entre dos ríos de cierta entidad, el Mark y el Aa, y colindante con Bélgica, fue en los albores del siglo XVII el punto de colisión de una de las batallas más cruentas y largas de la Guerra de Flandes. Como casi todas las ciudades holandesas, son horizontales en su confección urbanística y rodeada de un verde intenso por los cuatro costados, pero en el momento de los acontecimientos que relatamos, la fortaleza que abarcaba la ciudad –un emporio comercial de primera categoría–, las murallas que rodeaban esta urbe eran gigantescas e imponían por su estudiada composición, líneas de fosos e imponentes defensas.

Justino de Nassau estaba seguro de que Breda era inconquistable. Por ello, se retiró ante el avance de aquel colosal ejército de 40.000 hombres de los tercios y tropas auxiliares a sabiendas de que poco o nada tenía que hacer en campo abierto contra aquella experimentada y contrastada máquina de guerra. Por lo tanto, especuló con la posibilidad de una resistencia a ultranza intramuros en una ciudad con una fortificación de diseño octogonal y dos líneas de defensa, a priori, debidamente abastecida para aguantar un sitio de larga duración.

Resistió el asedio español heroicamente a pesar de que las fuerzas atacantes evitarían los refuerzos, así como la entrada de víveres

Se hace necesario recordar que en 1590 Mauricio de Nassau-Orange, en aquel momento al frente de las rebeldes Provincias Unidas, tomaría Breda. Más tarde, con la Tregua de los Doce años que mantuvo el país en calma entre 1609 y 1621, la ciudad quedaría en posesión de los locales mientras se resolvía el impasse que determinaría el futuro de los llamados Países Bajos, pues ambos bandos estaban exhaustos. La tregua finalizó cuando reinaba Felipe IV, ya que las posturas eran irreconciliables. La primera intención del rey español era recuperar la plaza perdida. Aunque por el camino se darían algunas batallas previas, el enclave en cuestión era de vital importancia para otras conquistas posteriores.

Breda resistió el asedio español heroicamente a pesar de que las fuerzas atacantes evitarían cualquier tipo de refuerzo, así como la entrada de víveres practicando así una antiquísima filosofía de desgaste y desmoralización del adversario. Fue una auténtica lección de estrategia militar por parte del general–banquero Spínola, un militar con muchos matices pero ante todo, un caballero cuyo lema era la paciencia como arma fundamental en todas sus actuaciones. Finalmente, Nassau rendiría la plaza el cinco de junio del año 1625. Los españoles tratarían con el máximo respeto a sus oponentes holandeses permitiéndoles una capitulación honrosa en la que un escenario de arrogancia y humillación del vencido quedaría desterrado como así lo ilustra el genial Velázquez en su cuadro 'Las Lanzas'.

Justino de Nassau, retratado por el taller de Jan Antonisz van Ravesteyn.

El sitio de Breda se desarrolló en el año 1625 en el marco de la Guerra de los Treinta Años, guerra esta que a su vez se solapaba sobre otra más prolongada, tal que era las Guerra de los Ochenta años o Guerra de Flandes, contienda que enfrentaría al Imperio Español y sus temidos tercios con los ejércitos de las Provincias Unidas de los Países Bajos. En principio. el plan original era el de aislar a las Provincias Unidas de su hinterland (zona de influencia comercial) y para ello la formidable fortaleza de Breda era la pieza clave en la ofensiva.

En agosto de 1624 la ciudad que estaba sólidamente fortificada era defendida por una guarnición de 14.000 soldados, suficientes para aguantar un largo asedio y aburrir a sus oponentes. Spínola, entre otras decisiones, rodeó la ciudad con pequeños blocaos, pozos de tirador en previsión de alguna desesperada salida, fosos, barricadas para las cuales fue necesario talar miles de árboles, y todo tipo de defensas de fortuna con lo que tuviera a mano. Entretanto, en paralelo cavó con sus zapadores túneles subterráneos con la intención de volar las consistentes murallas de la ciudad.

La erosión psicológica de la guarnición iba en aumento pues no solo no había llegado ningún convoy de aprovisionamiento en el último mes, sino que intuían que la cosa se estaba poniendo fea.

El asedio

En el duro invierno de febrero de 1625 (hacía ya cinco meses que había comenzado el sitio) cerca de 8.000 soldados ingleses y daneses, bajo la batuta de Ernesto de Mansfeld, intentaron liberar la ciudad infructuosamente siendo rechazados expeditivamente y sin muchas contemplaciones por las entrenadas fuerzas de los tercios. Breda se quedaba no solo sin oxigenación, sino que el intenso bombardeo, el racionamiento, y sobre todo, la falta de esperanza en la ruptura del sitio por parte de los aliados de los holandeses, era más que evidente.

No hay que olvidar que cincuenta años antes, un día uno de septiembre de 1575, se había producido la segunda quiebra de la Hacienda Real durante el reinado de Felipe II, y que como consecuencia de ello, fue imposible abonar las pagas que se debían a los soldados del ejército en Flandes, unidades que a causa de la penosa gestión de la administración de la Monarquía, llevaban cerca de dos años y medio sin cobrar, dependiendo del saqueo y del robo a los autóctonos. En el mes de julio de 1576 el tercio de Valdés se amotinó por esa razón e hizo estragos en el famoso Saco de Amberes rubricado en mayúsculas en la tristemente famosa Leyenda Negra, pizarra pública donde se maldecía a los españoles un día sí y otro también.

El escenario era dantesco. Ambrosio de Spínola lo sabía y sabía que era cuestión de tiempo una toma por asalto ante la debilitada guarnición.

En previsión de que se reprodujera una matanza de aquella magnitud los sitiados en Breda comenzaron a valorar la posibilidad de rendición. Las cifras de muertos se contaban por miles, las piras de cremación levantaban columnas de humo observables a distancias considerables, y no había día en el que entre población y milicias no se quemaran a menos de doscientos individuos finados por el estrangulamiento de las líneas de abastecimiento de la castigada ciudad. El escenario era dantesco. Ambrosio de Spínola lo sabía y sabía que era cuestión de tiempo una toma por asalto ante la debilitada guarnición o una solicitud de rendición pactada. Él era partidario de lo segundo pues además de banquero y un militar excepcional, era extraordinariamente prudente con las vidas de sus subordinados.

Por informaciones proporcionadas por desertores hambrientos y de aspecto famélico, se supo que el agua estaba contaminada y los alimentos eran prácticamente inexistentes. Se comía solamente carne de las caballerías que se sacrificaban a tal efecto y se potabilizaba el agua a base hervirla y distribuirla racionada a la población.

Donde de la intensa actividad artillera, las minas en las profundas galerías convertidas en cenagales y la voluntad clara de resistir por parte de los holandeses (entendidos así por su denominación actual) no habían podido triunfar; el hambre, las enfermedades de comorbilidad sobrevenidas y la inmensa mortandad producida por los más de diez meses de asedio, habían triunfado.

  • Ambrosio Spínola, inmortalizado por Rubens.

Descartando Justin de Nassau la impensable posibilidad de socorro, rendiría Breda a principios del estío del año de 1625, poniendo fin al asedio más largo de la Guerra de Flandes, que dejaría según estimaciones cerca de 18.000 muertos, sin contar viudas, huérfanos y mutilados en ambos bandos.

El prestigio de los ejércitos españoles y sus mandos crecía exponencialmente. El ínclito Calderón de la Barca escribiría la lucida y terrible obra 'El Sitio de Breda', mientras que otro ilustre, el pintor de cámara de la Corte, Velázquez, crearía una de las obras pictóricas más famosas de la historia.

Es probable, por su similitud, que Velázquez conociera la obra de Veronés 'Jesús y el centurión' donde aparece una representación similar con lanzas incluidas. El cuadro de este artista, un grande de España, no por su linaje aristocrático sino por la envergadura y sabiduría de sus pinceles y paleta de colores, va más allá de la magia de su portentosa inspiración. Por la pulcritud de los trajes, el cuadro parece más bien una representación teatral. Es verdad que el pintor no mantiene el espíritu cortés de Ambrosio de Spínola en su actitud con el rendido y pone el foco en la actitud ordenada de los españoles y la apatía de los rendidos, que no es para menos después de diez largos meses de padecimientos.

Breda es un momento glorioso para nuestra armas, pero también se revela un principio de agotamiento en el imperio que se materializará unos años después.

Geografía

  • Coordenadas geográficas: Latitud: 51.5893, Longitud: 4.77449 - 51° 35′ 21″ Norte, 4° 46′ 28″ Este
  • Superficie: 12.915 hectáreas - 129,15 km² (49,87 sq mi)
  • Altitud: 8 m
  • Clima: Clima oceánico (Clasificación climática de Köppen: Cfb)

Ciudades y pueblos

  • Oosterhout 8.6 km
  • Etten-Leur 9.8 km
  • Dongen 12.5 km
  • Gilze en Rijen 12.7 km
  • Drimmelen 13.3 km
  • Geertruidenberg 13.8 km
  • Zundert 15.2 km
  • Rucphen 16.1 km
  • Moerdijk 16.1 km
  • Alphen-Chaam 17.1 km
  • Halderberge 18 km
  • Baarle-Nassau 19.5 km

Construcciones de la ciudad

El Castillo de Breda, sede de la Real Academia Militar

En pleno corazón de la ciudad de Breda, capital del municipio del mismo nombre, se levanta el Castillo de Breda, una fortificación que actualmente alberga a la Real Academia Militar (desde el año 1826) y cuyos orígenes se remontan a mediados del siglo XIV. En el año 1350 el entonces Duque de Brabante vendió estas tierras a Juan II de Polans, quien erigió una primera fortaleza cuadrangular dotada de un foso y cuatro torres situadas en las esquinas.

Pero la propiedad del castillo terminó por pasar a manos de la familia Nassau debido a que la línea sucesoria masculina de los Polans se rompió desde que nació la nieta de Juan II, Johanna van Polans, quien contrajo matrimonio con Engelbrecht I de Nassau. Se puede considerar este punto como el inicio de las relaciones entre la casa Orange-Nassau y los Países Bajos. Fue uno de los hijos de este matrimonio, Juan IV, el encargado de la primera ampliación del castillo entre los años 1460 y 1470.

Poco menos de un siglo después, entre 1536 y 1540 el castillo sufriría una importante transformación de mano de Enrique III de Nassau-Breda, quien convirtió la vetusta fortaleza en un palacio propio del Renacimiento. Hasta bien entrado el siglo XVIII continuó pasando como herencia entre diferentes nobles (Guillermo de Orange o Guillermo III entre otros), y sufriendo nuevas ampliaciones y reformas hasta que en 1826 pasa a albergar la Real Academia Militar.

Cabe destacar que debido a su función como academia militar no está abierto al público, pero existe una excepción a la norma durante el llamado Brabantse Kastelendag o Día de los Castillo de Brabante (1 de junio), en que todos los castillos de la provincia abren sus puertas a los visitantes. La visita vale mucho la pena, de hecho el Castillo de Breda está considerado como uno de los mas bellos castillos de Holanda y uno de sus 100 monumentos más importantes.

La Grote Kerk o Catedral de Breda

Seguro que de esta ciudad habéis oído hablar. Aunque no sea de las más turísticas en Holanda, o eso dicen, a nadie se le escapa la historia que ofrece, y que se representa en el célebre cuadro de La Rendición de Breda. Nosotros queremos descubriros algunos de sus atractivos, y entre ellos hoy nos quedamos con la Catedral de Breda.

Precisamente esta catedral cuenta con la torre gótica más grande de los Países Bajos, torre que con sus 97 metros de altura puede verse desde cualquier punto de la ciudad y a kilómetros de distancia de la misma.

Comenzó a construirse el templo en el siglo XIII, y se tardó en hacerse algo así como cien años. Hoy en día podéis verlo en su esplendor, ya que ha sido restaurado recientemente. Un gótico francés en todo su esplendor.

Cuando te plantas frente a ella es una auténtica pasada. Aquí se conoce como la Grote Kerk, sobre todo porque se encuentra en pleno centro de Breda, en la Grote Markt. Pero si por fuera resulta impresionante, por dentro es una maravilla, destacando en especial su órgano. La decoración también resulta increíble, con algunas paredes llenas de tapices y cuadros.

Fijaros en la exquisita Capilla del Príncipe, que data del siglo XVI, con su techo dorado, donde están enterrados hasta 17 miembros de la familia real. No nos extraña que esta iglesia sea una de las más bonitas de Holanda, el mejor ejemplo del estilo gótico brabantino en los Países Bajos.

Otro de los lugares que debéis visitar en el interior de la catedral es el Tesoro, que incluye varias pinturas y piezas de plata. Además, en todo el recinto existen tumbas muy antiguas, algunas de ellas del siglo XIV.

Si tenéis pensado visitar esta histórica ciudad, llena de encantos y un precioso centro histórico, no olvidaros en absoluto de ver la Grote Kerk o Catedral de Breda, una de las mejores catedrales del centro de Europa.

Cultura

Carnaval de Breda

El mes de enero es en muchos países la antesala del carnaval.

En Holanda no faltan tampoco a la cita de sus carnavales. Posiblemente el más conocido sea el de Maastricht, pero en otras ciudades del sur de Holanda también se llevan a cabo con celebridad estas fiestas. Hablamos en esta ocasión del Carnaval de Breda, conocido en Holanda también con el nombre de Kielegat (referido al traje típico que suelen llevar durante estas fiestas algunas personas) y que se desarrolla especialmente en el centro de la ciudad.

Todo comienza en el instante en el que el alcalde de Breda le entrega las llaves de la ciudad al Príncipe del Carnaval. A partir de ahí Breda queda en manos de la alegría y la diversión. Es más, quien ordena durante estos días es el Príncipe, el alcalde queda en un segundo plano. La gente se disfraza y se lanza a la calle, especialmente el martes antes del Miércoles de Ceniza. Ese día hay desfiles, bandas de música en la Grote Markt, pasacalles, etc.

A pesar de que durante buena parte del año la gente prepara sus disfraces, el carnaval no dura más allá de unos días. Comienza el sábado anterior al Miércoles de Ceniza, y acaba el martes. La noche del sábado es para los más animados, que salen a los bares, pubs y discotecas de la ciudad disfrazados. El domingo tiene lugar la gran cabalgata con carrozas, además del Brakke Noodle o desfile para los más pequeños.

Hay premios para la mejor carroza del desfile (los artesanos se afanan en ellas desde finales del verano anterior), el mejor disfraz o el mejor grupo. Un carnaval que tal vez no sea tan concurrido como otros en Holanda o en todo el mundo, pero que ofrece diversión, color y tradición. Si durante estos días tenéis pensado estar por el sur de Holanda, acercaros a Breda y pasar unos días llenos de alegría.

Museo del Diseño Gráfico

Una de las artes-técnica más jóvenes ya tiene museo propio. En junio de 2008, la reina Beatriz inauguró en la ciudad de Breda el primer museo dedicado exclusivamente al diseño gráfico, algo que pone de relieve el gran crecimiento que ha protagonizado esta disciplina en el transcurso de los últimos años.

El objetivo de la nueva institución es recopilar, organizar y conservar datos acerca de la historia del diseño gráfico, para guardar y a la vez permitir el acceso del público a información relevante y ordenada del devenir de la profesión desde sus inicios –muy recientes en términos estrictos– hasta la actualidad.

El laboratorio alberga una biblioteca con registros y base de datos digitales, que facilitan la búsqueda de material. Se planea la organización de talleres y conferencias abocadas a las corrientes, los estilos, el pasado y la actualidad del diseño gráfico, una apasionante y compleja labor siempre atravesada por el arte, la tecnología y el mercado.

El museo también se propone funcionar como estímulo y ayuda a los jóvenes talentos que buscan hacerse un camino a través de los diseñadores consagrados. También para ellos habrá lugar en el museo, que alberga piezas cumbre de distintas épocas y lugares, muchas de ellas conocidos hitos del diseño a nivel mundial.

Un festival bienal será el espacio que llevará el arte exhibido en el museo a las calles de la ciudad. Cada dos años, los más reconocidos nombres recorreran Breda en compañía de los nuevos destacados que podrán transformarse en protagonistas de la muestra.

Personajes como Piet Zwart, Wim Crouwel, Anthon Bekke y Erik Kesseles son parte de la colección que alberga el museo en la actualidad, y que dados los niveles de producción de los últimos años en materia de diseño gráfico no deja de crecer. Y esperemos que no deje de hacerlo por mucho tiempo más.

Fuentes