Combate de La Criolla (Puriales de Caujerí, 1878)

Combate de la Criolla
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Tarja de la Criolla.jpg
Una tarja recuerda el último combate de la Guerra de los Diez Años (1868-1878)
Fecha:17 de mayo de 1878
Lugar:en un llano a 5 km del poblado de Puriales de Caujerí,
municipio de San Antonio del Sur,
provincia de Guantánamo,
capitanía general de Cuba,
Reino de España Bandera de España
Ejecutores o responsables del hecho:
Fuerzas mambisas al mando de Pedro Martínez Freire (30)

El combate de La Criolla se libró el 17 de mayo de 1878, a 5 km del poblado de Puriales de Caujerí (provincia de Guantánamo). Fue el último enfrentamiento entre los patriotas mambises y el ejército español en la Guerra de los Diez Años (1868-1878). El sitio fue declarado monumento local el 25 de diciembre de 1979.

Lugar perteneciente al municipio San Antonio del Sur, cerca de Puriales de Caujerí, donde el 17 de mayo de 1878 fue escenario del último combate de la Guerra de los Diez Años, protagonizado entre las fuerzas españolas al mando del renombrado general Santos Pérez Ruiz y tropas mambisas al mando del coronel Pedro Martínez Freire, quien había quedado con la misión de cumplir la orden del mayor general Antonio de la Caridad Maceo Grajales de continuar la lucha y a la vez debilitar las fuerzas españolas en el litoral Sur de Guantánamo.

En los primeros días de mayo de 1878, cuando Maceo se disponía a abandonar la isla, ante la nueva tarea que le asignó en el exterior el Gobierno, el Dr. Fernando Figueredo, miembro del ejecutivo constituido, escribía:

“Pensaba en Guantánamo, suspiraba por Maceo. ¡Ah!, pero Maceo y Guantánamo equivalían en aquella situación casi a un imposible.”

Figueredo se percataba de que la ausencia de Maceo podía significar el fin de la beligerancia. Por otra parte, pensaba en Guantánamo, pues los rudos combatientes del Alto Oriente se mantenían en la manigua, a pesar de la partida del Titán de Bronce.

Historia

El 10 de febrero de 1878, la denominada Junta Central del Camagüey firmó con el militar español Arsenio Martínez Campos (1831-1900, gobernador de la capitanía general de Cuba, colonia del Reino de España) un tratado de paz de 8 artículos, conocido como el Pacto del Zanjón.

Un mes después, el 15 de marzo de 1878, el mayor general mambí Antonio de la Caridad Maceo Grajales (1845-1896) respondió a esa acción con la histórica Protesta de Baraguá, donde expresó su disposición de continuar la lucha hasta el final, confirmando y realzando su inquebrantable voluntad de vencer o morir junto a los bravos orientales que lo seguían. En esa histórica circunstancia, Guantánamo estuvo al lado del Titán de Bronce.

Ataque al fuerte de Baitiquirí

Pocos meses después del Pacto del Zanjón, las fuerzas cubanas se debilitaron y el Gobierno de la República en Armas ordenó a Maceo abandonar el territorio nacional, con el fin de proteger su vida, pero este decidió dejar algunas de sus fuerzas operando en el territorio oriental, ya que esperaba regresar con refuerzos y recursos de guerra para proseguir la lucha por la independencia.

El 8 de mayo de 1878 Antonio Maceo se exilió en Jamaica.

El 11 de mayo, el Gobierno provisional y su escolta depusieron las armas. Pero la lucha en Oriente no había acabado, quedaban en pie de lucha Jiguaní y el regimiento guantanamero; este último era el que realmente libraba el combate.

El coronel mambí Pedro Martínez Freire(de 30 años) quedó con la misión de cumplir la orden de Maceo: seguir la lucha y, a la vez, debilitar las fuerzas españolas en el litoral sur de Guantánamo, para propiciar el arribo de expedicionarios con recursos por esta costa.

En la primera quincena de mayo de 1878 las tropas de Martínez Freyre, se concentran en el Charrasco, punto ubicado al norte del poblado de Baitiquirí (San Antonio del Sur), un área montañosa y protegida por abundante vegetación, para preparar un ataque al fortín de Baitiquirí, parte de la estrategia era despejar de españoles toda la costa sur de la provincia.

Una vez concentrada las tropas, se trazó el plan de ataque que tuvo en cuenta el aprovechamiento de la espesura del monte para acercarse a Baitiquirí, rodear el fuerte y dar inicio al combate. Los mambises se lanzaron con todas sus fuerzas, las tropas españolas sorprendidas cedieron y finalmente fueron derrotadas. El fortín fue tomado y el saldo final de la victoria arrojó la ocupación de 1400 tiros, 40 000 raciones de comida, ropas, armas y cabalgaduras.

Desarrollo del combate de La Criolla

Una vez concluido el combate, las fuerzas mambisas se dirigieron hacia las alturas de la Loma de Mariana, desde donde se introdujeron en el Valle de Caujerí y a su paso por la cordillera, llegaron a un abierto conocido por La Criolla, el 17 de mayo de 1878.

Encontrándose en la proximidad de un arroyo chocaron con el enemigo comandadas por el renombrado general Santos Pérez Ruiz, hijo del jefe de guerrilla al servicio de España, Miguel Pérez y Céspedes, quien había resultado muerto en combate con Guillermón Moncada en 1871. Santos Pérez era el jefe de las escuadras de Santa Catalina, consideradas las tropas de voluntarios más selectas con que contaban los españoles en Guantánamo.

Los mambises decidieron atacar nuevamente a las fuerzas enemigas y Martínez Freyre se entabló en un combate cuerpo a cuerpo. Fue tal el ímpetu de los mambises que los españoles tuvieron que retirarse no sin antes. Los cubanos vencedores tomaron como trofeo de guerra en calidad de prisionero al coronel Miguel Blanco y dos soldados cubanos del ejército español, el convoy y la bandera de la unidad quedaron dispersos entre los pedregales algunos cadáveres de soldados españoles.

Los detalles de este histórico combate los dejó escrito Pedro Martínez Freire en su diario de operaciones:

“Próximos ya al camino real dispuse que el sargento Arcid Duverger saliese a practicar un reconocimiento, el cual volvió diciéndome que por allí acababa de pasar una columna que suponía de 300 hombres, muchos de ellos voluntarios, circunstancia que nuestros prácticos distinguían perfectamente por las huellas del calzado. Inmediatamente me puse sobre las huellas del enemigo, porque dado el rumbo que llevaban iban sin duda a donde se hallaba el comandante Pelao Sánchez, del batallón de Mayarí, y a quien le habían roto una pierna en uno de los combates últimamente sostenidos. Aquel jefe, que yo distinguía mucho, era además idolatrado de todas las fuerzas a mis órdenes, por su noble carácter, por su espíritu justiciero y por su valor indomable. Fue siempre un excelente compañero.”
“Seguíamos a marcha forzada, y al llegar al abierto denominada La Criolla practiqué un escrupuloso reconocimiento antes de entrar en él. El comandante José Prado me hizo presente que la gente deseaba que les diese allí dos minutos para sacar algunos boniatos. Lo dispuse así, y ordené al teniente Juan Rojas que avanzase por las huellas del enemigo y al sargento Cordero que cubriese la retaguardia, a fin de evitar cualquier sorpresa; pero precipitadamente vino una pareja de la guardia del teniente Rojas manifestando que los españoles estaban acampados allí mismo, del lado allá de un arroyo seco, de cauce hondo. Temiendo que pudiese ser la escolta y convoyeros de la familia del general Maceo, puesta a mi cuidado en aquella zona, llamé al capitán [Alfonso] Toledano para que con un pelotón reforzase a Rojas y explorase con gran cuidado, No fuésemos a hacer fuego a nuestra propia gente. No había yo pronunciado la última palabra cuando sentimos sobre nosotros una descarga. En lugar de replegarme a la orilla opuesta del monte, dado el mayor número del enemigo, saqué el machete y grité ¡arriba con ellos. Al mismo tiempo dispuse todo instantáneamente y avisando que Arcid Duverger con 20 hombres flanqueasen aquel enemigo y lo batiesen por retaguardia. La lucha llegó a ser encarnizada, y con tal ímpetu fuimos sobre ellos que se pronunciaron en retirada. Redoblamos nuestros esfuerzos, y cuando en el rudo batallar les quitamos los prisioneros nuestros que llevaban, el convoy, el archivo y ganado, el entusiasmo no tuvo ya límites y el machete empezó a hacer su oficio.”
“Mandaba aquella columna el renombrado y valiente general Santos Pérez, llevando las escuadras de Guantánamo. Las ventajas eran todas del enemigo: el arroyo profundo, el número y una altura de un kilómetro próximamente. Cuando nuestros contrarios alcanzaron la cima habían dejado en nuestro poder 18 muertos tendidos en el campo con sus armas y sus cananas. Mi corneta de órdenes, Gabino Méndez, de Mayarí, que fue a quitar el rifle a uno de los voluntarios moribundos, recibió de éste un tiro en la cabeza, dejando muerto en el acto a aquel patriota al que yo profesaba grandísimo afecto. El capitán Toledano se arrojó sobre el miserable de las escuadras rematándolo a machetazos. El enemigo se hizo firme en la cúspide de la montaña y al dar órdenes para evitar que se nos escapase, el general Santos Pérez toca la corneta, a la que respondió otra por un flanco.”
“Dejé allí a los tenientes Garlobo y Tomás Laocon unos 30 hombres del batallón de Mayarí, y con los demás oficiales y tropa de Baracoa, corrí a interponerme entre uno y otro enemigo. Divisarlo y cargarle decididamente fue todo en un momento. Pronto quedaron muertos muchos de ellos, otros se dispersaron y cayó en nuestro poder el teniente coronel Miguel Blasco Santa María, que mandaba la tropa de línea y era Jefe de la columna. Cogimos también dos de sus soldados vivos. Deshecha aquella fuerza, vuelvo sobre Santos Pérez, les cargo en la altura y se pronuncian en fuga. Como prácticos del territorio cada uno salió por su rumbo, incluso el mismo general Santos Pérez, que más tarde, cuando la capitulación, y habiendo yo ido a Guantánamo, fue a saludarme diciéndome: Mire Vd. como estoy aún de la paliza que nos dio Vd. en La Criolla: jamás, añadió, había sufrido una derrota igual.”

Resultados del combate

Así quedaba sellado el último combate de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), librado en tierra sanantoniense donde el valor y el arrojo de las fuerzas mambisas se hizo sentir con fuerza. El combate de La Criolla tuvo gran repercusión en Guantánamo, y fue motivo de comentarios entre los criollos, pues la columna española entró en la ciudad maltrecha y desmoralizada.

Ese hecho se produjo dos meses después de la Protesta de Baraguá y siete días posteriores a la salida del país de Antonio Maceo. Con ello se demostró que la intransigencia revolucionaria de los guantanameros, a pesar de la ausencia de su jefe natural, era capaz de mantenerse aún en condiciones adversas.

Fuentes

  • Fernando Figueredo Socarrás: La Revolución de Yara, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1972, p. 318-319.
  • Ladislao Guerra Valiente y José Abreu Cardet: La Guerra Grande. Dos estudios regionales. Editorial El Mar y la Montaña, Guantánamo, 2012
  • Margarita Canseco Aparicio, José Sánchez Guerra, y Yaimara Diéguez Gutierrez: En un lugar de la memoria. Editorial El Mar y la Montaña, Guantánamo, 2015