Conjunto Escultórico de Cristóbal Colón

Conjunto Escultórico de Cristobal Colón
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Colon en su centro.jpg
Monumento erigido en el parque principal de la cuidad matancera de Colón con motivo de la celebración del IV Centenario de la llegada a América de Cristóbal Colón
Datos Generales
Autor(es):Miguel Melero
Año:3 de abril de 1893
País:Cuba
Diseñador:Miguel Melero
Estilo:Conjunto
Dimensiones:2.45 m
Localización:Parque La Libertad, Colón, Matanzas

Conjunto Escultórico erigido a Cristóbal Colón situado en el Parque “La Libertad”, en la ciudad de Colón, provincia Matanzas, Cuba; identifica la ciudad, fue develado en conmemoración al IV Centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América.

El monumento en la Ciudad de Colón

Al acercarse la fecha del IV Centenario de la llegada de Colón a América, en la ciudad de Colón se crea una Comisión de Festejos del Centenario el 29 de noviembre de 1891. Su presidente fue Tirso Mesa, pero la figura promotora de ella fue el alcalde Hilario Pérez. Es Hilario Pérez el que contrata al artista Miguel Melero para que diseñara el Monumento a Colón que iba a ser colocado en el centro del parque de Isabel II, que es el actual que con el nombre de La Libertad existe entre las calles Martí, Ricardo Trujillo de Armas, Camilo Cienfuegos y Gonzalo de Quesada. Melero en el año 1892 era director de la Academia de Bellas Artes San Alejandro.

Miguel Melero

Miguel Melero, nac

Miguel Melero. El creador de la obra escultórica

ido en 1836 estudió pintura con Lecrere. Miahle y Morelli. Aprende dibujo y escultura con Augusto Ferrán durante 7 años. Obtiene una pensión para estudiar en París donde deviene discípulo de Carpeaux. Regresa a Cuba y obtiene, más tarde, el título de Director de la Academia de Bellas Artes San Alejandro por concurso de oposición, pasando a ser el primer director cubano de esta escuela.

Cuando en 1892 esculpe el modelo en yeso de la estatua de Colón como parte del proyecto Monumento al Descubridor en nuestra ciudad, tiene 56 años. Pelayo Villanueva dice que tomó como modelo a su hijo menor Aurelio, que entonces contaba con 22 años de edad. Melero modeló en barro la escultura del parque de Colón. Refiere el biógrafo Ramón Meza, que hizo “los bustos como el de Echegaráy, Lope de Vega y Cortina y un medallón de Poey para la Universidad”. En el caso de Cortina, el autor cree que se refiere al monumento funerario de éste en el Cementerio de Colón, proyectado al igual que el de la ciudad de Colón, enteramente por Melero, tanto en su parte arquitectónica como en la escultórica.

Aunque no hay referencias de la presencia de Melero en la fundición en bronce de su estatua, asegura Ramón Mesa que Melero “ sin haber hecho estudios especiales, observando el vaciado de toscas piezas simétricas de construcción de las reducidas fundiciones se lanzó a fundir estatuas de vasta proporción. Entre ellas la de Cristóbal Colón en el centro del Parque de la Villa de Colón y la de Cortina en el cementerio”.

El monumento

Miguel Melero modelando la estatua de Cristobal Colón.

Melero diseña el monumento completo, incluyendo el pedestal, los estribos, la escultura de Colón, los leones y las dos lápidas.

La primera piedra del monumento se coloca el 3 de agosto de 1892. Aunque éste era el año del centenario no puede completarse el monumento en esta fecha, pero como anticipo de los festejos de la inauguración del mismo, que por motivos económicos se haría el año siguiente, el 28 de noviembre de 1892 los obreros de la Fundición de Armstrong y Estapé, situada en la esquina sureste de las calles Concha y Calixto García, entonces Pinillos, recorren las calles colombinas llevando al frente el modelo en yeso esculpido por Melero, seguido por el maestro fundidor de la misma Enrique Estapé.

En unas fiestas celebradas del 2 al 4 de abril de 1893 en la ciudad de Colón, junto con la remodelación aún incompleta del parque, se inaugura el Monumento. La obra costó más de $ 5,000.00.

La obra completa, símbolo de esta ciudad, es una composición triangular de gran impacto y claridad. Es el mayor de todos los monumentos erigidos en Cuba al descubridor, pues tiene 8,50 m de altura.

Se alza sobre una plataforma de 4 peldaños de altura. El más bajo da acceso a un área de mayor amplitud que facilita la visión de la obra por sus cuatro costados.

El pedestal central, de planta octogonal con lados desiguales, o lo que es lo mismo, un cuadrado con sus ángulos achaflanados, termina en su parte superior en un chapitel apiramidado de generatriz curva cuya superficie de remate es un octógono irregular sobre el que se yergue la estatua.

El monumento mira al Este, a la antigua calle Real, hoy Martí, que era y lo es hoy aún la calle principal de la población.

De los lados menores del pedestal avanzan cuatro estribos de 1,00 m de alto aproximadamente, que además de funcionar como contrafuertes del pedestal central sirven de base a cuatro leones sedentes, el animal que era el símbolo de España, la nación patrocinadora del viaje de Colón.

Tanto el pedestal como los estribos se construyeron con piedra caliza de la localidad. Esta obra pétrea, que se puede considerar como la parte arquitectónica del monumento, tiene una ornamentación muy sobria.

En la parte inferior, bordeando los estribos y el pedestal hay un zócalo saliente de poca altura, rematado por una superficie inclinada que da paso al cuerpo principal del pedestal y los estribos. Estos últimos tienen sus tres caras ornamentadas con recuadros rectangulares con ángulos cortados en cuarto de círculo, forma muy usada en otros elementos arquitectónicos del siglo XIX como los pretiles de azotea. Los estribos en su parte superior llevan el borde cortado por una superficie inclinada, de forma similar a la inferior, que suavizo la transición del área plana superior de los mismos sobre la que se asientan los leones.

Hasta la altura de los estribos el pedestal central lleva una ornamentación similar, si bien el recuadro de la zona interior es más estrecho y completamente rectangular.

Los cuatro lados mayores del pedestal llevan en su parte central un recuadro rectangular con el eje mayor en sentido vertical, poco saliente, que habrían de llevar según algunos autores cuatro tarjas, aunque sólo se colocaron dos. En la parte superior e inferior de este recuadro existen otros más estrechos con los lados superior e inferior rectos y los laterales curvos con una sección ligeramente triangular. A ambos lados de estos recuadros se sitúan dos rosetones circulares concéntricos de sección escalonada.

En las caras menores del pedestal se repite una solución parecida, con un saliente o recuadro central de forma rectangular y superficie ligeramente apiramidada. En la parte superior e inferior lleva dos recuadros cuadrados de lados ligeramente achaflanados.

En la parte superior del pedestal existe a todo su alrededor una zona resuelta en dos fajas, la superior más saliente, que hace las veces de arquitrabe; sobre esta zona y a modo de friso hay una faja de mayor altura que la interior, con sus caras mayores completamente lisas y llevando en las menores o achaflanadas dos rosetones circulares escalonados y concéntricos algo mayores que los que decoran las zonas inferiores y superiores de las caras mayores de la parte inferior del pedestal ya descrita.

Lo que pudiera considerarse como cornisa del pedestal está formada por dos molduras, una inferior de poco vuelo y perfil curvo y una superior inclinada en su parte interior rematada en una faja vertical.

De la parte superior horizontal del pedestal es que parte el chapitel apiramidado de sección curva que se va estrechando y termina arriba en una superficie de forma octogonal irregular sobre la que se asienta la estatua del almirante.

La estatua

La estatua tiene 2.45 m de altura y está fundida en bronce.

En la obra Colón aparece sereno y viril, haciendo descansar su cuerpo en la pierna izquierda y teniendo la derecha ligeramente flexada y situada algo hacia adelante. Tiene su pie derecho sobresaliendo en parte sobre la base de la estatua.

Su brazo derecho distendido apunta hacia el frente en la dirección de sus ojos. Su mano izquierda, que estruja su gorro de marino, se apoya sobre un cabrestante al que se encuentra enrollada por una soga un anda en la parte posterior. Estos son los dos únicos símbolos marinos de la estatua. Con serenidad y euritmia griega Melero refleja en su obra al descubridor algo cansado pero con la fe inconmovible señalando el lugar por donde habrá de encontrar las nuevas tierras. No se considera que la suya sea la expresión que mostró en el momento de ver las tierras americanas por primera vez como dice Carbonell. La historia dice que él no fue el primero en verlas.

La vestimenta del almirante es la de la época y su parecido es el más fiel al del retrato de Colón que se estima verdadero Lleva calzas en las piernas y una camisa de mangas largas ajustada al cuerpo. Encima lleva una chaquetilla que lleva un corto faldellin hasta la mitad del muslo y un cinturón del que cuelga sobre el muslo derecho un bolsillo. Lo cubre una capa o manto que se sostiene sobre el hombro derecho y está sujeto por un cordón al frente que le atraviesa el pecho. Calza “zapatos romos sujetos por presillas que pasaban por el metacarpo” con un dibujo lenticular en la punta. Lleva una melena corta despeinada que le llega a la altura de los hombros.

En la base de bronce de la estatua, en la cara frontal del tronco de pirámide octogonal sobre el que se levanta la efigie, está inscrita en alto relieve sobre un pequeño saliente la palabra TIERRA, como lo llevan otras estatuas del gran marino de Europa y América.

La base consta en realidad de dos secciones, una de mayor altura de forma prismática, y la otra superior, algo mayor, de caras inclinadas. En la cara inclinada a la derecha de la anterior vertical donde aparece la palabra TIERRA hay una inscripción que en forma incisa y con letra cursiva dice: “Talleres de Armstrong y Estapé, Colón”, todo dispuesto en cuatro renglones. La tercera inscripción de la base de la estatua, está en la cara estrecha de la zona prismática que mira al suroeste y lleva el nombre del maestro tundidor en relieve en letras mayúsculas: J. MARCIAL.

Inexplicablemente el nombre de Melero no aparece en la base de la estatua. No se entiende que el escultor haya enviado a Colón el modelo en yeso sin su nombre. Tampoco se puede pensar que haya sido él, quien ordenara que se suprimiera éste en la obra final, más aún sabiendo que Ramón Meza atestiguó que dirigió la fundición en bronce de la estatua, aunque Pelayo Villanueva no dice nada de esto. De cualquier forma la supresión del nombre del artista en la obra es imperdonable si es que no fue ordenada por éste. Siempre será ésta una pequeña mancha que opacará la erección del monumento que más tarde se convertiría en el símbolo de la ciudad.

Sin embargo, los obreros del taller conservaron hasta entrado el siglo actual el modelo en yeso de Melero en el patio de la Fundición donde posiblemente se fue deteriorando hasta su ruina total.

Los leones

Los cuatro leones de los estribos del monumento dice Villanueva que fueron esculpidos por Melero. Todos son iguales, están echados y su cabeza mira en dirección al eje longitudinal de su cuerpo por lo cual aparecen prácticamente simétricos con su cola hacia el lado derecho. Están hechos de hierro fundido, lo que les da un color carmelita rojizo que contrasta con el verde oscuro de la estatua del Almirante.

Su colocación cruciforme con respecto al eje vertical del monumento nos recuerda la bien conocida Fuente de los Leones de la Plaza de San Francisco de la Ciudad de la Habana. Aceptando que el modelado de los leones sea de Melero, como es de suponer, y teniendo en cuenta que el león simbolizaba a España, la expresión de la cara de los mismos, con ojos extraviados y carentes de expresión y una boca abierta mostrando una senil estulticia, lleva a pensar en la idea que tenía el escultor cubano de la España de 1892, ya decrépita y perdida en tierras americanas. No se explica cómo no surgieron voces de protesta por la expresión en la fisonomía de estos leones. Tanto los españoles como los voluntarios sólo vieron en ellos la imagen de España y carecían de la sensibilidad artística necesaria para ver lo que en ellos puso Melero.

En la metrópoli el único monumento que tenía entonces ocho leones exentos y desafiantes eran los que flaqueaban las entradas a la base del monumento a Colón que se yergue en Barcelona.

Por ser Melero el primer director cubano en toda la historia de la Academia de Pintura y Escultura San Alejandro algunos dudaron a veces de su cubanía y hasta lo tildaron de pintor oficial por haber tenido que pintar algunos Capitanes Generales. Estos leones demuestran el patriotismo del artista que dejo en una expresión animal de aparente intrascendencia el retrato finisecular de España en tierras de América.

Las lápidas

El monumento fue proyectado para llevar cuatro lápidas de bronce, una en cada una de las cuatro caras del pedestal, pero únicamente llegaron a colocarse dos: una al frente del mismo y otra en la parte posterior, que son las que ahora lleva. Se estima que ambas fueron modeladas en yeso por Melero o cuando menos dibujadas a gran escala mostrando los relieves a la aguada.

Lápida frontal

Lápida frontal del Conjunto Escultórico de Cristobal Colón

En esta lápida, en su parte superior izquierda, aparece como escultor Celestino Castro. No se puede pensar en la usurpación de funciones por parte de este artista, que debió de haber sido el fundidor, porque se tienen pruebas de otra tarja de Melero de 1884 muy similar a esta, que es la que tiene al frente el monumento funerario a José Antonio Cortina en el Cementerio de Colón de Ciudad de la Habana, obra también de Melero. Son cuatro los elementos que posee esta tarja que se repiten en la de nuestro pueblo: el primero es la disposición del paño colgante en la parte superior, que pende en forma ondulada a los costados con flecos en el borde, terminando en dos borlas al extremo de un cordón; el segundo es la palma de la victoria al centro de la tarja, dispuesta de derecha a izquierda con sus hojas situadas en forma casi idéntica a la de Colón; el tercero lo constituyen las dos ramas de laurel en forma curvada encima de esta palma enmarcando el tema principal de la tarja; y el cuarto consiste en la colocación del texto aclaratorio en la parte inferior de la tarja. Indudablemente la tarja colombina es superior en composición y riqueza de detalles ornamentales a la funeraria del monumento habanero de Cortina. A continuación una breve descripción de la tarja colombina.

Es de forma rectangular y está dispuesta verticalmente. Ocupa un área algo mayor que la del recuadro central de las caras laterales norte y sur del pedestal. Su contorno es irregular y su conjunto puede considerarse de carácter Barroco. A los lados tiene dos elementos verticales rematados por unos motivos de forma prismática con una roseta de ocho pétalos al frente. Estos elementos están cubiertos por una pequeña cornisa y termina en graciosas acróteras. Un paño de la esquina superior izquierda y ondea sobre la parte central de la lápida rodeando el remate superior derecho y colgando en forma ondulada sobre los dos costados de la tarja. Sus bordes están rematados por flecos y una borla pende de una cuerda en su extremo inferior a ambos lados. En la parte central superior del marco de arriba tiene dos volutas que recuerdan las que rematan algunos vanos del Siglo XVIII habanero. Está coronado este conjunto central por una cruz de brazos muy elaborados de aspecto trebolado aunque los brazos secundarios están unidos por curvas cóncavas. El contorno de la tarja en su parte inferior es mixtilíneo en los ángulos y en su parte central tiene un elemento formado por elementos curvos rematados por una concha.

En la parte central de la lápida y en su mitad superior se desarrollan los emblemas de la victoria y la marinería. Debajo una hoja de palma, que simbolizo el triunfo, sostiene un conjunto formado por un globo terráqueo sobre el que se ve el continente americano. A la derecha hay una brújula, un anda y un catalejo. Todo este conjunto de símbolos marineros está bordeado por dos ramas de laurel.

En la mitad superior se despliega la dedicatoria, en letra relativamente moderna, que dice ESTA VILLA A CRISTOBAL COLON SIENDO ALCALDE MUNICIPAL D. HILARIO PEREZ Y RUIZ. 1892.

En el extremo izquierdo, sobre un elemento saliente en forma de placa, aparece un bajo relieve en letras mayúsculas toscamente talladas, la frase ESCULTOR CELESTINO CASTRO.

En el ángulo inferior derecho, también en bajo relieve, pero en letra cursiva aparece el nombre del taller donde se elaboró la tarja: Talleres de Armstrong y Estapé, Colón.

Lápida posterior

Lápida posterior del Conjunto Escultórico de Cristobal Colón

Esta tarja, que se dice fue la primera de las dos colocadas, está situada en el costado oeste del pedestal del monumento y fue dedicada a Juan de la Cosa.

Es también de forma rectangular y de dimensiones y proporción similar a la anterior. El borde de la misma es mucho menos complicado que la del frente. Está formado por un simple recuadro con doble saliente en el borde superior y el inferior con cuadrados salientes en los ángulos que llevan en su centro una roseta cruciforme. Al centro del borde superior lleva un hemisferio terrestre con ornamentos en forma de pabellones a los lados. Al centro de la parte inferior las dos líneas paralelas del borde se abren en forma curva y en su centro se sitúa la cara de una india rodeada de algunos elementos decorativos como volutas y una hoja central. Como en la tarja frontal el elemento escultórico principal ocupa la mitad superior del área central. En este caso éste está formado por dos columnas dóricas, la de la derecha con el fuste tronchado por su parte superior. Alrededor de la columna izquierda se arrolla una filactera que dice PLUS ULTRA y ondea en la parte superior. Es la corrección que se hizo en la frase conocida de NON PLUS ULTRA, o sea, NADA MAS ALLA, quitándole la palabra NADA, porque el viaje de Colón demostró que sí había algo más allá. En el centro del espacio entre las dos columnas aparece la cabeza de Juan de la Cosa de medio perfil con melena corta y gorra. Detrás se ve una carabela. También aparece el mapa cartográfico del marino, la rama de palma (en este caso de izquierda a derecha, la brújula, el anda y una rama de laurel). Al fondo a la izquierda se ve un sol naciente. En el espacio inferior, con letras en las que alternan las curvas y las rectas, se lee: A LA MEMORIA DEL ILUSTRE CARTOGRAFO Y PILOTO DON JUAN DE LA COSA Y DEL CAMINO, HIJO DE SANTOÑA, SANTANDER. SUS COMPROVINCIANOS. 1892.

A la izquierda en letra incisa cursiva dice: Iniciador Ulpiano Aedo. No aparece el nombre del escultor ni el de los Talleres en los que se fundió, que seguramente fueron los mismos de Armstrong y Estapé. Y el escultor, como el de la anterior, tuvo que ser Melero.

Colofón

De los monumentos dedicados a Cristóbal Colón consultados, tanto americanos como cubanos, que pudieron haber influido en la concepción del monumento colombino de Melero no se encuentra ninguno que sea de planta cruciforme y tenga composición triangular. El que más se le asemeja, por ser octogonal en planta con estatuas en los ángulos es el que fue proyectado para el Parque de Isabel II en La Habana y que posteriormente se levantó en Valladolid. Este monumento, aunque de composición piramidal, no puede considerarse triangular en el contorno de su elevación principal.

La composición con los cuatro estribos con los leones sedentes sólo la hemos visto en la fuente de los leones en la Plaza de San Francisco de La Habana. Los estribos no sólo constructivamente aseguran el pedestal del monumento sino que los leones en espíritu representan a España que fue la nación que apoyó el audaz proyecto del marino genovés representada entonces por los Reyes católicos. Pero la efigie de Colón está por encima de ellos, simbolizando con esto lo elevado que estaba su pensamiento obsesionado por la idea del Descubrimiento del Nuevo Mundo.

Los leones, simbolizando a España en los monumentos erigidos a Colón en América sólo aparecen en los pedestales de granito de la verla del monumento de Lima donde únicamente se muestran sus cabezas, aleladas del cuerpo del monumento y sin aparente relación con él. Debemos recordar que el proyecto habanero de monumento a Colón, proyectado por Husillo, en el cual aparece un león, nunca se emplazó en nuestra capital. Ninguno de los monumentos citados se levanta tan airosamente sobre una plataforma de cuatro escalones hábilmente dispuestos, integrando el último un área de circulación que permite perfectamente completar la obra por sus cuatro caras.

Ninguno de ellos tiene las zonas estructurales tan bien dispuestas y proporcionadas con una claridad de diseño y composición tan acertadas.

En sus zonas pétreas no hay áreas lisas o frías. Con los simples elementos de recuadros y medallones supo lograr Melero la animación de una superficie constructiva de base pétrea simplemente repellada.

El tránsito del pedestal ochavado a la base de la estatua por un airoso chapitel es único del monumento colombino. Este tránsito del pedestal a la estatua en el resto de algunos de los monumentos estudiados se hace por dos molduras, una de las cuales es inclinada y las dos alcanzan poca altura. Esto se observa en los monumentos de Santo Domingo y México, los dos que más pudieron haber influido en Melero. El chapitel del monumento colombino, con su levantada curva apiramidada, nos recuerda el remate de los pedestales de las copas de cerámicas vidriadas que en forma de caveto proliferaron en Cuba a lo largo de todo el siglo XIX.

En la estatua de Santo Domingo, Colón apunta delante en forma rígida, como el que avista por primera vez las nuevas tierras, lo que todo sabemos que es históricamente incierto. En la de Colón el señalamiento del almirante está dado por la fe en el logro de su descubrimiento.

La estatua de esta ciudad de Colón, sin que ciegue el orgullo colombino, parece la más natural y ajustada a la hazaña que vivió Colón y al espíritu de su época. Con una pose robusta y armónica el artista dio la imagen del Colón enérgico, sufrido y arrogante en el decir de Martí. La claridad de los símbolos marineros, que aparecen en otros monumentos americanos, refuerza y ambiente la imagen del navegante. Colón aparece acercarse a la bóveda celeste y se aleja bastante de los leones que no simbolizan a la España de la época del descubrimiento sino a la España vencida en tierras americanas de fines del siglo XIX. Esa es la enseñanza y la verdad que nos dejó Miguel Melero en esta viril estatua que es hoy el símbolo de la ciudad de Colón.

Fuente

  • González, José Miguel: “Colon en el 150 Aniversario de su fundación”. Ed. Comité Municipal del Partido y del Comité Ejecutivo de la Asamblea Municipal del Poder Popular. Julio, 1986
  • Miguel Melero