Ataque de corsarios (Baracoa)

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Ataques de corsarios (Baracoa)
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Fecha:Siglos XVI - XIX
Lugar:Bandera de Cuba Cuba
Descripción:
Ataques de piratas; asaltos, saqueos,asedios y ataques de fuerzas navales, persecuciones y acciones bélicas
País(es) involucrado(s)
Bandera de España España, Bandera de Francia Francia


Ataques de corsarios (Baracoa). En las costas de la Asunción de Baracoa entre los siglos XVI- XIX, fueron particularmente intensas las actividades de corsarios, piratas y contrabandistas.

Resumen

La bahía del Porto Santo, la ensenada de Miel, los numerosos puertecillos y caletas que se dibujaban a lo extenso del litoral de lo que ahora constituía la juridiscción de la villa, así como la cercanía al Paso de los Vientos y Santo Domingo, y la propia ubicación geográfica aislada del resto de la isla, la convirtieron en plaza predilecta de aquellos forajidos del mar, generaciones de sus pobladores, en el decursar de siglos, serían testigos o debieron enfrentar ataques de piratas; asaltos y saqueos de sus hogares, asedios y ataques de fuerzas navales en conflicto con España; persecuciones y acciones bélicas alrededor de sus mares; planes secretos de invasión, fraguados en territorio extranjero; alianzas con corsarios franceses que de la noche a la mañana se convertían en enemigos; además de practicar el contrabando o comercio de rescate, como vía de acceder a mercaderías para la subsistencia, dado el abandono en que se hallaba la villa y el riguroso aislamiento que la circundaba. De manera que en torno a la ciudad primada bulle una rica historia de acontecimientos apenas conocida y menos aún divulgada, que atestiguan cuán sólidos son los estratos que soportan su leyenda.

Siglo XVI

En el siglo XVI, la isla de Cuba experimentaba un serio despoblamiento motivado, sobre todo, por la organización de expediciones dirigidas hacia tierras continentales, más promisorias en riquezas de oro y plata. A ellas se sumaba un considerable número de fuerzas auxiliares indígenas que al enrolarse contribuían a la disminución del poblamiento de la isla. Tal magnitud llegó a alcanzar este fenómeno migratorio, que la Corona se vio obligada a dictar un decreto que prohibía la salida de vecinos asentados en la Isla de Cuba y en otras Antillas. Baracoa no escapó a esta ola migratoria que arrastraba a sus avecindados españoles, de los que apenas unos pocos decidieron permanecer en la villa. Es una época de total indefensión del lugar, presa fácil para los incursores piratas.

Según parece, uno de los primeros ataques a la villa ocurre el 17 de febrero de 1546, por piratas franceses, quienes robaron 1 600 pesos oro, joyas y pequeñas partidas de oro encontradas en las moradas de los pocos vecinos. No causaron destrozos ni en las viviendas ni en el ganado. Se supone que pertenecían a la escuadra del capitán Halleborde, conocido por sus exitosos ataques a expensas de navíos españoles, y por la acción de apoderarse de una carabela venida de tierra firme dentro de la bahía de Santiago de Cuba.

Nuevamente, en octubre de 1570, corsarios franceses cayeron sobre la villa y después de saquearla exigieron la entrega de carne de res y casabe a fin de aprovisionar sus naves. Tantas veces como era destruido, el villorio se restablecía sobre sus ruinas, los pobladores poco podían hacer frente a los asaltadores.

Casi en la postrimería de esta centuria, el gobernador Gabriel de Luján informa a su Majestad, el 24 de octubre de 1585, que hacía dos meses Baracoa había sido quemada y en su puerto permanecían dos navíos franceses con sus lanchas aguardando por naves españolas procedentes de Puerto Príncipe, Sabana o de otros puertos dedicados al embarque de cueros. Es notorio que los franceses no solo saqueaban la villa, muy pobre e indefensa, sino que anclaban sus naves en la bahía preparadas para abordar cualquier embarcación de España que arribara a ella. Se aprecia que fueron los franceses quienes asediaron permanentemente esta posición española, reflejo de las guerras que durante casi todo el siglo XVI enfrentaron a España y Francia.

Siglo XVII

El advenimiento del siglo XVII no condujo a un cambio favorable en la atención que la corona española dispensaba a esta jurisdicción. Prevalecieron el desinterés y las precarias comunicaciones con Santiago de Cuba, sede del gobierno en la parte oriental del país. El gobernador don Julio Maldonado afirma que Baracoa no es lugar bueno para nada, que en ella han ocurrido grandísimos robos y que se esperan mayores daños. En enero de 1604, el gobernador de la isla le escribe al monarca acerca de la extraordinaria expansión del comercio del rescate en la isla. Pero lo más extraordinario de cuanto se comunicaba a su majestad, era precisamente que el párroco de Baracoa, fray Alonso de Guzmán, estaba conceptuado como el primer contrabandista de la villa, acusado de espía de los franceses.

Este avispado clérigo y Diego Luis, piloto, vecino de Baracoa, habían concretado acuerdos con Juan Pablo, contrabandista y capitán de una nave, basados en una relación de precios, cuya unidad de cambio lo constituía un cuero de res.A fin de hacer más efectiva la lucha contra el comercio de rescate y las acciones de corsarios y piratas, el rey Felipe III, en octubre de 1607, dispuso la creación de dos gobiernos en la isla: uno para la región oriental, con sede en Santiago de Cuba, el cual abarcaría Bayamo, Baracoa, y Puerto Príncipe, y otra para la zona occidental, radicado en La Habana, bajo cuya jurisdicción hallábanse Mariel, Cabañas, Bahía Honda y la bahía de Matanzas.

No obstante las medidas adoptadas por la Corona, la piratería y el comercio de rescate continuaron sucediéndose. En 1652, Baracoa cae en poder de los piratas, quienes después de saquear la iglesia parroquial y hacer suyos los pocos objetos de valor allí existentes, permanecieron durante 12 días en el recinto de Dios. Al carecer la plaza de fortificaciones y artillería, la guarnición, que era muy pobre, se unió a los vecinos que buscaron refugio en las elevaciones cercanas.

Es en este período (siglo XVII) cuando queda establecido en Baracoa el servicio de un cuerpo de pilotos prácticos, su misión consistía en conducir flotas y embarcaciones que tendrían como destino final la bahía de La Habana, esto resultaba una novedad en el acontecer de la vida en la Asunción. Sin embargo el signo más sobresaliente de este siglo en Baracoa es el comercio de rescate, que debió corresponderse con el practicado en toda la isla, y más aún en los puertos del Caribe cubano.

Al referirse a lo extendido de este fenómeno en la isla, el obispo de Cuba, fray Juan de la Cabeza, en 1603 le escribe al rey: “esta isla está ten perdida con los rescates que me han informado llega a tanta la licencia que se ha tomado que ha habido persona en la tierra adentro que no ha querido bautizar un hijo hasta que un pirata fue su padrino.”Acto seguido solicitó a la corona una Armada Real para limpiar de piratas las costas de la isla, al considerar que el rescate era un verdadero hábito en los pueblos. Es decir, hubo alarma en la máxima autoridad eclesiástica y gubernamental.

Resulta curioso que más adelante este mismo obispo fuera secuestrado por los piratas, suceso que sirvió de inspiración a Silvestre de Balboa para escribir el primer poema de la literatura cubana: “Espejo de paciencia”, hecho que acontece en la región de Manzanillo en 1604.

El siglo concluyó con un acuerdo que supuestamente decretaría el toque de muerte al filibusterismo, o sea, con la firma, en 1677, del Tratado de Ryswick, por Inglaterra, Holanda,Francia, Alemania y España, y por el cual prescindirían del filibustero, aunque antes lo alentaran contra el comercio de sus adversarios. Se cursaron órdenes hacia las colonias para combatir estas prácticas, pero no por ello puede asegurarse que hubiera llegado el fin de los delincuentes del mar, desde entonces, españoles y franceses compartían el dominio de La Española.

Siglo XVIII

Durante el siglo XVIII se enumeran, entre sus múltiples acontecimientos, hechos de piratería. De 1706 a 1718 se organizaron fuerzas navales para dar persecución a los filibusteros que proseguían su asedio sobre los asientos costeros de la isla y el tráfico comercial de la región.

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En Baracoa, mientras tanto, el gobierno colonial decidía la construcción de la primera fortaleza para proteger la villa. Se levantó sobre una elevación rocosa desde donde se dominaba la bahía del Porto Santo y la ensenada de Miel, y se llamó fortaleza del Seboruco, la cual fue dotada de artillería pesada antes de 1800.

Para 1757, la villa deja de ser asiento de solo cuatro o cinco españoles, en ella residían 217 familias y 1 169 habitantes. La defensa y protección estaban a cargo de seis compañías de milicias, compuestas por vecinos y no por soldados activos del ejército real, el cuerpo de oficiales también lo integraban pobladores del lugar. Desde 1797 a causa de haber estallado la Revolución de Haití se inició una ola migratoria que traería hacia la región oriental, principalmente a Santiago de Cuba, Baracoa, yGuantánamo, blancos hacendados.

En este mismo año se establece en Baracoa Prudencio Cassimojour (luego Casamayor) y Forcade, un francés de 34 años, este fue uno de los tantos arruinados que la Revolución haitiana lanzó a las costas orientales. Lo cierto es que este francés se estableció en Baracoa al frente de un importante almacén, nada menos que como representante de los hermanos Jean y Pierre Laffite, afamados piratas que, según se afirma, por más de 15 años asolaron las aguas del Caribe, y fueron fundadores de la llamada República Pirata de Barataria, en el delta del Río Missisipi. Al parecer Casamayor cumplió fiel y exitosamente con los Laffite, pues pocos años después fundaría, en las estribaciones de la Sierra Maestra, el más connotado imperio cafetalero de la comarca oriental y se convertía en un personaje de reconocida ascendencia política ante el gobernador militar de Santiago de Cuba, el coronel Sebastián Kindelán.

Siglo XIX

El siglo XIX no sería más apacible para los vecinos de la Asunción de Baracoa. Apenas iniciándose la centuria decimonónica el rugido de la artillería y el intenso olor del azufre invadieron la atmósfera de la localidad. Es el período en que las relaciones entre España y Francia se desarrollaban amigablemente, y la guerra tenía lugar contra la poderosa Inglaterra.

Desde fines de 1804, los españoles utilizaban a los corsarios franceses para combatir la presencia naval inglesa en el Caribe. En esta guerra corsaria, Baracoa desempeñó un importante papel, dado que los franceses tenían una intensa actividad contra los buques ingleses en el Paso de los Vientos, y después de desvalijar a sus presas, se guarnecían en la bahía.

De este modo, Baracoa se vio convertida en sitio de reunión de los corsarios, bazar donde comerciaban el botín de sus asaltos y base de reparaciones para sus naves, antes y después de sus acciones.Los ingleses decidieron caer sobre la ciudad, y el 27 de julio de 1807 activaron su plan de ataque, en él la sorpresa constituía un elemento esencial, dirigido a dar una lección a los corsarios franceses en su propia madriguera.

Para esta fecha los castillos de La Punta y Matachín poseían una artillería compuesta por seis cañones. Las acciones concluyeron con una contundente derrota para los invasores, pues resultó que los baracoesos habían recibido comunicación oficial acerca de los planes de asalto de los ingleses.

Durante varios años, la plaza de Baracoa estuvo bajo la mirada y, en varias ocasiones, el asedio de los llamados corsarios insurgentes. Estos actuaban con patente de corso otorgada por los grancolombianos de Cartagena de Indias. En marzo de 1814, desde Madrid, se recibieron informaciones de la existencia de un plan de corsarios insurgentes al servicio del gobierno revolucionario de Cartagena de Indias, para caer por asalto sobre Baracoa, hacerse de ella, se prevenía al Capitán General para que tomara medidas oportunas.

Las autoridades españolas adoptaron medidas para combatir las acciones de corsarios y piratas franceses en sus aguas jurisdiccionales, lo comunicaron a los ingleses de Jamaica y Providencia, y desde 1810 hicieron ofrecimientos de premios para quienes capturaran barcos corsarios y piratas, se realizaron varias ofertas de premios en metálico. Cada pirata capturado debía ser puesto de inmediato a disposición de la Comisión Militar Permanente establecida en cada plaza.

Estas medidas provocaron un auge del corso nacional en función de combatir el contrabando y las acciones de los piratas y corsarios franceses, los más activos y empecinados en las costas de Baracoa.Aún bien entrado el Siglo XIX, la ciudad primada continuaba estremeciéndose al repicar de las campanas que anunciaban peligro inminente, cuando en lontananza se dibujaban las siluetas de naves que podían andar en planes de fechorías o en zafarrancho de ataque,a través de siglos ha trascurrido esta legendaria historia de corsarios, piratas y contrabandistas, insertada en la vida misma de la ciudad y sus límites jurisdiccionales.

En la atmósfera recóndita que aún anida en la ciudad, ha perdurado el eco de aquellos tiempos que ahora se nos asoman como episodios de una epopeya que incendió las aguas del mar de las Antillas y que en la Asunción de Baracoa dejó grabada su huella indeleble.

Fuentes

Aguirre, Gamboa, Fidel. Viaje a la leyenda (Episodios de una historia que maravilla). Editora Política/ La Habana, 2006.