Crisis del siglo III

Crisis del siglo III
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Fraccionamiento del Imperio Romano en el siglo III
Fecha:Desde el año 234 hasta el 285
Descripción:
Un período de profunda crisis, durante el cual se producen fuertes presiones de los pueblos exteriores al Imperio y una fuerte crisis política, económica y social en el interior del Imperio.
Resultado:
Grave impacto social y económico en el Imperio Romano
Consecuencias:
División del Imperio Romano


Crisis del siglo III (también anarquía del siglo III, anarquía militar o crisis imperial) supuso para la sociedad romana una etapa de fuerte crisis, que se puso de manifiesto a través de diferentes convulsiones de signo diverso, entre las que destacan la depresión económica, con el consiguiente empobrecimiento de la sociedad, la intensa presión de los pueblos bárbaros que amenazaban las fronteras del Imperio y una prolongada crisis política y militar motivada por los continuos cambios y usurpaciones en los puestos de los césares, con la implicación directa en esos hechos del ejército.

Historia

El reinado del emperador Cómodo, el hijo de Marco Aurelio, cierra el periodo del despotismo ilustrado y comienza una nueva era de matanzas y miseria, cuya característica es el poder que posee el ejército para decidir a su antojo el destino del Estado. El ejército que antes había sido el servidor del Imperio, se convierte en amo y actúa por medio de gobernantes a los que entroniza o derroca a su capricho y sin justificación alguna.

Cómodo reinó del 180 al 192 d.n.e. Es un segundo Nerón o Domiciano; nos recuerda a los peores gobernantes de la Dinastía Julio-Claudia. Absorto en su propia persona, pasó toda su vida en continuo libertinaje, entregado a su morbosa pasión por el arte de los gladiadores. Descuidó los asuntos militares y administrativos; fundó todo su poder en la guardia pretoriana y apenas tuvo contacto con los ejércitos provinciales. Se dio la consecuencia natural: como había ocurrido en tiempos de Domiciano, surgió una fuerte oposición que tomo idéntica línea de acción. Fue resultado inmediato de la paz que Cómodo concluyó con los germanos, considerada por las clases superiores del Imperio como una traición y vergüenza. El emperador respondió con medidas violentas: algunos senadores fueron ajusticiados y se les confiscaron los bienes. Esa violencia condujo a una intriga palaciega que costó la vida al Emperador.

Como en el año 69, el "año de los cuatro emperadores", el éxito de la conspiración llevó a la guerra civil. Los ejércitos provinciales aprovecharon la muerte a Cómodo para elevar al trono a sus favoritos. El senado eligió a M. Helvio Pértinax para ocupar el trono vacante, en la esperanza de que restauraría la tradición de los Antoninos. Pero Pértinax pronto fue asesinado por los pretorianos ensoberbecidos por los favores de Cómodo.De inmediato, vendieron la sucesión a un rico senador, Didio Juliano.

Los ejércitos provinciales se negaron a aceptar imposiciones de los pretorianos y Lucio Septimio Severo, comandante de los ejércitos de Pannonia, en el Danubio, encontró fácil marchar sobre Roma con sus ilirios y tracios, con el pretexto de vengar a Pértinax; se había adelantado así a dos posibles rivales, Clodio Albino y Pescennio Niger, que mandaban ejércitos poderosos en Britania y Siria. Severo venció con facilidad a los pretorianos y tomó a Roma casi sin lucha, degradó a todos los pretorianos y escogió a los mejores hombres de su propio ejército para ocupar sus puestos; la mayoría de estos eran labradores tracios o ilirios.

Tuvo mas dificultad en terminar con sus poderosos rivales del norte y del este, pero demostró ser el más fuerte: engaño a Albino prometiéndole hacerlo su heredero y aprovecho los errores los errores de Pescennio en la conducción de su ejército. Después saldo sus cuentas con todos los que no estaban de su parte en Roma o en Italia y las provincias, condenándolos a muerte y confiscando todos sus bienes. De este modo, llegó a ser el gobernante indiscutido del Imperio.

Septimio Severo no abrigaba la intención de restablecer las tradiciones de la época de Augusto. Oficialmente se dijo hijo de Marco Aurelio y hermano de Cómodo, un Antonino y sucesor de una línea de Antoninos, pero su real era en completo diferente de la aquéllos. Sus opiniones políticas se concretan en las ultimas palabras que dirigió, en su lecho de muerte, a sus hijos y sucesores, Caracalla y Geta: "tened una sola idea: enriqueced a los soldados; no os preocupéis de los demás". Su poder se fundaba por entero en la fidelidad de los soldados y, por ese motivo se dedicó toda su atención y su persona al ejército. Desconfiaba en la aristocracia romana y mantuvo a distancia mediante su guardia semibárbara y la "legión parta" que reclutó y apostó en Albano, cerca de Roma. No intentó ninguna alteración en el sistema de gobierno: probablemente lo consideró innecesario. Pero, con sus actos, trazó las líneas de la evolución futura, que despojaría a la clase senatorial de los comandos del ejército y de los gobiernos provinciales para sustituirla por oficiales del ejército. Sin embargo, en general, fue un concienzudo gobernante del Estado. En sus relaciones con las provincias, después de derrotar a sus dos rivales, fue fiel a las tradiciones establecidas por los Antoninos.

Los efectos de su política fueron visibles durante su reinado y todavía mas después de su muerte. Incluso en sus manos, el ejército no era, en modo alguno instrumento obediente. Los soldados iban perdiendo cada vez mas el gusto por la guerra y tenían poco interés en su profesión, de modo que, a pesar de su propia capacidad militar, Severo fue incapaz de infligir derrotas decisivas a los partos o de completar el sometimiento de Britania, en donde él murió en el 211, en medio de una prolongada contienda contra los montañeses de Escocia. Su heredero Caracalla se deshizo de inmediato de su hermano, copartícipe del trono, pero también él perdió la vida en cuanto intentó utilizar al ejército para luchar de nuevo con los partos en la frontera del sudeste. El año de su muerte fue el 216. Entonces, el ejército proclamó a Macrino, comandante de la guardia, como sucesor pero también lo traicionó al descubrir que no solo intentaba acabar con la operaciones militares, sino rebajarles la paga.

El reinado de los sirios parientes de Severo fue el comienzo de uno de los capítulos mas tristes de la historia del Imperio. Elagábal o heliogábalo, como lo denominaron los romanos, era un religioso fanático que inrodujo en Roma los modales y costumbres de su teocracia siria. Muchos de sus soldados eran también devotos de los cultos orientales y sus procederes no ultrajaban a sus creencias religiosas, pero en Roma, incluso en el estado depresivo y humillante de las clases media y superior, esas innovaciones solo encontraron repugnancia y horror.

Conscientes de este sentimiento, las princesas sirias tomaron medidas para conservar el poder y, cuando el fanático Heliogábalo fue asesinado por los soldados, pusieron en el trono a Alexiano, hijo de Mamea, que era de opiniones mas moderadas y tenia costumbres menos asiáticas. Como emperador tomo el nombre de Marco Aurelio Severo Alejandro. Tanto él como su madre procuraron reconciliar a la nobleza romana con su gobierno militar. Se restauraron algunas formas antiguas de la pública y se convocó al Senado para que volviera a participar en los asuntos públicos. Pero Alejandro no podía controlar al ejército. Apenas pudo rechazar el peligro de Oriente cuando la dinastía sasánida de los reyes persas, después de terminar con la dinastía parta de los Arsácidas, invadió las provincias romanas. Pero una campaña contra los germanos, en la frontera del Rin, costo la vida al Emperador; sus propios soldados lo asesinaron el año 235.

La muerte de Alejandro fue seguida por un colapso total. El Estado se convirtió en instrumento de los soldados. Los diferentes ejércitos, uno tras otro, proclamaban emperadores sus comandantes, los desponian por las más insignificantes quejas contra su severidad o flaqueza y utilizaban su propia fuerza para saquear sin merced las pacificas y prosperas ciudades del Imperio. Entre en los años 235 y 285 hubo veintiséis emperadores y solo uno de ellos murió de muerte natural. La mayoría eran hombres que tenían un verdadero deseo de servir al Estado, buenos soldados y buenos generales que procuraban defender al imperio contra los enemigos extranjeros. Pero siempre tropezaban con el obstáculo de la hez de amotinados de un ejército y se veían obligados a defenderse contra rivales a quienes los soldados obligaban, con frecuencia, por medios violentos a competir por el trono.

Durante el reino de Valeriano y de su hijo Galieno, entre el 253 y el 268, el Imperio llegó a su nivel más bajo. Valeriano fue derrotado y hecho prisionero por los persas. En tiempo de Galieno, el instinto de conservación condujo a la provincia de Galia y a la rica ciudad comercial de Palmira, en Siria, a tomar en sus propias manos la misión de defender y organizar sus territorios como reinos independientes. En el año 258, Marco Casio Latinio Póstumo gobernaba Galia; en Palmira, Odenato luchó de en defensa Oriente contra los persas.

Cuanto más se agravaba la situación del Imperio, mas pujante era la presión de los bárbaros en las fronteras. Pero, al mismo tiempo, nació un fuerte sentimiento en el pueblo de que era preciso, por un medio u otro, defender la civilización del Imperio romano, salvar las ciudades del saqueo y la destrucción, y restablecer la unidad del Estado. Incluso los soldados participaban de ese sentimiento; por eso comenzaron a mostrar más tenacidad en la lucha contra los bárbaros y mejor disposición de ánimo para someterse a la disciplina impuesta por los emperadores que ellos mismos habían elegido. Una serie de emperadores fuertes y hábiles pueden servir de ejemplo de esta modalidad imperial en la segunda mitad del siglo III.

La mayoría murió de muerte violenta y que se vieron obligados a luchar constantemente contra motines en el interior; pero esas dificultades no los arredraron. Si un emperador era asesinado, su sucesor mostraba, en el trato con los ejércitos, la misma firmeza que había costado la vida a su predecesor; exigua disciplina y ciega obediencia a sus comandantes con el mismo espíritu inflexible. Los mismos emperadores daban ejemplo de autosacrificio, un ejemplo que resultaba más efectivo cuando la mayoría de ellos había comenzado su carrera como simples soldados.

Impacto económico

Internamente el Imperio sufrió una hiperinflación causada por años de devaluación de la moneda. Esto había comenzado anteriormente, bajo los emperadores Severos, quienes aumentaron el tamaño del ejército en un 25% y duplicaron la paga básica de los soldados. Al acceder al poder, emperadores de reinados cortos necesitaban maneras de obtener dinero rápidamente para pagar el "bono de accesión" del ejército (prácticamente una recompensa para los soldados que habían apoyado al nuevo emperador), mientras que otros directamente pagaban sobornos a los cuerpos de tropa para que mantuvieran fidelidad al nuevo régimen.

Desde el asesinato de Sejano bajo el reinado de Tiberio el año 31 D.C. se había pagado sumas de dinero (el llamado donativium) a los miembros de la Guardia Pretoriana como "recompensa" a su lealtad, pero este sistema había degenerado en una abierta corrupción de estas tropas. habiendo llegado al extremo que cuando los pretorianos imperiales mataron al emperador Pertinax el año 193 D.C. prácticamente vendieron el cargo imperial al procónsul Didio Juliano a cambio de 6250 denarios de plata para cada miembro de la Guardia Pretoriana. Tal costumbre de pagar sobornos a cambio de lealtad se generalizó pronto a las legiones del ejército regular romano.

El Estado romano dependía fuertemente de los impuestos, pero éstos eran difíciles de cobrar en un imperio tan vasto y de hecho su recaudación era un proceso lento y complejo. Por tanto la forma más fácil en que un emperador podía recaudar dinero era simplemente reducir la cantidad de plata o de oro en las monedas y acuñar éstas con metales más baratos. Tal política era sumamente riesgosa, pues al igual que en todas las sociedades de su tiempo, la moneda romana dependía de su valor intrínseco como metal precioso y por ello debía guardar una proporción mínima de plata u oro para que conservara poder adquisitivo (lo cual explica que en dicha época las monedas de bronce y de cobre se reservaran para las piezas de menor poder de compra). En el caso de la moneda de oro, el áureo acuñado ya en tiempos de Augusto, la proporción había sido la siguiente: 1 libra (divisa)|libra de oro = 40 áureos de oro = 1000 denarios = 4000 sestercios.

No obstante, el año 215 el emperador Caracalla cambió la proporción ordenando que de cada libra de oro se extrajeran 50 monedas, lo cual implicaba reducir en 20% la proporción de oro y por consiguiente devaluar la moneda, en tanto el valor facial se mantenía sin alteración. Paralelamente Caracalla instauró una nueva moneda, el antoniniano, que oficialmente equivalía a dos denarios, pero cuyo auténtico contenido de plata era igual a solo 1.5 denarios.

La alteración de la moneda tuvo el efecto previsible de causar una inflación desbocada: la población empezó a atesorar los denarios que aún no habían sido devaluados, mientras que formalmente el antoniniano, pese a ser de menor valor, mantenía un valor facial de dos denarios. Pronto el descrédito de la moneda se hizo evidente y treinta años después de la muerte de Caracalla el antoniniano estaba acuñado sólo con bronce, obtenido a veces sólo tras fundir antiguos sestercios.

Algunos impuestos ya empezaban a recolectarse en especie (si era posible) desde fines del siglo II y a partir del reinado de Caracalla los valores eran con frecuencia contados sólo nominalmente en oro y plata: los metales preciosos se habían convertido lentamente en moneda imaginaria, útil sólo para ser mencionados como equivalencia debido a su escasez física. Mientras tanto los sestercios de latón se hacían más comunes.

Los valores nominales del dinero continuaron figurando en las monedas de oro y plata, pero la moneda de plata, el denario, usado durante más de trescientos años del Imperio, desapareció en la práctica debido a que los emperadores procedieron a reducir agresivamente el valor de plata en las monedas, las cuales cada vez más estaban compuestas de cobre o bronce y perdían por ello su antiguo poder adquisitivo.

Paulatinamente, a lo largo del siglo III los sucesores de Caracalla continuaron dicha política, reduciendo la composición del denario hasta un 50% de plata, pero manteniendo el valor facial y peso de éste, trayendo su inevitable pérdida de valor y una consiguiente inflación. La moneda romana tenía un poder adquisitivo sumamente bajo al iniciarse el siglo IV y el comercio se llevaba a cabo principalmente a través del trueque. Todos los aspectos del estilo de vida romano se vieron afectados por esta situación, pues no sólo se perjudicaba el comercio y la pequeña industria, sino también a la agricultura, principal actividad económica del Imperio.


Durante el reinado del emperador Aureliano en 274 el denario romano prácticamente no contenía plata, y resultó inútil el esfuerzo económico de Aureliano en revertir la situación. Al inicio del reinado de Diocleciano el denario casi había colapsado en su valor y este emperador suspendió definitivamente su uso, instituyendo en su lugar el argenteus. Diocleciano ejecutó una profunda reforma monetaria desde el año 301 para sanear la moneda romana, poniendo fin transitorio a la crisis financiera.

Uno de los efectos más profundos y duraderos de la crisis del siglo tercero fue la disrupción de la extensa red comercial interna de Imperio romano. Desde la Pax Romana, la economía del Imperio romano había dependido en gran parte del comercio entre los puertos mediterráneos y sobre el extenso sistema de carreteras romanas. Los mercaderes podían viajar de un extremo a otro del Imperio en pocas semanas en relativa seguridad, llevando productos agrícolas producidos en las provincias y artículos manufacturados producidos en las grandes ciudades del Este, e intercambiarlos por monedas de plata y oro realmente valiosas. Grandes haciendas producían cosechas para la exportación, y usaban los beneficios resultantes para importar comida y productos manufacturados, y esto creó una gran interdependencia económica entre los habitantes del Imperio al existir provincias especializadas en la producción de ciertos bienes por factores climáticos, demográficos, culturales, etc.

Esquema de la crisis del siglo III a la caída del Imperio Romano

Sin embargo, con la crisis del siglo tercero esta vasta red comercial se derrumbó pues dependía de una moneda transportable y con valor intrínseco real. La ausencia de esta moneda confiable y el incremento desmesurado de los precios hacía cada vez menos rentable el comercio, ya sea dentro de los límites del Imperio o el de exportación e importación. La depresión del comercio perjudicó a su vez a la industria, que ahora carecía de mercados donde colocar sus productos y que por consiguiente empezó a extinguirse; inclusive la agricultura y la ganadería sufrieron grave retroceso pues la mayor parte de su producción se destinaba al comercio interprovincial del Imperio. Si bien la minería seguía siendo una actividad económica importante, tenía como cliente casi exclusivo al propio Estado romano y se sustentaba solamente en el trabajo forzoso de los esclavos, por lo cual su efecto multiplicador sobre el resto de la economía romana era casi nulo.

A esto se une que la economía romana estaba basada, desde los días de Augusto, en aprovechar los recursos de las regiones recién conquistadas para sustentar la burocracia y la corte imperial, Al cesar la expansión territorial tras las conquistas de Adriano y Trajano, el Imperio Romano no disponía de nuevos territorios cuyas riquezas pudieran sostener los gastos gubernamentales cada vez más crecidos, que pronto causaron un serio déficit.

El desasosiego difundido por la inflación y el empobrecimiento generalizado hizo que los viajes de los comerciantes no fueran tan seguros como en el pasado al aumentar el número de salteadores y reducirse la seguridad dada por las legiones en muchas provincias, en tanto las tropas estaban más ocupadas en servir como soportes políticos de los diversos candidatos al trono.

La crisis financiera hizo el intercambio más difícil todavía, en tanto la depreciación de la moneda causó que los productores y comerciantes recibieran un dinero devaluado por sus productos y que a su vez los compradores requirieran mayores cantidades de ese mismo dinero devaluado para formar una masa de metal precioso con la cual comprar otros productos, lo cual hacía más difícil el transporte de dinero. Las transacciones comerciales entre las provincias del Imperio se redujeron muchísimo y esto llevó a cambios profundos que, de muchas maneras, presagiaban el carácter de la próxima Edad Media.

Los grandes terratenientes, incapaces de exportar con éxito sus cosechas a grandes distancias, comenzaron a producir bienes para la subsistencia y el intercambio puramente local. En vez de importar bienes manufacturados (cada vez más caros y que ya no podían pagar), los terratenientes empezaron a producir muchos productos localmente, con frecuencia en sus propias haciendas, dando comienzo así a la economía de autarquía que se generalizaría en los siglos siguientes, alcanzando su forma final en el feudalismo, donde el metal precioso era cada vez más escaso y por lo tanto la moneda empezaba a desaparecer, mientras que el comercio se practicaba sólo en ámbitos locales muy reducidos.

Impactos sociales

El Estado elevó sus demandas de un modo excesivo; el comercio estaba ahogado por las constantes guerras y las invasiones bárbaras; la industria se paralizaba; los ejércitos de los rivales que pretendían el trono saqueaban todas las ciudades y aldeas por las que pasaban. Los emperadores y su ejército necesitaban dinero, granos, pieles, metal, bestias de carga y, para obtenerlos, hacían continuas requisas en las ciudades. Estas ultimas traspasaban la carga al campo, en donde caían sobre los hombros de los arrendatarios y los pequeños propietarios. Tales transacciones aumentaban la enemistad entre la ciudad y el campo. Como coronamiento de todas esas calamidades, los emperadores, que necesitaban dinero, emitían una enorme cantidad de moneda. Al no poseer bastantes metales preciosos para esas emisiones, alearon oro con plata, plata con cobre y cobre con plomo; así rebajaron el valor de la moneda y terminaron por arruinar a hombres que habían sido ricos. Esas medida corto de raíz la vida de la industria y el comercio. En el siglo III, la casa de la moneda del Estado se convirtió en una fabrica de moneda de baja ley. El gobierno usaba esta moneda baja de ley para pagar a los acreedores, pero se negaba a recibirla de los contribuyentes.

Soldados romanos reprimen a seguidor de la fe cristiana

Tales condiciones trajeran consigo una crisis económica y social de suma gravedad. La población civil buscaba una salida a sus tribulaciones apoyando a uno u a otro de los aspirantes al trono, con la esperanza que pusiera fin a esa confusión y estableciera el orden sobre bases sólidas. Pero el ejército, ávido de dinero y de saqueos, derrocaba a un emperador tras otro y empeoraba la situación. Es preciso recordar que el ejército se componía, por aquel entonces, de pequeños campesinos y braceros y esta clase, que sufría mas que las otras la crisis financiera, achacaba sus desventuras a los funcionarios y a la aristocracia de las ciudades, sin ver otra esperanza de salvación que el poder el Emperador. Cuando se desilusionaban de un emperador, proclamaban otro; pero nunca flaqueó su creencia en la buena voluntad y la omnisciencia del gobernante. Esto se advierte con claridad en algunas peticiones que los soldados hacían en nombre de sus aldeas nativas, peticiones en que los campesinos se quejan de la opresión que ejercían los magistrados de las ciudades, los funcionarios y los oficiales del ejército, y en las que se manifiesta que para remediar esos atropellos solo se confiaba en la sagrada persona del emperador. A medida que se agudizaba la crisis social y financiera, cambiaban las instituciones básicas del Imperio. Simultáneamente desaparecieron la idea del principado ejercido por el primer ciudadano y la privilegiada posición de los ciudadanos romanos. El emperador se convirtió en un déspota militar que se apoyaba únicamente en el ejército. Durante el reinado de Caracalla, los derechos de ciudadanía se concedieron en toda la población del imperio (212); pero esta disposición no significó un mejoramiento en la situación legal de las masas, sino la ruina del Estado romano, el Senado y el pueblo de Roma. El Senado no tenia voz en los asuntos públicos y los senadores perdieron todos los privilegios políticos que antes habían correspondido a su categoría. Al mismo tiempo, se esfumo en todo el Imperio el derecho de autonomía municipal. El Estado era gobernado por un enjambre burocrático de funcionarios imperiales, graduados en la escuela del ejército; entre ellos se incluía la policía secreta, que desempeño un papel destacado al infundir terror a los súbditos. Desaparecieron los últimos signos de libertad civil: se estaba en pleno reino de la expoliación y de la violencia arbitraria e incluso los mejores emperadores eran impotentes para luchar contra ese estado de cosas.

Cultura

En tales tiempos había muy poca actividad intelectual. Solo algunas obras de escaso valor rompían el silencio de la literatura. El arte no produjo una sola obra de importancia. Sin embargo, debemos reconocer que el retrato escultórico y la pintura llegaron a una altura jamás alcanzada. Los bustos, las estatuas y los retratos de esta época se caracteriza por un decidido realismo. Con ellos, poseemos una notable galería de importantes personajes y de ciudadanos ordinarios. Algunos, nerviosos y enfermizos, miembros de la clase culta, con las huellas del sufrimiento en el rostro, mientras otros son hombres de fortuna, vigorosos y rudos, hombres que se habían elevado de las filas del ejército y miembros de la nueva aristocracia semibárbara de aquellos años. Y en medio de la profunda decadencia del arte antiguo crece y vive un nuevo arte cristiano que, justamente en esa época, produce sus primeras grandes obras literarias y crea nuevos tipos de escultura y pintura.

Fuentes