Cuevas de Guajabana

Las cuevas de Guajabana
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Las cuevas de Guajabana.

Otra especialidad del CATO, digna de verse Lo que es para Nápoles la Gruta del Perro, para Matanzas las Cuevas de Bellamar y para Méjico su Popokatepelt, es para Remedios el Cerro de Guajabana con sus históricas cuevas. Este cerro, llamado por los marinos la Caja del Muerto, por parecerse a lo lejos en su forma a un ataúd, esta situado a unas dos leguas escasas de Remedios y en el límite de las Haciendas "Guaní" y "Guajabana". Para ir a ver esas cuevas desde esta Ciudad se toma el camino de Puerto Príncipe; se cruza el río de Jiquibú y poblado de Rojas; se sigue adelante hasta cruzar el Río largo (Manaquitas) que pocas veces esta sin bastante agua y se llega, como a los dos kilómetros, a un o punto en que el camino se bifurca. El de la izquierda es la Vereda de Guaní; por ella se sigue hasta llegar al pie del mismo Cerro de Guajabana, que desde casi el Ingenio Viejo se va divisando. Allá a lo alto de la loma se ve entre el espeso follaje, un claro que es la entrada de las célebres cuevas; que tan visitadas fueron en otros tiempos por la buena sociedad remediana. Atestígüenlo, las numerosísimas y respetables firmas que en sus paredes se leen, en la que están escritos los apellidos mas notables y distinguidos de toda esta comarca, con fechas muy antiguas y casi todas anteriores al año de 1870. Antes de esa fecha (y cuando no era tiempo de agua) se hacían con mucha frecuen¬cia excursiones campestres a esas cuevas; de las que formaban parte las señoras y señoritas mas distinguidas de Remedios y de otros puntos limítrofes. De Santa Clara, Sagua y Sancti Spiritus venían muchas personas a ver las cuevas. Indudablemente son dignas de verse; lo que tiene que ahora se ha perdido la moda le ir a visitarlas. Por si algún curioso desea ir a ellas le vamos a proporcionar algunos datos recogidos en la excursión que hicimos a Guajabana el miércoles 20 del actual. Acompañados del simpático y servicial Cabo de la G. C., Comandante del Fuerte de Dolores, Don Francisco Fernández; del joven comerciante y antiguo amigo nuestro Don San¬tos Fernández y del colono Don Gabriel Pérez que tiene su casa vivienda casi al pie del Cerro, fuimos a caballo hasta la misma falda de la loma. Allí desmontamos y amarramos los arrenquines convenientemente para tenerlos pron¬tos y dispuestos a nuestro regreso. Un [[guamá añoso y corpulento, marca el principio de la veredita o desecho que toma¬mos para empezar la ascensión. Esta es un poco penosa y no exenta de peligro si se resbala un pie; pero agarrándose con fuerza a los arbustos y piedras se facilita mucho la subida. Por supuesto hay que ir a gatas y con muchas precauciones para no rodar ó caerse. La escarpada es muy alta y casi vertical, por lo que los pulmones trabajan un poco. (En esos momentos no viene mal algún confortativo alcohólico para recuperar las fuerzas perdidas). Después de 20 minutos a media hora, de esta penosa ascensión entre seborucos y malezas, se llega por fin a la entrada de la cueva primera v principal, en donde se sienta el jadeante viajero en algunas de sus estalagmitas para descansar un rato. Aquí es de rigor otra vez la ñusa y el echar un cigarro, contemplando el bonito panorama que se divisa a lo lejos. Nosotros llamamos ñusa al cañambrú; a quien otros llaman ginebra, cogñac, anisado, etc. La entrada de esta cueva es elevada y formando un arco muy abierto. Es espaciosa toda ella y se parece a un gran salón cuyo techo, paredes y suelo esta adornado con caprichosas destilaciones calcáreas que forman variadas y sorprendentes estalactitas y estalagmitas, de las que arrancamos algunas que hemos traído a Remedios. El fondo de esta cueva se prolonga por debajo de tierra como a unos cien metros, en donde reina completa oscuridad y es necesario encender velas y mejor pencas de guano, que dan más luz y no se apagan tan fácilmente. Todas la paredes de este trayecto, están llenas de firmas respetables, tanto de seño¬ras como de señoritas y personas de alta distinción, la del Obispo Espada entre ellas, la del Sr. Bausá, etc., etc. Se sale a una nave alta, ancha y bien iluminada por la luz del otro boquete. Aquí hay una furnia llena de agua, adonde aplacamos por varias veces la mucha sed que sentíamos. i La ñusa…….! i ni preguntes! Nos sentamos y metimos mano a la jaba en que llevábamos la guacabina. Excusado es decir que con la brisa que soplaba, nos portamos admirablemente; sin ol¬vidar por eso el pomo de cañambrú; amigo inseparable y cariñoso de todo buen 'tourista" - ¿Qué hay de eso? Esta parte de la cueva forma como una especie de galería, recortada por pilares y columnas, producto de las situaciones que en forma de caprichosos chorros se ven disemina¬dos por todas partes. Se sale de este subterráneo y caminando otra vez al aire libre como a unos cincuenta metros se llega a la entrada de otra cueva, llamada Galana, a la que hay que descender por entre piedras y bejucos. Es mucho más pequeña que la anterior y toda ella adornada con ve¬tas y estrías muy curiosas. Aquí es donde esta la Cama del Indio, la Mano por cuyos dedos se destila agua y otras muchas curiosidades. Es más chica, pero más bonita que las otras. Tres son, por consiguiente, las cuevas dignas de visitarse, porque la llamada del loro, que esta arriba en La Vigía, es decir, en lo último de la loma, no tiene importancia. El suelo de todas ellas está lleno de una inmensa cantidad de guano, que es muy útil como abono, pero que nadie aprovecha. Se retrocede por el mismo caminó al punto de entrada, que es donde esta la vereda para bajar. Para verlas bien y sacar notas hay que estar en ellas un par de horas. Recomendamos que se lleve el almuerzo y velas. Pueden muy bien subir mujeres, so¬bre todo si se toman precauciones y se limpia el camino. Todo habitante de este distrito que guate de las giras campestres debe hacer una vi¬sita a las Cuevas de Guajabana. Estas hermosas cuevas son poco visitadas por la dificultad en las comunicaciones y su penoso ascenso. Actualmente son menos frecuentes las excursiones a ese pintoresco lugar. Los visitantes han causado bastante daño en el interior de las cuevas.


Fuentes

  • Archivo historia Remedios

Vínculos Externos