Diógenes de Sínope

Diógenes de Sínope
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Diógenes de Sínope, filósofo griego, considerado en general como el fundador de los cínicos
Nacimientoc. 412 a.C
Sínope, Bandera de Turquía Turquía
Fallecimiento323 a.C
Nacionalidadgriega
Otros nombresDiógenes el Cínico

Diógenes de Sínope. Filósofo griego, discípulo de Antístenes, fundador de la escuela cínica (cínicos); llevó las concepciones de su maestro hasta las realizaciones más extremas. Como Antístenes, reconocía sólo lo singular y criticaba la doctrina de Platón sobre las ideas como esencias generales. Rechazaba todos los progresos de la civilización y exhortaba a limitar la satisfacción de las necesidades a las indispensables y de carácter animal. Rechazó también el politeísmo con toda su parafernalia litúrgica , por considerarlo actitudes y prácticas puramente humanas y superfluas. Diógenes criticaba las diferencias de clase, predicaba el ascetismo. La tradición le ha atribuido osadía e independencia ante los poderosos, desacato por las tradiciones de conducta social y clasista; según lo que de él se ha contado, vivía en un tonel. Es poco creíble, sin embargo, que su imagen de cínico sin rebozo, en extremo pintoresca, corresponda plenamente a la realidad, pues son contradictorios los datos que sobre este particular se poseen.[1]

Síntesis biográfica

Este filósofo nació en Sínope, ciudad del Ponto, año 412 antes de Jesucristo. Su padre, Inicio, fue condenado y murió en la cárcel por monedero falso,y como Diógenes hubiese sido cómplice de su padre en la fabricación de la moneda, se dirigió a Atenas huyendo de la justicia. Antístenes, que al principio no quiso recibirle en su escuela, y hasta empleó la violencia y los golpes para apartarle de su lado, le admitió por fin, en vista de su insistencia. Después de llamar la atención de los atenienses con su vida y costumbres verdaderamente cínicas, y después de entretener los ocios y la hilaridad de aquéllos con sus extravagancias por espacio de bastantes años, hallóse reducido a la condición de esclavo, no se sabe cómo ni por qué. Vendido a Xeniades de Corinto, permaneció en su casa hasta que murió en edad avanzada.

Esta oposición a Platón, además de las consecuencias derivadas de su pensamiento, le llevó a despreciar a la geometría y a la música, viviendo en Atenas y Corinto. Llevó a la práctica el ideal del sabio representado por el cinismo, recogido en numerosas anécdotas: vida solitaria, desnudo y sin más vivienda que un tonel, en renuncia constante de todos los bienes creados por la sociedad humana.

Vivienda en un Tonel

Diógenes se sumió en una vida de austeridad y mortificación. Vestía ropas toscas, comía alimentos sencillos y dormía en las calles o bajo pórticos. Su vida excéntrica, sin embargo, no le hizo perder el respeto de los atenienses, que admiraron su desprecio de las comodidades. La virtud fue el objetivo principal de la filosofía de Diógenes y no ocultó su desdén por la literatura y las artes. Se burlaba de los hombres de letras por leer los sufrimientos de Odiseo mientras desatendían los suyos propios, y de los oradores que estudiaban cómo hacer valer la verdad pero no cómo practicarla. En un viaje a Aegina fue secuestrado por piratas y llevado a Creta, donde fue vendido como esclavo. Cuando le preguntaban en qué actividad era hábil, contestaba: "en mandar". Fue comprado por un tal Xeniades de Corinto, quien reconociendo su valor, le devolvió la libertad y le convirtió en tutor de sus hijos.

Muerte

Según la tradición, Diógenes murió en Corinto el mismo día que Alejandro. Se preocupó por la sabiduría práctica y no estableció ningún sistema de filosofía. Se atribuyeron a Diógenes ciertas obras literarias, pero ya desde la época clásica se reconocieron como falsas.

Anécdotas de Diógenes de Sínope

Diogenes el perrol

Una de sus más famosas anécdotas, junto con la de Alejandro, (que nos ilustran acerca del perfil del filósofo) es aquella en la que estaba Diógenes cenando lentejas cuando le vio el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey. Aristipo le dijo:

"Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas."

A lo que replicó Diógenes:

"Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey." En otra ocasión le preguntaron por qué la gente daba limosna a los pobres y no a los filósofos, a lo que respondió: "porque piensan que pueden llegar a ser pobres, pero nunca a ser filósofos".

Pero sin duda la más célebre fue aquella en que se encontró con Alejandro Magno mientras el filósofo tomaba el sol plácidamente.

Fue Alejandro quien empezó la conversación así:

"Yo soy Alejandro Magno "

a lo que el filósofo contestó:

"Y yo, Diógenes el cínico"

Alejandro entonces le preguntó de qué modo podía servirle. El filósofo replicó:

"¿Puedes apartarte para no quitarme la luz del sol? No necesito nada más".

Se cuenta que Alejandro se quedó tan impresionado con el dominio de sí mismo del cínico que se marchó diciendo: "si yo no fuera Alejandro, querría ser Diógenes". Además de la mencionada con Aristipo, se le atribuyen otras muchas anécdotas:

Según la tradición popular Diógenes caminaba por Atenas a la luz del día llevando una lámpara encendida y cuando se le preguntaba que por qué hacía esto contestaba: "busco un hombre honesto sobre la faz de la tierra".

Cuando Diógenes llegó a Atenas quiso ser discípulo de Antístenes pero fue rechazado, ya que éste no admitía discípulos. Ante su insistencia, Antístenes le amenazó con su bastón, pero Diógenes le dijo: “no hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tengas algo que decir”.

Frases de Diógenes

  • Un hombre debe vivir cerca de sus superiores como cerca del fuego: ni tan cerca que se queme ni tan lejos que se hiele.
  • El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe.
  • Es preferible consolarse que ahorcarse.
  • Cuanto más conozco a la gente más quiero a mi perro.
  • Cuando estoy entre locos me hago el loco.
  • Yo soy Diógenes el perro. Yo adulo a los que me dan algo, le gruño a los que no me dan nada y muerdo a los sinvergüenzas.

Referencias

  1. Rosental M. y P. Iudin. Diccionario Filosófico. Ediciones Universo, Argentina, 1973, p. 123.

Fuentes