Dinastía Hafsíes

Dinastía Hafsíes
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Reino de la dinastía hafsí y estados vecinos en 1400..gif
PaísBandera de Túnez Túnez
Fundación:1228
Disolución:1574

Dinastía Hafsíes. Dinastía musulmana del norte de África, que gobernó en Túnez de 1228 a 1574. Eran gobernadores de Ifriqiyya dentro del Imperio almohade hasta que en 1228 Abu Zakariya Yahya se proclamó independiente. Su hijo Al-Mustansir llevó el Imperio a su período de máximo esplendor, abarcando Ceuta, Tánger, Trípoli y el S de la península Ibérica. Después de un período de división, fue reunificado por Abu-l-Abbas Ahmad (1370-1394). En 1535, los Hafsíes se convirtieron en tributarios de Carlos V. El Imperio desapareció con la ocupación de Tánger por los turcos en 1574.

Historia

De todos los sucesores de los almohades, los hafsidas son sin lugar a dudas los que más reivindican su legado. En efecto, la dinastía procede de los hintata del Alto Atlas, una tribu beréber cuyo jefe Abu Hafs Umar era uno de los más fervientes apoyos de Ibn Tumart y del primer califa almohade Abd al-Mumin. Los miembros del clan hafsida siempre se encontraron entre los altos dignatarios del régimen almohade, y algunos se sucedieron a la cabeza de la provincia de Ifriqiya desde principios del siglo XIII. En 1228, después de que el califa almohade al-Mamun hubiese renunciado al culto del Mahdi ibn Tumart y masacrado a un gran número de altos notables almohades, Abu Zakariya Yahya, el fundador de la nueva dinastía, rompe con el soberano de Marrakech. Sin proclamarse califa, el primer hafsida instaura una autonomía de hecho con el poder almohade. Su hijo y sucesor Muhammad (1249-1277), confirma su independencia con respecto al califa de Marrakech, por aquel entonces en plena decadencia, y reivindica el califato adoptando el laqab (sobrenombre honorífico) de al-Mustansir bi-llah. Los hafsidas heredan la mitad oriental del antiguo imperio almohade, que se extiende desde la Tripolitania hasta el valle del Chélif. En 1270, el joven poder de Túnez se enfrenta a la cruzada de San Luís que ataca Ifriqiya tras el fracaso de su campaña egipcia. La aventura de los cruzados se salda con un fracaso y el monarca francés muere en Cartago. A partir de finales del siglo XIII, el poder hafsida de Túnez atraviesa una larga fase de debilitamiento político. La autoridad de los soberanos de Túnez es rechazada primero por otros miembros del clan hafsida, principalmente asentados en Bugía y en Constantina. El declive del poder central permite el desarrollo de fuerzas tribales, sobre todo las de los nómadas árabes, que forman varias pequeñas dinastías locales en las franjas meridionales del espacio hafsida, en particular en Biskra, Gafsa, Gabes o Trípoli. Paralelamente a las dificultades internas, las autoridades de Túnez se ven obligadas a hacer frente a las ingerencias de los reinos cristianos, en particular el de Aragón, reforzado por su nueva conquista siciliana. A mediados del siglo XIV, la Ifriqiya hafsida se enfrenta a las tendencias expansionistas de los marinidas. Abu l-Hasan logra ocupar brevemente Ifriqiya en 1349, pero la campaña fracasa. Al mismo tiempo, el país sufre los estragos de la peste negra y sus terribles consecuencias demográficas. Pero la restauración hafsida durante la segunda mitad del siglo XIV es el preludio de un período de fasto en la historia de la dinastía con la sucesión de los dos reinos, largos y estables, el de Abu Faris (1394-1434) y el de Abu Amr Utman (1434-1494). El legado almohade resulta muy fructífero en la experiencia hafsida: el régimen político se apoya primero en una aristocracia compuesta por dignatarios de tribus almohades, que proporcionan los grandes jefes militares. La administración central incluye también un diwan (oficina) de cancillería; la gestión de las finanzas públicas (ashghal) le corresponde a menudo a funcionarios de origen andalusí, encargados de supervisar bienes habous (bienes de mano muerta) y de la fiscalidad. A nivel religioso, los primeros hafsidas muestran su vinculación oficial a la doctrina almohade. Pero el malikismo dominante entre las élites religiosas de Ifriqiya acaba por provocar el abandono del dogma del mahdi bajo Ibn al-Lihyani (1311-1318). A partir de la segunda mitad del mismo siglo, se asiste a una renovación de la producción jurídica de los sabios malekitas, de los cuales el más conocido es Ibn Arafa (1316-1401). En la Ifriqiya hafsida nace también Abd al-Rahman Ibn Khaldun, (1332-1406), famoso historiador y teórico de la civilización (umran). El regreso del malikismo favorece el desarrollo de la institución de la madrasa, durante largo tiempo vinculada en Oriente al contexto de la renovación suní (siglo XI-XII). En el Occidente musulmán, la primera reconocida es al-Shammaiyya fundada por el hafsida Abu Zakariya en 1238. A partir de esta fundación, surge un gran número de colegios por todo el Magreb. Bajo los hafsidas, Túnez adquiere sus títulos de nobleza. De hecho, la ciudad debe su fisonomía a la obra hafsida: el núcleo urbano inicial se aumenta con la construcción de dos barrios periféricos protegidos por murallas. Al oeste, la Kasbah (o alcazaba) heredada de los almohades, domina la ciudad y en ella se instala la nueva dinastía. Al este de la ciudad, el acondicionamiento de un arsenal y de numerosos fundaqs para los comerciantes cristianos recuerda la vocación mediterránea de Túnez, convertida desde mediados del siglo XIII en una tierra de acogida de refugiados andalusíes. El arte hafsida, a imagen del régimen político de la dinastía, sintetiza la tradición de Ifriqiya y las aportaciones de la época almohade. La primera y principal realización en cuanto a arquitectura religiosa se sitúa justamente en el recinto de la Kasbah almohade de Túnez. En efecto, la mezquita de la Kasbah, terminada en 1235, se compone de una sala de oración cuyas naves están cubiertas de bóvedas de arista. Los arcos en plena cimbra descansan sobre columnas coronadas por impostas, según un modo de construcción ya utilizado en la época aglabí. La zona del mihrab está ricamente decorada, en particular, por paneles de mármol esculpido o dovelas de arco bicolores. El minarete, de planta cuadrada, ornado con una decoración de red en forma de rombos y que se apoya en arcos, es de pura tradición almohade. En cuanto a la pequeña mezquita de al-Hawa, construida a mediados del siglo XIII, ofrece una sala de oración recogida, cubierta por bóvedas de arista y apoyada en soportes macizos. La arquitectura de las madrasas hafsidas se caracteriza por su sobriedad y por un cierto parecido con la arquitectura doméstica. El edificio de la madrasa de al-Shammaiyya (1238) se organiza en torno a un patio central rodeado de pórticos y orientado a un oratorio dotado de un mihrab. A cada lado del patio, dos habitaciones cuya disposición recuerda a la del iwan iraní, se distinguen de las celdas destinadas al alojamiento de los estudiantes. Una planta similar se observa en la madrasa de al-Unqiyya (1341). En al-Muntasiriyya (1437), el patio no está rodeado de pórticos, sino que conserva el dispositivo del iwan de inspiración oriental. Pocos testimonios arqueológicos de la arquitectura palaciega y civil hafsida han llegado hasta nuestros días. Los restos del jardín de Abu Fihr, en los alrededores de Túnez, se conocen sobre todo por la importancia de los elementos hidráulicos, en particular, un gran estanque alimentado por una derivación del acueducto romano de Cartago, una obra restaurada por el hafsida al-Mustansir. Algunas casas de Túnez se consideran de la época hafsida. Construidas en sillería y realzadas con mármol, estas casas ofrecen una planta dispuesta en torno a un patio central desprovisto de pórtico. Los locales de servicio (cocina, letrinas o trastero) se relegan a un espacio anexo, con o sin pequeño patio interior. Una reserva alimentaria y un dispositivo hidráulico (pozo o cisterna) completan el conjunto. Las artes mobiliarias hafsidas apenas se conocen por el momento. En los hallazgos arqueológicos de la Kasbah en Túnez, destaca la importancia de las cerámicas en azul y marrón, imitando las producciones españolas del lustre metálico. La asociación del azul de cobalto, del marrón manganeso sobre fondo blanco estannífero permitió obtener interesantes efectos de policromía. Los estilos decorativos son variados y recurren tanto a la geometría como a la flora, sin olvidar importantes escenas figurativas. A finales del siglo XV, la dinastía hafsida pasa de nuevo por un período de declive político. Los diferentes soberanos que se suceden en el trono luchan contra los corsarios turcos instalados en Argel. La historia hafsida toca a su fin con la conquista otomana de Túnez que, en 1574, se convierten en la capital de una nueva provincia otomana.

Economía

Zocos

La mayor parte de la actividad económica de la ciudad se concentraba en los zocos, una red de calles cubiertas bordeadas de tiendas de comerciantes y artesanos agrupados por especialidades. Situados a menudo alrededor de una gran mezquita, los barrios de los zocos se extendieron mucho en el reinado hafsí. Abu Abdu•llah Muhámmad al-Mustánsir también organizó en corporaciones a los tejedores y creó manufacturas para la tejeduría de seda, conocidas como funduqs. También creó los talleres estatales conocidos como tiraz.

Moneda

Los gobernantes hafsíes tenían como moneda el dinar de oro, que pesaba 4,72 gramos, y el dirham de plata, de un peso aproximado de unos 1,5 gramos.

Cultura

En la corte hafsí brillaban los poetas, versificadores hábiles cuya principal producción literaria eran alabanzas del soberano. Abû Zakariyâ Yahyâ tenía tanta preocupación por la cultura en general que constituyó una biblioteca de 30 000 manuscritos que puso a disposición de los estudiosos. Algunos médicos, en su mayoría andalusíes, prolongaron, en calidad de médicos de la corte, las tradiciones médicas legadas por la escuela de Kairuán, pero sin su originalidad ni descubrimiento de su activo. El reino hafsí también dejó su huella en la historia intelectual de la humanidad a través del historiador y filósofo Ibn Jaldún. La vida intelectual de Ifriqiya se encuentra mezclada indirectamente por el recorrido de algunos europeos. Así, Anselm Turmeda abjuró del cristianismo y se convirtió al Islam a su llegada a Túnez en 1388. León el Africano fue hecho prisionero en Trípoli en 1520, a su regreso de un viaje a Oriente, y de regreso a Nápoles escribió en italiano su famosa Descripción de África. Bautizado en Roma por el Papa, es probable que muriese en Túnez antes de 1550.

Religión

Las principales madrasas hafsíes fueron la madrasa de Achoumaiya, fundada alrededor de 1240 por Abu Zakariya Yahya; la madrasa Attaoufikia, fundada por Latf, esposa o viuda de Abu Zakariya Yahya; la madrasa Maridh, fundada alrededor de 1280; la madrasa Al Onqiya, fundada en 1342 por la hermana del sultán reinante; y la Madrasa Al Montaciriya, fundada en 1438. Uno de los polos de atracción de la vida religiosa de la época era el sufismo, movimiento místico oriental que se había extendido rápidamente en todos los estratos de la población árabe-bereber. Enseñado por jeques de una cierta envergadura intelectual y de gran elevación moral, el sufismo vio volverse pronto en su contra a los ulemas, que lo consideraron una desviación del islam ortodoxo. Pero como resultado de la presión popular y probablemente del poder, los doctores de la ley finalmente lo toleraron y aceptaron como interpretación legítima del Corán y se cerraron los ojos sobre sus manifestaciones más sospechosas. El sufismo experimentó luego una extraordinaria fortuna en Berbería que contribuyó a islamizar y su acción en la vida social se ha mantenido hasta hoy bajo la forma del culto de los santos y hermandades religiosas que se reclaman de la tariqa o doctrina de los jeques sufíes reputados. Entre estos sufíes se encuentran Sidi Bou Saïd, Abou l-Hassan al-Chadhili (más conocido por el nombre de Sidi Belhassen), Sidi Ali El Gorjani, Sidi Mohammed El Chérif, Sidi Ali El Hattab, Sidi Hassen El Séjoumi o Lella Manoubia. El siglo XV fue menos fecundo en personalidades, pero Marruecos continuó suministrando a Ifriqiya de sufíes, con tanta más facilidad ya que Túnez está en el camino de peregrinación a La Meca. A su regreso, atraídos por el clima y el ambiente, los sufíes marroquíes se detenían voluntariamente en Túnez y su campiña. Sin embargo, la doctrina ya no era sostenida con la misma brillantez intelectual, su difusión degeneró en un morabitismo de «hacedores de milagro», de taumaturgos portadores de una baraka más o menos auténtica. El siglo XV ve surgir también muchos morabitos excéntricos, objetos de veneración popular como Sidi Ben Arous.

Fuentes