Domingo Liz

Domingo Liz
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Domingo Liz . Escultor, pintor y dibujante. Ha sido considerado uno de los principales creadores dominicanos.

Síntesis biográfica

Nació en Santo Domingo. Se graduó en 1949 en la Escuela Nacional de Bellas Artes y recibió especial orientación del escultor Manolo Pascual. De 1950 a 1953 hizo estudios de posgrado en pintura como discípulo de Jaime Colson. Fue miembro fundador del grupo Proyecta (1968). Presentó su primera exposición individual en 1971, en la entonces Galería de Arte Moderno, hoy Museo de Arte Moderno de Santo Domingo. Ha recibido importantes premios en las bienales nacionales, y en el concurso Eduardo León Jimenes, las dos tallas en caoba Origen I, Origen II, fueron ganadoras en el segundo concurso de 1965.
Fue profesor en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) durante veintiocho años y de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) por cuarenta y dos años. Como pintor su obra partió de la figuración. Trabajó la abstracción durante la década de 1950, lo que puede apreciarse en su obra escultórica Monumento a los Héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo de 1975, vaciado en bronce, que está ubicado en el Centro de los Héroes de Santo Domingo.

Liz se caracteriza por tener una profunda y enigmática visión del mundo y de sí mismo que ha traducido a sus lienzos, los cuales constituyen su mayor legado al país y el mundo. Hombre de pocas exposiciones y una selecta obra, lo que se debe, según él mismo explica, a que durante toda su vida se dedicó de manera paralela a la enseñanza y el arte, por lo que debió repartir su tiempo entre estas dos pasiones que a lo largo de los años han sido sus principales inquietudes. Además, añade: “Prefiero mostrar las obras que representan un período de tiempo y una visión, por eso todas mis exposiciones representan un período de mi existencia creadora, lo que permite apreciar mejor la evolución de mi arte”.

Trayectoria

A lo largo de su vida, Domingo Liz ha realizado cinco exposiciones individuales. La primera se produjo veinte años después de graduarse de la Escuela de Bellas Artes, ya que según él, fue discípulo post grado de Jaime Colson y, como consecuencia, su trabajo reflejaba una tendencia a copiar el estilo de ese artista, por lo que decidió no exponer hasta encontrar su propia voz. Esa búsqueda lo llevó a desarrollar su propio estilo, caracterizado por colores y formas propias, fruto de su experiencia visual, en donde los personajes que aparecían eran caricaturescos y tenían una evidente y voluntaria desproporción anatómica. Todo esto surgió del propio medio que lo rodeaba y del barrio La Ciénega, el cual se convirtió en su gran inspiración.

La segunda exposición la realizó veinte años después en la Galería de Arte Moderno y era un conjunto de pinturas y dibujos que mostraba una mejor definición del color, mayor investigación de las características satíricas de su primera entrega y una visión más definida.

Así continuó hasta realizar su quinta y más reciente individual, presentada en la Galería Varelli, ubicada en La Marina de Casa de Campo. De acuerdo al artista, esta muestra lleva a un grado superior las sutilezas de su arte, el cual se manifiesta con mayor libertad y menos prejuicios. “Estoy en mi etapa de mayor libertad y continuaré hasta entregar la mejor producción de toda mi vida, la más libre, la más llena de expresión, la más simbólica, la más simple y sintética”.

Características de sus obras

Domingo Liz contempla y plasma su visión de la evolución y el deterioro del paisaje en torno al río Ozama ocurrido en el lapso de cuatro décadas. Esa visión, como se revela en las pinturas que presenta, es a veces la visión de un niño. La visión pura de un niño, cabría decir. De un niño exaltado, apasionado, vehemente. Pero su mano, es la mano paciente y diestra del maestro. Reunir en una obra la fresca visión de un niño y la mano perspicaz de un maestro es uno de sus grandes logros. Miró, Chagal y Picasso se valieron de ese poderoso recurso. Y en áreas como las de la música y la literatura se podría afirmar que esa visión y ese espíritu asoman de igual modo en Mozart y en Neruda, por ejemplo.

Sin embargo, la similitud termina ahí. Porque la obra de Liz es el testimonio de una realidad presente, palpitante y nuestra. La humanidad es la que se desborda sobre las márgenes del Ozama. No. No es el río el que crece con desmesura. Son los habitantes que se arriman desde los campos, desde los pueblos pequeños y olvidados, desde las áridas dunas del occidente isleño. El Ozama los acoge y poco a poco aquella enmarañada vida selvática se transforma en otra maraña. Techos de dos aguas, alambres, cartones y enlates transfiguran el verdor de la foresta en el gris ansioso y pululante de las fabelas.

Aparte de sus innovaciones estéticas, la obra de Domingo Liz contiene juicios sociales, económicos y políticos que implican tanto una profunda reflexión como una decepción. Los políticos y la clase económicamente poderosa del país han dado la espalda al río Ozama y en vez de convertir sus riveras en hermosos paseos residenciales lo dejaron convertirse en un atolladero.

Fuentes