Edmund Wilson

Edmund Wilson
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Escritor y crítico literario
NombreEdmund Wilson
Nacimiento8 de mayo de 1895
Fallecimiento12 de junio de 1972
NacionalidadEstadounidense
OcupaciónEscritor y crítico

Edmund Wilson. Fue escritor y crítico literario estadounidense. Estudió en la Universidad de Princeton, e inició su carrera literaria publicando artículos en el New York Evening Sun (1916- 1917). Posteriormente fue editor de Vanity Fair y de New Republic, y columnista literario de New Yorker. Sus artículos contribuyeron a divulgar las obras de los escritores de la generación perdida, particularmente las de Ernest Hemingway y Francis. Scott Fitzgerald. Fueron muy influyentes sus obras de crítica literaria El castillo de Axel , Los triples pensadores , La herida y el arco y Sangre patriótica.

Inicios

Edmund Wilson, nace en Red Bank, Nueva Jersey, EE.UU, iniciando sus estudios en The Hill School y continuandolos en la Universidad de Princeton. Su carrera como escritor la comenzó como reportero en el New York Sun y luego se alistó en el ejército durante la Primera Guerra Mundial. En 1920 y 1921 fue director de Vanity Fair, y luegó trabajó en The New Republic y The New Yorker.

Wilson se centró en la cultura moderna como un todo, y gran parte de su escritura iba más allá de la crítica literaria estricta. En La estación deFinlandia, estudió el desarrollo del socialismo europeo, desde el descubrimiento de Vico por Jules Michelet en 1824 hasta la llegada de Lenin a la estación Finlandia de San Petersburgo en 1917 para liderar la Revolución Bolchevique.

Las obras de Wilson están muy influenciadas por las ideas de Freud y Marx, en cuyo trabajo estaba muy interesado. Los trabajos críticos de Wilson contribuyeron a que novelistas norteamericanos como Ernest Hemingway, John Dos Passos, William Faulkner, F. Scott Fitzgerald y Vladimir Nabokov consiguieran el aprecio del público.

Matrimonio y amigos

Mary McCarthy, fue la segunda mujer de Wilson y la misma tuvo gran renombre como crítica literaria; ambos colaboraron en algunos trabajos antes de divorciarse. Dentro de sus amistades estaba el escritor Francis Scott Fitzgerald y editó su último libro póstumamente. También lo fue de Vladimir Nabokov, con quien mantuvo una amplia correspondencia y cuya obra presentó al público occidental. Su amistad se deterioró debido a que Wilson reaccionó con frialdad ante su novela Lolita, y por una disputa sobre la crítica que hizo Wilson de la traducción de Nabokov del Eugenio Oneguin, de Aleksandr Pushkin.

Carta de Wilson a Scott Fitzgerald

Esta carta fue escrita el 15 de julio de 1921: 16 rue de Four, París Querido Scott: Que lástima no haber coincidido. Me enteré que estabas aquí hasta que John Wyeth me lo dijo, me parece que el mismo día que te marchaste. Debiste haberme dejado una nota en American Express. Llamé con la esperanza de tener alguna noticia tuya.

Tu reacción ante el continente es la misma que la de la mayoría de los estadounidenses que lo visita por primera vez tan tarde en la vida como tú. Supongo que se debe, en primer lugar, al desconocimiento del idioma que los lleva a pensar que ahí no sucede nada y que hay algo inherentemente odioso en un pueblo que no puede darse a entender y, por ello, muestra una fachada tan vacía a los extranjeros. En segundo lugar, al hecho de que haber sido parte de una sola civilización toda la vida les dificulta la adaptación a otra, sin importar si ésta es inferior o superior, así como resulta difícil para cualquier animal ajustarse a otro medio ambiente. Los animales inferiores con frecuencia perecen con el cambio.

La verdad es que estás tan saturado de los Estados Unidos del siglo xx, para bien y para mal –tan acostumbrado a los hoteles, la plomería, las farmacias, los ideales estéticos y la gran prosperidad económica del país– que eres incapaz de apreciar aquellas instituciones de Francia, por ejemplo, que son realmente superiores a las estadunidenses. ¡Lástima que no les diste una oportunidad! Me hubiera encantado intentar inducirte a algunos de los atractivos de Francia. París me parece un lugar ideal para vivir: combina las comodidades y atracciones de una gran ciudad con la libertad, la belleza y el respeto por las artes y los placeres que ofrece un lugar como Princeton. Me encuentro aquí más contento y tranquilo que en cualquier otro sitio. Sigue mi consejo: cancela tu boleto de regreso y ven a pasar el verano en París. Te instalas, aprendes francés y le suministras a tu inquieto y agitado sistema nervioso algo del ocio y la mesura francesas.

Sería un gran beneficio para la literatura estadunidense: tus novelas no volverían a ser las mismas después. Esta es una de las razones por las que decidí venir a Francia, por cierto: en Estados Unidos me siento tan superior y sofisticado culturalmente, en comparación con el resto de la vida artística e intelectual del país, que corro el peligro de considerar mis logros actuales como lo máximo alcanzable, y me veo obligado a salvar mi alma emigrando a un país que me humilla intelectual y artísticamente, al ofrecerme parámetros de la solidez de Racine, Molière, La Bruyère, Pascal, Voltaire, Vigny, Renan, Taine, Flaubert, Maupassant y Anatole France. No quiero decir con esto –faltaba más– que considere mi trabajo superior al del resto de los escritores estadunidenses; sencillamente, aquí creo tener estándares críticos más altos y, como en Estados Unidos son tan bajos, temo que el nivel de mis referentes descienda también.

En estos tiempos resulta demasiado fácil ser intelectual o artista en Estados Unidos. Por ello deben evitar caer víctimas de la engañosa facilidad con la que un público carente de tradiciones y con muy poca cultura (y me refiero al creciente público interesado en la buena literatura), queda impresionado y satisfecho; los Mencken, Nathan, Cabell, Dreiser, Anderson, Lewis, Dell, Lippmann, Rosenfeld, Fitzgerald, etcétera, etcétera, deben tener mucho cuidado y recordar que, como John Stuart Mill, mucha de su eminencia se debe a “lo plano del territorio que nos rodea”. Sí creo seriamente que Nueva York podría convertirse en un centro cultural; están sucediendo muchas cosas a nivel intelectual en Estados Unidos. Parece que está comenzando a expresarse en lo que podría ser un lenguaje propio. Pero, créeme, aún les falta mucho camino por recorrer. El desenfreno comercial y la industrialización, sin el respaldo de una civilización más antigua y “civilizada” –salvo la capa de la del siglo xviii de la costa oeste–, son un terrible obstáculo para las expresiones de otra índole.

Las manifestaciones intelectuales y artísticas deben abrirse camino a través de las grietas causadas por las fábricas, los edificios de oficinas, de departamentos y los bancos; sencillamente, el país no fue construido para ellas, y si logran emerger con vida, deben dar gracias a Dios, pero nadie debe sentirse elegido al cien por ciento, ni auténtico o intachable porque, obviamente, nacieron atrofiados y deformes y fueron golpeados y contaminados en su esfuerzo por emerger. Cabell ejemplifica este fenómeno claramente: no es el hecho de que sea un gran escritor (y no creo que lo sea del todo), lo que le ha ganado la preferencia del público (culto), sino la seriedad con las que plantea sus pretensiones artísticas y su continua y concienzuda labor para alcanzarlas (y no sin éxito). No contamos con un Anatole France, ni con la literatura clásica que lo hizo posible; por lo tanto, a Cabell lo vemos con buenos ojos.

Mi intención era escribirte sólo una página, pero tus críticas a la pobre y vieja Francia requirieron de una explicación completa sobre prácticamente todo, desde el comienzo del mundo. No creo poder convencerte de permanecer en Europa y supongo que no tienes tiempo de regresar a Francia. Es una verdadera lástima. (¿Alguna vez has volado de París a Londres, por cierto? Creo que yo lo haré si voy a Inglaterra.)

Obras

  • Axel's Castle: A Study in the Imaginative Literature of 1870- 1930, New York, Charles Scribner's Sons, 1931. >> Trad. El castillo de Axel, Versal, 1989]].
  • To the Finland Station: A Study in the Writing and Acting of History, Garden City, NY: Doubleday, 1940]]. >> Trad. Hacia la estación de Finlandia, Alianza, 1972.
  • The Wound and the Bow: Seven Studies in Literature, Cambridge, MA, Riverside Press, 1941. >> Trad. El arco y la herida, FCE
  • Memoirs of Hecate County, Garden City, NY: Doubleday 1946. >> Trad. Memorias del condado de Hecate, Versal, 1989]].
  • The Triple Thinkers: Twelve Essays on Literary Subjects, Nueva York, Farrar, Straus and Giroux, 1948.
  • Red, Black, Blond and Olive, Londres, W. H. Allen, 1956.
  • Classics and Commercials: A Literary Chronicle of the Forties, Nueva York, Farrar, Straus and Co, 1950.
  • The Scrolls from the Dead Sea, Fontana Books, 1955.
  • A Piece of My Mind: Reflections at Sixty, Nueva York, Farrar, Straus and Cudahy, 1956.
  • Patriotic Gore: Studies in the Literature of the American Civil War, Nueva York, NY, Farrar, Straus and Giroux, 1962.
  • The Cold War and the Income Tax: A protest, New York, Farrar, Straus and Co., 1964.
  • Europe without Baedeker: Sketches among the Ruins of Italy, Greece and England, with Notes from a European Diary: 1963-1964, Londres, Rupert Hart-Davis, 1967.
  • The Bit Between My Teeth: A Literary Chronicle of 1950-1965, Nueva York, Farrar, Straus and Giroux, 1966. Crónicas literarias, Barral, 1972.
  • Apologies to the Iroquois, New York, NY: Vintage, 1960.
  • The Shores of Light: A Literary Chronicle of the Twenties and Thirties, Nueva York, Farrar, Straus and Young, 1953.
  • The American Earthquake: A Documentary of the Twenties and Thirties, Garden City, NY: Doubleday, 1958.
  • The Twenties
  • The Thirties
  • The Forties
  • The Fifties
  • The Sixties: The Last Journal 1960-1972, Nueva York, The Noonday Press, [[1993.
  • Editor, The Shock of Recognition, New York, NY: Modern Library, 1943

Política

Wilson se opuso a la política desarrollada por Estados Unidos durante la Guerra Fría, por lo que se opuso al pago de los impuestos en el período de 1946 a 1955. En su ensayo The Cold War and the Income Tax: A Protest (1963), Wilson argumenta que, como consecuencia de la carrera armamentística contra la Unión Soviética, las libertades civiles de los norteamericanos estaban siendo vulneradas, paradójicamente, con la excusa de la defensa del comunismo. También se opuso a la intervención de los EEUU en la guerra de Vietnam.

Referencias

  • Edmund Wilson (2008). Obra selecta. Lumen. ISBN 978-84-264-1680-3

Fuentes