El Divino Narciso

El Divino Narciso
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Presentamos en esta obra el estudio y la edición crítica de uno de los tres autos sacramentales escritos por sor Juana Inés de la Cruz:
Título originalEl Divino Narciso
Autor(a)(es)(as)Sor Juana Inés de la Cruz
Editorial:S.A. EUNSA. Ediciones Universidad de Navarra
GéneroPoesía lírica
Edición2005
Primera edición1689
ISBN978-843-132-260-1
PaísBandera de España España

El Divino Narciso. El auto sacramental es uno de los tres autos escritos por la “Décima musa mexicana” Sor Juana Inés de la Cruz, por lo que no estaría completo un estudio (aunque muy general) de la obra sin mencionar por lo menos algunos datos de la vida de su autora. Es una de las obras pioneras escrita en 1689, y representa la conversión colectiva al cristianismo, pues el teatro europeo estaba acostumbrado a representar solo la conversión individual.

Sinopsis

En esta obra se narra la leyenda de Narciso y cómo murió por haberse enamorado de sí mismo al ver su reflejo, sin embargo la obra contiene muchos y muy interesantes matices más allá de ser simplemente una adaptación de la leyenda. Lo más resaltante parece ser la inmensa carga religiosa de la obra y la genialidad y talento con que ésta autora mezcló la mitología y la religión, no sólo por la inclusión de los personajes bíblicos, que además representan una pequeña parte de la obra, sino por la manera en que logra que sintamos a Narciso como si de cierta manera se tratara de el Hijo de Dios (Jesús Cristo).

Argumento

Este sentimiento aparece desde el propio inicio de la obra, durante los cantos de la Sinagoga y la Gentilidad, adorando la primera a Dios y la segunda a Narciso con la particularidad de que cuando la Naturaleza Humana les pide unir sus cantos, el “Alabad al Señor todos los hombres” y el “Aplaudid a Narciso fuentes y flores” se funden en un solo discurso a una sola divinidad. Indudablemente no es ése el único lugar dónde hallamos a Narciso como el Hijo de Dios, sino también cuando tras su muerte se le vuelve a hallar y declara que subirá para estar junto a su padre, tal como lo hizo Jesús, y destaca sobre todo las importantísimas declaraciones de Eco, quien le expresa que la Naturaleza Humana siempre ha sido pecadora y que si él ha muerto por sus pecados y ella continúa pecando ¿Bajaría entonces de nuevo para volver a morir?.

Es una muy buena reflexión sobre la religión y la manera como vemos a Dios. También podemos apreciar esa relación con Jesús en el discurso en el que se habla de que pasará cuarenta días caminando y Eco lo va a buscar para tentarlo porque ya debe tener hambre, esto nos lleva casi inmediatamente a la caminata de Jesús por el desierto, cuando el demonio le tentó durante cuarenta días. No puede negarse la diferencia principal entre el Narciso mitológico y éste Narciso divino de la obra, quien cuando declara “Que mi belleza sola / es digna de adorarse”.

...” no lo hace con vanidad y desdén, sino con verdad rigurosa como Cristo, hombre y Dios que es. La mitología no deja de jugar un papel importante a lo largo de la obra, y por ello, cuando se está describiendo a Narciso se incluye sutilmente la leyenda de Jacinto, joven con quien Apolo jugaba en los campos de Esparta y al que un día hirió de muerte con el disco, por esto y con profundo dolor, Apolo lo transformó en una flor con forma de lirio pero de color púrpura, y grabó sus gemidos en sus pétalos que dicen “¡ay!, ¡ay!. Jacinto está también atado en leyenda a Áyax. Lo cierto es que Sor Juana Inés enlaza el nombre Jacinto tanto con la flor, como con la fábula mitológica.

En toda la trayectoria del personaje de Narciso, resalta la frase en la que se declara “he de estar en un ser” (escena XII). Dicha frase tiene dos sentidos uno familiar y otro teológico, es decir, que no dejará de amar a la Naturaleza Humana y al mismo tiempo está unida a ella como si fueran una sola persona. Destaca mucho también como en esa misma escena, con la utilización de la frase “la dicha mayor de la humanidad” se refiera la autora a la muerte de Cristo, no por deleite en su sufrimiento, sino porque gracias a ello la humanidad ha sido redimida de sus pecados.

Resumen

En “El Divino Narciso” se presenta al mundo precortesiano como enigmático y misterioso, lleno de tradiciones en principio incomprensibles para los novohispanos de la época. Sor Juana siente simpatía e incluso aprecio por ellos, pues, contrario a la costumbre de la literatura colonial, no representa a los indígenas como seres irracionales y salvajes.

La redención de la humanidad es el móvil más importante de la obra. El divino Narciso es Dios mismo, que busca a la ovejuela descarriada a fin de llevarla a su rebaño y en el camino encuentra a cada una de las naturalezas humanas. Ello entraña un intento por mostrar la esencia del catolicismo de una manera simple, lo que consigue de una manera magistral.

El pensamiento político del auto corresponde a un proyecto de integración política, más que a un intento de evangelización. En algunas partes Sor Juana denuncia el maltrato que los indígenas sufren a manos de los españoles, por lo que de cierta forma señala que los fundadores de Nueva España fueron los frailes y no los conquistadores. Esta representación de América es única en la literatura colonial hispanoamericana.

Muchos de sus pasajes, sobre todo las intervenciones del pastor, recuerdan la obra de San Juan de la Cruz y del Fray Luis de León, dos de los más importantes escritores místicos de la literatura española del Siglo XVI.

El título de este auto sacramental alude a "El divino Orfeo", de Pedro Calderón de la Barca, quien es, muy probablemente, el escritor que más influenció la obra dramática de Sor Juana Inés de la Cruz.

Para Sor Juana los autos sacramentales son el remedo diabólico de la Eucaristía cristiana, preocupación que aparece ya en los primeros cronistas de la Conquista, en quienes la monja pudo haber tenido su fuente. A la vez, muestra cómo la dulzura de la Religión, caritativa dama española, contrasta ante la firmeza de su marido el Celo, sospechosamente parecido a los conquistadores. El drama sorjuanesco de las querellas maritales tiene su antecedente, otra vez, en Calderón de la Barca.

Personajes

En esta obra merece la atención particular uno de los autos sacramentales: “El Divino Narciso” del cual se ha hecho mención anteriormente (sobre todo a su loa). Ésta obra cuenta con personajes alegóricos, mitológicos y una pequeña participación de personajes bíblicos:

  • Personajes alegóricos: Sinagoga, Gentilidad, Naturaleza Humana (protagonista), Eco (antagonista), Soberbia, Amor Propio y Gracia.
  • Personaje mitológico (protagonista): Narciso: bellísimo hijo de la ninfa Liríope y del río Cefiso; personificación mitológica de la hermosura del adolescente.
  • Personajes Bíblicos: Abel, Enoc, Abraham y Ángel, Moisés.

Criterios

De igual manera la Naturaleza Humana juega un papel “triple” en ésta obra. En algunos puntos se le percibe como la madre de Narciso, sobre todo por la manera en que Eco la describe destacando que poseen una semejanza y que por eso ella debe evitar que él la vea, porque se sentiría identificado. En otras ocasiones se le siente como la enamorada de Narciso, que lo busca y lo ansía como pareja, con fines de encontrarlo la Gracia la ayuda a esconderse en un lugar donde sabe que Narciso podrá verla (sobre un árbol que se refleja en el río) y finalmente se le percibe como hija de Narciso, a quien él redime y protege y ama con un amor fraternal muy intenso (como se supondría que es el amor de Dios) y a quién no juzga, sino que trata como a su ovejuela perdida, llevándonos a la imagen bíblica de que loshumanos erramos como ovejas, y que Jesús es el buen pastor, quien vino a buscar desde el cielo a su “ovejuela” (Naturaleza Humana).

Eco, por su parte, es representada como una hermosa mujer acompañada siempre por la Soberbia y el Amor Propio, lo que la lleva a querer ser la esposa de Narciso y siendo rechazada por éste busca venganza, lo que incluye el deseo de la muerte de Narciso. Sin embargo cuando sus planes se ven frustrados se ahoga de dolor y está a punto de suicidarse, pero su Soberbia y Amor Propio no se lo permiten buscando consolarle de alguna manera. Finalmente termina por ser el “eco” de las palabras de lamento de Narciso y en ese momento establecen una conexión que nos hace pensar en la posibilidad del perdón y la redención de aquellos que en algún momento nos han ofendido. Claro que ésta conexión es sólo momentánea porque luego ella debe poner en tela de juicio el amor de Narciso por la Naturaleza Humana, además es innegable la intención de poner este personaje como antagonista, siendo que nos da suficientes datos para relacionarlo con la figura opuesta a Dios, es decir, el demonio, teniendo todos en cuenta que este personaje era el ángel más querido por Dios, pero que por sus malos sentimientos fue desterrado del Paraíso, de la misma manera en que Narciso rechazó a Eco.

Sor Juana explica incluso un poco de lo que es esta naturaleza de Eco en su obra, dejándonos ver que los demonios, en naturaleza, son ángeles o espíritus puros, hermosos, dotados de ciencia y poder y que estaban destinados tras una prueba a la visión beatífica de Dios, sin embargo, los que fueron rebeldes fueron condenados a pena eterna (citando la Biblia y a otro gran autor: Santo Tomás), inclusive justifica la ira de Eco contra la Naturaleza Humana, denotando que le tienen envidia de que vaya a ocupar el sitial celeste que ella perdió. Es notable que sea Eco la encargada de explicar el carácter sobrenatural del eclipse que se describe en la obra, resumiendo la explicación astrológica y descartándola como posibilidad para lo que allí ocurrió. Conocemos que cuando Cristo fue crucificado el Sol se obscureció fuera del orden natural, y es ésa la relación que vemos aquí con éste eclipse al momento de la muerte de nuestro Divino Narciso.

Los personajes bíblicos que se usan en ésta obra, aunque breves, denotan un interés de dar a conocer lo que esos personajes hicieron por su fe y su bondad, como a modo de dar una lección, y se citan las diferentes situaciones pasadas por cada uno de ellos, como Abel, quien ofreció mejor sacrificio a Dios que Caín. Pero de éstos personajes el más resaltante es Enoc, ya que da la impresión de representar a dos Enoc bíblicos: el primogénito de Caín y el padre de Matusalén, cuando en realidad se da referencia a Enós, el hijo de Set.

Conocimiento y feminismo

No cabe duda de que es una obra escrita por una mujer profundamente religiosa, que además demuestra su conocimiento de la Biblia y de la literatura en general al poner y mezclar frases tales como salmos y pasajes bíblicos así como la inclusión de la fusión de dos mitos (el de Narciso y el de Orfeo) para enriquecer uno con el otro. De igual manera existen ciertos esbozos de autobiografía en esta obra, como por ejemplo el hecho de que Sor Juana Inés incluya en ella la respuesta a una carta recibida por Sor Filotea (que en otra oportunidad se descubriría que la verdadera identidad de Sor Filotea era la del obispo Fernández de Santa Cruz quién reprendía a Sor Juana Inés de la Cruz por sus intereses literarios considerándolos profanos), aunque es conocido que más adelante en su vida Sor Juana Inés escribe una respuesta directa a ésta carta llamada “Respuesta a sor Filotea” donde hace una excelente defensa por el derecho femenino a expresarse libremente.

Análisis de algunas escenas

Algunos de los ejemplos de la inclusión de pasajes bíblicos son los siguientes:

  • Escena I: alabad al Señor todos los hombres. (principio del Salmo 116)
  • Escena IV: pero perdónalos o bórrame de tu libro. (Éxodo, XXXII, 32). En éste caso ha sucedido, que algunos, obviando que es un texto bíblico el que ella cita, han querido atribuirle a Sor Juana un “desliz teológico”.
  • Escena VI: buscadme y me hallaréis. (Jeremías, XXIX, 12-3).


Es impresionante que ésta obra posea matices incluso en lo que respecta a su métrica, ya que podemos apreciar que en un romance octosílabo, se encuentran intercalados irregularmente algunas cuartetas de hexasílabos. Por ejemplo en la escena III:

que haces que de mí me olvide,
por hacer que a mí me quiera
(porque el Amor Propio
es de tal manera,
que insensato olvida
lo mismo que acuerda);
pues eres en quien empiezan,
y tú eres en quien acaban...

Sin embargo, en los textos antiguos, en lugar de representarse así como cuartetas de hexasílabos se representaban como parejas de dodecasílabos.

De la misma manera podemos observar liras de seis versos, como el de la escena VI, que consta de cuatro de 11 y dos de 7 con el esquema de rimas A-B-a-B-C-C, y que resulta ser uno de los más celebrados pasajes líricos de este auto. En ésta obra también se observa una glosa del “Cantar de los Cantares”, es decir, que se le encuentra expresado en palabras más comprensibles. Más adelante, en la escena VII, se observa otra combinación métrica: un romance de 7 “endechas” divididas a cada cuarteta por un estribillo de dos versos de 5 y 11, pareados con la misma asonancia de las coplas. Resulta sorprendente que se hayan podido combinar el romance anteriormente indicado con Liras de 2 heptasílabos, un tetrasílabo y otros dos heptasílabos y un endecasílabo (rimando “a b b a c C”, y además con un doble artificio simétrico: el tetrasílabo, compuesto de bisílabo repetido; y el endecasílabo, cuatrimembre) en la misma escena (VII). Posteriormente en la escena VIII, se observa que la canción está escrita en Liras de cuatro versos de 7 y uno de 11, con rima de “a b b a A”. Cabe destacar que en éste punto existe una hermosa paráfrasis bíblica del último Cántico de Moisés, en el Deuteronomio.

En la escena XI se observan coplas de tres octosílabos, seguidos cada uno por un versillo menor, a modo de ecos que luego se recogen formando el verso final de una redondilla de hexasílabos con el esquema de consonancias: Aa, Bb, Cc, CDC. En la escena siguiente, en una nueva serie de coplas de ecos, la cuarteta final de cada una ya no es de hexasílabos, sino también de octosílabos. En ésta escena doce se observa un soneto sumamente emotivo, profundamente teológico, en el que Cristo habla de su muerte en la Cruz. Cristo dijo: “Nadie me quita la vida; sino que yo la entrego” y expiró. Hace referencia esta escena también a la frase “Dios mío ¿Por qué me has abandonado?”, que también fue dicha por Jesús estando en la Cruz. Finalmente, en la escena XVI observamos un romance en “í-o” que recopila toda la historia del amor del Cristo a la Humanidad. Algunos autores lo han considerado como una de las más primorosas “relaciones” del íntegro teatro hispano, y una de las mayores cúspides líricas y teológicas de toda la poesía de Sor Juana.

Otra de las cosas importantes que se observan en ésta obra es la inclusión de muchos pasajes de obras de Calderón de la Barca. Éste detalle ha sido mencionado anteriormente, pero en ésta ocasión he de puntualizar algunos de los lugares donde se manifiesta ésta inclusión.

La escena VII, por ejemplo contiene la frase “Los brazos me da”, que es una corrección de “los brazos dáme”; en el Siglo XVII era normal la anteposición del pronombre complementario en el imperativo, lo cual se certifica en “La Humildad Coronada” de Calderón. También en la escena VIII podemos hallar relación, en el momento en que la frase “la medula escogida...” aparece puede pensarse que aún cuando más adelante fue comprendida como “médula”, Sor Juana intentaba seguir la forma grave del latín “medulla” (meollo), tal como Calderón lo hiciera en “La cena del rey Baltasar”. Continuando con las comparaciones, la escena XVI también merece mención. En ella Sor Juana representa la Eucaristía tal como Calderón, en sus autos La vida es sueño (al utilizar la frase “Sin igual fineza”) y La devoción de la misa (dónde Calderón decía: “en quién como espejo roto, se había quedado el sol...” Y Sor Juana utiliza la imagen de los espejos en su obra).

De igual manera, en la misma escena XVI observamos la frase “Altares de vidrio”, que fue utilizada por Calderón en su loa para “La semilla y la cizaña”, llamando al cielo “esos campos de vidrio”. Respecto de los paisajes utilizados por Sor Juana Inés de la Cruz para el desarrollo de la obra, debo decir que no fue un rasgo demasiado llamativo, hasta el momento en que menciona la fuente de agua hacia la cual la Gracia dirige a la Naturaleza Humana. En un principio pensé que podía tratarse de una imagen que nos llevase al sacramento del bautismo, siendo que la Naturaleza Humana sería bautizada para el perdón de el pecado original, sin embargo, al notar que en ningún momento la Naturaleza Humana hace contacto con la fuente y al prestar más atención a la descripción del lugar, podría decirse que se refiere a la pureza de la Virgen María al momento de concebir a Cristo. Por eso es que esa fuente no puede ser envenenada, porque representa la santidad de la madre de dios. Esto se refleja en la primera parte de la escena IX, cuando Narciso dice: “Llego, mas ¿Qué es lo que miro?...”, en este momento está mirando su imagen perfectamente reflejada en la fuente: la Inmaculada Virgen María (semejanza antes mencionada), a quien la gracia añadió la máxima proximidad a la naturaleza divina.

Considero que la situación CLIMAX de ésta obra es el momento en que Narciso muere (Cristo muere), por la inmensa carga de emotividad que posee, porque más allá de morir por haberse enamorado de sí mismo, muere por amor a todos nosotros; es impresionante como Sor Juana explica el milagro de la resurrección y la lección que con eso Jesús nos ha dado. Es importante la manera como la autora se detiene a explicar la importancia de la Eucaristía, la manera como expresa lo que es el pan y el vino como cuerpo y sangre del Hijo de Dios, la manera en que Narciso habla a la Naturaleza Humana, enseñándole que sus pecados han sido perdonados y que como humana que es, Cristo siempre estará dispuesto a perdonarla nuevamente porque sabe que aunque caiga, se volverá a levantar.

La décima musa mexicana

Sor Juana Inés de la Cruz ha debido ser necesariamente una mujer muy culta y conocedora, con muy buenos hábitos de lectura y una muy buena retentiva, porque aún me es difícil expresar la sorpresa que me invade respecto a la sencillez con la que fusiona todo un mar de recursos en una obra que tras una simple primera ojeada puede parecer tan simple de comprender. Hay cosas que no se comprenden sencillamente leyendo la obra, Sor Juana nos insta a leer entre líneas o tal vez no lo haga adrede, sino que nos lleva a eso a través de la manera de expresarse. No es sólo la fusión de mitología y religión, sino también la libertad para utilizar la métrica, para fusionar personalidades en los personajes, para incluir sus propias influencias, para trasladarnos a una lección tan comprendida antes como ahora, porque aún cuando es complicada en su construcción, es fácil en su lectura y da permiso a la interpretación.

El auto sacramental a “El Divino Narciso” es una obra llena de genialidad, poesía, desarrollo y considero que aún cuando es un tema religioso (lo cual es lógico por la condición de monja de Sor Juana), tiene mucho que enseñar al público de toda Latinoamérica. No conozco el legado de Sor Juana Inés de la Cruz en general, pero si todo lo demás tiene parecido en genialidad (no necesariamente en contenido) con ésta obra no hay preguntas ni dudas de porqué el pueblo mexicano siente tal orgullo de su escritora y se honran en llamarla “La décima musa mexicana” ni mucho menos de porqué en la Universidad Autónoma de México se ocupan de difundir su obra y de investigar su vida, historia y los enigmas que la rodearon.

Sor Juana Inés de la Cruz, autora de la obra

Datos de la autora

Sor Juana Inés de la Cruz nació en Nepantla, México. Religiosa y poetisa mexicana del Siglo XVII, fue la principal figura de las letras en Hispanoamérica durante ese siglo. Su obra va de lo religioso a lo profano, Los principales territorios de su literatura comprenden la prosa polémica filosófica, la lírica (sobre todo amorosa) y el drama. Su producción literaria abarca diversos estilos y así desde 1680 a 1688, atraviesa una época de gran producción literaria, en la que abundan admirables sonetos, endechas, glosas, quintillas, décimas, redondillas, ovillejos amorosos, religiosos, filosóficos y satíricos, numerosos romances, composiciones en las que destaca su gran variedad de metros y estrofas. Muere durante una epidemia de Peste. No había alcanzado aún los cuarenta y cuatro años.

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Fuentes