Eloísa

Eloísa
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Abadesa del Paracleto. Primera representación de Eloísa junto a Abelardo
NombreEloísa
OcupaciónEscritor, filósofo y monja

Eloísa. Fue una intelectual de la literatura francesa de la Edad Media, esposa de Pedro Abelardo y primera abadesa del Paraclet. Es considerada la primera mujer de letras de Occidente.

Síntesis biográfica

Nace hacia 1100, probablemente en París. Perteneciente a un linaje de la alta nobleza, fue educada en el monasterio de Argenteuil, a las afueras de París, en el que recibían su primera instrucción las hijas de la aristocracia. De allí salió hacia 1115 y pasó a vivir en casa de su tío, el canónigo Fulberto, hombre de gran influencia en París.

Encuentro con Pedro Abelardo

Eloísa destacó por un deseo de aprendizaje que se consideraba excepcional en una mujer y pronto se extendió la fama de su sabiduría. Fulberto, deseando que su sobrina recibiera una buena educación, llamó a tal efecto a Pedro Abelardo (1079-1142), el más famoso maestro de la universidad parisina en aquel momento.

Abelardo se ocupó de la instrucción de Eloísa en la filosofía y las artes liberales. Durante su estancia en la casa de Fulberto surgió una relación amorosa entre maestro y alumna. Ambos amantes eran conocidos en París por su excepcional sabiduría y, a pesar de su notoriedad, no guardaron la necesaria discreción que una relación como la suya, ilícita según la moral religiosa de la época, requería. Al conocer la situación, Fulberto expulsó a Abelardo de su casa y mantuvo separados a los amantes. Pero Eloísa estaba ya encinta. Para evitar un escándalo mayor del que había producido la noticia de sus amoríos, Abelardo, que al parecer no deseaba contraer matrimonio, raptó a Eloísa, llevándola a casa de su hermana en Bretaña. Allí dio a luz Eloísa un niño al que llamó Pedro Astrolabio. Enterado Fulberto, parece que quiso matar a Abelardo, pero éste consiguió que aceptara el perdón que le rogaba y su oferta de desposar a Eloísa, si bien exigió que la boda se realizara en secreto. Eloísa, sin embargo, rehusó vigorosamente el matrimonio, haciendo gala de una inusitada independencia. Acabó accediendo por no perturbar más a su amado, según sus propias palabras, y la boda tuvo lugar clandestinamente, según el deseo de Abelardo, quien no quería ver truncada su brillante carrera como maestro universitario. La familia de Eloísa, sin embargo, difundió por París la noticia del matrimonio con el fin de reparar el honor de la joven. Abelardo condujo entonces a su esposa al monasterio de Argenteuil. La misma Eloísa desmintió su casamiento y quiso que su permanencia en la abadía pasara inadvertida. Esto fue interpretado por la familia de la joven como un repudio deshonroso y Fulberto tramó su venganza: un grupo de sicarios castró a Abelardo brutalmente por orden del canónigo. A pesar de que este castigo estaba legitimado por el derecho consuetudinario, la acción de Fulberto fue reprobada por la sociedad parisiense, tanto por la Iglesia como por los miembros de la Universidad, debido a la posición social y la fama de Abelardo. Éste buscó refugio en la abadía parisina de Saint-Denis, donde tomó los hábitos y obligó a Eloísa a seguir su ejemplo contra su voluntad.

La vida en la abadía de Argenteuil

Eloísa era priora del monasterio de Argenteuil, cuando éste pasó a la jurisdicción de Suger, abad de Saint-Denis, en 1129. Suger, alegando la relajación de costumbres que reinaba en el monasterio y la conducta pecaminosa de sus monjas, decidió expulsarlas de la institución. Ante la posibilidad inminente de ver dispersada la comunidad femenina, Eloísa recurrió a Abelardo, que entonces se encontraba en la región de Champagne, en un pequeño monasterio fundado por él mismo bajo la advocación del Espíritu Santo conocido como el Paracleto.

Eloísa y sus hermanas se instalaron en el monasterio, que adoptó la regla de Roberto de Arbrissel, convirtiéndose así en un monasterio dúplice que acogía a monjes y a monjas bajo la autoridad suprema de una abadesa, dignidad que Eloísa ocupó desde su llegada hasta su muerte. Eloísa consiguió como abadesa gran fama por su piedad y sabiduría. San Bernardo de Claraval, que visitó en aquellos años el monasterio, tuvo palabras de admiración para tan sabia y religiosa mujer, al tiempo que lanzaba una serie de violentas invectivas contra Abelardo, del que se convirtió en el más acérrimo enemigo. Sin embargo, la convivencia de los antiguos amantes en el Paracleto levantó sospechas y maledicencias. Roscelino, rival y antiguo maestro de Abelardo en Touraine, acusó a éste de mantener relaciones vergonzantes con la abadesa. Fue en parte como defensa a estos ataques por lo que Abelardo escribió su obra más famosa, la Historia de mis desgracias (Historia calamitatum), por la que se conocen los sucesos de la vida de Eloísa junto a Abelardo.

A pesar de las injurias vertidas sobre Abelardo por sus numerosos enemigos, parece que su relación con Eloísa se mantuvo en el terreno puramente intelectual y piadoso durante aquellos años en el Paracleto, si bien, como manifestó Eloísa en sus cartas, el reencuentro con él tras diez años de separación forzosa había supuesto un enorme consuelo para ella.

La obra literaria de Eloísa

Abelardo acabó retirándose a la remota abadía de Saint-Gildas-en-Rhys (Bretaña), lo que supuso su separación definitiva de Eloísa, quien permaneció en el Paracleto. De la época posterior a su despedida, a principios de la década de 1130, datan las tres famosas cartas que Eloísa escribió a Abelardo. Las dos primeras son obras maestras de la literatura epistolar, y en ellas Eloísa demostró sus amplios conocimientos literarios y su maestría en el empleo de los recursos formales que la retórica epistolar ponía a su alcance para expresar su experiencia en forma desgarradora. Eloísa mostraba en ellas su resentimiento hacia los acontecimientos que habían truncado trágicamente su experiencia amorosa, que recordaba como el único espacio de libertad al que había tenido acceso.

Su íntima rebelión se expresó asimismo en la obstinación con la que declaró en su correspondencia que su entrega a la vida religiosa no había sido una elección sino una imposición del propio Abelardo. A pesar de que los monasterios femeninos eran lugares donde la libertad y la independencia de las mujeres podían expresarse en términos originales, Eloísa se mostró irreverentemente apegada, hasta el final de su vida, al recuerdo de los goces corporales que le habían sido arrancados. Las respuestas de Abelardo a las encendidas cartas de Eloísa fueron evasivas, recomendándola que olvidara el pasado para encomendarse a Dios. La tercera carta de Eloísa fue una última obediencia a los deseos de Abelardo. En ella, Eloísa se transfiguró en abadesa para preguntar a Abelardo sobre el origen y la finalidad del monacato femenino y pedirle la redacción de una regla pensada para su comunidad, ya que comprendía la inadaptación de las ya existentes a la vida de las mujeres que entraban en religión.

De Eloísa se conservan también sus Problemata, una serie de preguntas acerca de la Escritura que dirigió a Abelardo encabezada por una carta de introducción. La autoría de Eloísa sobre este texto nunca ha sido cuestionado, pero en cambio a menudo se ha dudado de que llegara a escribir su epistolario.

Como mujer del siglo XII, Eloísa estuvo sujeta a las rígidas codificaciones de la femineidad, por lo que a muchos autores ha sorprendido su independencia de juicio y la fuerza con que expresó una experiencia que se rebelaba contra dichas codificaciones. La fuerza expresiva de estas cartas fue apreciada posteriormente por muchos autores como Jean de Meung o Petrarca, y Eloísa se convirtió en los siglos modernos en la heroína romántica de una tragedia amorosa. Más allá de esta visión estereotipada, el epistolario de Eloísa puede contemplarse como la expresión vigorosa de la extrañeza de su ser mujer hacia las codificaciones patriarcales del sentir femenino.

Muerte

Eloísa sobrevivió veinte años a Abelardo, y murió como abadesa del Paracleto en 1164.

Fuente