Enrique Gumersindo Castellanos Alfonso

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Nacimiento13 de enero de 1844
Güines, La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento8 de noviembre de 1873
Bandera de Cuba Cuba

Enrique Gumersindo Castellanos Alfonso. Coronel güinero que se destacó por sus ideales de independecia, de carácter impulsivo; Castellanos se mostraba rebelde a todo lo que significara tiranía: sólo se le dominaba por razones aceptables y sólo ante el derecho cedía.

Síntesis biográfica

El 13 de enero de 1844 nace Enrique Gumersindo Castellanos Alfonso, en una patria esclavizada y llena de ignominias, en el local que ocupa hoy la bodega La Marina en el municipio habanero de Güines, en la avenida 77 entre las calles 80 y 86. El padre de Enrique era Clemente Castellanos Fornaris; lo de Castellanos por camagüeyanos emparentados con Agramontes, Sánchez y Arangos; y lo de Fornaris por los bayameses emparentados con Zenea. La madre, Antonia Alfonso Díaz, era descendiente de isleños canarios radicados en la zona güinera.

Desde muy niño tendía a reparar injusticias sociales y era muy común que llevara a su mesa a pequeños de familias pobres. Después ya joven, su ropa y la de su padre, que le complacía en todo, no se conservaba mucho tiempo en los armarios, pues se las entregaba a cualquier amigo que las necesitara.

Fue a Estados Unidos a estudiar mecánica y electricidad donde se reunió con otros hermanos que le habían precedido. Pero pronto cambió los estudios de física por otros de más vital importancia: los que al problema de Cuba y su libertad se referían, para lo cual invirtió gran parte del dinero que el padre le enviaba.

Logró regresar a la Madre Patria en una expedición que desembarcó por la Costa Sur de la Isla y junto a otros compañeros se internó en la Ciénaga de Zapata. Pero allí fue atrapado por una fiebre, y la falta de recursos impidió uno de los principales objetivos del movimiento que era reunirse con sus compatriotas, teniendo entonces que entregarse a las autoridades.

Participación en la lucha

Al iniciarse la Guerra de los Diez Años, a pesar que con razón se atribuye exigua incorporación de las provincias occidentales a la misma, muchos hijos de Güines se incorporan a la llamada Conspiración de Occidente, aunque este no haya sido el escenario activo de la justa rebelión, parten por vías muy diversas para luchar junto al resto de los cubanos hacia las zonas orientales y unirse al Ejército Libertador, con plena disposición a realizar sacrificios y ofrendar sus vidas si resultaba necesario.

De una forma u otra, varias embarcaciones cooperaron en la guerra, como el Galvanic, Mary Lowell, Catherine Whiting, Grape Shot, Salvador, Perrit, Hornet, William, Herald of Nassau, George B. Upton, Jessie, Florida, Anna…

Expedición del vapor Virginius

El vapor Virginius había sido adquirido en la emigración por Manuel de Quesada, con el objetivo de apoyar la lucha revolucionaria que se libraba en los campos cubanos. La primera expedición se había realizado el 29 de julio de 1871 y había provisto a los insurrectos con modernos fusiles Spencer y Rémington.

En la segunda, por la costa sureña de la Ciénaga de Zapata, se entregaron y resultó un fracaso. Venía un total de 155 personas en la tercera expedición, entre tripulantes e integrantes; la nave fue sorprendida por el barco español Tornado, y resultaron apresados el 31 de octubre de 1873 cerca de Jamaica, y fueron conducidos a Santiago de Cuba, cuyo Gobernador, el Brigadier Burriel, dispuso que los tripulantes fueran sometidos a Consejos de Guerra Verbales bajo la acusación de "Piratería".

No se tuvo en cuenta que la embarcación fue capturada en aguas internacionales, que llevaba bandera norteamericana, y que no encontraron armas debido a que durante la persecución las mismas fueron lanzadas al mar.

El veredicto no se hizo esperar, y los expedicionarios comenzaron a ser fusilados en grupos, y en el primero, el 4 de noviembre de ese 1873, caían fulminados los de mayor graduación: el Jefe de la Expedición, el Brigadier General Bernabé de Varona (Bembeta), Pedro de Céspedes (hermano del Padre de la Patria y Presidente de la República en Armas Carlos Manuel de Céspedes), así como el Brigadier William O´Ryan, y Jesús del Sol. Así, despiadadamente prosiguieron las ejecuciones hasta un número de 53 personas, y entre ellas el Coronel güinero Enrique Gumersindo Castellano Alfonso.

Se lanzaron enérgicas protestas de los gobiernos británico y norteamericano. En el Virginius había ciudadanos ingleses, y el gobierno de dicho país había advertido que no permitiría que sus súbditos fueran detenidos en altamar por simples sospechas de estar dedicándose a actividades antiespañolas.

El Gobernador de Jamaica dispuso que el 6 de noviembre la fragata Niobe partiera hacia Santiago de Cuba, y al presentarse en el puerto santiaguero, su Capitán, Lambton Loraine amenazó con bombardear la ciudad si proseguían las ejecuciones, logrando así que éstas se detuvieran momentáneamente, pero el 8 de noviembre hubo nuevos fusilamientos, motivo suficiente para que el Niobe bombardeara la ciudad y entonces se le pusiera punto final a las mismas. Se logró salvar 112 vidas, las cuales fueron entregadas ante el barco norteamericano Juniata, que con el Virginius, se llevaron a los sobrevivientes hacia Estados Unidos.

El mismo Presidente de la República española en aquellos momentos, Emilio Cautelar, criticó y censuró duramente la conducta de Jovellar, Gobernador y Capitán General de Cuba en aquellos momentos. Por su parte, a raíz de los hechos del Virginius, la iglesia católica en Santiago de Cuba sufrió un cisma.

Se impuso como Arzobispo de aquella diócesis al cura Pedro Llorente, beneficiado así por haber aplaudido la ejecución de los revolucionarios; estuvo disfrutando de su cargo hasta que fue excomulgado por el Papa por usurpación de funciones, y aún así fue defendido por la intransigente reacción.

Muerte

Con la ayuda de su padre vuelve a los Estados Unidos y logra formar parte de un nuevo viaje al que le llamaron Virginius y es capturado por los españoles y condenado al fusilamiento el 8 de noviembre de 1873. Su padre ya anciano resistió con entereza el duro golpe. Al llegar a la casa la triste nueva le dijo a sus hijas que no podían dominar el llanto:

"si no pueden contener las lágrimas, enciérrense en un cuarto; yo no quiero que se diga que en mi casa hay cobardes…"

Fuente

  • Abilio González (investigador agregado). Museo Municipal de Güines.