Enrique Saladrigas Lunar

Enrique Saladrigas Lunar
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Enrique Saladrigas Lunar(1863-1928).jpg
Destacado clínico cubano
Nacimiento23 de diciembre de 1863
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento1 de diciembre de 1928
La Habana

Enrique Saladrigas Lunar. Clínico de más extensa cultura médica y humanista de su época en Cuba, verdadero producto de la enseñanza superior en la Isla.

Síntesis biográfica

Nace en La Habana el 23 de diciembre de 1863. Hijo del notable abogado doctor Carlos Saladrigas Domínguez, poseedor de una rica biblioteca, pudo en su propio hogar y desde edad temprana satisfacer su inclinación por la cultura universal.

Se graduó de licenciado en medicina y cirugía en la Universidad de La Habana en 1888 y a pesar de que aprobó con sobresaliente las 4 asignaturas del año del doctorado en el curso 1888-1889, no fue hasta enero de 1898 que presentó su tesis de grado "Consideraciones generales sobre disentería observada en la Isla de Cuba en la epidemia actual", con la que alcanzó la nota de sobresaliente.

Etapas importantes de su vida

Fue alumno interno por oposición del Hospital "Nuestra Señora de las Mercedes" (1887) y médico encargado de la sala "San Felipe y Santiago" de la misma institución (1890). No obstante vivir en un medio contrario a la independencia de Cuba, su padre era vicepresidente del Partido Liberal Autonomista, su cuñado el licenciado Rafael Montoro Valdés, Diputado a Cortes en Madrid y Secretario de Hacienda del Gobierno Autonomista en Cuba y su suegro, el doctor Francisco Zayas Jiménez, que tanto influyó en su formación científica, Secretario de Instrucción Pública en el propio Gobierno Autonomista

El doctor Saladrigas Lunar llevó a cabo importantes actividades independentistas, entre ellas el formar en la Policlínica del doctor Enrique López Veitía un Comité Revolucionario con el nombre de "Triángulo Rojo", al que pertenecieron además los doctores Emilio Martínez y Martínez, Jorge Dehogues Michelena, Juan B. Fuentes Hernández, Enrique Ferrán Farrulla y otros, encargado de prestar auxilio a los cubanos en armas, consistente en enviar medicinas y material quirúrgico especialmente a las fuerzas de la Brigada Norte, Segunda División, del Quinto Cuerpo del Ejército Libertador, mandada por el general Rafael de Cárdenas Benítez.

Muerte

El 1 de diciembre de 1928 fallece en La Habana el doctor Saladrigas Lunar.

Cargos ocupados

Perteneció desde su fundación a la Escuela Práctica de Medicina, cuyo claustro era de franca tendencia independentista, como profesor de Patología General (1894-1896). En la Universidad de La Habana fue nombrado por el Secretario de Instrucción Pública, su suegro, el 19 de enero de 1898, catedrático extraordinario de la Facultad de Medicina, cargo que desempeñó hasta el 16 de junio de ese año cuando fue declarado cesante por haberse ausentado de la isla sin autorización.

De regreso a Cuba, al término de la guerra, fue repuesto por el Gobernador General el 14 de octubre de 1898 en su plaza de catedrático auxiliar supernumerario y se le encargó el desempeño de la Cátedra de Medicina Legal y Toxicología, la que cumplió en el curso 1898-1899.

El 21 de enero de 1900 se le asignó el desempeño de las cátedras de Clínica Médica 1er. y 2do.cursos en sustitución de sus propietarios ausentes por licencias. Fue médico del Hospital "Número Uno", académico de número de la Academia de Ciencias Médicas,Físicas y Naturales de La Habana, miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana y Decano de la Facultad de Medicina y Farmacia en junio de 1927, interinamente durante varios meses, por ser el profesor más antiguo de la Facultad.

Obras destacadas

El doctor Saladrigas Lunar, de muy escasa bibliografía médica, publicó en la Revista de Medicina y Cirugía de La Habana 2 trabajos docentes:

"Lección clínica sobre un caso de arteriosclerosis generalizada" (1904) y "Lección inaugural del curso de Clínica Médica" (1906).

Opiniones de sus alumnos

Cualidades docentes escritas por el Dr. Francisco Canosa Lorenzo

Enseñar es elegir. Es el arte de presentar los hechos en una forma sorprendente que los grave, de una manera inolvidable, en la memoria del auditorio. En ese arte, Saladrigas sobresalía, por la pasión que tenía por la enseñanza, ya fuera frente a la cama del enfermo, en una charla familiar, siempre alerta y espiritual, ya en las grandes lecciones o en sus conferencias magistrales del Anfiteatro, que unían, una sólida presentación, con el ejemplo evocador de observaciones sugestivas. Aún hoy, no podemos dejar de admirar, el colorido y la precisión de sus cuadros clínicos, el valor didáctico de la exposición, la imagen viva y el recuerdo duradero que dejan en el espíritu.

Si a estas cualidades, añadimos la acción del orador, la sonoridad de su voz, el ritmo de sus frases y la elegancia de la dicción, podemos ampliamente imaginarnos la labor profesoral del Dr. Saladrigas. Sus alumnos lo querían, le admiraban y nunca abusó de su superioridad jerárquica para imponer diagnósticos más o menos imaginativos. En su cátedra, había silencio respetuoso y sin pasar lista, sin rigorismo exagerado, los alumnos todos, acudían a sus clases a oír sus conferencias y a tomar notas. Era Saladrigas, en una palabra querido por sus alumnos y querido por toda la Universidad.

De su hijo el Dr. Enrique Saladrigas Zayas

Al describirlo en los últimos días de su vida, ya muy aquejado por la enfermedad que lo llevó a la muerte, su hijo el doctor Enrique Saladrigas Zayas nos ha dejado una imagen vívida del maestro cumplidor y cabal que fue su padre hasta el final de su existencia:

...[Murió] de una neoplasia del pulmón izquierdo, cuyo punto de partida fue seguramente el bronquio de ese mismo lado; la sintomatología fue hasta mediado de septiembre [de 1928], bastante escasa, estando constituida: por un enflaquecimiento lento, pero progresivo, que nosotros lo atribuimos a los disgustos morales por la muerte de tres familiares queridos, hechos que le afectaron mucho; por tos (el era tosedor crónico, fumaba con exceso) y de tarde en tarde, esputos teñidos con sangre roja, exacerbación de su disnea asmática, la cual hacía años que no le molestaba con exceso; era esa toda su sintomatología, que a él le preocupó mucho, porque presentía el diagnóstico de su enfermedad.

Me hacía examinarlo con frecuencia, notándose únicamente un soplo suave, inspiratorio en el lóbulo superior izquierdo; a mediados de septiembre tuvo unos cuantos días fiebre de 37,5 a 38,5, con recrudescencia del asma, y entonces, en contra de su voluntad, por que no quería saber lo que tenía, se le practicó una radiografía donde se veía claramente un tumor redondeado internándose en pleno parénquima pulmonar de bordes muy nítidos, originándose en la porción izquierda del hilio, como del tamaño de una toronja grande, y el vértice de dicho pulmón muy atelectasiado. Después de este accidente febril mejoró algo, pudiendo salir a la calle, y el día 2 de octubre dio la conferencia de Apertura de Curso de Clínica Médica, notándose muy cansado al terminarla. En el curso de esa oración, habló del valor de la radiografía en las neoplasias del pulmón.

El 27 del mes de octubre empeoró su disnea que se hizo continua, con manifestaciones de agudeza, que le acompañó hasta su muerte; desde ese día no pudo salir más a la calle; el enflaquecimiento que venía acentuándosele se transformó en caquexia, tan marcada y rápida que en pocos días le impedía hasta estar de pie; no hubo dolores… Su entierro, verificado el 2 de diciembre por la tarde, fue una manifestación de dolor y recogimiento intensos.

Fuentes

  • Cuadernos de Historia de la Salud Pública .2009; 106. 75–113
  • Loc. cit. en (1). pp. 30-31.
  • Loc. cit. en (15). p. 4.
  • Scielo