Enrique el Navegante

Enrique el Navegante
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duque de Viseu y señor de Covilha
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Nombre real Enrique de Avis y Lancaster
Nacimiento 4 de marzo de 1394
Oporto, Bandera de la República Portuguesa Portugal
Fallecimiento 13 de noviembre de 1460,
Vila-do-Infante, Sagres, Bandera de la República Portuguesa Portugal
Entierro Iglesia principal de Lagos
Padre Juan I de Portugal
Madre Felipa de Lancaster

Enrique el Navegante. Infante de Portugal. Hijo del rey Juan I de Portugal y de Felipa de Lancaster, compartió con sus hermanos mayores, Duarte y Pedro, una esmerada formación humanística, especialmente notable en disciplinas como la política y la literatura, y en el arte de la guerra. En 1415, con tan sólo veintiún años, demostró sus aptitudes militares en el transcurso de la conquista de Ceuta, ciudad de la que posteriormente fue gobernador. De regreso en Portugal, recibió los títulos de duque de Viseu y señor de Covilha.[1]

Síntesis biográfica

Primeros años

Nació en Oporto el 4 de marzo de 1394. Tercer hijo de Juan I de Portugal y Felipa de Lancaster, mujer de fuerte espíritu, que dejó fama por la viril educación que dio a sus hijos, hija del duque de Lancaster, Juan de Gante y hermana del monarca Enrique IV de Inglaterra. A Enrique fue reservada desde el día de su nacimiento la dignidad de gran maestre de la Orden de Cristo, fue educado en la literatura, la política y la guerra. Se aficionó desde sus más tiernos años al estudio de las matemáticas, y en su propia familia halló útiles ejemplos que imitar, en lo que se refería al cultivo de las ciencias, pues Duarte y Pedro se distinguían como humanistas. En 1412 realizó sus primeras tentativas de viajes marítimos fundados en las inducciones de la ciencia; pero es más verosímil que no comenzara sus ensayos hasta 1417 después de la conquista de Ceuta, ocupación en la que toma parte con algo más de 20 años.

Enrique, fue el primer investigador de esa memorable conquista, en la que desempeñó brillante papel. Siguiendo la costumbre de todos los príncipes cristianos, deseaba como sus hermanos recibir la orden de caballería después de alguna acción memorable, y Juan I quería que recibieran sus hijos aquella dignidad después de un torneo en el que hubieran dado pruebas de valor y destreza. El infante Enrique logró que su padre se decidiera a llevar sus armas al África para luchar contra los moros y allá se enviaron 33 naves de alto bordo, 59 galeras y 128 carabelas, galeones y embarcaciones de distintos géneros con más de 50 000 portugueses. Enrique recibió el mando de las tropas de desembarco, realizó prodigios de valor, y hubo momentos en que se creyó que había sucumbido en el ataque de una de las torres de Ceuta en 1415.

Conquistas

Conquistada esta ciudad africana definitivamente por los portugueses, el infante, que se negó modestamente a ser armado caballero delante de los muros de la plaza, lo fue 3 o 4 días más tarde, en compañía de sus hermanos, en la mezquita de Ceuta, que acababa de ser consagrada y transformada en iglesia cristiana. La nueva catedral de Ceuta ofreció entonces el magnífico espectáculo de un rey, Juan I, que, habiendo conquistado el trono luchando contra príncipes castellanos por quienes era despreciado, buscó venganza y aseguró su propia corona hiriendo mortalmente el poderío de los musulmanes.

En Ceuta recogió Enrique muy vagas e indecisas noticias geográficas que le sirvieron de base para dirigir las expediciones que había proyectado. Según Pedro de Mariz:

“De los moros adquirió conocimientos de los desiertos de África, designados por ellos con el nombre de Sahara, y de los pueblos llamados azenegas, los cuales son vecinos del territorio de los negros yolofes, donde comienza la región llamada por los moros Guinaula y por nosotros Guinea.”

A estas indicaciones geográficas se agregaba el nombre de una ciudad comercial que tenía el nombre de Genna, célebre entonces por su comercio de polvo de oro, y que, situada a poca distancia del litoral, formaba parte del territorio de Fez o Marruecos. Poseedor de estos imperfectos documentos, cuyas noticias podía combinar con los informes náuticos que le enviaba el estado de Génova y los hábiles cartógrafos de Mallorca, regresó a Europa Enrique y resolvió realizar, con una perseverancia que no se desmintió nunca, la serie de exploraciones parciales por medio de las cuales esperaba hallar las regiones señaladas por los moros de Ceuta. Estos datos científicos, recogidos en una ciudad musulmana cuya conquista se debió especialmente a la prudencia y bravura de Enrique, constituyeron en realidad la parte que tocó a este en la conquista, parte inmensa, pues le dio un renombre que, disputado siempre por algunos, fue creciendo de siglo en siglo.

Vista aérea de Lisboa, Portugal

Al desembarcar en el suelo de su patria recibió el infante, de su padre, a título de herencia, una recompensa inmediata que debía favorecer no poco la realización de los trabajos futuros; fue nombrado duque de Viseu y señor de Covilha. En los Algarbes, a unas tres millas del Cabo San Vicente, sobre un pequeño promontorio completamente desierto, batido sin cesar por los vientos del norte y conocido por el nombre de Cabo de Sagres, construyó Enrique una especie de castillo, desde donde podía a todas horas extender su vista por la superficie de los mares, a este conjunto de construcciones le llamó Tersanabal, sin embargo los habitantes de los Algarbes, encantados de la obra del príncipe, le designaron por nombre a las habitaciones que rodeaban el castillo Villa-do-Infante.

Defendida del lado del mar por las olas, que penetraban ruidosamente en cavidades profundas, y cuya agitación continua no permitía apenas un desembarco, Villa-do-Infante fue rodeada de fortificaciones que la pusieron al abrigo de un golpe de mano. El infante, en aquella apartada residencia, con arreglo a su posición social recibía de una manera suntuosa a los extranjeros que, atraídos por su reputación, iban a visitarle. Se elevó en Villa-do-Infante uno de los primeros observatorios construidos en Europa, y la Escuela Náutica de Sagres adquirió rápidamente gran fama en Europa. En ella, según Martín Fernández de Navarrete, se inventaron las cartas hidrográficas planas. El maestro Jaime, hábil constructor de cartas marinas, acudiendo al llamamiento de Enrique, pasó desde Mallorca a Portugal para dirigir los trabajaos hidrográficos de la citada academia.

Otros, antes que Enrique, trataron de extender los límites del mundo conocido; pero esto no aminoró la gloria del infante portugués. Según Alejandro de Humboldt:

“Ha ocurrido con los descubrimientos geográficos, lo que con los de las ciencias físicas. Las tentativas coronadas de éxito, pero largo tiempo aisladas, pasan inadvertidas o quedan condenadas al olvido. Solo cuando los descubrimientos se suceden y ligan unos con otros queda colocado el primer eslabón de la cadena.”
Mapa de los viajes de Enrique

Desde que funcionó regularmente el establecimiento científico de Tarsanabal, no cesaron las tentativas del infante para aumentar el campo de los descubrimientos marítimos debido a los portugueses. Interrogó a los árabes acerca del modo de navegar; llevó a Sagres a los más hábiles cartógrafos de la isla de Mallorca, y no permitió que los jóvenes oficiales de su casa tuviera a su servicio hombre alguno que careciese de experiencia marítima y que no pusiera un sello intrépido a disposición de un príncipe, gran maestre de la Orden de Cristo, cuyo fin único, al multiplicar sus exploraciones, era continuar la obra de las cruzadas y subyugar los países infieles para convertirlos. Consecuencia de estos deseos fue la bula Dum diversas, otorgada por el papa Nicolás V y concedida al monarca Alfonso V de Portugal, por la cual se le daba autorización para hacer la guerra a los infieles, conquistar sus tierras y aun reducirlos a esclavitud. El mismo papa, en otra bula de 1454, reservó a los lusitanos las tierras dominadas por Alfonso V y Enrique, y por último, la bula de Calixto III de 1456 otorgó a la Orden de Cristo, la jurisdicción espiritual de las islas, puertos, tierras y lugares, desde el cabo Bojador hasta Guinea, y más allá de sus playas meridionales hasta la India. [2]

Jamás Enrique el Navegante, subió a bordo de una nave para ir a buscar nuevas tierras; fue el promovedor de grandes descubrimientos, y no un explorador; los viajes comenzaron en 1418, y Bartolomé Perestrello, Juan Gonzálvez apellidado Zarco, Tristán Vaz, Gil Eannes Gonzalo, Velho Cabral, Diniz Fernández, Antao Gonzálvez, Lanzarote, Cadamosto, Antonio de Nola, Soeiro, Mendes y otros tantos formaron la falange intrépida que sirvió los planes del infante.

En vida de Enrique, y merced a sus esfuerzos, fue explorada toda la costa occidental de África desde 26o 23’ hasta Sierra Leona, y se colonizaron las talas fértiles de aquella parte del mundo, mirando con particular solicitud las islas de Porto Santo y Madeira. En 1420 la segunda de estas islas fue dividida en dos partes, que el infante concedió a Zarco y Vaz, dos de sus servidores. Enrique no se contentaba con la simple exploración de regiones desconocidas, sino que las preparaba para el desarrollo de la civilización, introduciendo en ella preciosos vegetales y animales útiles, que pudieran suministrar un elemento de bienestar y de riqueza. Así transportó a Madeira excelentes caballos y caña de azúcar, cuyo cultivo se extendió con tal rapidez que desde sus comienzos valió a la Orden de Cristo, su concepto de derechos, 60 000 arrobas de azúcar.

Cuenta la tradición que el vino de malvasía de Madeira, tan renombrado en el siglo XV, procedía de las cepas que el príncipe había adquirido en la isla de Chipre, y que las plantas sacadas de Borgoña fueron el origen de otros viñedos, cuya reputación creció con el transcurso de los siglos. Sorprendido por los cambios que se manifestaron en el mundo a consecuencia de las expediciones geográficas que multiplicaba el infante, el vulgo concedió excesiva importancia a sus empresas marítimas, y en cambio ofreció debidamente los beneficios más reales que aseguran al principio un puesto distinguido entre los hombres que contribuyeron a los progresos de la humanidad. Halló en su hermano Pedro un auxiliar activo, inteligente y poderoso. Pedro trajo a la península el relato de los viajes de Marco Polo, logró que los sabios del norte tomaran parte en los generosos esfuerzos de su hermano, y encargado de la administración del reino concedió a Enrique la propiedad de Guinea y no regateó todo género de auxilios al infante.

Enrique no sólo dio el impulso necesario para una acción humana monumental desde el punto de vista político y científico, sino que -quizá involuntariamente- provocó una caza del hombre que duró cuatrocientos años y que convirtió África en un continente manchado de sangre y de lágrimas. El impulso de los viajes y de los descubridores era una mezcla de fe y de codicia, de religión y de rapacidad. Allí se juntaron el espíritu de los cruzados y de los apóstoles con los más viles intereses de lucro y condujeron a la caza de los negros desarmados, que eran apresados por sorpresa y hechos esclavos de la manera más indigna y desconsiderada. [3] Reinando Eduardo I de Portugal se confió a Enrique en 1437 el mando de una escuadra considerable, destinada a la conquista de Tánger y su territorio. Fracasada aquella empresa, el heroico valor del gran maestre de la Orden de Cristo no pudo impedir el duro cautiverio que sufrió su joven hermano Fernando. Murió Eduardo I, y el infante descansó durante 3 años.

En 1441 Antonio Gonzálvez y Nuño Tristán renovaron las pasadas tentativas. Ya en este tiempo no fue Enrique el único encargado de los armamentos; antes bien se organizaron sociedades de comercio, y el infante vio aumentar prodigiosamente los recursos de que podía disponer, merced sobre todo a la percepción del quinto, que le pagaban las empresas particulares. La ciudad de Lagos, cuyas expediciones formaban a veces verdaderas escuadrillas, compuestas de más de 12 navíos, le secundó entonces más que ninguna otra población del reino. En aquellos días fue origen de riqueza el comercio de esclavos, que tomó funesto desarrollo en 1444, y Soeiro de Costa, Rodrigo Eannes, Gonzalo de Cintra y Alvaro de Freitas, auxiliaron como navegantes los planes de Enrique. En el mismo tiempo se descubrieron las Islas Azores, y el 1449 se concedió al infante el derecho de colonizarlas.

En 1431 Enrique cedió su propio palacio de Lisboa a la Universidad para que pudiese esta multiplicar sus cursos, y en 1443 concedió a la misma para el pago de nuevos profesores una renta de 12 marcos de plata, acto de liberalidad confirmado en 1460, es decir, en el mismo año de su muerte.

Tras un paréntesis ocasionado por la desastrosa expedición a Tánger de 1437 y la posterior muerte de su hermano, el rey Duarte, Enrique volvió a organizar expediciones desde Sagres. En 1443, Tristão Vaz Teixeira alcanzó el cabo Blanco y, tres años después, llegó a la desembocadura del río Gambia. En la década de 1450, Enrique se mostró más interesado por desarrollar el comercio en las regiones exploradas que por hacer nuevos descubrimientos.[4]

La última expedición financiada por Enrique el Navegante culminó con el descubrimiento, en 1456, de las islas de Cabo Verde y del río Senegal por Alvise da Cadamosto. Gracias al mecenazgo del infante, las técnicas de navegación experimentaron un avance sin precedentes en Portugal, progreso que, algunos años después de su muerte, permitiría a Bartolomeu Dias doblar el Cabo de Buena Esperanza y abrir una nueva ruta comercial a Asia bordeando las costas de África en 1487. [5]

Muerte

Enrique fue en realidad el protector y defensor perpetuo de los estudios en Portugal, honrosos títulos que él se adjudicaba. Murió el 13 de noviembre de 1460, en Vila-do-Infante, Sagres, y su cuerpo fue depositado primeramente en la iglesia principal de Lagos. Al año siguiente el infante Fernando, a quien había legado sus bienes, le hizo transportar a Batalha, donde su sepultura había sido preparada.

Véase también

Referencias

  1. Enrique el Navegante. Disponible en: Biografías y vidas Consultado el 22 de mayo de 2012
  2. El Infante Enrique "El Navegante" (1394-1460). Disponible en: Portal Mgar Consultado el 22 de mayo de 2012
  3. El Infante Enrique "El Navegante" (1394-1460). Disponible en: Portal Mgar Consultado el 22 de mayo de 2012
  4. Enrique el Navegante. Disponible en Portal Mediateca Consultado el 22 de mayo de 2012
  5. Enrique el Navegante. Disponible en: Biografías y vidas Consultado el 22 de mayo de 2012

Enlaces externos

  • El Infante Enrique "El Navegante" (1394-1460). Disponible en: Portal Mgar Consultado el 22 de mayo de 2012
  • Las primeras "descobertas" africanas en tiempos de Don Enrique "El Navegante". Disponible en: Portal Mgar Consultado el 22 de mayo de 2012

Fuentes

  • Enrique el Navegante. Disponible en: Diccionario enciclopédico hispano americano de literatura, ciencias, artes, etc. Edición profusamente ilustrada Tomo VIII p. 374 y 375. Consultado el 22 de mayo de 2012
  • Enrique el Navegante. Disponible en: Biografías y vidas Consultado el 22 de mayo de 2012
  • El Infante Enrique "El Navegante" (1394-1460). Disponible en: Portal Mgar Consultado el 22 de mayo de 2012
  • Enrique el Navegante. Disponible en Portal Mediateca Consultado el 22 de mayo de 2012