Félix Carvajal

Félix Carvajal
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Félix de la Caridad Carvajal y Soto.jpeg
Corredor de maratón.
NombreFélix de la Caridad Carvajal y Soto
Nacimiento18 de marzo de 1875
barrio Centro Habana,
ciudad de La Habana,
provincia de La Habana,
capitanía de Cuba,
Reino de España Bandera de España
Fallecimiento27 de enero de 1949 (73 años) 
barrio La Lisa,
ciudad de La Habana,
República de Cuba Bandera de Cuba
ResidenciaLa Habana
Nacionalidadcubana
Otros nombresEl Andarín Carvajal
Ciudadaníacubana
Educaciónninguna
Ocupacióncartero, mensajero, correo mambí, portero, atleta maratonista

Félix de la Caridad Carvajal Soto (La Habana, 18 de marzo de 1875 - La Habana, 27 de enero de 1949), conocido como el Andarín Carvajal, fue un famoso atleta cubano de atletismo.[1]

El 30 de agosto de 1904 participó en la maratón de los Juegos Olímpicos de San Luis (Estados Unidos).[1]

Al año siguiente, el 6 de mayo de 1905, obtuvo la medalla de bronce en el primer maratón del Missouri Athletic Club, celebrado también en la ciudad de San Luis (Misuri).

Síntesis biográfica

Nació en un vetusto edificio ubicado en la calle Águila esquina a Malecón (la costanera norte de La Habana), en la barriada de Colón (hoy perteneciente al capitalino municipio de Centro Habana), a pocas cuadras al oeste de La Habana Vieja. Se trasladó muy pequeño con su familia para San Antonio de los Baños (a 40 km al suroeste de La Habana). Fue su pasatiempo favorito, cuando niño, correr a la par de los quitrines y los caballos, o subir a paso largo las colinas para dejar sin aliento a sus compañeros de juego.

En 1889, con 14 años, gana su primer lauro en duelo atlético con el español Mariano Bielza. Desde las 8 de la mañana comenzaron a darle vueltas al parque del pueblo y a las cinco el español abandonó exhausto, mientras que Carvajal continuó por dos horas más.

En 1895, en el último año de la Guerra del 95, marchó a la manigua para convertirse en correo del Ejército Mambí. Diariamente corría 50 kilómetros.[2] Sus prodigiosas piernas lo llevaron de pueblo en pueblo llevando y trayendo mensajes hasta que tuvo que salir huyendo hacia Tampa (Estados Unidos), bajo riesgo de caer en manos de los españoles, que le hubieran fusilado.[3]

Al final la guerra regresó a La Habana, donde ejerció como cartero, mandadero, barbero y hasta portero del Hotel Inglaterra, a la vez que se destacó como deportista.[4]

Debido a su mala alimentación cuando niño, medía 1,55 m de estatura, y pesaba 43 kg.[5]

En esos días, Juan Manuel Castañón (el director de El Rápido, el periódico de San Antonio de los Baños), escribió en un editorial: «Ese zángano nombrado Carvajal está bueno, no para correr las calles del pueblo, sino para barrerlas». Al día siguiente, y sin pronunciar palabra alguna, Félix Carvajal llegó al pueblo (posiblemente corriendo los 35 km que le separaban desde La Habana), se presentó en la redacción del diario, se enfrentó a Castañón, y lo golpeó repetidas veces con una fusta hasta desmayarlo.[4]

Maratón olímpica

Para poder viajar y participar en la maratón de los III Juegos Olímpicos de San Luis de 1904, desplegó una ingente labor por todos los barrios de La Habana para recaudar el precio del pasaje.

La ciudad estadounidense de Saint Louis (en el Estado de Misuri) fue elegida para acoger la III Olimpiada de la era moderna. Alguien pensó que esa podría ser la oportunidad para el Andarín y le propuso acudir a la cita olímpica para emular a Spiridon Louis, el griego repartidor de agua que ganó la primera maratón olímpica moderna, que tras su logro se había convertido en una de las personas más populares de su país.

A Félix le encantó la idea pero tenía un problema: era muy pobre, y no tenía cómo llegar a Estados Unidos. En la época de la República mediatizada (1902-1958) no existía el apoyo del Estado a los deportes. Así que decidió pedir ayuda a los habaneros. Se puso una camiseta que decía: «Coopere con un atleta que quiere participar en las Olimpiadas de Saint Louis», pidiendo el dinero para el viaje. Al final, su tesón hace que consiga el dinero para el pasaje en barco.

Los III Juegos Olímpicos fueron tristemente célebres por la discriminación racial (Estados Unidos fue uno de los últimos países del mundo en eliminar el apartheid, que asoló a ese país hasta el año 1967). La ceremonia inaugural se promovió bajo el nombre pseudocientífico «Jornadas Antropológicas» (Anthropology Days), que se celebraron el 12 y 13 de agosto de 1904. En ellas se mostró a los espectadores algunos atletas pertenecientes a las supuestas razas inferiores, que compitieron en eventos paralelos sin registro oficial, ni premios por el esfuerzo ni derecho a medallas oficiales. Fueron competencias paralelas que se desarrollaron entre indios, negros, filipinos, sirios, turcos, judíos y otros considerados «gente inferior». Un momento repugnante del olimpismo moderno.[6]

El francés Pierre de Coubertín (1863-1937), impulsor de los Juegos Olímpicos de la era moderna, se negó rotundamente a viajar a Estados Unidos para presenciar semejante bochorno. Años después criticaría fuertemente a los organizadores:[6]

Ninguna belleza, ninguna originalidad. Por mi parte, presentía que la Olimpíada uniría su suerte a la de la ciudad. En cuanto a originalidad, el programa ofrecía solo una, y por cierto muy chocante. Eran los días bautizados bizarramente como «Anthropological Days», con competiciones reservadas a los negros, filipinos, ainos, a los que se añadieron osadamente a turcos y sirios. De esto hace ahora veinticinco años. ¿Quién se atreverá a afirmar que el mundo no ha andado desde entonces, y que no ha progresado la idea deportiva?

Al llegar a Nueva Orleans (estado de Luisiana), el joven Félix Carvajal (de 29 años de edad) en pocos días se gastó todo el dinero en diversiones, timadores y damas,[6] por lo que partió el 28 de agosto de 1904 tuvo que viajar hasta la ciudad de San Luis (Misuri) corriendo y haciendo autostop (pidiéndoles a los vehículos que le transportaran gratis).[7] Llegó a San Luis el 30 de agosto de 1904 ―el día de la carrera― y se inscribió en el maratón a último momento.[7] No tenía más uniforme que sus pantalones y sus duras botas de cartero, lo que provocó las mofas de sus 31 contrincantes (que por cierto, eran todos estadounidenses, británicos o griegos). Él mismo se cortó los pantalones alrededor de las piernas para que parecieran pantalones cortos.[7]

La carrera comenzó a las 16:00, la hora de máximo calor, que ese día alcanzó los 32 °C. Al poco de empezar la carrera (que no recorrería 42,1950 km como son las maratones actuales, sino 40,0 km), el Andarín Carvajal tomó una ventaja considerable. Cuando el cubano iba por el kilómetro 15, uno de los favoritos, el estadounidense Fred Lorz, iba por el km 10. Los demás corredores estadounidenses tenían un equipo que los acompañaba y les brindaba agua en botellas, mientras que la única fuente de agua a la que pudieron acceder los británicos, griegos y sudafricanos fue un pozo de agua en el km 18 de la carrera. Unos 7 km después, Félix Carvajal empezó a notar algo que al final, sería lo que le hundiría: el hambre. Como no había comido casi nada en las 40 horas desde que salió de Nueva Órleans y estaba a punto de desfallecer, se detuvo en un huerto. No lo pensó dos veces, y arrancó cinco manzanas, que decidió comerse en plena carrera.[7] Sin embargo, las manzanas estaban completamente verdes. Todavía no había acabado con la cuarta cuando vomitó, pese a lo cual continuó corriendo y comiendo. Le causaron fuertes calambres en el estómago y un ataque de diarrea.[3] Tuvo que salirse del camino y evacuar. Cuando terminó, volvió a incorporarse pero de nuevo le dio otro apretón. En una de esas tres paradas vio cómo empezaban a pasar contrincantes: primero pasó Fred Lorz, el favorito de la carrera, quien había abandonado debido a los calambres y pasó saludando montado en un auto descapotable. A pesar de sentirse enfermo de las manzanas, Carvajal terminó en el cuarto lugar.[7]

Solo tres corredores pudieron superarlo, pero los suficientes para que Carvajal acabara en un triste cuarto puesto. Dicen que lloró amargamente. Cinco manzanas verdes le habían apartado de la gloria.[8]

El primero en llegar a la línea de meta fue el corredor estadounidense Fred Lorz (1884-1914), quien se había retirado de la carrera después de 14 km y regresó al estadio en el automóvil de su entrenador. (En esa época los carros corrían a unos 15 km/h, mientras que los corredores iban a 11 km/h),[9] saludando en broma a los espectadores y al resto de corredores durante el recorrido. El automóvil se descompuso a los 16 km (en el km 30), por lo que Lorz volvió a entrar en la carrera y trotó hasta llegar a la línea de meta, que cruzó levantando los brazos en broma, como si todavía estuviera compitiendo. Había tardado 3 horas y 13 minutos.[7][10] Sin embargo empezó a ser aclamado como el ganador ―ya que ninguno de los presentes le había visto montando el automóvil―. Incluso se hizo una fotografía con Alice Roosevelt, la hija del presidente Theodore Roosevelt. Estaba a punto de recibir la medalla de oro cuando 16  minutos después llegó el segundo corredor, el también estadounidense Thomas Hicks (cuya marca fue de 3:28:53),[1] quien comunicó la broma.

El tercero en llegar fue el francés Albért Coréy (que debido a problemas con su pasaporte aparecía como compitiendo para Estados Unidos), cuya marca fue de 3:34:52 horas.[11][12]

El cuarto fue el estadounidense Arthur Newton (cuya marca fue de 3:47:33).[1]

Al ser confrontado por los oficiales, Lorz inmediatamente admitió su engaño, y a pesar de sus afirmaciones de que estaba bromeando, la AAU respondió prohibiéndole competir de por vida. En cualquier caso, Lorz fue reintegrado al año siguiente (1905) porque se descubrió que no había tenido la intención de defraudar ―todo el tiempo había estado bromeando con los espectadores, de pie en el vehículo―, sino que se había dejado llevar por el triunfo y las felicitaciones del público y de la hija del presidente, y no pudo detenerlos y explicar la confusión.[13][11]

El británico Thomas Hicks, de origen estadounidense, terminó siendo el ganador del evento, aunque fue ayudado por medidas que no se habrían permitido en años posteriores.[14] En el km 30, tras el aparente abandono del cubano Félix Carvajal (quien lo superaba por 3 km), Hicks lideró la carrera superando por 2 km a los demás. Sin embargo estaba completamente agotado, por lo que su entrenador le dio a beber una dosis de sulfato de estricnina[15] (un veneno doméstico para ratas, que en pequeñas dosis estimula el sistema nervioso) mezclada con brandy.[13][16] Hicks no reaccionaba, por lo que le dieron una segunda dosis con brandy. Siguió adelante, pero con alucinaciones y mareos, apenas caminando durante la mayor parte del recorrido. Cuando llegó al estadio, dos miembros de su equipo de apoyo lo levantaron por las axilas hasta atravesar la línea de llegada, manteniéndolo en el aire mientras Hicks arrastraba los pies como si todavía estuviera corriendo. Los jueces (estadounidenses) decidieron que esto era aceptable, y le dieron la medalla de oro. Tuvo que ser sacado inmediatamente de la pista, y podría haber muerto en el estadio si varios médicos no lo hubieran tratado. Hicks nunca volvió a correr profesionalmente.[17]

Otro incidente casi fatal durante el evento fue el del atleta William García, de San Francisco. Lo encontraron desmayado en el camino con las vías respiratorias gravemente dañadas por respirar las nubes de polvo que levantaban los automóviles de los oficiales de la carrera.[13]

La maratón incluyó a los dos primeros africanos negros que compitieron en las Olimpíadas: eran dos miembros de la tribu tsuana, llamados «Lentau» (cuyo nombre real era Len Taunyane) y «Yamasani» (cuyo nombre real era Jan Mashiani). Sin embargo, no estaban en San Luis para competir en los Juegos Olímpicos, sino que formaban parte del espectáculo circense. Habían sido traídos como parte de la exposición «Guerra de los Bóeres». En realidad ambos eran estudiantes que vivían en la provincia de Orange (una colonia de Reino Unido dentro de Sudáfrica), pero este hecho no fue dado a conocer al público, para no quitarle el encanto folclórico: los periódicos afirmaban que para traerlos a Estados Unidos los habían tenido que bajar de los árboles donde vivían.[18] Lentau terminó noveno y Yamasani llegó duodécimo. Esto fue una decepción, ya que muchos observadores estaban seguros de que Lentau podría haber llegado en los primeros lugares si no hubiera sido perseguido por perros agresivos[19] que le hicieron alejar casi dos kilómetros de distancia. En esos tres o cuatro kilómetros de más, Lentau perdió entre 16 y 20 minutos.[11]

Thomas Hicks debería haber sido descalificado (por haber consumido una droga ilegal para mejorar su rendimiento y evitar el abandono de la carrera), y así el Andarín Carvajal hubiera recibido la medalla de bronce.

Solo 14 de los 32 participantes habían logrado acabar la carrera.

Otras hazañas deportivas

El 6 de mayo de 1905 obtuvo la medalla de bronce en el primer maratón del Missouri Athletic Club, efectuado en San Luis (Estados Unidos).

En 1906, dos años después de San Luis, el Andarín intentó competir en los Juegos Panhelénicos (celebrados en la ciudad griega de Atenas), y otra vez cuenta con el concurso financiero de los habitantes de La Habana. Se hicieron las colectas, se reunió el dinero, el Andarín viajó a Grecia pero ya el maratón se había corrido. La causa fue que los organizadores griegos enviaron la convocatoria tomando en cuenta el antiguo calendario juliano y eso provocó el desfase.[2]

Personaje pintoresco, continuó sus andanzas deportivas, cosechando más de 57 galardones que quedaron registrados en la edición del 10 de junio de 1916 de El Heraldo de Cuba.

En 1928, ya con 53 años, logra la proeza de darle 4375 vueltas a la Manzana de Gómez (ubicada entre las calles Monserrate y Zulueta; Neptuno y San Rafael), en La Habana Vieja.[20]

Dos años después (1930, con 55 años) cubrió ida y vuelta los 1100 kilómetros por carretera entre Guane (Pinar del Río) y la ciudad de Santiago de Cuba.

Puente de Arango (o Puente de La Lisa), debajo del cual el Andarín vivió los últimos veinte años de su vida.[21]

Fallecimiento

A finales de los años 1940, Carvajal ―de 70 años― se despidió de su público como atleta: mientras se celebraba un juego de béisbol en el Estadio del Cerro, realizó una corta carrera. Después de recibir el aplauso de los congregados afirmó: «Esto es para demostrar que todavía corro».[4]

En la República mediatizada de Cuba (1902-1958) ―como en todas las democracias liberales de Latinoamérica―, el Estado no apoyaba a los deportistas. Sus trofeos y reconocimientos desaparecieron. Entre ellos se encontraban la medalla de bronce que ganó en el Primer Maratón del Missouri Athletic Club, celebrado el 6 de mayo de 1905 en San Luis (Misuri); y la Gran Copa de Plata obtenida en un maratón realizado en Madrid (España).[4]

Félix Carvajal vivió los últimos veinte años de su vida en una mísera casucha debajo del llamado Puente de Arango ―o Puente de La Lisa (a unos 17,5 km al suroeste de La Habana Vieja)―[21] donde falleció el día 27 de enero de 1949, solo y enfermo, a los 73 años de edad.[2]

Honor a su memoria

En 1989, el atleta mallorquí Bernardo José Mora (Palma de Mallorca, 1963)[22] escribió Félix Carvajal, corredor de maratón, en el que relata las peripecias que tuvo que realizar el Andarín Carvajal para llegar a competir en las olímpiadas y el desarrollo de la carrera. El libro fue galardonado con el premio de novela deportiva de la revista Don Balón (Madrid).[6]

En el año 2004, en San Antonio de los Baños (La Habana) se celebró una carrera y caminata popular de 15 km conmemorando el centenario de su participación en los Juegos Olímpicos y el 55 aniversario de su fallecimiento.[6]

Fuentes