Francisco Javier de Elío

Francisco Javier de Elío
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NombreDe Elío y Olóndriz, Francisco Javier
Nacimiento5 de marzo de 1767
ciudad de Pamplona,
Reino de España Bandera del Imperio Español
Fallecimiento4 de septiembre de 1822 (55 años)
ciudad de Valencia,
Reino de España Bandera del Imperio Español
Causa de la muerteejecución por garrote vil
Nacionalidadespañola
Ocupaciónmilitar y gobernante colonial
Partido políticomonárquico
CónyugeMaría Lorenza Leizaur Mendizábal
PadresMaría Bernarda Olandriz y Echaide, Andrés de Elío Robles y Jaureguizar

Francisco Javier de Elío y Olóndriz (Pamplona, 5 de marzo de 1767 - Valencia, 4 de septiembre de 1822) fue un militar español, comandante general y gobernador de Montevideo en 1805, de la isla de León en 1812 y último virrey del Río de la Plata en 1810, cargo designado por el Consejo de Regencia, que solo ejerció sobre una pequeña parte, en la Banda Oriental (actual República Oriental del Uruguay).[1] Posteriormente fue uno de los principales responsables en la represión absolutista de la restauración borbónica del rey Fernando VII en España, siendo «capitán general» de Valencia. Por estos crímenes fue juzgado y sentenciado a pena de muerte por garrote vil (ahorcamiento mediante máquina).

Síntesis biográfica

Gobernador de Montevideo

Francisco Javier de Elío era gobernador de Montevideo desde 1807 y en 1809, mediante un cabildo abierto, organizó la Junta de Montevideo, una Junta de Gobierno independiente de la autoridad virreinal, ocupada por Santiago de Liniers en Buenos Aires. Gobernó la Banda Oriental.

El comerciante español afincado en Buenos Aires Martín de Álzaga y sus seguidores, hicieron estallar una asonada con el objetivo de forzar la renuncia de Liniers. El 1 de enero de 1809 un cabildo abierto exigió la renuncia del virrey Liniers y designó una Junta a nombre de Fernando VII, presidida por Álzaga; parte de las milicias españolas apoyaron la rebelión, los tercios de gallegos, vizcaínos y miñones de Cataluña. Las milicias criollas encabezadas por Saavedra y el tercio de andaluces, rodearon la plaza provocando la dispersión de los sublevados.

Los cabecillas fueron desterrados y los cuerpos militares sublevados fueron disueltos. Como consecuencia, el poder militar quedó en manos de los criollos que habían sostenido a Liniers, y se acentuó la rivalidad entre criollos y españoles peninsulares.

Los responsables del complot, desterrados a Carmen de Patagones, fueron rescatados por de Elío y llevados a Montevideo.

Los acontecimientos de la Revolución de Mayo en la Semana de Mayo transcurrida entre el 18 de mayo de 1810, cuando se reunieron los primeros grupos revolucionarios, hasta el 25 de mayo, fecha de asunción de la Primera Junta, el primer gobierno rioplatense elegido sin intervención de España, posibilitaron a Elío la continuación de su actitud rebelde, ahora justificada por la decisión sediciosa de Buenos Aires hacia la corona española.

Virrey en Montevideo

En 1810 la Junta de Cádiz lo nombra Virrey del Río de la Plata. Intentó ser admitido por el Cabildo de Buenos Aires, que desconoció su autoridad, por lo que se instaló en Montevideo, proclamándose Virrey con sede en la ciudad. El 19 de enero de 1811, Francisco Javier de Elío declaró a Montevideo capital del virreinato y asumió como virrey del Río de la Plata —cargo para el que fue nombrado por el Consejo de Regencia el 31 de agosto de 1810— pero el Dr. Miguel Mariano de Villegas como Síndico del Cabildo de Buenos Aires en representación de la Junta Grande de las Provincias Unidas del Río de la Plata, firmó el 22 de enero del citado año la nota en que formalmente rehusó reconocerle como Virrey. La población rural de la Banda Oriental también rechazó su autoridad el 27 de febrero, hecho conocido como Grito de Asencio y comandado por Pedro José Viera y Venancio Benavides.

El 18 de mayo de ese año, José Gervasio Artigas derrotó en la Batalla de Las Piedras al jefe realista José Posadas; la Batalla de Las Piedras constituyó el primer triunfo importante de las fuerzas revolucionarias frente al Imperio español.

Francisco Javier de Elío, había designado al capitán de fragata José Posadas, jefe de las fuerzas regulares. Posadas instaló su cuartel general en San Isidro de Las Piedras, para librar allí un enfrentamiento decisivo contra los revolucionarios. José Artigas se ubicó en la villa de Nuestra Señora de Guadalupe de los Canelones. Los orientales apoyados por la Primera Junta porteña llegaron a conformar un ejército de mil hombres, en tanto que las milicias de Posadas estaban constituidas por 1.230 efectivos, de las cuales cerca de doscientas pasaron al bando de Artigas en medio del fragor de la lucha.

La derrota fue decisiva, quedando de Elío sólo con el control de la Colonia del Sacramento y la sitiada ciudad de Montevideo.

No obstante el triunfo revolucionario, el 20 de octubre de 1811 Elío y el gobierno de Buenos Aires firmaron un armisticio que devolvía al control español la Banda Oriental y las villas entrerrianas de Gualeguaychú, Gualeguay y Concepción del Uruguay, lo que produjo el inicio de los conflictos entre Buenos Aires y Artigas. Los españoles abandonaron el establecimiento Soledad, en las Islas Malvinas en 1811 por orden de Elío. El virrey Elío regresó a España el 18 de noviembre de 1811, dejando su cargo de virrey en enero de 1812.

Pronunciamiento de De Elío

El rey de España Fernando VII volvió del exilio francés en 1814 y cruzó la frontera el 24 de marzo. Llegó el momento de la verdad respecto a la Constitución de 1812. De acuerdo con los decretos de las Cortes, no se reconocería por libre al rey ni, por tanto, se le prestaría obediencia, hasta que prestase el juramento prescrito por el artículo 173 de la Constitución.

Fernando VII se negó a seguir la ruta a Madrid marcada por la Regencia y entró en Valencia el 16 de abril. Ahí le esperaban dos personas: un representante de la Regencia con el texto de la Constitución y un diputado absolutista con un manifiesto absolutista firmado por 69 diputados. Era el llamado Manifiesto de los Persas. El 17 de abril, el general De Elío invitó al monarca a recobrar sus derechos, poniendo sus tropas a disposición del soberano y realizando el que fue probablemente el primer pronunciamiento de la historia contemporánea de España.

Ferviente seguidor de la causa absolutista, por lo que protagonizó persecuciones contra diversos liberales y constitucionales (seguidores de la Constitución de 1812).

Tras la Revolución de 1820 y ya en 1822 se ordenó su ejecución en el garrote vil.[2]

Fuentes

  • Gambra, Rafael (1950): La primera guerra civil de España (1821-1823). Madrid, 1950.
  • La Parra López, Emilio: «Un héroe cristiano», artículo publicado en Revista de Libros, 160, abril de 2010.