Georg Kerschensteiner

Georg Kerschensteiner
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NombreGeorg Michael Kerschensteiner
Nacimiento29 de julio de 1854
Múnich, Bandera de Alemania
Fallecimiento15 de enero de 1932
Múnich, Bandera de Alemania
NacionalidadAlemán
OcupaciónPedagogo

Georg Kerschensteiner. Pedagogo alemán, un educador popular en el verdadero sentido del término. En todas sus variadas actividades de maestro, director de escuelas públicas, político y profesor universitario, dio prueba de un constante interés en llevar a la práctica sus creencias teóricas.

Síntesis biográfica

Nació el 29 de julio de 1854 en Múnich, Alemania.

Trayectoria

Labor docente

En el curso de su carrera Kerschensteiner pasó por todos los niveles de la actividad docente. Tras un período inicial en que fue maestro de escuela elemental, estudió matemáticas y física, lo que le permitió llegar a ser profesor de “Gymnasium” (escuela secundaria selectiva). Entre 1895 y 1919 ocupó el cargo de director de las escuelas públicas de Munich, y fue en esta época cuando adquirió renombre mundial.

En Munich fue donde desarrolló la Fortbildungsschule literalmente, escuela de perfeccionamiento convirtiéndola en una escuela de formación profesional por derecho propio, y alentó los trabajos prácticos en las escuelas, de conformidad con su idea de la Arbeitsschule escuela del trabajo. A partir de 1919 fue profesor en la Universidad de Munich.

Renovación del sistema educativo

La realización principal de Kerschensteiner para los especialistas en educación es la fundación de la escuela de formación profesional y la consiguiente reorganización de la Volksschule escuela primaria y primeros grados de la escuela secundaria. La instrucción cívica y la enseñanza de trabajos manuales prácticos son principios metódicos complementarios, que se diferencian solamente en el grado de importancia que se les atribuye en ambos niveles. Esta concepción integra diversos criterios que reflejan el espíritu de la época, sobre todo la concentración en cuestiones psicológicas y sociológicas, y el interés por la ética del trabajo.

Kerschensteiner reconoce que la prioridad absoluta del concepto humanista de la educación debe atemperarse por la necesidad de relacionar las operaciones educativas con la situación del individuo. Basándose en los progresos logrados en el campo de la psicología juvenil en el decenio de 1890, Kerschensteiner trata de conferir una mayor precisión psicológica a los términos “situación individual” y “espontaneidad”, aplicados a los niños. Sus conclusiones son que los niños, por instinto, son de inclinación motriz y su tendencia primaria es hacia lo concreto, el contacto manual con cosas concretas.

En los primeros años de la vida, el niño que juega encuentra en su hogar el primer “taller de la mente”. Múltiples impresiones y estímulos se combinan para formar la primera imagen infantil del mundo. En consecuencia, Kerschensteiner afirma que para los niños más crecidos la escuela debe convertirse en el “taller central de la mente”. Toda operación de promoción del intelecto debe tener en cuenta, fundamentalmente, esta conformación de la mente del niño y el modo en que pasa de los intereses prácticos a los intereses teóricos.

Kerschensteiner, al igual que Spranger, estaban interesados en los elementos específicos de la formación del personal docente y en la necesidad de prever, en la fase de formación, las características del trabajo que realizarían después los docentes en la escuela. La consigna es “la educación por el ejemplo”; y la experimentación de un conjunto orgánico ejemplar de la teoría y la práctica en la acción es la única base convincente para obtener resultados positivos en la vida cotidiana de la escuela. Kerschensteiner no propugna una restricción del desarrollo intelectual del individuo, sino más bien una acusada orientación social del maestro que refleje más su dedicación al servicio de los alumnos que las calificaciones académicas. Los honores académicos a expensas de la ética pedagógica suponen un empobrecimiento de la vida escolar. Sus principios se basan en la necesidad de mantener un desarrollo equilibrado, tanto para el maestro como para sus alumnos.

Escuela del trabajo

El trabajo manual, si se lleva a cabo adecuadamente, desarrolla una facultad para el pensamiento lógico que puede aplicarse a cualquier otra clase de actividad, y después profundizarse. Existe una inteligencia manual, que debe fomentarse en la escuela, ya que forma parte integrante del carácter de cada niño. Este es un aspecto importante del significado del ser humano, y no debe permitirse que decaiga y desaparezca.

La característica esencial del trabajo manual en el sentido pedagógico es su planificación y su ejecución independiente de conformidad con la naturaleza de la tarea, y la posibilidad de la autoevaluación. Kerschensteiner cree que sólo una cosa puede hacer que la escuela sea una escuela del trabajo en el sentido propio de la palabra, y es la “creciente adecuación de la actitud del alumno a la tarea que se le presenta, basada en la posibilidad de la autoevaluación”. En consecuencia, más importante que la materia de estudio –sea práctica o teórica– es el modo en que la ética del trabajo determina la actitud del alumno. Es el interés en hacer bien la tarea asignada, junto con la libertad de ejecutarla del modo que el alumno crea más oportuno.

La idea de la escuela del trabajo se nos aparece como un principio metodológico, lo esencial no es la disciplina de estudio, sino el espíritu y la mentalidad del trabajo independiente y responsable, ya que “la adecuación a la tarea asignada es sinónimo de moralidad”. El fundamento último de esta actitud ética hacia el trabajo es la organización del trabajo individual independiente dentro de una comunidad trabajadora, en la que el maestro ayuda a los alumnos con sus consejos y su asistencia práctica, al igual que un artesano supervisa la labor de sus aprendices.

Todos los elementos de la concepción de Kerschensteiner están relacionados entre sí. En el centro se encuentra la educación, considerada como un proceso y como un fin en sí misma (aunque no un fin último, sino una conclusión temporal de una determinada fase de desarrollo).

En este sentido, la educación es a la vez una reactivación del potencial cultural inmanente en la materia de estudio y una función del cultivo paulatino de la personalidad del individuo. Y si bien este proceso no termina nunca, invariablemente adopta una estructura propia.

La educación es un proceso dinámico, que depende de procedimientos de enseñanza del trabajo que puedan provocar con la máxima eficacia la reactivación cultural antes indicada. La actividad autosuficiente como forma individual de este “principio de la adquisición” es el modo más eficaz de asegurar que la “energía educativa potencial” se transforme en “energía educativa cinética”. En suma, el potencial educativo pasa por un proceso de activación.

El marco social adecuado para la aplicación pedagógica de estas ideas es el grupo de trabajo, que es el más idóneo para imbuir y practicar las normas básicas de la vida comunal y las virtudes cívicas principales. Es esta combinación de una auténtica ética del trabajo y de una responsabilidad cívica, con la correspondiente influencia recíproca entre el individuo y la colectividad en interés de una mayor madurez moral, lo que justifica la aseveración de Kerschensteiner de que el objetivo último del proceso educativo es el establecimiento de un estado basado en la cultura y en el imperio de la ley.

Formación de la personalidad

Kerschensteiner es un representante de la rara especie de pedagogo imaginativo, experimentado y de talante práctico. Sus dos proverbios favoritos, que repetía siempre a modo de síntesis de su actitud ante la vida, son los siguientes: “Para el diligente el mundo no es mudo”, y “La desesperación es la falta de confianza en Dios”.

Este optimismo se refleja en las características que, a su modo de ver, debe reunir el buen maestro, y que expone en su libro “El alma del educador y el problema de la formación del personal docente” (1949): una naturaleza comprensiva; la capacidad de emocionarse profundamente, y la sensibilidad y el tacto como condición previa de la empatía con los demás, o sea, en resumidos términos, una actitud verdaderamente humana en vez de un conocimiento enciclopédico.

El conocimiento como un fin en sí mismo, aislado e indigesto, no dejará nunca de ser un elemento adicional externo. Sólo cuando se le considera en su relación con el individuo podrá enriquecer el acervo de la experiencia adquirida y formar parte del motor central de la personalidad.

Este desarrollo de la personalidad es la tarea central del proceso educativo. Kerschensteiner trata de conseguir una transformación pedagógica del axioma de Goethe, “la personalidad es el tesoro humano supremo”, entendiendo por “tesoro” la voluntad y la capacidad de asumir la responsabilidad como pilares fundamentales de una comunidad humana auténtica.

En opinión de Kerschensteiner, la personalidad viene determinada por tres características:

1.- Una “singularidad especial del yo espiritual”. A pesar de toda su actividad, la personalidad no queda sumergida en una multiplicidad de tareas no coordinadas, ni se pierde en la labor que realiza, sino que más bien deja una huella inconfundible en todo lo que hace.

2.- La personalidad se expresa en forma de una “respuesta constante e independiente a su entorno”, representa una fuente de ecuanimidad y orden gracias a la responsabilidad personal y política de sus acciones dentro de su entorno.

3.- La “porfía constante por mejorarse interiormente”. Esta voluntad de perfección (aunque nunca a expensas de la responsabilidad social y política) es el núcleo vivo de la personalidad, éste, y no otro, es el verdadero motor del desarrollo.

De importancia fundamental para los tres criterios es que se adapten a valores que garanticen la integridad del perfil moral de la personalidad, asegurando así la continuidad del efecto en el entorno y el propio desarrollo interno. Aquí las virtudes tradicionales de la fuerza de carácter, la diligencia y el juicio desempeñan un papel fundamental.

El objetivo último es “la mejora moral de la comunidad” gracias al efecto de la personalidad. Un paso importante hacia este objetivo es la “educación profesional”, ya que “el camino hacia la educación pasa por el trabajo”. Vemos aquí dos aspectos esenciales unidos; en primer lugar, la importancia fundamental que Kerschensteiner atribuye al trabajo en el proceso educativo, y en segundo lugar la naturaleza sociopolítica de la tarea que espera a la personalidad individual y la conciencia de que se trata de un objetivo general de la educación, consistente en sentar bases viables para la sociedad humana mediante la mejora del individuo. El éxito (o el fracaso) de este proceso recíproco depende de la riqueza espiritual de la persona, y por ello son tan importantes el cotejo con los valores establecidos, los juicios de valor fidedignos y la fe en el sistema de valores. Se trata de conseguir una “mentalidad orientada a los valores”.

Muerte

Muere el 15 de enero de 1932|lugar de fallecimiento = Múnich.

Obras

En su primer libro, Betrachtunger zur Theorie des Lehrplans [Reflexiones sobre una teoría de los programas de estudio] (1899), critica el sistema educativo de Herbart por lo que llama su “formalismo

En su trabajo Die staatsbürgerliche Erziehung der deutschen Jugend La educación cívica de la juventud alemana (1901), con el que participó en un concurso organizado por la Academia de Ciencias de Erfurt, desarrolló su opinión de que las escuelas debían verse a sí mismas como elementos productivos de la sociedad. Esta idea esencial en su concepción del papel de la educación fue ampliada más tarde en su tratado Der Begriff der staatsbürgerlichen Erziehung El concepto de la educación cívica (1907). En este año publicó también su detallado estudio de los problemas de organización derivados de la necesidad de garantizar a los jóvenes que ir a la escuela significa participar en un ámbito que refleja las necesidades y las realidades de la vida. Este estudio fue publicado con el título Grundfragen der Schulorganisation Cuestiones básicas de la organización escolar.

En 1912 publicó su estudio Der Begriff der Arbeitsschule [El concepto de la escuela del trabajo] en el que examinaba las actividades que se precisan para la organización interna de las escuelas y las reformas metodológicas y didácticas necesarias para que esta organización se lleve a cabo de un modo adecuado.

En su obra Wesen und Wert des naturwissenschaftlichen Unterrichts Naturaleza y utilidad de la enseñanza de las ciencias (1914) analiza los objetivos y métodos de la enseñanza de disciplinas científicas, cuestión que le interesaba particularmente.

Los escritos posteriores de Kerschensteiner, que constituyen su contribución a la filosofía de la educación, fueron invariablemente producto de la reflexión sobre su propia actividad pedagógica y sus consecuencias pragmáticas. El primero de ellos es el titulado Das Grundaxiom des Bildungsprozesses El axioma básico del proceso educativo (1917). Kerschensteiner sistematizó su pensamiento de modo más completo en su importante libro Theorie der Bildung Teoría de la educación (1926), que es fruto de un profundo estudio de las obras y las ideas principales de la teoría y la filosofía de la educación, y en particular las de Pestalozzi, los neokantianos, Spranger y Dewey.

La obra completa de Kerschensteiner es la expresión de una idea de la educación que, después de demostrar sus posibilidades en la propia actividad educativa del autor, alcanzó un grado supremo de coherencia crítica y autocrítica con su profunda reflexión sobre la filosofía de la educación. La influencia internacional de la obra de Kerschensteiner tiene su origen en el considerable éxito de su experiencia práctica como educador.

Fuente