Los Once (grupo de artistas)

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Los Once
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Grupo de creación artística
NombreLos Once
Nacimiento1953
La Habana, Cuba
Fallecimiento1955
La Habana, Cuba
OcupaciónArtes Plásticas
Obras destacadasDesnudo bajando una escalera, El gran vidrio, Rueda de Bicicleta

Grupo Los Once. La década del cincuenta universalmente representó el dominio de la abstracción en los centros artísticos más importantes de Estados Unidos y de Europa. En Cuba se conoce la influencia del movimiento abstracto norteamericano en los artistas nacionales. Entre las tendencias más destacadas se encuentran la abstracción informalista y los concretos. Las figuras más destacadas de esta corriente abstracta se unieron en el grupo Los Once, como se hicieron llamar por el número inicial de participantes, y en el de los Concretos.

Surgimiento

Los Once (1953-1955) Grupo cubano conformado por siete pintores y cuatro escultores, cuyo nombre estuvo determinado por el número de participantes en la primera muestra conjunta realizada en la galería La Rampa en abril de 1953. A partir de entonces, esa suerte de hechizo numérico constituyó su carta de presentación, independientemente de la cantidad real de expositores que confluyeron en las restantes exposiciones que juntos organizaron.

Integrantes

Entre sus integrantes iniciales estuvieron:

A la salida de este último se incorporó al grupo Raúl Martínez González, quien había regresado de cursar estudios en el Instituto de Diseño de Chicago y se convertiría rápidamente en una de sus figuras más relevantes.

Obra perteneciente al Grupo de los Once

Desintegración

Sin un manifiesto declarado, el grupo se mantuvo en activo hasta 1955, cuando por varias razones se desintegró, erigiéndose en uno de los motivos catalizadores el haber aceptado el escultor Agustín Cárdenas una beca de estudios otorgada por el gobierno. Antes se había marchado Bermúdez, Fayad Jamís había viajado a París, Díaz Peláez a Estados Unidos y otros integrantes decidieron ejercer su actividad creadora de manera independiente. Dada la consiguiente modificación del conjunto continuaron trabajando unidos Vidal, Consuegra, Llinás, Raúl y Tomás Oliva, en lo que muchos críticos y especialistas consideran el núcleo fundamental de Los Once desde su conformación original.

Obra de Fayad Jamis, perteneciente al Grupo de los Once

Desarrollo

El desarrollo de esta agrupación no debe circunscribirse al ya mencionado período 1953-55, pues tal consideración resultaría incompleta, en tanto su alcance excede un lapso de tiempo determinado y las múltiples variaciones numéricas que matizaron su existencia. Asimismo suelen asociársele los nombres de otros creadores como Manolo Vidal, Antonia Eiriz y Juan Tapia Ruano, quienes exhibieron en varias ocasiones junto al grupo, sobre todo después de su reorganización hacia el segundo lustro de la década del cincuenta.

Obra perteneciente al Grupo de los Once

Exposiciones

Después de aquella primera exposición referida se sucedieron otras cinco bajo el calificativo de Los Once. Estas tuvieron lugar cronológicamente en:

El número reducido de integrantes con los que quedó el grupo una vez disuelto continuó su labor expositiva en algunas muestras como Collages:

Este proceso tuvo como colofón la importantísima exposición Expresionismo abstracto, realizada en la Galería Habana entre el 11 de enero y el 3 de febrero de 1963, con la cual cerraría un ciclo creativo permeado por el influjo de la abstracción en todas sus vertientes, para dar paso a nuevos derroteros artísticos como el pop y la nueva figuración.

Filiación

Pensar en una filiación estética definida para Los Once resulta tema discutible. En reiteradas ocasiones han sido catalogados como expresionistas abstractos; término no del todo errado, pero que encontró oposición en la obra de algunos de sus integrantes. Las distintas formaciones académicas, así como diferentes intereses personales, incidieron en la variedad de propuestas estéticas presentadas, acentuando la individualidad de cada creador al percibir algunas diferencias, incluso, en los trabajos más coherentes y orgánicos entre sí.

Si bien es cierto que la irrupción de Los Once en el panorama plástico de los años 50 se asume como un hecho novedoso, su importancia va más allá del valor estético, dada la visible heterogeneidad de los discursos pictóricos en él reunidos. La postura ética adoptada por sus integrantes ante una inedulible necesidad de cambio en términos artísticos, constituye lo más relevante en su accionar. Esta no fidelidad a una determinada línea de expresión tuvo su compensación en una actitud consecuente tomada por su membresía con respecto a la realización de un arte diferente, contrapuesto a la tradición pictórica anterior; un arte que se traduce en gestos, manchas o colores, reflejos de estados anímicos y emocionales; que a simple vista parece negar la realidad, pero que en esencia constituye otra manera de representarla.

Dentro del mosaico de expresiones que fue el grupo Los Once, sobresale un Llinás empecinado en el color y la gestualidad de las formas, así como un Consuegra dueño del espacio compositivo, actitud heredada por su profesión de arquitecto. También encontramos un Vidal completamente apto para abordar la abstracción por cualquiera de los caminos posibles. Entretanto, la pintura de Fayad es el resultado natural de esa singularidad que resume las inquietudes emocionales y estéticas de quien fuera pintor-poeta o poeta-pintor. Con una rigurosa preocupación para el oficio, Raúl Martínez González puso su mayor acento en las búsquedas formales y en la elaboración de un mensaje exclusivamente plástico.

René Ávila, por su parte, incursionó inicialmente en un tipo de abstracción próxima al neoplasticismo, combinándola con una figuración de corte picassiano. Quizás fue José Ignacio Bermúdez el pintor de lenguaje más tradicional del grupo: sus obras se caracterizaron por una figuración cubista, de planos geométricos bien definidos. Los trabajos de Viredo Espinosa están inspirados en elementos plásticos provenientes de las culturas afrocubanas, tema que aborda más de una vez por la significación que tuvieron para él desde muy temprana edad.

La escultura de Agustín Cárdenas, con su sello de inconfundible singularidad, adquirió dentro del grupo una diversificación y calidad plenas. Por su parte, Díaz Peláez nos revela en cada una de sus piezas un talento indiscutible. Empeñado en extraer a los materiales utilizados sus máximas posibilidades expresivas, este artista empleó toda su imaginación en encontrar para cada elemento su justo lugar.

Tan originales como su propia personalidad, las piezas de Antigua nos traducen su visión sobre un mundo que, aunque hostil, siempre puede resultar mejor; si algo define la obra de este creador es precisamente su acabado perfecto. De los escultores, el más joven es Tomás Oliva, quien desarrolló una persistente preferencia por el metal, específicamente el hierro, en su versión más primitiva y sin retoques.

Difíciles fueron los momentos vividos por Los Once. En medio de rechazos e incomprensiones, su arte se erigió estandarte para legitimar una nueva forma de expresión artística. Considerando completamente agotado todo lo realizado hasta la fecha, partieron de una negación absoluta del referente e impusieron una nueva realidad. Sin el pleno apoyo de la crítica dirigieron su mirada al exterior e insistieron en la búsqueda de nuevos horizontes. En esa noble misión por universalizar el arte de la Isla, los acompañaría el denominado grupo Diez Pintores Concretos, abriéndose así una nueva etapa en la historia de la plástica cubana, cuya divisa giraría en la propuesta de un arte diferente, contrapuesto a todo lo precedente, que calificaban de obsoleto, decadente y sin esencia.

Hugo Consuegra en Los Once

Importante figura del grupo Los Once (1953-1955), Hugo Consuegra se convierte en uno de los artistas más representativos de la plástica cubana a partir de los años cincuenta, marcando el rompimiento con las formas de arte figurativo y a favor de un abstraccionismo que a pesar de tener sus referentes en la Europa post guerra, nacía con una identidad que lo identificaba como parte indisoluble de lo ya conocido como «arte cubano».

Hugo Consuegra siempre estuvo tras la búsqueda de un discurso trascendente, más allá de las fronteras de la obra misma y tenía como elementos referentes los sentimientos y los estados de ánimo, como argumentos para explorar dentro de la conciencia humana, valiéndose de la forma y de una intencionalidad que le permitiera saltar los límites estrechos de las galerías.

Pintor de espontaneidades, Consuegra buscaba “descubrir” más que “reproducir”. Un artista que utilizó los recursos del dibujo para conseguir una expresión completamente libre de sus ideas, sin ataduras que le cercenaran su creatividad ilimitada.

Jamás dejó de aportar en cuanta obra requería de su talento. Lo mismo en la restauración del Rockefeller Center, en los proyectos del metro de Brooklyn o en cualquiera de sus participaciones como arquitecto, además de la estructura pensaba en el mobiliario, los textiles y otros elementos que consiguieran la consumación del proyecto. De la misma manera lo hacía cuando tenía ante si una tela, una cartulina o un simple pliego de papel, corriendo el riesgo de buscar un lenguaje renovado en cada pincelada que permitiera convocar al espectador a una reflexión obligatoria.

Considero que la abstraccion está viva, no ha muerto, tiene una vigencia extraordinaria y tiene que ser así porque es la experiencia más original del arte del siglo XX.

Fuentes

  • Grupo los Once, artículo publicado en la enciclopedia En Caribe.
  • De Juan, Adelaida (1978): «La plástica en Cuba en 1953» en Pintura cubana, temas y variaciones. La Habana: UNEAC, 1978.
  • Pogolotti, Graziella (1965): «Expresionismo abstracto», artículo en Exámen de conciencia. La Habana: UNEAC, 1965.
  • Entrevista de la crítica de arte Carina Pino-Santos a Pedro de Oraá el 5 de mayo de 1999.