Hans Blix

Hans Blix
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Datos Personales
NombreHans Blix
Nacimiento28 de junio de 1928
Uppsala,Bandera de Suecia Suecia
EducaciónLicenciado en derecho
OcupaciónPolítico sueco

Hans Blix. Político y diplomático sueco. Director general de la AIEA

Sintesis biografica

Nació en Uppsala el 28 de junio de 1928, en una familia burguesa. Estudió en la universidad de su ciudad natal, luego en la de Columbia Nueva York y se licenció en derecho por la británica de Cambridge.

En 1959 se doctoró en derecho por la Universidad de Estocolmo, en la que inició una carrera universitaria como profesor de derecho internacional, al tiempo que ingresaba en el cuerpo diplomático. Ocupó diversos cargos en el Ministerio de Asuntos Exteriores, fue miembro de la delegación de Suecia en la Asamblea General de la ONU 1961-1981 y en la conferencia del desarme de Ginebra 1962-1978, hasta convertirse en un reputado experto en todo lo que concierne a la carrera armamentista y la proliferación de armas nucleares.

Trayectoria en el OIEA

Hans Blix fue ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno formado por el liberal Ola Ullsten en 1978 y se mantuvo en el cargo en una coalición de partidos burgueses hasta 1981, cuando fue designado director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica AIEA, con sede en Viena, organismo encargado de supervisar las inspecciones sobre los programas nucleares clandestinos de los países empeñados en disponer del arma nuclear, entre ellos Iraq y Corea del Norte, pese a las prohibiciones establecidas por el Tratado de No Proliferación (TNP), que entró en vigor en 1970.

Sus críticos le reprochan que, durante los años que estuvo al frente de la AIEA 19811997, los regímenes de Iraq y de Corea del Norte desarrollaran clandestinamente sus programas de armas nucleares, lo que sólo fue descubierto en el caso iraquí después de la guerra del Golfo Pérsico en 1991.

El Pentágono ordenó entonces a la CIA que abriera una investigación para averiguar los errores y los engaños de los funcionarios de la ONU. Es correcto decir que la AIEA fue burlada por los iraquíes, reconoció Hans Blix cuando los reproches se repitieron tras sus nuevas responsabilidades en Iraq.

Tuvo éxito, por el contrario, en Sudáfrica, cuyo gobierno, tras la abolición del apartheid, procedió al desarme nuclear unilateral. Las inspecciones de la AIEA fueron solicitadas por Pretoria después de firmar el TNP en 1991. Dos años después, el gobierno sudafricano anunció que seis bombas nucleares y una séptima en curso de fabricación habían sido destruidas. Los inspectores de la AIEA verificaron con facilidad esa destrucción, pero las armas químicas y biológicas quedaron al margen del escrutinio de las Naciones Unidas y envueltas en el mayor secreto.

Al frente de la Unmovic

Retirado de la vida pública, y cuando se encontraba de vacaciones en la Antártida, en enero de 2000 fue requerido por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, a propuesta de Francia y Rusia, para que aceptara su nombramiento como presidente ejecutivo de la Comisión de las Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e Inspección Unmovic del desarme de Iraq, creada por la resolución 1.284 17 de diciembre de 1999 del Consejo de Seguridad para reemplazar a la Comisión Especial para el Desarme Unscom establecida en 1991.

Su elección levantó una fuerte polémica, ya que el Consejo de Seguridad había rechazado a Rolf Ekeus, el candidato propuesto por Estados Unidos y Gran Bretaña. Blix entró en funciones el 1 de marzo de 2000, mientras arreciaba la controversia luego de que el embajador estadounidense en las Naciones Unidas lo describiera como demasiado riguroso para Saddam Hussein, demasiado juicioso y cortés para Washington y poco comprometido para los que deseaban la paz a cualquier precio.

El diario The New York Times lo consideró un hombre irresoluto y enjuició su designación como un signo turbador de que la comunidad internacional carece de la determinación necesaria para organizar un efectivo sistema de inspección de armas en Iraq.

Hans Blix no perdió la calma ni la neutralidad ante los obstáculos que se levantaban por tirios y troyanos ante la misión más importante de su larga carrera diplomática. Rechazó el acoso o el insulto de sus interlocutores e insistió en que su trabajo no podría ser efectivo sin la independencia de los inspectores y la cooperación de las autoridades iraquíes. No somos quizá los más brillantes, pero no estamos a sueldo de nadie, declaró.

Esas afirmaciones le granjearon desde el primer momento la hostilidad de los halcones del Pentágono, pero contribuyeron a que el ministro de Asuntos Exteriores iraquí, Naji Sabri, dirigiera una carta al secretario general de la ONU 16 de septiembre de 2002 para comunicarle que su gobierno aceptaba la reanudación sin cortapisas de las inspecciones interrumpidas en diciembre de 1998

Fuentes