Imperio bizantino

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Imperivm Romanvm Orientale
Βασιλεία Ῥωμαίων
Basileía Romaíon
Imperio romano de Oriente
Imperio bizantino
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Bandera Escudo
Bandera Escudo
Lema nacional: En época de los Paleólogo, Βασιλεὺς Βασιλέων Βασιλεύων Βασιλευόντων
(translit: Basileus Basileon, Basileuon Basileuonton) («Rey de Reyes, Gobernando sobre Gobernantes»)
Capital Constantinopla
Idioma principal Latín, Griego
Gobierno Monarquía absoluta
Emperador
 • 395-408 Arcadio
Historia
 • Constantino I declara Constantinopla como nueva capital del Imperio romano 330
 • División definitiva del Imperio romano en Oriente y Occidente 17 de enero de 395
 • Gran Cisma entre Oriente y Occidente 24 de julio de 1054
 • Caída de Constantinopla en la Cuarta Cruzada 12 de abril de 1204
 • Reconquista de Constantinopla 25 de julio de 1261
Superficie
 • Siglo IV 2,500,000 km2
Población
 • Siglo IV est. 34,000,000 
     Densidad 13,6 hab./km²
 • Siglo XI est. 18,000,000 
 • Siglo XIII est. 3,000,000 
Moneda Sólido bizantino
El latín y el griego se alternaron como idiomas oficiales: el latín fue la lengua principal del Imperio bizantino hasta el siglo VII. El griego fue la lengua principal del Imperio bizantino desde el siglo VII sustituyendo al latín.

Imperio Bizantino o Imperio Romano de Oriente (como también se le llamó), tiene su comienzo en el año 395, cuando Teodosio el Grande dividió el imperio entre sus dos hijos, y a Arcadio le asignó el bizantino. Mientras en Occidente la invasión de los bárbaros terminó con la unidad política, en Oriente, el Imperio Romano se mantuvo intacto y sobrevivió durante mil años más. Constantinopla, su capital, emplazada en la antigua colonia griega de Bizancio, contaba con una excelente situación económica que le permitió mantener un ejército bien dotado y una administración eficaz. Con estos elementos consiguió superar y desviar los ataques exteriores. En el siglo VI surgió un emperador que soñó con unificar el antiguo Imperio Romano y dedicó sus esfuerzos a lograrlo.

Etapa inicial

Constantino I estableció las bases de la armonía entre las autoridades eclesiásticas y las imperiales que duró a lo largo de la historia del Imperio. Éstas incluían la creación de un sistema monetario basado en el solidus de oro, o nomisma, que perduró hasta la mitad del siglo XII. La prosperidad comercial de los siglos IV, V y VI hizo posible el auge de muchas antiguas ciudades. Las grandes propiedades dominaban el mundo rural y aunque los elevados impuestos tuvieron como consecuencia el abandono de la tierra, la agricultura permaneció como la principal fuente de riqueza del Imperio. La Iglesia y la monarquía adquirieron vastos territorios, convirtiéndose de este modo en los mayores terratenientes del Imperio. Una rigurosa regulación imperial sobre la pureza y suministro de los metales preciosos, al igual que sobre la organización del comercio y la actividad artesanal, caracterizaron la vida económica.

El emperador Justiniano I y su esposa, Teodora, intentaron restaurar la antigua majestuosidad y los límites geográficos del Imperio romano. Entre el 534 y el 565 reconquistaron el norte de África, Italia, Sicilia, Cerdeña y algunas zonas de la península Ibérica. Sin embargo, este esfuerzo, junto con los importantes gastos contraídos al construir edificios públicos e iglesias, como la Basílica de Santa Sofía en Constantinopla, agotaron los recursos económicos del Imperio a la vez que distintas plagas diezmaron su población.

Período de reconquista

Al inicio del siglo IX, el Imperio bizantino experimentó una gran recuperación que adoptó distintos aspectos. La ofensiva musulmana se detuvo en la frontera oriental por dos razones: por la decadencia del califato Abasí y por la habilidad de la estrategia bizantina. Los ejércitos imperiales comenzaron a recuperar territorios en el sureste de Asia Menor a principios del siglo X. Las tierras perdidas a manos de los eslavos en Grecia, Macedonia y en Tracia fueron reconquistadas y reorganizadas. La recuperación alcanzó su plenitud bajo el largo reinado de la dinastía Macedónica, que comenzó en el 867 con su fundador, el emperador Basilio I, y que duró hasta 1057. La vida intelectual revivió: se copiaron y extractaron antiguos manuscritos; se compilaron enciclopedias y obras de referencia; las matemáticas, la astronomía y la literatura recibieron otra vez una gran atención. El renacimiento cultural estuvo acompañado por un retorno consciente a los modelos clásicos en el arte y en la literatura. El comercio exterior también se intensificó en el Mediterráneo y en el mar Negro.

Bulgaria decayó y fue ocupada por los ejércitos bizantinos en la década del 970, a la vez que éstos recuperaban a los musulmanes tierras al sur de la cadena montañosa del Taurus, incluyendo zonas del norte de Mesopotamia, del norte de Siria y de la costa norte de Siria. El más grande emperador de la dinastía Macedónica fue Basilio II, que reprimió vigorosamente una amplia rebelión búlgara en el 1014 y amplió su control de los antiguamente independientes principados de Armenia y Georgia. Sus esfuerzos, al igual que los de sus predecesores, para invertir la creciente concentración de tierras en las manos de unos pocos propietarios y de la Iglesia, fracasaron en última instancia. Aunque sustituyó a muchas viejas familias por un nuevo grupo de familias leales, su creciente riqueza y poder perjudicó de forma notable a los ingresos, a la autoridad del Estado y a los recursos militares del Imperio.

Tras la muerte de Basilio II, el Imperio disfrutó de una expansión y prosperidad económica, pero padeció una serie de emperadores mediocres que renegaron de nuevos progresos tecnológicos, culturales y económicos provenientes del occidente europeo y del mundo islámico, al tiempo que el ejército sufría una fuerte decadencia. Los Selyúcidas, después de realizar diversas incursiones devastadoras sobre los territorios orientales del Imperio, derrotaron a un ejército imperial en la batalla de Mantzikert (1071), que tuvo lugar en las cercanías del lago Van (en el este de la Turquía), e invadieron la mayor parte del Asia Menor bizantina. Los viejos ejércitos de los temas habían decaído. Mientras, los bizantinos perdieron sus últimas posesiones en Italia y fueron separados del occidente cristiano a causa del cisma de 1054 abierto entre la Iglesia ortodoxa y el Papado.

Justiniano

“la renovación imperial” Justiniano (527-565), que pertenecía a una dinastía de origen macedónico, considerada a Bizancio como la única sucesora legítima de la grandeza de Roma. Intentó recuperar la unidad romana y para ello atendió dos aspectos fundamentales: la reconquisto de los territorios occidentales y el fortalecimiento del poder real. En el año 527, al morir el viejo, emperador Justiniano, le sucedió su sobrino. Justiniano. Pertenecía a una humilde familia de campesinos macedónicos, pero poseía gran talento: era sumamente culto y de gran inclinación artística, aunque carecía de energía suficiente. Estaba casado con la célebre Teodora, mujer de fama escandalosa, pero dotada de extraordinario talento e indomable voluntad. A ella debió Justiniano. gran parte del éxito de su gobierno.

Apenas llegados al trono, el sueño de la pareja imperial fue volver a resucitar el antiguo Imperio Romano. Y para integrarlo, Justiniano planeó numerosas campañas, sirviéndose de los dos militares más grandes de su época, los generales BELISARIO y NARSES

  • Comenzó invadiendo el norte de África y apoderándose, en el año 533, del reino que allí habían establecido Los Vándalos.
  • Luego sus tropas cruzaron el estrecho y atacaron a los Visigodos, adueñándose de toda la zona sur de España.
  • Después emprendió lo más difícil: la reconquista de Italia, dominada en ese entonces por los Ostrogodos. La guerra fue larga y costosa, pero en el 553 los orientales eran dueños de toda la península.

Así estuvieron a un paso de reconstruir el antiguo Imperio: todo el Mediterráneo era nuevamente un lago romano y sólo faltaba reconquistar las Galias y las provincias del Danubio. Pero este sueño no pudo realizarse: en él otro extremo del imperio se habían levantado, una vez más, los eternos enemigos de los romanos.

Los Persas

Los Persas estaban viviendo un período de esplendor, y acaudillados por su rey CÓSROES, obtuvieronn varios triunfos frente a los generales de Justiniano. La lucha se suspendió cuando el emperador se comprometió a pagarles un tributo anual. Además, por ese mismo tiempo, a través de la Macedonia se venía abriendo paso nuevas tribus asiáticas: los Avaros y los Búlgaros; en algunas oportunidades llegaron casi basta las murallas de la capital, y costó mucho hacerlos retroceder. Todos estos contratiempos impidieron que Justiniano realizara su proyecto. Sin embargo tuvo aún mayor mérito al fijar definitivamente las leyes romanas: el Derecho Romano.

Código Justiniano

En cuanto a la organización interna, Justiniano dispuso una gran codificación del derecho romano, que contribuía, además, al basamento de su poder. En el año 528 ordenó elaborar un Código que recogía todos los decretos imperiales que se habían redactado a partir del Edicto Perpetuo de Adriano,

Imperio Bizantino

Poco de subir al trono, el emperador encargó a su amigo el gran jurista TRIBONIANO que revisara todas las Leyes Romanas a partir del Edicto Perpetuo de Adriano, las armonizara con el cristianismo y finalmente las ordenara por materias. Y en el año 530 promulgó el famoso CÓDIGO que de inmediato se transformó en la base jurídica del Imperio y de todo el Occidente. Poco después, esta obra se completó 0con una colección de opinión y sentencias de los más famosos jueces romanos, las PANDECTAS,. Digesto, y además un manual para los estudiantes de abogacía, INSTITUTAS. Finalmente, le añadió las NOVELAS, es decir las ley nuevas promulgadas durante su gobierno.

Así, por obra de Justiniano, Roma continuo rigiendo al mundo sus leyes, casi hasta nuestro siglo. También tuvo tiempo este gran emperador para dar un fantástico impulso a las artes: en Constantinopla se multiplicaron los palacios los templos ‘más espléndidos del mundo, y su Corte Imperial fue más fastuosa y brillante que hasta entonces se había conocido. Pero entre todas las obras sobresalió, sin discusión, la Catedral Santa Sofía (imagen): su lujo y su esplendor en mármoles, mosaicos y pedreria constituyeron el símbolo de la gloria del Imperio. En Bizancio el poder del emperador era absoluto, no tenía ningún límite de carácter constitucional. La Iglesia también estaba halo su autoridad, existía el cesaropapismo. En Occidente, en cambio, la Iglesia mantuvo su independencia respecto del Estado.

Cesaropapismo: intromisión del poder político en las cuestiones eclesiásticas, “el César es el jefe del Estado y el jefe de la Iglesia”. Justiniano intervenía activamente en la religión: designaba a los prelados, resolvía cuestiones de fe, componía cantos litúrgicos

Los territorios recuperados por Justiniano se perdieron para el imperio luego de su muerte. Y a fines del siglo VI, los lombardos invadieron Italia y los visigodos restablecieron su poderío en las costas de España. En el siglo VII, un nuevo poder, el de los árabes y el Islam, le arrebató extensos territorios (Egipto, Siria, Palestina y África). A partir del siglo IX se instalaron en los Balcanes pueblos de origen eslavo (croatas y serbios). El Imperio Bizantino quedó limitado al dominio del Asia Menor; su límite Norte era Tracia. Igualmente, con períodos de esplendor y decadencia, Constantinopla fue la única gran ciudad” de la Edad Media; heredera del esplendor y la vida animada de Roma, logró mantenerse independiente hasta el siglo XV, cuando fue conquistada por el poder turco.

Constantinopla

La actividad básica de la economía bizantina fue agricultura, complementada con una importante actividad artesanal. En las ciudades del imperio se desarrollaron las industrias textiles, la cerámica, la orfebrería, el mosaico Constantinopla, por su privilegiada situación geográfica comerciaba con el Norte, Oriente y Occidente. Actuaban en realidad, como intermediaria comercial, compra de productos de Oriente, generalmente de luto (especies piedras preciosas, oro) y los vendía en Occidente. Constantinopla se convirtió de este modo en un centro comercial muy importante; su moneda de oro, bezante, fue muy utilizada.

La cultura bizantina: punto de unión entre Oriente y Occidente Podríamos definirla como una cultura síntesis en la que confluyeron diferentes aportes: los grecorromanos, los cristianos y los orientales. Constantinopla fue el centro de una civilización que perduró hasta el siglo XV y que actuó como depositaria y salvadora de la tradición de la antigüedad clásica. En Bizancio se preservó gran parte de las obras literarias de griegos y romanos. Justiniano realizó también una importante codificación de las leyes romanas. Además del Código ya mencionado que recogía los decretos imperiales, su labor continuó con:

Y El Digesto o Pandectas: reunía los textos de los juristas romanos importantes.

Las Institutos: destinadas a los estudiantes, contenían los principios básicos del derecho. Y Las Novelas: consunto de leyes nuevas.

El Imperio Bizantino desempeñó además un papel importante en la difusión del cristianismo y la cultura grecorromana en la zona de los Balcanes y las estepas rusas. En suma, fue “el punto de unión” entre Oriente y Occidente.

Artes

En ellas podemos advertir las influencias griegas (en el equilibrio y la armonía de las formas orientales y en el predominio del gusto por la decoración) y cristianas (en la elección de temas como la glorificación de Cristo, la Virgen y los apóstoles). La arquitectura bizantina fue su más bella expresión. Los ejemplos más importantes son la catedral de Santa Sofía, de Constantinopla y la iglesia de San Vital, en Ravena. Su particularidad es el uso de la cúpula en la construcción de las iglesias. Tuvo su primer período de esplendor durante 527-565 en la primera edad de oro. El arte bizantino de dividió en cuatro apartados: arquitectura, escultura, mosaico y pintura.

Arquitectura

El carácter esencial de la arquitectura eclesiástica bizantina esta determinada por elementos como: planta de cruz, griega o poligonal, cúpulas de grandes dimensiones, etc. y el empleo del mosaico como recubrimiento interior del edificio. Los principales monumentos del arte bizantino corresponden: Santa Sofía, Santa Eirene y la de los Santos Apóstoles. Los edificios se decoraron externamente mediante anchas franjas de piedra y ladrillo con alternancia de color. En definitiva, el imperio bizantino dejó importantes muestras de su arte.

Escultura

Sólo se han conservado, en su mayor parte, esculturas de mármol que datan del s. VI.

Mosaico

Los mosaicos eran de débil colorido, se oponen los de gran riqueza cromática a intensidad de contrastes, como por ejemplo los caracterizados por la representación frontal de las figuras sobre un fondo dorado. En el siglo XII, el modelado suave proporcionó un aspecto más difuso al conjunto de la representación.

Pintura

Con características como: mayor tamaño, frontalidad, ausencia del retrato e introducción del atributo y tendiendo a reproducir lo esencial.

Escudo de Europa

Uno de los grandes méritos del Imperio de Oriente fue que durante toda la Edad Media, mientras las jóvenes naciones europeas completaban su formación, Bizancio les sirvió de escudo parando los golpes de los pueblos bárbaros que Asia, vuelta a vuelta, lanzaba contra el Mediterráneo: persas, búlgaros, árabes y turcos. Estos últimos fueron sus más feroces enemigos.

Caída del imperio

Al final, tras ocho siglos de lucha, la decadencia de Bizancio se fue acentuando. Hacia el año 1400 se presentía el desenlace: los emperadores Paleólogos se reconocieron vasallos de los Sultanes Turcos, y medio siglo después, en 1453, las tropas de Mahomet II (imagen) entraron a degüello en Bizancio. Así concluyó el Imperio de Oriente. Pero para entonces, Europa, ya mayor de edad, estaba preparada para hacer frente a las bordas asiáticas.

Véase también

Fuentes