Ion Antonescu

Ion Antonescu
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Ion Antonescu
Primer Ministro de Rumanía
4 de septiembre de 1940 - 23 de agosto de 1944
VicepresidenteMihai Antonescu
PredecesorIon Gigurtu
SucesorConstantin Sanatescu
Conducator de Rumanía
4 de septiembre de 1940 - 23 de agosto de 1944
Predecesorninguno
SucesorNicolae Ceausescu (1968-1989)
Datos Personales
NombreIon Victor Antonescu
Nacimiento2 de junio de 1882
Pitesti,Bandera de Rumania Rumania
Fallecimiento1 de junio de 1946
Jilava,Bandera de Rumania Rumania
Causa de la muerteFusilamiento
OcupaciónMilitar
Partido políticoGuardia de Hierro (temporalmente)
TítulosCruz de Caballero de la Cruz de Hierro
Creencias religiosasOrtodoxo Rumano
CónyugeRasela Mendel (div.) Maria Antonescu

Ion Antonescu. (Piteşti, 2 de junio de 1882​- Jilava, 1 de junio de 1946). Militar y politíco rumano que gobernó el país con poderes dictoriales de septiembre de 1940 a agosto de 1944 en estrecha alianza con el Eje. Participó en la Primera Guerra Mundial y obtuvo rápidos ascensos. Considerado un criminal de guerra por su responsabilidad directa de la muerte de cientos de miles de personas

Biografía

Nació el 14 de junio de 1882 en Pitesti. Cursó estudios en distintas academias militares francesas y desde 1930 se hizo simpatizante del partido fascista rumano conocido como la Guardia de Hierro. Tras estudiar en la Academia de Hijos de Militares de Cracovia y en la Preparatoria de Oficiales de Infantería y Caballería, aparece en 1913 en Bulgaria, ocupando un alto cargo en el Estado Mayor de la División de Caballería.

Jefe del Estado Mayor e intentos de reforma

En 1931 ascendió a general de brigada. El 12 de diciembre de 1933, se le nombró jefe del Estado Mayor, para entonces era ya general de división, aunque varios oficiales le superaban en rango y veteranía, lo que produjo quejas por su nombramiento. Tras un escándalo de contratos militares con la empresa checoslovaca Škoda, el nuevo primer ministro Ion G. Duca le encargó la reforma del Ejército, con el apoyo del monarca, del ministro de Defensa y el beneplácito de todos los partidos del Parlamento. Decidió dar prioridad a la modernización del Ejército, al que veía incapaz de defender al país.

Alejado del Ejército

Relevado del Estado Mayor a finales de 1934, pasó los siguientes cuatro años a disposición de este, pero sin mando alguno, en una especie de laxo arresto domiciliario. Cortejado por los principales partidos políticos de oposición que anhelaban obtener su respaldo y el prestigio que

Antonescu junto al dirigente fascista Corneliu Zelea Codreanu.

conllevaba, se mostró, sin embargo, contrario a participar en política. No obstante, sostuvo diversos contactos con políticos de extrema derecha, a pesar de ser políticamente conservador, pero no radical.

Dictadura Real

Represión de la Guardia de Hierro y crisis europea

Los protagonistas del Acuerdo de Múnich, que desilusionó a Antonescu por la falta de firmeza anglo-francesa frente a Hitler.

Durante los meses que desempeñó el cargo de ministro de Defensa, volvió a constatar el mal estado de las fuerzas armadas rumanas, que habían vuelto a la corrupción y falta de preparación que ya había observado cuatro años antes durante su periodo al frente del Estado Mayor.

Ante la falta de resistencia de Codreanu cuando el rey ordenó disolver los partidos políticos, Călinescu decidió provocar un incidente para detenerlo. Codreanu le recriminó a Nicolae Iorga los ataques que había recibido en la publicación de este y Călinescu acusó al caudillo de la Guardia de libelo. Antonescu, contrario a la maniobra planificada de Călinescu, dimitió el 29 de marzo de 1938. En el juicio a Codreanu por alta traición en mayo, declaró como testigo de la defensa, junto a Iuliu Maniu. Condenado Codreanu, Antonescu fue detenido brevemente en su domicilio y luego enviado a provincias, al mando del 3.er Ejército en Besarabia. El rey trató de desacreditarlo, acusando a su mujer de bigamia. La estratagema fracasó y aumentó el prestigio de Antonescu en el Ejército al tiempo que mermó la estima por el monarca.

Crítico con la postura anglo-francesa en la Crisis de Múnich, era cada vez más escéptico sobre el valor de la cercanía a los dos países, convenciéndose de la necesidad de un acercamiento a Alemania ante el crecimiento de su poder en Centroeuropa, que las potencias occidentales consentían. A comienzos de año, aún se había mostrado seguro de que Francia acudiría en ayuda de Checoslovaquia. Antonescu permaneció alejado del poder por el rey, ante el fracaso progresivo de la política de equilibrio de este en 1939 y 1940.

Crisis del Verano de 1940

Tras el ultimátum soviético de junio de 1940 en que se exigía la inmediata entrega de Besarabia y del norte de Bucovina y al que Rumanía hubo de ceder por la falta de apoyo alemán, el rey ordenó el arresto de Antonescu el 12 de julio, sin consultar con el Gobierno ni con los mandos militares. El general había aconsejado al rey oponerse a las exigencias soviéticas o, al menos, negociar un periodo más largo de entrega de los territorios para lograr una evacuación ordenada de las unidades militares y evitar así la desmoralización del Ejército, además de criticar con dureza a los consejeros reales. El soberano entendió la exigencia de amplias reformas que hubiesen acabado con el poder de la camarilla real como una amenaza y ordenó la detención del general, aparentemente con la intención de asesinarlo como había hecho con Codreanu. El monarca temía el prestigio de Antonescu y lo veía como una amenaza a su control político y económico del país. Amigos del militar lograron la intervención del representante especial alemán en Rumanía, Hermann Neubacher, y del embajador Wilhelm Fabricius para evitar esta posibilidad. Recordando el asesinato en prisión de Codreanu y aunque no confiaban plenamente en el general, los alemanes accedieron a interceder ante el rey, que liberó a Antonescu el día 11 y lo internó en el monasterio de Bistrița desde el que este solicitó su abandono del Ejército, que le fue concedido.

El Regimen Antonesciano

Fracaso del gobierno de unidad

Antonescu no tenía que responder ante ningún foro político de sus acciones, dirigiendo el Estado a través de decretos ley. El conjunto de decretos reales rubricados primero por Carol y más tarde por Miguel durante la crisis del otoño de 1940 concentró en sus manos el poder legislativo y el ejecutivo. Ni el inexistente Parlamento ni el Consejo de Ministros controlaba sus acciones. Al mismo tiempo, los poderes del monarca quedaron muy reducidos.

Antonescu, con abrigo de cuero oscuro, junto a Horia Sima (segundo por la izquierda) y diversos representantes alemanes en el entierro de Codreanu el 30 de noviembre de 1940. Las relaciones entre el general y la Guardia fueron empeorando hasta la violenta ruptura en enero siguiente. El corto Estado Nacional Legionario dio paso entonces a una dictadura militar.

Rumanía fue declarada «Estado Nacional Legionario», con un único partido reconocido, la Guardia, condición que los Legionarios habían exigido durante las fallidas negociaciones con el resto de partidos. Antonescu, que despreciaba a los dirigentes legionarios a los que consideraba ineptos, les otorgó, sin embargo, importantes competencias, como el control de la prensa, de la propaganda oficial, las prefecturas provinciales o relevantes ministerios, como el de Interior o el de Exteriores y la mayoría de las secretarías de Estado. Los representantes alemanes, preocupados por las posibles repercusiones perjudiciales para sus intereses económicos en Rumanía de las medidas de la dirección de la Guardia, que les inspiraba escasa confianza, insistieron a Antonescu para que la mantuviese alejada de los principales ministerios.

Dictadura de coalición y desavenencias

Tras un débil intento de Antonescu de acabar con la corrupción en el Estado, sus propios socios de la Guardia mantuvieron los vicios de los anteriores Gobiernos.

El país se hallaba en una profunda crisis, tanto política como económica. Las pérdidas territoriales no solo habían acabado con la dictadura real de Carol y llevado al poder a Antonescu y a la Guardia, sino que habían creado importantes problemas económicos: la reducción de la cosecha —se calcula que menguó en un 70 %— y la consiguiente escasez de alimentos, la desorganización de la industria por la pérdida de materias primas y de mercados, la consecuente inflación y una avalancha de refugiados —unos trescientos mil—. A ello se unió un devastador terremoto a comienzos de noviembre que afectó duramente al sur del país.

Manfred von Killinger, embajador alemán desde enero de 1941, con órdenes de apoyar la nueva dictadura militar de Antonescu.

Los legionarios intentaron desde el principio tomar el mando en el país. La administración pública quedó bajo control de la Guardia, siendo los nuevos prefectos provinciales miembros de la misma. La organización del nuevo Estado totalitario quedó en manos de la Guardia, que trató de recuperar su antiguo apoyo popular mediante extensas campañas en todo el país, especialmente en las ciudades. Diversas organizaciones controladas por la Guardia trataron de incluir a diversos colectivos sociales (los trabajadores urbanos, a los que se prestó especial importancia, la juventud, etc). Algunos proyectos de obra social impulsados por la Guardia contaron con notable respaldo popular.

Estrechamiento de la alianza con Alemania

En cuanto a la situación internacional, el 14 de octubre había llegado la misión militar alemana solicitada por Antonescu, encargada principalmente de proteger los pozos petrolíferos rumanos que abastecían a Alemania, aunque su propósito oficial era el de entrenar al Ejército rumano. Una vez cedida la Dobruja meridional a Bulgaria por los Acuerdos de Craiova, Italia y Alemania garantizaron las nuevas fronteras rumanas.

Tras el fracaso del ataque italiano a Grecia a finales de octubre, sin embargo, estos quedaron a merced de posibles ataques aéreos británicos, por lo que Hitler decidió utilizar Rumanía como pasarela para atacar Grecia y eliminar este peligro. El 23 de noviembre, tres días después de la firma húngara y durante una visita oficial a Hitler, Antonescu suscribía en Pacto Tripartito que acercaba aún más a Rumanía a la política de Hitler. Este tomó un respeto especial al mariscal desde su primer entrevista en Berlín —a pesar de las declaraciones pocos diplomáticas de Antonescu contra el arbitraje de Viena—.

A pesar de las ambiguas declaraciones del mandatario alemán, Antonescu se convenció de la disposición de este a devolver la Transilvania perdida a Rumanía en caso de que esta mantuviese la estrecha alianza con el Reich. Durante la visita a Hitler, Antonescu solicitó asimismo la cooperación alemana para desarrollar la industria y las comunicaciones rumanas, que prometió quedarían al servició de Berlín, al tiempo que confirmaba su disposición a combatir junto al Eje.

Juicio y Muerte

La misma noche del golpe y tras haber redactado su testamento, los golpistas entregaron a los dos Antonescu a una unidad clandestina comunista, que los ocultó en un domicilio de la capital. Tras la entrada en Bucarest el 31 de agosto, el mando soviético exigió la entrega de Antonescu, que requirió la colaboración de los comunistas locales. A pesar de la resistencia inicial de estos a confiar a los prisioneros, las autoridades militares soviéticas lograron su custodia esa misma tarde. El 2 de septiembre, se envió al grupo a Moscú, a donde llegaron el 5. El armisticio del 12 de septiembre, firmado en Moscú, legalizó su detención. Se les encerró en buenas condiciones en una fortaleza a 60 km de la capital soviética, donde el 8 de noviembre Antonescu trató de suicidarse, lo que provocó que se reforzase la vigilancia de los prisioneros. Los Antonescu, momentos antes de su fusilamiento el 1 de junio de 1946.

El 10 de mayo de 1945, dos días después de la firma de la rendición alemana en Berlín, los detenidos abandonaron la fortaleza y se les trasladó en condiciones mucho peores a Moscú. A Antonescu se le mantuvo arrestado dos años en la Unión Soviética junto con otros destacados miembros de su Gobierno en la cárcel moscovita de Lubianka, antes de ser devuelto a Rumanía para ser juzgado. El Gobierno de Petru Groza había aprobado en enero de 1945 las leyes que permitieron juzgar a los responsables de la dictadura del periodo bélico. Estas se ampliaron considerablemente en abril y permitieron el establecimiento de «tribunales populares» en los que se podía ignorar el procedimiento judicial habitual, teóricamente para acelerar los juicios. Estas leyes tuvieron que hacerse retroactivas para permitir el juicio de Antonescu y de sus colaboradores. El Gobierno aceleró la detención de antiguos ministros, destacados miembros del la dictadura y toda clase de funcionarios que en mayo ya eran alrededor de cuatro mil. Stalin decidió juzgar a Antonescu y el embajador soviético anunció la aprobación de su entrega al Gobierno rumano, junto con la de otros destacados miembros de su régimen, el 4 de abril. La medida contó con la aprobación estadounidense. A mediados de abril, el mariscal se hallaba de nuevo bajo custodia rumana.

El juicio por crímenes de guerra, el más espectacular de los llevados a cabo en el país, fue el del mariscal, que comenzó el 6 de mayo de 1946. Sin duda sobre la condena del acusado por la presión de las autoridades, el juicio sirvió a estas para tratar de desprestigiar a Maniu y Brătianu, ignorando sus anteriores críticas a Antonescu y destacando los momentos en que se habían mostrado de acuerdo con este. Antonescu, al contrario que Mihai Antonescu, se mostró sereno y digno durante todo el juicio y aceptó la responsabilidad por sus acciones de gobierno. Entre los cargos se encontraban el haber permitido la explotación y ocupación alemanas del país —por los que recibió cadena perpetua—, el haber llevado a cabo una guerra de agresión contra la URSS y el resto de Aliados, maltratado a los prisioneros de guerra y rehenes, ordenado matanzas por motivos racistas y políticos y de civiles en territorio ocupado o el haber utilizado las deportaciones y los trabajos forzados. Antonescu matizó algunos cargos y, en general, rechazó la mayoría. Trató en vano de justificar sus acciones. El Tribunal del Pueblo condenó a ambos a muerte el 17 de mayo, se rechazó su recurso que consideraba ilegal las leyes por las que se les juzgaba el 31, y se les fusiló en la prisión de Jilava el 1 de junio. El rey había realizado un intento de última hora de acceder a la petición de clemencia interpuesta, que no logró el respaldo del Gobierno ni el de las tres potencias Aliadas. Un destacamento de treinta policías se trasladó a la prisión para fusilar a los condenados cuya pena no se había conmutado. Entre las cinco y las cinco y media se permitió a los condenados despedirse de sus familiares y más tarde se les trasladó a un campo cercano donde Antonescu rechazó que se le vendasen los ojos; alrededor de las seis, se les fusiló, mientras el mariscal saludaba al pelotón con su sombrero. Posteriormente, circularon versiones incorrectas del ajusticiamiento que realzaban la figura del militar y que volvieron a reaparecer en la década de 1990. Días antes de la visita a Berlín, tuvo lugar la única entrevista entre Antonescu y Mussolini. Crítico con lo que consideraba una posición filomagiar del mandatario italiano en el arbitraje de Viena y convencido de la incapacidad italiana de satisfacer las necesidades rumanas de armamento, la entrevista resultó un fracaso y no se volvió a repetir.

El proceso de acercamiento de Alemania culminó con Antonescu, pero se había iniciado años antes, con el relevo al frente del Ministerio de Exteriores del francófilo Nicolae Titulescu en agosto de 1936 y se había acelerado tras el estallido de la guerra mundial en el otoño de 1939. La alianza final entre Rumanía y Alemania había comenzado a fraguarse ya durante el verano de 1940, durante los últimos meses del reinado de Carol. Antonescu compartió con el exsoberano el anticomunismo y temor a la URSS —de posibles pérdidas territoriales y de cambios sociales— que condujo al acercamiento a Alemania. La lucha contra los soviéticos supuso la base de la alianza germano-rumana.

Aunque firmó el pacto con las potencias del Eje, Antonescu logró limitar la interferencia alemana en la política interna rumana que se había extendido en los últimos años del reinado de Carol, especialmente gracias a la cooperación policial y de espionaje, hasta entonces muy estrecha. Esta autonomía permitió en ocasiones a las autoridades rumanas facilitar la huida de militares Aliados (oficiales polacos, franceses o británicos) y evitar la entrega a la Gestapo de destacados políticos como Maniu o Brătianu, a pesar de la solicitud de esta. La alianza germano-rumana se debía, según Antonescu, a que el poderío alemán en Europa obligaba a Rumanía a adoptar una estrecha alianza con el Reich para evitar su destrucción. En diversas declaraciones en los meses finales de 1940, proclamó que la alianza con el Eje no era una preferencia personal, sino una necesidad pragmática. Hitler tenía intención, no obstante, de utilizar a Rumanía como centro del frente meridional en la futura confrontación con la URSS, no únicamente como importante fuente de materias primas para el Reich.

Vease También

Fuentes