Isaac Peral

Isaac Peral
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El insigne inventor marino.
Nacimiento1 de junio de 1851
Cartagena, Bandera de Colombia Colombia
Fallecimiento1895
BerlínBandera de Alemania Alemania
OcupaciónInventores.

Isaac Peral. Célebre inventor, marino español que participó en la invención del primer submarino y al que dió su nombre, técnico electricista.

Síntesis biográfica

Nació en Cartagena Colombia, el 1 de junio de 1851. Eran sus padres el capitán de infantería de Marina don Juan Peral y doña Isabel Caballero, virtuosa dama que en los repetidos trances dolorosos de su vida tuvo la compensación de criar sano a su hijo Isaac, de poder educarlo y hacer de él un hombre de provecho.

Niñez y juventud

El chico se reveló desde pequeño poseedor de una inteligencia precoz. En el colegio se mostró siempre obediente y reflexivo, y era tan comedido y educado que jamás provocó el menor incidente ni disgustó a su maestro, al contrario de algunos de sus condiscípulos que se atrevían a desmanes y a faltas de respeto con el profesor. Isaac procedía siempre con ejemplar caballerosidad y prudencia.

Un día el maestro explicaba aritmética, y los alumnos iban desfilando uno tras otro para plantear en la pizarra las operaciones que les dictaba el profesor. Isaac había desempeñado su cometido brillantemente, con la consiguiente rabia de algunos envidiosos de la clase, que lo zaherían, pues se sentían molestos por la explicación de Isaac y se burlaban de él, a lo que el chico respondía con un despreciativo silencio.

Los alumnos rodeaban al maestro en semicírculo. El profesor había sometido a Isaac a continuos ejercicios, ensañándose con él aparentemente, pero complaciéndose en su interior de la seguridad y suficiencia con que el discípulo desarrollaba todas las operaciones aritméticas.

Isaac no solo era bueno y estudioso, tenía otros dones propios de los hombres destacados. Con una inventiva asombrosa, todas sus distracciones consistían en construir mecanismos de rara aplicación, pero que denotaban suma habilidad manual y un genio singular. Como era de Cartagena, por fuerza tuvo que influir la condición de la ciudad de apostadero marítimo y sede de un arsenal por donde había conocido dos o tres veces de pequeño. Y, naturalmente, ahora construía también diferentes modelos de pequeños barcos de guerra, con los consiguientes catones, torres acorazadas y puentes de mando.

Escuela de la Armada

Sintió pronto la llamada del mar y, el mismo día en que cumplió sus catorce años, se presentó en la Marina, y como era hijo de un oficial muerto, se le concedió una plaza de guardia- marina. Isaac se destacó rápidamente en la Escuela de la Armada, de la que llegó a ser profesor. Era muy joven aún cuando pudo ostentar el Botón de Anda, reconocimiento anhelado por la mayor parte de la oficialidad de la Marina. Mantuvo siempre viva su afición al estudio, a los problemas de la electricidad y su infatigable curiosidad por conocer todas las cuestiones relativas a su profesión de marino. Y sus preocupaciones se centraron pronto en lo que apasionaba a ingenieros y navegantes de la época: la navegación submarina.

Trayectoria del inventor

Con gran actividad y con una constancia inquebrantable, se trazó el firme propósito de resolver una cuestión que en el transcurso del siglo xix atraía la atención de muchos hombres de ciencia. No lo amedrentaba la larga lista de victimas que señalaban los intentos realizados desde fines del siglo XVIII por muchos de los que llevaron a la práctica sus proyectos submarinistas; como el inglés Day, que en 1774 se sumergió con un barco de su invención en las profundidades del mar, y el alemán Bauer, que se fue a pique con su submarino en la bahía de Kiel, y los británicos Palmerston y Scott -Rusefl que perecieron con los cinco tripulantes de su embarcación, y las treinta y nueve víctimas del submarino norteamericano Ballena Inteligente., que perdieron la vida en las pruebas realizadas en Haistead, y tantos más.

No había habido invención que exigiera el holocausto de tantas vidas preciosas como la de navegar sumergidos en las temibles aguas oceánicas. Pero a Peral no lo disuadió de sus propósitos ni la perspectiva de la muerte.

Primer submarino del mundo

Gracias a su abnegada vocación, Isaac Peral obtuvo fama y nombradía popular, aunque bastante efímera. Isaac- Peral inventó, por fin, el primer submarino del mundo que navegó en verdad y al que dio su nombre. Las pruebas se realizaron en Cádiz, durante los años 1889 y 1890, con gran éxito.

El capitán general del departamento de Cádiz así lo confirmó en el telegrama que dirigió al ministro de Marina:

"La prueba de navegación que Peral ha realizado hoy 7 de junio de 1890 en mi presencia, fue perfecta y completa, y de tal manera resuelve una parte, acaso la más importante, del problema que se persigue. Por este solo hecho lo considero acreedor de la honorífica y excepcional distinción de la Cruz de segunda clase del Mérito Naval."
Capitan general

La junta técnica que presenció los experimentos dictaminó:

"El Peral se sumergió diferentes veces a distintas profundidades que llegaron a diez metros y navegó baja el agua con bastante facilidad y en la dirección prefijada durante una hora, y al cabo reapareció en la superficie a tres millas y media de distancia"

El telegrama del capitán general dé Cádiz fue leído por el Ministro en la sesión del Senado, y se organizaron discursos laudatorios por parte de los más eminentes miembros de la Cámara Alta. Nunca a hombre alguno de ciencia se le dedicó en España tan resonante homenaje.

La sensacional noticia provocó, además, una explosión de entusiasmo general. Las agencias telegráficas no cesaban de dar extensas informaciones de los experimentos hechos en Cádiz. Desde los rincones más humildes se felicitaba al insigne inventor del primer submarino que navegó por el mar libre. La reina regente, doña Maria Cristina, le manifestó su admiración regalándole un sable de honor. Peral fue recibido con arcos de triunfo en el puerta de Santa Maña; en Cádiz le rindieron abrumadoras manifestaciones de aplauso popular; en Madrid fue acogido con fervor idolátrico; pueblos y ciudades le daban su nombre a calles y plazas; y los industriales y comerciantes de todo género bautizaban sus productos y sus establecimientos con el nombre de Peral.

Más, de golpe, el viento cambió de rumbo. La fama de Peral molestaba a muchos. Se le dejó hacer mientras cupo la esperanza de un fracaso que condenara al ostracismo a aquel ambicioso teniente de navío y su invento. Pero había triunfado. Su submarino había navegado por el mar libre y a un rumbo previamente señalado, y la inmersión habla sido correcta Solo quedaban por subsanar cuestiones de detalles.

Peral había consumado su proyecto con míseros recursos y para perfeccionar su invención solicitó un nuevo crédito. Entonces surgieron de las cavernas, donde permanecían agazapadas, personas maliciosas, incapaces de hacer nada útil y siempre dispuestas a arruinarle la vida a los demás. Unos acusaban a Peral de plagio, otros lo tildaban de ignorante, algunos lo culparon de comprometer la vida de los abnegados tripulantes que lo secundaban, y también le imputaban peligrosidad porque estaba mancillando el honor de España en una empresa descabellada, en la que se malgastaba el dinero de la nación.

El entusiasmo popular se extinguió como una hoguera poco antes crepitante. Los jefes de la Armada, que lo habían ayudado hasta aquí, lo abandonaron a su suerte. Se le cerraron las puertas de los edificios oficiales.

Un centro técnico del Ministerio de Marina emitió un dictamen contrario a continuar las pruebas del submarino, Peral tuvo que responder a tanta ofensa y a tantos desaires humillantes pidiendo el retiro para poder vindicarse. Y lo hizo con un manifiesto que dirigió al país el 21 de febrero de 1891 donde aseguraba que su único móvil y su única ambición habían sido contribuir al engrandecimiento de la patria y a conquistar su honroso afecto.

En esta triste coyuntura le tendió la mano un hombre honrado, el insigne don José Echegaray, ingeniero y dramaturgo español, laureado con el Premio Nobel en 1904, quien escribió un folleto en defensa de Peral, donde decía: ¨ Sigo creyendo que Peral tiene el mismo talento que hace unos meses y que sus méritos se abrillantan con la desgracia inmerecida ¨ Pero fue una voz en el desierto. Isaac Peral se instalé, en 1894, en un hotelito de la calle Serrano, en Madrid, y se dedicó a ganarse la vida como técnico electricista, más tarde fue director de una fábrica de acumuladores establecida en el Puente de Segovia.

Muerte

Rodeado de su familia y de unos cuantos amigos fieles, Isaac falleció en Berlín, en 1895, en medio de la indiferencia de todo un pueblo que lo había aclamado antes con loco frenesí. Así pasa la gloria del mundo.


Fuente

  • Cuando los grandes inventores eran niños. Editorial Gente Nueva. XL Aniversario 1967-2007