Joaquín Gumá Herrera

Joaquín Gumá Herrera
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Nacimiento1909
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento1980
La Habana
NacionalidadCubana
CónyugeCaridad López Serrano
HijosJoaquín

Joaquín Gumá Herrera. Conde de Lagunillas.

Síntesis biográfica

Nació en 1909, en La Habana. Por rama materna, era descendiente de los opulentos condes de Fernandina y colateralmente de los marqueses de Casa Calvo, los condes de Casa Montalvo, de Macuriges y de Lagunillas. Por la paterna descendía del Vizconde del Canet del Mar, del Marqués de Santa Rita y del Conde de Diana. Su bisabuela materna, Serafina Montalvo de Herrera, III Condesa de Fernandina, brilló en los salones parisinos durante una buena parte de la segunda mitad del siglo XIX. Contrajo matrimonio con Caridad López Serrano en 1939. De esa unión nació Joaquín, su único hijo.

Trayectoria profesional

Abogado al protocolo del Ministerio de Estado en los años de la República. Coleccionista privado. Durante años reunió la colección de arte antiguo expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.

Poseía una amplia cultura que sustentó su pasión hacia el coleccionismo. Dominó a la perfección varios idiomas y tuvo conocimiento del griego y el latín. Rehabilitó el título de Conde de Lagunillas en 1959. Obtuvo el título de Marqués de Casa Calvo en 1953, pero lo perdió al presentarse un postor de mayor derecho en 1954. Tras una querella debido a cláusulas en el momento de su otorgamiento en 1919 obtuvo el Condado de Fernandina en 1970.

Trayectoria como coleccionista

Adquirió las primeras piezas egipcias y griegas de la colección a mediados de los años 40 del siglo XX en el mercado de arte norteamericano, específicamente en Nueva York, en casas comerciales de prestigiosos anticuarios donde los precios eran relativamente bajos debido a la poca demanda de obras a causa de la Segunda Guerra Mundial.

Años más tarde, también favorecido por el contexto de la postguerra, irrumpió en el mercado europeo, concretamente en Inglaterra, Francia, Italia y posteriormente Suiza.

Sus frecuentes viajes a Estados Unidos le permitieron relacionarse con prestigiosos anticuarios y reconocidos expertos en arte helénico, como Gisela Richter y Dietrich Von Bothmer, afamado arqueólogo y curador de antigüedades clásicas del Museo Metropolitano de Nueva York, así como vincularse, como socio no residente, a esta institución y al Museo de Bellas Artes de Boston, donde pudo consultar a sus más experimentados especialistas.

Por medio del anticuario y coleccionista Joseph Brummer obtuvo la cabeza escopástica, la hidria ática de figuras rojas del Pintor de Berlín, que tiene como decoración la lucha de Apolo y Heracles por el trípode, y la estela griega del desnudo atlético masculino del siglo V, A.n.e.

A Jacob Hirsh, también anticuario, le compró la cabeza de Afrodita, la cual presenta la particularidad de tener pequeñas perforaciones en su parte superior para colocar una diadema metálica.

En la subasta de Spink and Son en Londres, adquirió varios vasos de cerámica griega, entre ellos el ánfora con escena de la amazonomaquia a caballo.

Las piezas de su colección, integrada básicamente por exponentes de Egipto, Grecia y Roma, fueron llenando los salones e incluso los dormitorios de su residencia, situada en calle 36, esquina a 3ra, en Miramar. Algunas se situaron también en la casa vivienda de la finca de recreo La Cumbre, propiedad de su esposa, que se encontraba en Arroyo Arenas.

En la década del 50, mudó su residencia a una de mayores dimensiones en 5ta Avenida, esquina a la calle 22, donde instaló vitrinas de madera y cristal para la exhibición y cuidado de su colección, que se incrementaba con nuevas piezas, específicamente de vasos griegos. Entre 1952 y 1953 visitó Grecia y adquirió en Italia la que sería la pieza madre de la colección de cerámica: el ánfora Panatenaica con la escena de la carrera de los Hoplitas, además de que aumentó la sección de arte romano.

Hacia mediados de los años 50, la colección de los condes de Lagunilla gozaba ya de un prestigio internacional. Los vasos griegos aparecían mencionados en varias publicaciones y muchos de ellos se exhibían en museos extranjeros. Además, otras instituciones de este tipo habían recibido donaciones del coleccionista. Su correspondencia con afamados arqueólogos de la rama fue amplia y el número de interesados en conocer la totalidad de la colección, cada vez mayor.

Pero el hecho de mantener en el hogar la colección, de casi quinientas piezas, trajo consigo un problema para su conservación. A finales de 1955 se perdió un relieve funerario egipcio de piedra caliza a causa del alto grado de humedad existente en el lugar donde se encontraba almacenado, y una de las piezas favoritas de la colección, la citada hidra, con decoración de la lucha de Apolo y Heracles por el trípode, se fragmentó.

En esta misma época se inauguraba el Palacio de Bellas Artes, y en su tercer nivel el Museo Nacional. El Conde de Lagunillas ofreció llevar a esta institución su colección en carácter de depósito permanente. El montaje se estructuró desde un punto de vista cronológico y el trabajo museológico de selección, clasificación de exponentes y organización técnica fue asumido por el propio Gumá, conjuntamente con el doctor Francisco Prat Puig, reconocido arqueólogo y profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oriente. También cooperaron asesores del Instituto Nacional de Cultura.

El 30 de mayo de 1956 fue inaugurada la sala expositiva, con la participación de numerosas personalidades, entre las que se encontraba Dietrich Von Bothmer, quien ofreció una conferencia basada en piezas de la colección cubana.

Este continuó en la búsqueda y adquisición de obras, básicamente vasos cerámicos pero también piezas numismática y de orfebrería. En la subasta celebrada en 1956 en la Munzen und Medaillen de la ciudad de Basilea, adquirió, a través de su amigo Elio Borowski, una espectacular ánfora de estilo geométrico, así como otras piezas de cerámica que irían completando los vacíos de la colección, pero que un incendio ocurrido en el aeropuerto José Martí no permitieron que llegaran a salvo a su destino.

Guardó los fragmentos calcinados hasta su fallecimiento. Con el Triunfo de la Revolución, su colección permaneció en la institución, fue objeto de un minucioso estudio y ocupó un lugar preferente.

Muerte

Murió en 1980, en La Habana.

Fuentes

  • Cardet Villegas, Ernesto: Apuntes acerca de la Colección de Arte de la Antigüedad Condes de Lagunillas. Revista Semestral del Museo Nacional de Bellas Artes. Cuba, No. 3. P 25-39