José Joaquín Navarro

José Joaquín Navarro
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NombreNavarro y Villar, José Joaquín
Nacimiento15 de marzo de 1836
ciudad de Santiago de Cuba,
provincia de Oriente,
capitanía general de Cuba,
Reino de España Bandera de España
Fallecimiento18 de diciembre de 1886[1]
ciudad de Santiago de Cuba,[1]
provincia de Oriente,
capitanía general de Cuba,
Reino de España Bandera de España
Nacionalidadcubana
EspecialidadHomeopatía
OcupaciónMédico

José Joaquín Navarro (Santiago de Cuba, 15 de marzo de 1836 - Cuba, 18 de diciembre de 1882) fue un médico homeópata, ensayista y patriota cubano.[1]

Su vida estuvo vinculada a la lucha por la independencia de Cuba, a la vez que realizó un importante aporte a la materia médica homeopática al introducir dos nuevos medicamentos: Comocladia dentata y Tarentula cubensis.[2]

Síntesis biográfica

Cursó estudios elementales en el colegio Santiago, estudiando posteriormente Filosofía y Latinidad en el Seminario San Basilio el Magno de su ciudad natal. La enseñanza médica la recibió en el New York Medical College.

Al regresar a Cuba, solicitó la incorporación de su título a la Universidad de La Habana el 3 de abril de 1865. Realizó los ejercicios de rigor y fue investido el 25 de abril de ese año con el título de Licenciado en Medicina y Cirugía. Precisamente, en 1865, comenzó a practicar la homeopatía.

El patriota

Poco más de tres años, el 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes lanza el Grito de Yara y comienza en Cuba sus luchas por la libertad. Navarro Villar fue uno de los tantos médicos cubanos con profundas ideas separatistas, las cuales al ser descubiertas lo conducen a sufrir prisión en la fortaleza del Morro, de Santiago de Cuba.

Un hecho histórico particular vincula a este médico homeópata cubano con la historia de su patria. El 27 de febrero de 1874 muere Carlos Manuel de Céspedes en desigual combate en la finca San Lorenzo. Sus restos mortales fueron trasladados a Santiago de Cuba y enterrados por el gobierno español en la fosa común del Patio G, en la hilera primera, enmarcada con los números 2 y 3, lugar reconocido y preservado por Calixto Acosta Nariño, Luis Yero Buduen y José Navarro Villar, los cuales junto a José Caridad Díaz, celador del campo santo, además del sepulturero Prudencio Ramírez Lencho, se juramentaron cuidar y preservar los apreciados restos del Padre de la Patria.[3]

Al cumplirse los cinco años reglamentarios, los restos de Céspedes hubieran sido arrojados al osario común, perdiéndose para la posteridad, si aquellos patriotas, con el mayor civismo, no los hubieran exhumado de la fosa común en medio de la noche del 25 de marzo de 1879. Fueron ellos responsables de inhumarlos en la fosa número 103, registrada en el patio B, la cual había sido comprada por Luis Yero. Posteriormente, el 7 de diciembre de 1910, los restos pasaron al actual panteón en el propio cementerio de Santa Ifigenia.

Fuentes