José Luis Sánchez del Río

José Luis
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Mártir adolescente de 14 años
NombreJosé Luis Sánchez del Río
Nacimiento28 de marzo de 1913
Sahuayo, Mich, México, Bandera de los Estados Unidos Mexicanos México
Fallecimiento10 de febrero de 1928
Sahuayo, Bandera de los Estados Unidos Mexicanos México
Causa de la muerteAsesinato

José Luis Sánchez del Río. Mártir por la defensa de la libertad religiosa en México, fue vilmente torturado hasta su muerte, no renunciando a su principios e ideas religiosas.

Síntesis biográfica

Nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, Mich.Hacía varios años que los Sánchez habían llegado de España y se habían acriollado en Sahuayo y los del Río eran de los importantes de Jiquilpan Hijo legítimo del señor Macario Sánchez Sánchez y de la señora María del Río, quienes engendraron y educaron cristianamente a sus hijos: Macario, Miguel, José y María Luisa. Los Sánchez del Río eran reconocidos como una de las familias principales del lugar, muy católicos y de rancio abolengo. Fue bautizado en la Parroquia de Santiago Apóstol, el 3 de abril de 1913, sus padrinos fueron José E. Ramírez y Angelina Ramírez.


Infancia

Recibió el sacramento de la confirmación con ocasión de una visita que hizo a la Parroquia de Santiago Apóstol en Sahuayo el Excmo. Sr. Dr. D. Ignacio Plasencia, obispo de Tehuantepec, durante los días 12, 13 y 14 de octubre de 1917. José tenía cuatro años y medio de edad y fue su padrino José del Río. Vivió los primeros años de su vida de manera sencilla y tranquila, natural, como la de tantos niños de su edad, jugaba a las canicas, era un niño sano, de carácter agradable, inquieto y travieso, amable y muy sencillo, muy obediente y cariñoso con sus padres. Desde muy pequeño iba a la parroquia acompañado de su mamá y asistía al catecismo y a misa todos los domingos. Inició su instrucción primaria en Sahuayo, distinguiéndose por su bondad. Debido a la inseguridad que en ese tiempo se suscitó por lo convulsionado del país, la familia Sánchez del Río cambió su lugar de residencia a Guadalajara, siendo José todavía niño y continuó sus estudios primarios en Guadalajara. Aproximadamente a la edad de nueve años hizo su primera comunión. Tenía una piedad natural, era muy grande su devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe y rezaba con gusto el santo rosario.

Adolescencia

Al estallar la cristiada sus dos hermanos mayores, Macario y Miguel, se alistaron en las filas de defensa de la libertad religiosa, bajo el mando del Gral. Ignacio Sánchez Ramírez que comandaba las fuerzas cristeras de la región de Sahuayo. José no tenía todavía la edad suficiente para seguir el camino de sus hermanos mayores, pero con gran empeño estuvo solicitando que se le admitiera, a pesar de los consejos paternos que le hacían ver la poca utilidad que podían tener para la causa las acciones de un niño de poco más de trece años. En Sahuayo el movimiento cristero tuvo buena acogida por todos los habitantes y los ricos, ocultamente, ayudaban con su aportaciones de dinero y armas aunque aparentaban ser gobiernistas. En todas las familias había alguno con las armas en las manos o era correo y repartidor de los escritos cristeros, el propósito era prestar toda la ayuda posible a la causa y lo hacían con alegría. Los sacerdotes ocultamente daban los auxilios espirituales a los fieles. Andaban escondidos de casa en casa con el peligro de ser fusilados, pero estuvieron siempre con la grey. En Guadalajara y toda la región, el celo cristiano del Lic. Anacleto González Flores, activo miembro y líder de la A.C.J.M., jefe y guía de la Unión Popular, inflamaba a la juventud tapatía en fervor y deseos de entrega por defender la fe. Su cruel asesinato ocurrido el 1 de abril de 1927 fue motivo de gran duelo para todo el pueblo que a pesar de la represión y las amenazas se volcó a las calles para tributarle póstumo homenaje y para acompañarlo hasta su última morada. Este hecho doloroso afianzó a José en su anhelo de dar su vida por defender la fe que le habían inculcado sus padres y durante una peregrinación que hizo a la tumba de Anacleto, pidió por su intercesión la gracia del martirio. A partir de ese momento su resolución fue firme y con más insistencia se propuso solicitar su admisión en las filas cristeras. Al verlo tan resuelto, su madre se oponía a sus intentos porque lo veía todavía muy pequeño, pero José le respondió con gran sencillez: “Mamá, nunca como ahora es tan fácil ganarnos el cielo”. De nada valieron las razones que le daban para que desistiera de su empeño y siguió escribiendo para solicitar su admisión a algunos jefes cristeros. Nada logró hacer mella en él, al contrario, parecía que cada dificultad que le presentaban le daba más tenacidad para insistir en su deseo. Hasta que venció al amor paterno y le dieron la bendición.

Trayectoria

La ocupación de José fue servir y lo hizo siempre con una actitud de caridad y disponibilidad admirable que muy pronto se ganó la simpatía y la estima de todos. A pesar de su corta edad eran notables su fervor religioso y su intrepidez, por lo que una vez cumplidas las condiciones establecidas, aceptaron que se quedara al servicio de la causa.

En vista de que las autoridades civiles y militares perseguían y hacían daño a los familiares de los cristeros, José quiso que a partir de su unión a las tropas lo llamaran José Luis para proteger a su familia que era conocida y de dinero. Por eso todos sus compañeros cristeros lo conocieron como José Luis. Ya en el ejército experimentaron las inclemencias de la vida militar, pero perseveraron en su ideal y al poco tiempo J. Trinidad Flores Espinosa fue aceptado como miembro de la tropa de línea y como un signo de confianza el Gral. Guízar Morfín nombró a José su clarín para que estuviera a su lado transmitiendo sus órdenes a la gente y como abanderado de la tropa.

Su muerte y la de Lázaro, su compañero de prisión, eran seguras. Cuando su tía María les envió el almuerzo, Lázaro no quería comer, pero José lo animó diciéndole: “Vamos comiendo bien, nos van a dar tiempo para todo y luego nos fusilarán. No te hagas para atrás, duran nuestras penas mientras cerramos los ojos”. Ese mismo día a las 5:30 de la tarde sacaron a los dos prisioneros de la parroquia y los llevaron a la plaza principal al lado poniente donde colgaron a Lázaro de un cedro que estuvieron utilizando para las ejecuciones. José fue obligado a estar junto al árbol y presenciar la muerte de su amigo. Entonces se dirigió a los verdugos y con gesto enfático les dijo: “¡Vamos, ya mátenme!”. Luego, cuando creyeron muerto a Lázaro, bajaron el cuerpo y lo arrastraron al cementerio, ahí el encargado del panteón Luis Gómez les dijo que podían irse que él se encargaría del entierro, porque se había dado cuenta que todavía estaba vivo y quería salvarlo. Al caer la noche sacó del panteón a Lázaro con gran sigilo y le dijo que escapara a toda prisa. Así lo hizo logrando huir, pero unos días después volvió a unirse a las tropas cristeras. En cuanto a José, sólo quisieron asustarlo y lo volvieron a encerrar en la parroquia. Lo tuvieron preso en el baptisterio y por la pequeña ventana que da a la calle se asomaba de vez en cuando para ver pasar a la gente. Algunas personas lo reconocían y a veces platicaban con él. Ellos aseguran que José estaba tranquilo y pasaba el tiempo rezando el rosario y cantando alabanzas a Dios.

El viernes 10 de febrero, cerca de las seis de la tarde, sacaron a José de la parroquia y lo trasladaron al Mesón del Refugio, situado por la calle Santiago frente a la parroquia, lo habían convertido en cuartel, ahí le anunciaron la cercanía de su muerte. De inmediato José pidió papel y tinta para escribir a su tía María agradeciéndole su apoyo y ayuda incondicional en la realización de su ideal y pidiéndole que le dijera a su tía Magdalena que le llevara esa misma noche la comunión como viático: “Sahuayo, 10 de febrero de 1928. Sra. María Sánchez de Olmedo. Muy querida tía: Estoy sentenciado a muerte. A las 8 y media se llegará el momento que tanto, que tanto he deseado. Te doy las gracias de todos los favores que me hiciste, tú y Magdalena. No me encuentro capaz de escribir a mi mamacita, si me haces el favor de escribirle a mi mamá y a María S. Dile a Magdalena que conseguí con el teniente que permitiera verla por último. Yo creo que no se me negará a venir. Salúdame a todos y tú recibe, como siempre y por último, el corazón de tu sobrino que mucho te quiere y verte desea. ¡Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera! ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe! José Sánchez del Río que murió en defensa de su fe. No dejen de venir. Adiós”. Y por fin llegó la hora del martirio. Cerca de las once de la noche le desollaron los pies con un cuchillo, lo sacaron del mesón y lo obligaron caminar a golpes por la calle de Constitución que en ese tiempo quedaba derecho al cementerio municipal. Los verdugos querían hacerlo apostatar a fuerza de crueldad inhumana, pero no lo lograron. Sus labios sólo se abrieron para gritar vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe. Los vecinos escuchaban con infinita pena los gritos llenos de valor y fervor cristiano que José lanzaba en medio de la noche: “¡Viva Cristo Rey!”. Ya en el panteón viendo su fe y fortaleza que nos se amilanaba ante el tormento, el jefe de la escolta que presidía la ejecución ordenó a los soldados que apuñalaran el delgado cuerpo del adolescente para evitar que se escucharan los disparos en el pueblo. A cada puñalada José gritaba con más fuerza: “¡Viva Cristo Rey!”. Luego el jefe de la escolta dirigiéndose a la víctima le preguntó por crueldad si quería enviarle algún mensaje a su padre. A lo que José respondió indoblegable: “¡Que nos veremos en el cielo! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!”. En ese mismo momento para acallar aquellos gritos que lo enfurecían, él mismo sacó su pistola y le disparó en la cabeza. José cayó bañado en sangre, ahogando así el último grito de su jaculatoria ritual para la muerte.

Muerte

Eran las once y media de la noche del viernes 10 de febrero de 1928. Su cuerpo quedó sepultado sin ataúd y sin mortaja, recibió directamente las paleadas de tierra. Tiempo después sus restos mortales fueron exhumados y trasladados a la cripta de los mártires del templo del Sagrado Corazón y en 1996 nuevamente fueron trasladados a la Parroquia de Santiago Apóstol, donde actualmente se encuentran entrando por la puerta principal al lado izquierdo a un costado de baptisterio, donde estuvo preso los días precedentes a su martirio.

Fuentes