La niña de Guatemala (poema de José Martí)

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"La niña de Guatemala
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Autor(a)(es)(as)José Martí
PaísCapitanía General de Cuba,
Reino de España Bandera de España

La niña de Guatemala es un poema del escritor, político, pensador y periodista cubano José Martí (1853-1895), que se encuentra en su libro Versos sencillos, escrito en 1890.

Poema

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...
Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...
Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.
Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡la frente
que más he amado en mi vida!...
Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.
José Martí

Desarrollo

“La niña de Guatemala” es el poema número IX, situado entre “Yo tengo un amigo muerto” (poema VIII) y “El alma trémula y sola” (poema X).[1]

El poema se refiere a un hecho real sobre el cual Martí ha dicho toda la verdad con la mayor sencillez y franqueza. Es la tierna y trágica historia que ocurre entre 1877 y 1878, durante su estancia en Guatemala. El 21 de abril de 1877 conoció a la niña María García Granados, de 16 años, hacia quien se sintió atraído por su encanto personal.[1]

Sin embargo, el sentido del honor y el deber lo obliga a apartarse de ella e irse a México a casarse con Carmen Zayas Bazán, su prometida. En otro poema, denominado María, se aprecia su admiración por la belleza física de su enamorada y su intención de defenderla de sí misma.

Estructura de la obra

Desde el punto de vista formal, se trata de un poema estructurado en cuartetos, porque está compuesto por estrofas de 4 versos cada una. Tiene 9 estrofas, de rima consonante alternada.

Esta forma recuerda la de los antiguos romances españoles, de los siglos XIV y XV, que se transmitían por tradición oral; integrados por versos octosílabos.

Este poema está centrado en la persona del poeta; es un relato subjetivo de sus visiones y sentimientos. Ese “yo lírico”, se expresa enamorado de la niña que constituye el sujeto principal del poema; a la que se asigna como esencial característica personal la juventud ―asociada al designarla como niña― la inocencia, pureza y virginidad, lo que acentúa el impacto de la visión trágica de su destino. Pero―como se indicará enseguida― existen en el texto fuertes elementos que podrían llevar a considerar que podría tratarse de un amor filial, por haber sido la niña la hija del poeta.

Los elementos literarios de que sirve el poeta para transmitir esos rasgos, son las referencias al color blanco; como en las flores, que además son lirios, siempre asociados a la muerte. También los jazmines, y sus zapatos. También se encuentran implícitos en cuanto se relata una situación en que el amado se aleja, y luego retorna casado con otra.

La técnica de relato que utiliza el poeta, consiste en una alternación del presente en el cual acaba de ocurrir el entierro de la niña, dando con ello un ambiente inicial trágico. De inmediato, continúa alternando en cada estrofa una sucesión cronológica, en el pasado y en el presente, en la cual transcurre el proceso del amor frustrado de la niña y del acto de su entierro. Este, a su vez, encierra el momento de su muerte. Las referencias a momentos del pasado, son marcadas por el empleo de puntos suspensivos iniciales en cada estrofa.

A pesar del carácter predominantemente lírico del poema, contiene elementos claramente narrativos. Además de la niña misma, aparecen otros personajes. Su amado, al que se describe como “el desmemoriado”; con lo que en una sola palabra se le juzga y critica como una persona inconsecuente que no correspondió al amor de la niña. También están los obispos y embajadores, cuya mención como portadores del féretro, sirve para ubicar a la niña muerta como alguien perteneciente a un círculo social importante; lo que se refuerza con la referencia a que en su casa existía un mirador desde el cual ella vio retornar a su amado.

Existe asimismo un personaje colectivo, genérico: el pueblo que acompaña el entierro “cargado de flores”; indicándose con ello que la niña también había merecido el afecto general, y que su tragedia había producido una conmoción muy grande en su comunidad.

El enterrador, es otro personaje del relato, que cumple una función doble; porque su presencia, por una parte, aporta un elemento trágico emocional, al simbolizar el final del sepelio que, en tales actos constituye generalmente el momento de mayor emotividad. Y la segunda, de obrar como un elemento de llamado a la realidad al poeta: “me llamó el enterrador”.

Esta referencia a que el poeta fue llamado por el enterrador al finalizar el entierro, se cuenta entre las que contribuyen a sugerir que la muerta era en realidad hija del poeta; ya que la experiencia es que los enterradores se dirigen siempre a un allegado. Lo cual puede considerarse corroborado por la expresión de que, a pesar de ser una niña, la había amado toda su vida; y que participó muy directamente en su entierro, dándole un beso de despedida en su frente.

Como otro recurso poético hay un intenso empleo de la metáfora, que se expresa en las referencias que hace inicialmente a que se coloca “a la sombra de un ala”; como indicación de que necesita y busca alguna forma de protección que le aporte un momento de serenidad frente a su estado emocional, para poder contar el relato.

La frase “este cuento en flor” indica sin duda lo reciente del hecho que relata, la muerte y el entierro de la niña; porque el hecho de florecer es muy breve. La frente de ella “como de bronce candente al beso de despedida” evoca lo opuesto de la impresión de frialdad de la frente al dar en ella el beso de despedida a la muerta; como descripción de la intensidad del dolor que sintió el poeta al dárselo. Al mencionar “la bóveda helada”, se alude a la frialdad del sepulcro, intensificada por el uso de la redundancia de adjetivar a la bóveda con su obvia característica de ser “helada”.

La referencia a “su mano afilada” señala la delgadez de la mano, que simboliza la juventud de la niña como así también lo trágico de su muerte.

El elemento poético central lo constituye la atribución de la muerte, como causa, a una desdicha de amor, conformada por el retorno del amado ya casado con otra; contraponiéndolo a lo que se presenta claramente como un acto de suicidio, al haber entrado la niña en el río, en la hora previa a la noche.

La reiterada expresión “que se murió de amor”, en la primera estrofa y en la última, concordada con su alternación obsecuente en las todas las estrofas impares, obra como un estribillo, que aparece regularmente; remarcando así esa idea central, del impulso poético de la obra, de la muerte originada en el amor.

Fuentes