Literatura cubana

Literatura cubana
Información sobre la plantilla
Books and bookends 2.jpg
Concepto:Recorrido histórico a través de autores y obras literarias (relatos, novelas, poesía, ensayo, teatro) escritas en Cuba durante cerca de cinco siglos.

La literatura cubana es una de las más amplias en sentido de gustos, además de la relevancia e influencia en las obras de cada autor en América Latina y de todo el ámbito de la lengua española y la población latinoamericana de Estados Unidos.

Hacen honor a estas características escritores como José Martí, Gertrudis Gómez de Avellaneda, José María Heredia, Nicolás Guillén (poeta nacional de Cuba), José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Virgilio Piñera y Dulce María Loynaz, entre tantos otros.

Cuba llegó tarde a la hora de la literatura en idioma español si la comparamos con otras colonias españolas, pero en menos de dos siglos ha ocupado un lugar importante entre los países del idioma de García Lorca y del Che Guevara.

Contexto histórico

En Cuba a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII fueron surgiendo lentamente las diferencias entre criollos (nacidos en Cuba) y peninsulares (nacidos en España). Cuando los corsarios y piratas atacaban las costas de la isla sembrando el terror entre sus pobladores, los criollos en Cuba tuvieron que unirse para hacerles frente.

De igual modo, se vieron obligados a organizarse a fin de efectuar el denominado comercio de rescate o de contrabando, único modo posible de obtener los productos que necesitaban, y que les era imposible adquirirlos, debido al monopolio comercial que España ejercía sobre su colonia, la Capitanía General de Cuba a través de la Casa de Contratación de Sevilla.

A comienzos del siglo XVIII, España estableció en la isla el estanco del tabaco, injusta medida que obligó a los vegueros a actuar unidos y declararse en rebeldía. A fines de ese mismo siglo, cuando los británicos atacaron y tomaron La Habana, los criollos, encabezados por Pepe Antonio, la defendieron valientemente. Todo esto fue creando y fortaleciendo cada día más diferencias entre criollos y peninsulares; hasta tal punto que, ya al finalizar el siglo XVIII, estas eran bien definidas.

Para entonces la clase criolla rica, hacendados en su mayor parte, sintiéndose capaz de gobernar por sí misma, exigía algunas reformas que favorecieran sus propios intereses. No deseaban la independencia política, porque temían perder sus esclavos; pero aspiraban a que fueran suprimidas las trabas que atajaban su enriquecimiento excluyente.

Inicios

La literatura en Cuba comienza al divisar la isla el almirante Cristóbal Colón y no poder contener su admiración y con la frase «La tierra más hermosa que ojos humanos han visto» dio inicios a lo que llegara a ser una de las literaturas más influyentes del Nuevo Mundo. Nos quedó muy poco de los tiempos de los areitos. Unas escasas palabras, incluyendo el nombre Cuba, la que los poetas han tratado de preservar.

Se inicia entonces con la invasión y colonización españolas. Los invasores llegaron en compañía de escribientes y cronistas que redactaban y narraban todos los acontecimientos importantes, aunque con puntos de vista españoles, llenos de ambición y sectarismo religioso y para un público lector español aún medieval. El más importante cronista que llegó a Cuba en el siglo XVI fue Fray Bartolomé de las Casas, autor, entre otras obras, de Historia de la destrucción de las Indias.

La primera obra literaria escrita en la isla data del siglo XVII, cuando en 1608, Silvestre de Balboa y Troya de Quesada (1563-1647) publica Espejo de paciencia, un poema épico-histórico en octavas reales, que narra el secuestro del obispo Fray Juan de las Cabezas Altamirano por el pirata Gilberto Girón.

La obra Espejo de Paciencia, considerada como la más antigua muestra de poesía compuesta en Cuba, sobrevivió al gran incendio de 1616, que arrasó con la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe.

La poesía inicia la ruta de las letras cubanas, aunque no registra otras obras importantes durante el siglo XVII.

Siglo XVIII

Portada del libro Principe Jardinero y Fingido Cloridano

No fue hasta 1739 que aparece en Sevilla la primera obra teatral escrita por un cubano: El príncipe jardinero y fingido Cloridano, de Santiago Pita, comedia de una bien lograda imitación de las expresiones artificiosas de la época, con ocasionales reminiscencias de Lope de Vega, Calderón de la Barca y Agustín Moreto.

A pesar de que las letras insulares ya contaban con un Espejo de Paciencia, escrito más de siglo y medio atrás, la verdadera tradición poética cubana comienza con Manuel de Zequeira y Arango y Manuel Justo de Rubalcava, a finales del siglo XVIII. Esto se puede afirmar no sólo por la calidad que alcanzaron en sus respectivas obras, sino por su tipicidad insular ya distante de lo español. El canto a la naturaleza autóctona iba siendo el tono y el tema primado de la poesía de Cuba; los poemas inaugurales con mayor calidad son la Oda la piña, de Zequeira, y la Silva cubana, de Rubalcava.

Claridad gramatical y musicalidad han sido de sus más importantes y decisivos ingredientes. Ritmo y contenido transitaron siempre de la mano en años de conformación de una literatura nacional. Un proceso en el que la poesía, siempre protagónica y presente marca derroteros.

De la poesía ya se tienen nombres a principios del siglo XVIII donde el espíritu criollo se manifiesta en un reconocimiento de la tierra presente en un grupo de poetas villaclareños, entre los que sobresalen: José Surí (1646-1762), cultivador de temas tradicionales de la época y elogiado como un buen repentista. De una obra, que se sabe fue extensa, se conservan seis textos de beática ingenuidad, sin grandes pretensiones temáticas, ni literarias.

Lorenzo Martínez de Avilera (1722-1782) y José de Alva Monteagudo (1761-1800), fueron también vates de esta tradición villaclareña, en los que se nota una transición hacia temas más cotidianos y terrenales en sus décimas.

De la poesía habanera de estos primeros tiempos se conservan las décimas del doctor Castro Palomino, apegadas a las tradiciones morales de su época en versos muy personales sin grandes pretensiones estéticas; el doctor González Sotolongo, que escribía «mordaces epigramas en latín» y por último fray José Rodríguez Ucres (1715-?), que respondía al seudónimo de Padre Capacho, muy cercano al pulso popular, nada convencional y transgresor de los cánones de su época a tal punto que «extraña que sean escritas por un sacerdote»

Las obras del Padre Capacho ―entre ellas, Décimas de borracho, El apasionado al número siete y Exordio universal― son las más extensas de la poesía cubana del siglo XVIII.

En este siglo XVIII había un teatro autóctono y funcionaron Sociedades de Amigos del País corresponsales de las españolas y afines a la Ilustración. Por estas influencias y ambiente cultural se imprimió el periódico el Papel Periódico de La Havana. Entre los ilustrados cubanos destacan José Agustín Caballero, Francisco de Arango y Parreño y Tomás Rodríguez y los poetas neoclásicos Manuel de Zequeira y Arango y Manuel Justo de Rubalcava.

Siglo XIX

Getrudis Gómez de Avellaneda, reconocida escritora de la novela Sab

El siglo XIX ve nacer a bardos imprescindibles cuyas obras contribuyen a consolidar el prestigio de la poesía cubana. Aparecen entonces los antológicos versos de Julián del Casal, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé), Juan Clemente Zenea, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Juana Borrero, José Jacinto Milanés, Luisa Pérez de Zambrana, José María Heredia y José Martí.

José Martí

En unos la lírica romántica se impone, en otros alterna con ideas y propósitos múltiples, algunos de ellos de total compromiso con los destinos del país, una línea que tuvo como máximo exponente a Martí, héroe nacional de Cuba.

En este mismo siglo, una genuina criolla que despierta las más encontradas pasiones protagoniza la primera gran novela cubana: Cecilia Valdés, escrita por Cirilo Villaverde. Esta obra marca sin dudas un momento que confirma la vitalidad creciente de la literatura nacional, como también hizo Gertrudis Gómez de Avellaneda con su novela Sab.

Aparecerá también la primera revista independentista, El Habanero, dirigida por el presbítero Félix Varela, antiguo diputado en las Cortes de Cádiz y representante tardío de la Ilustración del siglo XVIII. Será el primero de una serie de autores que defenderán con la palabra el derecho de Cuba a la independencia.

También el abolicionismo como tema literario aparecerá a raiz del contexto histórico donde se desenvuelven. Lo hará tempranamente con una breve narración, El ranchador de Pedro José Morillas, en la que describe la vida de un cazador de esclavos fugitivos y a través de ella los horrores de la institución esclavista.

En este siglo también se verá aparecer una de las más constantes tradiciones de la literatura cubana, el exilio. Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde será escrita en Nueva York; Félix Varela pasara gran parte en el destierro, haciendo las veces de reformador social entre los irlandeses pobres emigrados a Boston (Estados Unidos). José Martí pasará gran parte de su vida fuera de Cuba, como periodista en Nueva York, profesor en Guatemala, y escritor en México. Heredia fue otro más que vivió bajo el sufrimiento del destierro.

Siglo de luchas internas en la Isla, como lo fue en la península, después de varios de calma colonial, el XIX nos dará algunos de los mejores prosistas y poetas de nuestro idioma y así la más escandalosa y popular de las autoras españolas sera una camagueyana, Gertrudis Gómez de Avellaneda, y uno de los más renovadores poetas de la lengua en el siglo, José Martí.

Siglo XX

Tras la independencia surgieron los poetas de la República: Bonifacio Byrne, Regino Boti, José Manuel Poveda y Agustín Acosta. Luego, la poesía cubana se diversificó en el purismo de Eugenio Florit, Emilio Ballagas y Mariano Brull, en el negrismo de Nicolás Guillén y en el feminismo de Dulce María Loynaz.

La novela contó con Miguel de Carrión y Carlos Loveira Chirino, y el cuento con Luis Felipe Rodríguez, Enrique Labrador Ruiz y Lino Novás Calvo. El acento folclorizante lo puso Lydia Cabrera. En el ensayo antropológico y crítico, hay que reseñar a Fernando Ortiz y Medardo Vitier.

La vanguardia se expresó en la relevante Revista de Avance (1927-1930), de la que surgieron Juan Marinello, Jorge Mañach, Francisco Ichaso, Félix Lizaso y el fundamental novelista Alejo Carpentier.

En 1940 apareció el grupo de la Revista Orígenes, de inspiración católica y preocupación cubanista, cuyo líder fue José Lezama Lima, y en el cual se integran Ángel Gaztelu, Gastón Baquero, Octavio Smith, Cintio Vitier, Fina García Marruz y Eliseo Diego.

Otro grupo importante es el de Renuevo, que surge poco antes de la Revolución Cubana, con Ángel Pou y Ángel Cuadra. La revolución de 1959 provoca un gran auge creativo y multiplica la publicación de libros, además de la cantidad de lectores a partir de la Campaña de alfabetización. Se fundan las revistas Casa de las Américas, Verde Olivo, Lunes de Revolución y El Caimán Barbudo. Se destacan Pablo Armando Fernández, Roberto Fernández Retamar, Antón Arrufat, Lisandro Otero, entre otros. En la emigración logra reconocimiento Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, los dos últimos se vinculan a la propaganda política contra la Revolución. Un caso especial es Calvert Casey, nacido en Estados Unidos, nacionalizado cubano y que vivió en Europa.

La influencia de los medios de prensa en el desarrollo de la literatura nacional no se hizo esperar.Un puntal en ello fue, sin dudas, el Papel Periódico de La Havana nacido en 1790.

Mientras tanto la poesía transitó el recién finalizado siglo XX con una prolífica y variada gama de estilos y temas, a través del genio creador de nombres de la talla de José Zacarías Tallet, Regino Pedroso, Emilio Ballagas, José Ángel Buesa, Regino Boti, Nicolás Guillén, Carilda Oliver Labra, Virgilio Piñera, José Lezama Lima, Roberto Fernández Retamar, Gastón Baquero, Nancy Morejón, Antón Arrufat, Eliseo Diego (premio Juan Rulfo al conjunto de su obra), Cintio Vitier, Fina García Marruz, Mirta Aguirre, Pablo Armando Fernández, Fayad Jamis, Guillermo Rodríguez Rivera, Jesús Orta Ruiz, Ángel Augier y Dulce María Loynaz, entre otros.

Por su parte, la narrativa alcanzó en esta misma centuria un trepidante auge, caracterizado además por lo variado de sus propuestas. Escritores que, incluso, cultivan más de un género en su trayectoria, y que se han hecho merecedores de un puesto cimero en el panorama literario de la nación y del resto del mundo.

Ahí están para la historia las obras de Miguel de Carrión, José Soler Puig, Pablo de la Torriente Brau, Severo Sarduy, Onelio Jorge Cardoso, Félix Pita Rodríguez, Miguel Barnet, Leonardo Padura, Senel Paz, Pablo Armando Fernández, Luis Rogelio Nogueras, Jesús Días, José Lezama Lima, Abilio Estévez y Alejo Carpentier, entre otros.

Siglo XXI

El recién siglo XXI llega a la literatura cubana con un alma nueva. En ella converge, en estrecha relación, los clásicos y los nuevos que llegan. Las generaciones más jóvenes han comenzado a protagonizar también su historia, extrayendo de sus antecesores la sabia que ellos sembraron. Así la literatura de esta Isla, sigue confirmando que su vitalidad no es mérito solo del pasado.

Cuba ha tenido numerosos y sorprendentes grandes poetas, y también grandes poetisas. En los últimos 50 años, dos de ellas han trascendido el tiempo y la fama. Dulce María Loynaz desaparecida hace pocos años. Ganadora del Premio Cervantes de Literatura, el mayor de habla hispana, y la primera mujer en recibirlo, la autora de Jardín, que es uno de los clásicos de la literatura cubana.

Carilda Oliver Labra ya con más de 80 años y es la más alta voz viva femenina de la lírica cubana. La llaman «La novia de Matanzas», capital de provincia donde siempre residió, y aún lo hace actualmente.

Miguel Barnet, es autor de Biografía de un cimarrón, novela testimonio que se sitúa entre los libros cubanos más publicados y traducidos de las últimas décadas. La historia del último esclavo negro rebelde o cimarrón, llamado así a los que se alzaban en las montañas y vivían en cuevas y palenques bajo la persecución de los hacendados para evadir la esclavitud. Es además, poeta, ensayista, etnólogo, investigador, animador cultural, y presidente de la Fundación Fernando Ortiz. Una de sus obras, Gallego, sobre la emigración española a Cuba, fue llevada al cine en coproducción cubano-española, por el director Manuel Octavio Gómez.

Véase también

Fuentes