Los Bailes del Encinal

Bailes del Encinal
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Lugar:Finca El Encinal, Santa Isabel (Mantua)

Bailes del Encinal. En el Municipio vueltabajero de Mantua, Monumento Nacional, se encuentra el Asentamiento Santa Isabel (Mantua), antiguo barrio Fidel Pedraja, donde se ubica la finca “El Encinal”, que fuera propiedad del campesino "Perico Ajete", conocido así por todos, aunque su nombre real era Pedro Nolasco Cosme y donde se desarrollaba la fiesta navideña más esperada por las familias mantuanas.

Antecedentes

La finca “El Encinal” es una rica porción de tierra apropiada para el cultivo del buen tabaco negro y de muchos otros frutos menores, así como una excelente tierra para el cultivo de cítricos, especialmente naranjas, toronjas y limones. Su nombre obedece al gran monte de encinas que existe en este lugar, lo que permite la cosecha de la rica bellota, apropiada para la crianza del ganado porcino y para fabricar un excelente licor.

A esta finca fue a vivir "Perico Ajete" con su esposa Francisca Fors, en el año 1906 en que ambos contraen matrimonio en la Parroquia del pueblo de Mantua, dedicada a la Virgen de las Nieves y cuyo matrimonio aparece asentado en el Registro Civil del pintoresco y patriótico pueblo.

De este matrimonio nacieron doce hijos, de ellos 9 varones y 3 hembras. 7 de ellos llegaron a convertirse en músicos autodidactas desde muy temprana edad, y formaron un grupo de música tradicional conocido como el Conjunto de los “Ajetes”.

Además de dedicarse a la música, la actividad principal de sus integrantes era la explotación de la tierra que poseía Perico, quien con gran esfuerzo, prácticas iniciativas y lo emprendedores que eran sus hijos había convertido a su modesta finca en un pequeño y productivo feudo.

En la década del 20 comienzan a celebrarse los bailes de fin de año, los que tenían como escenario la propia finca “El Encinal” y que en muy poco tiempo se convertirían en los bailes más famosos de la comarca mantuana.

El Conjunto de los “Ajetes”

Ya para el año 30 los bailes estaban consolidados y los hijos de "Perico Ajete" habían logrado que su grupo musical gozara de fama reconocida, gracias a la buena dirección de Julio Cosme Fors, quien tocaba el violín con excelente dominio de ese instrumento, gozando además de un gran sentido de responsabilidad en la conducción del conjunto y de la disciplina para los ensayos, que realizaban una ó dos veces a la semana en horas de la noche. (Su violín se exhibe en el museo de Mantua).

La agrupación, muy solicitada, contaba con instrumentos musicales de su propiedad (algunos habían sido construidos artesanalmente por ellos mismos), tales como un violín, los timbales, bongoes, un contrabajo y otros instrumentos de percusión apropiados para una agrupación de este formato. Los integrantes del grupo eran:

  • Julio Cosme Fors - Violinista, Director y Arreglista
  • Juan Cosme Fors - Guitarrista (Trecero)
  • Rogelio Cosme Fors - Guitarrista, Laúd
  • Mario Cosme Fors - Contrabajo ( bajo) construcción de Instrumentos
  • Manuel Cosme Fors - Timbalero
  • Francisco Cosme Fors - Guitarrista
  • Antonio Cosme Fors - Bongosero y otros instrumentos de percusión.

Ocasionalmente participó Aquiles, también artesano constructor de instrumentos especialmente violines y de igual forma su hermano Raúl, pero sin ninguna participación en la elaboración de instrumentos este último.

En varias ocasiones, y para atender la organización y buena marcha de los bailes, los hermanos Ajete utilizaron como refuerzo a otras agrupaciones musicales como a los "Melendes" y en otras oportunidades a algunos de los hijos de Laburiano Martínez, quien también tenía su grupo y que eran conocidos como los "Martínez". De estos últimos proviene el trompetista Heriberto Martínez, hijo del violinista Félix Martínez, quien durante años fuera director del Conjunto los "Chuqui".

Divulgación

El baile comenzaba a divulgarse desde los primeros días de diciembre, utilizando diferentes medios, entre ellos, los volantes que con tiempo suficiente se hacían imprimir en la capital y en ocasiones en la propia imprenta de Mantua y luego se repartían por todo el pueblo y los sitios de mayor asistencia de público en los poblados vecinos, incluyendo a las familias mantuanas y a los mantuanos ausentes que residían en la capital del país o de la provincia.

Los abastecimientos

Desde el día 28 comenzaban a llegar hasta la finca grandes cantidades de productos alimenticios, bebidas y licores, suministrados por los almacenes y tiendas mixtas de los Riguales y cuanto tipo de dulces exigiera la fiesta.

El pan era especialmente mandado a elaborar en la panadería "De Pino", famosa por la alta calidad de su producción, y el resto de los comestibles se elaboraban en la propia finca por la familia de Perico, quien también gozaba de fama por ser buen productor de vinos criollos especialmente de toronja, empanadas y dulces caseros para el consumo familiar y que también eran distribuidos o vendidos en el marco de las fiestas.

En la fría mañana, el delicado perfume que despedían las enredaderas de nardos y coralillos que colgaban en cercas y en aromales, llegaba hasta la caseta donde Raúl, uno de los hijos, ya había colocado varios lechones en sus parrillas de ocuje, los que para las 3 ó 4 de la tarde se encontraban perfectamente asados y de los que salía un sabroso y apetitoso olor producido por las aromáticas especias trasladadas desde España y que mezcladas con las cultivadas en el país, hacían del cerdo un verdadero lechón asado a la criolla como se hace en vuelta abajo.

El transporte

Para que un baile, en aquella época tuviese éxito, y mucho más cuando se efectuaba en una zona rural, y se calificara este como bueno, y alcanzar un buen resultado económico, era necesaria la asistencia de muchas mujeres.

Para ello se hacía una buena campaña entre las familias con mayor cantidad de hijas, a quienes se visitaban y se les prometía a los padres la transportación de ida y regreso, no así a los hombres. A tales efectos, se alquilaban camiones y se enviaban o situaban en puntos de recogida para garantizar el transporte prometido y de igual manera se situaba carretas y carretones en diferentes lugares con iguales objetivos. Estos vehículos recogían el personal en lugares como Dimas, Los Arroyos, Macurije, Las Mercedes, Las Cejas, La Vigía, Santa María, Mantua y Montezuelo entre otros.

Este transporte era el encargado de trasladar desde horas tempranas a las mujeres quienes además, tenían garantizado hospedaje y todo lo necesario para acicalarse, es decir, además de almuerzo, lugar para el aseo y otras necesidades propias de las féminas.

Por su parte los hombres se las agenciaban para no faltar al lugar de la cita y con ello conseguir pareja si no lo habían hecho ya. Todos los caminos de acceso a la finca eran totalmente reparados por los organizadores de la fiesta, familiares y vecinos.

Actividades Preliminares

Muy temprano en la mañana, con toda solemnidad eran izadas de nuevo las banderas cubanas de Carlos Manuel de Céspedes y la de Narciso López en largo mástil que frente a la casa de tabaco se había ubicado a tales fines.

Esta ceremonia se efectuaba siempre el 28 ó el 29 de diciembre, lo que ya hacía saber a los que a distancia veían las banderas que todo estaba preparado para la noche del 31 de diciembre. Las banderas permanecían hasta el día 5 ó 6 de enero.

Sin embargo, una de las actividades más hermosas lo constituía el toque de diana que se llevaba a efecto entre las 5 y las 6 de la mañana del último día del año, en que se recorría el barrio y se hacían paradas en las casas de los vecinos, mientras se entonaban las notas de la diana mambisa, tocada con violín, tambor y güiro.

Por otra parte en un lugar escogido al efecto se disparaban los voladores que con sus explosiones anunciaban el advenimiento del día de la gran fiesta, y que dada la hora y el silencio reinante, estas detonaciones se escuchaban a grandes distancias. El silencio y el recogimiento de la fría mañana que semejaba la mirada lánguida de una niña soñolienta que acabada de levantarse y con el acompañamiento de las notas de la diana mambisa, hacían recordar a los más longevos, aquellos tiempos en que la presencia física del Titán de Bronce Antonio Maceo y sus fuerzas recorrían la campiña mantuana.

El Interior del Salón

Estaba formado por varias piezas: al fondo la cantina compuesta por un largo mostrador a todo lo ancho del salón principal y adecuadamente situada, con buena estética, con una sección dedicada a la venta del pan con lechón asado, otra al expendio de bebidas, licores y refrescos y una destinada al sabroso y caliente chocolate, incluido el de semilla de marañón, servido en grandes pozuelos de loza fina por la anfitriona principal Doña Francisca Fors, que con sus hombros y cuello envueltos en su blanco chal, atendía con sobrado esmero a su clientela, compuesta por las más reconocidas damas venidas desde el pueblo, las que haciendo galas de sus mejores atuendos se diferenciaban notablemente de otras féminas, que con vestidos más modestos de acuerdo a su estatus social, degustaban igualmente el sabroso chocolate, el aromático café y las deliciosas empanadas rellenadas con picadillo de carne de cerdo con aceitunas y pasas, las que semejaban a rígidos abanicos dado su tamaño y forma.

El gran salón de la casa de tabaco sufría anualmente las transformaciones de una arquitectura vernácula que permitía el ensanchamiento de los laterales o corredizos, así como de su parte frontal con la fabricación de una glorieta adecuadamente adornada con hojas de palmas, paredes de tablas de palma real y pencas de guano de palma cana, abundantes en la zona.

El salón principal, de igual forma sufría algunas modificaciones especialmente la división a todo lo largo por un alambre que permitía nombrar al baile con el apelativo de "Negros y Blancos", pero como en realidad existían mulatos y blancos que en algunos casos inscriptos unos como blancos y otros como negros y toda esa mescolanza, nadie estaba realmente separado por la sangre pero todos se sentían felices, gracias al rígido y fuerte alambre que separaba a negros y blancos, por lo tanto, felices y contentos se sentían todos en su medio social.

El baile

Realmente "El Encinal" se convertía en el centro de atracción más importante de Mantua en esos días de fin de año. Los jugadores, los aficionados a las peleas de gallos, a las carreras de caballos y las carreras de sortijas se disputaban sus puestos en buena lid, cuando estas actividades eran permitidas (y casi siempre lo fueron), por las autoridades competentes. Así mismo, una pareja de guardias rurales se encargaba de cuidar el orden durante toda la jornada festiva.

El día 30 en la noche, se hacía un ensayo general. Doña Francisca y Perico solamente bailaban una o dos piezas durante el mismo, que se efectuaba en la amplia sala de la casa principal y durante el cual, se vendía alguna bebida fuerte a los asistentes, que en su mayoría eran familiares y vecinos allegados de la familia, que en algunos casos estarían trabajando en la realización de los festejos y por lo tanto, aprovechaban el ensayo de esa noche para bailar un poco. Mientras este se efectuaba, los expertos preparaban en cantidades considerables las ricas empanadas con picadillo de cerdo o de dulce de guayaba y además los buñuelos para ser ofertados durante la fiesta.

Desde horas tempranas en la mañana del día 31, empezaban a llegar los carros que vendían helados, especialmente el helado “Guarina”, granizaderos, vendedores de caña, naranja, y otros frutos de época a quienes Perico Ajete permitía la venta de esos productos sin que los vendedores tuvieran que pagar ningún tipo de impuesto, exceptuando la venta de helados.

Ese día a las 6 de la tarde, se efectuaba otro ensayo por el grupo que amenizaba la fiesta, una especie de matiné en el cual podían bailar todas las personas que así lo desearan. Este se efectuaba al aire libre en el patio de la casa principal.

A las 8 de la noche, comenzaba el baile en el lugar previamente adornado con pencas de palma real, entre otros adornos que enriquecían la estética de las áreas totalmente iluminadas por las decenas de lámparas de carburo y quinqués que convertían la noche en día.

Comenzado el gran baile, todo hombre tenía que pagar la pensión que costaba 1 peso, la misma era pagada a Esperanza Cosme Fors y su esposo Jesús Quibus, junto a Norma Baños y Olga Cosme Martínez, quienes prendían una contraseña o distintivo en lugar visible de la camisa o chaqueta del bailador, la que le permitía bailar durante toda la noche hasta las 6 de la mañana del día 1ro, hora en que terminaba el baile.

Quien no cumplía con el requisito de contribución obligatoria solamente podía hacer uso del salón o la cantina sin otros derechos, y así transcurría la fiesta en la que se hacía un alto a las 12 de la noche para brindar por la llegada del nuevo año y en el cual todos daban vivas a “Perico Ajete” y Doña Francisca, la feliz pareja matrimoniada en el año 1906, quienes juntos a sus hijos y nietos (58 en total), hicieron posible que cientos de personas pasaran un feliz fin de año con la fiesta más popular de la comarca mantuana y sus alrededores durante más de 35 años.

Fuente

  • Cosme Baños, Pedro; Investigación "Los Bailes del Encinal"

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